Los psiquíatras reemplazan a los clérigos... ¿por qué?
ENTRE las tendencias actuales en la América del Norte, así como en muchos otros países, está la de perder terreno el clero, tanto en cantidad como en influencia. Una tendencia paralela es la del progreso que están logrando los psicólogos y psiquíatras.
Así es que, según los informes, en los pasados veinticinco años el número de personas que tienen que ver con la salud mental y emocional de la gente en los Estados Unidos ha aumentado a más de siete veces lo que era, mientras que la cantidad de clérigos ha disminuido 20 por ciento, y esto a pesar de un aumento del 40 por ciento en la población. Son igualmente significativas las cifras relacionadas con los que toman títulos universitarios. En 1961, las instituciones norteamericanas de enseñanza superior entregaron igual cantidad de títulos de psicología como de religión, 10.000 en cada grupo. Pero, en 1971, entregaron tres veces más títulos de psicología que de religión.
¿Hay alguna relación entre estas dos cifras? ¡Ciertamente que la hay! Cada vez menos personas van a los clérigos para preguntarles: “¿Qué debo hacer?” Así es que un psicoanalista que a la vez es clérigo católico romano declara que en 1963 aproximadamente el 70 por ciento de las personas con problemas primero iban a sus clérigos por consejo, pero que diez años más tarde la cantidad que lo hace es probablemente menos del 40 por ciento.
Sirve para indicar estas tendencias la disminución en la concurrencia a las iglesias por una parte y, por otra, la popularidad creciente de libros, artículos de revista, programas de radio y TV de psicólogos y psiquíatras que dicen a la gente cómo conseguir la paz y la felicidad y cómo tratar a sus esposas, esposos, padres, hijos, así como qué hacer con tales problemas como el aborto, el adulterio y la homosexualidad.
¿A qué se deben estas tendencias contrastantes? Entre otras cosas, el clero ha perdido su voz de autoridad debido a desprestigiar la Biblia como la Palabra de Dios y la guía infalible del hombre. (Sal. 119:105) Esto trae a la memoria las palabras del profeta Jeremías: “Ellos han rechazado la mismísima palabra de Jehová, y ¿qué sabiduría tienen?” (Jer. 8:9) Según lo indica un informe: “Definitivamente hay menos ministros que dirán: ‘La Biblia dice así y así. Por lo tanto usted debería hacerlo.’” ‘Cuando las personas acudían a su ministro y preguntaban: “¿Para qué estoy aquí?” acostumbraban contestar en términos claros e inequívocos: “Usted está aquí porque es la voluntad de Dios. El significado de su existencia es llevar a cabo esa voluntad, llevar una vida buena, y glorificar a su Creador.”’ Pero ya no hacen eso. Faltos de confianza, los clérigos no pueden satisfacer a la gente que acude a ellos.
Otra razón por la que muchas más personas están yendo a los psiquíatras y psicólogos es que están más interesadas en lo que parece provechoso que en lo que es correcto. Los profesionales en el campo de la salud mental, en su mayoría, no emiten juicios morales. Para estos, las acciones no son buenas o malas sino saludables o perjudiciales para el bienestar mental y emocional de uno.
Pero, ¿es un fenómeno sano el que la gente esté apartándose del clero y acudiendo a los psiquíatras? No, porque en realidad es un caso de saltar de la sartén al fuego. Están en peor situación que antes, porque, como bien lo señala The National Observer, la gente necesita un “terreno fundamental religioso para su existencia, la razón por la que uno puede seguir viviendo a pesar de tragedias.” El aumento en el crimen, en la inmoralidad sexual, en el juego por dinero, en la afición a las drogas, en el alcoholismo y quién sabe qué más, todo da testimonio en cuanto a la insensatez de esta tendencia de alejarse de la creencia en Dios y en la Biblia como su Palabra inspirada.
Los psiquíatras y los psicólogos no pueden contestar preguntas como: “¿Por qué estoy aquí?” “¿Para qué es la vida?” “¿Qué me depara el destino?” “¿Por qué abunda la maldad y la injusticia?” A no ser, por supuesto, que den respuestas religiosas. El que estos hombres no son a quienes uno debe recurrir por ayuda cuando está deprimido y acosado por toda suerte de problemas se ve por el hecho de que los suicidios entre ellos son dos veces más frecuentes que entre la población en general.
La ciega y egoísta insensatez de muchos de estos profesionales se ve en el hecho de que, en 1970, el 55 por ciento de los psicoanalistas norteamericanos entrevistados concordaron con Freud en que la creencia en Dios es “tan evidentemente infantil, tan incongruente con la realidad, que . . . es penoso pensar que la mayoría de los mortales nunca podrá elevarse por encima de este concepto de la vida.”
¿Insensatez ciega y egoísta? Sí, porque va contra la razón y los hechos. Por ejemplo, se nos dice que “la mayoría de los historiadores de la ciencia declararían de inmediato a Isaac Newton como la más grande mente científica que el mundo ha visto.” (Dr. Isaac Asimov) ¿Y consideraba él infantil la creencia en Dios? ¡Lejos de ello! De hecho, le escribió a un amigo que al poner por escrito su Principia había tenido en vista principios que harían que los hombres creyeran en la existencia de Dios. En esa obra maestra declara: “Desde su verdadero dominio se desprende que el Dios verdadero es un Ser vivo, inteligente y poderoso; y, desde sus otras perfecciones, que él es supremo, o perfectísimo. Es eterno e infinito, omnipotente y omnisciente.”
El que un ‘terreno fundamental religioso para la existencia de uno’ puede sostener a uno ante las tragedias es un hecho que la Biblia muestra vez tras vez. Da énfasis especial a este punto el relato de Job de la antigüedad. Debido a su fe en Dios, Job no se desesperó al enfrentarse con la tragedia. ¡Y qué pérdidas sufrió! De un solo golpe le fueron quitados todos sus hijos y todas sus posesiones materiales. Entonces una enfermedad repelente y dolorosa lo cubrió de pies a cabeza. Sus amigos más íntimos se volvieron contra él, y su propia esposa lo instó a darse por vencido, diciéndole: “¡Maldice a Dios y muere!” es decir, que se suicidara. Pero debido a su fe en Dios, Job pudo resistir a toda la adversidad y salir victorioso.—Job, capítulos 1, 2, 42.
La Biblia está llena de principios sólidos y buenos consejos en cuanto a cómo llevarse bien con la familia y con otros. Detalla las obligaciones de los esposos, esposas, padres, hijos, sirvientes y amos (empleados y empleadores). Advierte contra la conducta relajada: “Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará; porque el que está sembrando teniendo en mira su carne, segará de su carne la corrupción; mas el que está sembrando teniendo en mira el espíritu, segará del espíritu vida eterna.” Los que practican lo que es obsceno recibirán “en sí mismos la recompensa completa, que se les debía por su error.”—Gál. 6:7, 8; Rom. 1:27.
También advierte contra la codicia. “Los que están determinados a ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales.”—1 Tim. 6:9, 10.
Sí, ciertamente, al apartarse de los clérigos que no tienen fe en la Biblia como la Palabra inspirada de Dios, en vez de acudir a los psiquíatras y psicólogos que, por lo general, también carecen de esa fe, que los que aman la justicia se dirijan a la Biblia por sabiduría, consuelo y esperanza. Los testigos cristianos de Jehová están dispuestos a ayudar a todos estos que aman la justicia.