El punto de vista bíblico
Los padres... primeros maestros de los hijos
LOS niños comienzan a aprender inmediatamente después de nacer. La primera lección del bebé debe ser acerca del amor. El infante aprende a amar cuando otros lo aman, al verse expuesto a ejemplos de amor, al en primer lugar, recibir amor. Eso armoniza con el principio que se declara en 1 Juan 4:19: “Amamos, porque él [Dios] nos amó primero.” Si el bebé no recibe amor, llega a sentirse inseguro. El que se ignoraran sus llantos, con los que pide atención, podría llevarlo a enfermar. Si por algún tiempo se le priva de tener satisfechas sus necesidades emocionales, podría impedírsele el desarrollo emocional para el resto de la vida. Puede que más tarde en la vida el niño que haya estado en esa situación llegue a sentirse sicológicamente incapaz de apegarse profundamente a otras personas y confiar en ellas.
El aprendizaje durante la tierna infancia no está limitado a las emociones. El potencial intelectual del niño durante los primeros tres años de vida es mucho mayor de lo que la mayoría de las personas creen. El aprender un idioma es difícil para los adultos, pero el bebé que se cría en una familia en la cual se hablan dos idiomas aprende ambos al mismo tiempo. Mientras más ricas sean las condiciones de aprendizaje para el pequeñuelo, más rápido aprende; absorbe información como una esponja.
Esto significa que el tiempo en el cual los padres deben comenzar a enseñar a sus hijos es inmediatamente después del nacimiento. Los primeros tres años son los más vitales. Es un error el que los padres piensen que el tiempo en el cual debe comenzar el aprendizaje es cuando el niño llega a la escuela de párvulos o jardín infantil. Puede que sea muy tarde entonces. Burton White, sicólogo y director de proyectos preescolares, dice que está “convencido de que la experiencia del niño durante los primeros tres años de la vida influye directamente en lo competente que sea más tarde. Si es pobre el desarrollo que el niño recibe durante esos años, es probable que cuando entre en la escuela no pueda compensar con nada lo que haya perdido.” White dice que los padres que más eficacia despliegan en educar a sus hijos “generalmente son personas que disciplinan con firmeza y eficacia a sus hijos, a la vez que les muestran gran afecto y responden a las necesidades que éstos insinúan, como las de que se les dé ayuda, se les imparta consuelo o se comparta con ellos algún entusiasmo.”
Una de las mayores debilidades de los graduados de segunda enseñanza, y de algunos graduados de universidad, es la lectura. Cierto artículo publicado lleva el título de: “Para aprender a leer no debería esperarse hasta los años escolares.” El párrafo de apertura dice: “El éxito que el niño tenga en la escuela depende, en gran medida, de lo bien que pueda leer. Y lo bien que pueda leer depende, en mayor medida de lo que generalmente se reconoce, de lo hábilmente que la familia del niño lo haya estimulado a leer.” Algunas de las sugerencias del artículo son: Lea algo a su hijo mientras lo mantiene rodeado de una relación afectuosa, empiece a más tardar en el primer cumpleaños, y hágalo diariamente. Mantenga a la mano libros con láminas, para que él los use. Haga el hábito de leerle a la hora de dormir... eso lo tranquiliza y le ayuda a descansar y terminar el día en un estado de intimidad alentadora con sus padres. A medida que el niño vaya aprendiendo el alfabeto y palabras y pueda leer por sí mismo oraciones sencillas, vaya proveyéndole material apropiado. Pero continúe leyéndole material más avanzado, superior a la aptitud de lectura de él, pero que esté dentro de su capacidad de comprensión.
La Biblia indica que Timoteo recibió esa clase de instrucción: “Desde la infancia has conocido los santos escritos.” (2 Tim. 3:15; 1:5) Hoy día los padres tienen una ayuda muy valiosa para dar esa clase de instrucción a sus hijos, a saber, Mi libro de historias bíblicas. Después que sus hijos aprendan a leer, estimúlelos a leer con el fin de aprender.
El enseñar a los hijos no debe limitarse a los libros. La Biblia muestra que los padres deben instruir a sus hijos durante el transcurso del día, cada vez que se presente la oportunidad. “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino y cuando te acuestes y cuando te levantes.” (Deu. 6:6, 7) Junto con toda esa enseñanza, es importante que haya disciplina y respeto hacia la autoridad. “¿Qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (Heb. 12:7) Entonces cuando el niño vaya a la escuela respetará de modo apropiado a las autoridades escolares y estará disciplinado para estudiar.
Un padre escribió acerca del proceder que siguió en cooperación con la escuela a la cual asistían sus hijos:
“Por lo menos dos veces al año asistíamos a funciones en las cuales el principal y los maestros explicaban el programa de estudios y el modo en que se enfocaba la enseñanza. Después del programa teníamos la oportunidad de conocer a los maestros de nuestros hijos y considerar con éstos cómo les iba a nuestros hijos en la escuela. Desde el principio explicamos a nuestros hijos que nosotros veíamos la autoridad de los maestros como una extensión de la nuestra, y que ellos les debían obediencia, a menos que, desde luego, se les pidiera que transigieran en cuanto a los principios bíblicos.
“Respecto a la lectura, las autoridades están de acuerdo en que la escuela no basta para que el niño llegue a ser buen lector, debido al tamaño de las clases y otros factores. Hoy día nuestros hijos son buenos lectores debido al programa de lectura en el hogar. Mientras iban a la escuela primaria nos levantábamos 20 minutos más temprano y leíamos la Biblia diariamente.
“La situación se hizo más difícil durante los cursos de segunda enseñanza. Las escuelas eran más grandes, no tenían reglas en cuanto al vestir y los estudiantes temían que los llamaran ‘anticuados’ si sus calificaciones eran muy buenas. Aun así, nos reuníamos con los maestros de nuestros hijos y hacíamos cuanto podíamos. Tratábamos de ser razonables con nuestros muchachos, pues hay cierto peligro si el muchacho sobresale demasiado entre los demás en cuanto a vestido y peinado. La presión de los compañeros es intensa.
“Las escuelas a las cuales los muchachos fueron eran buenas, especialmente la escuela primaria. Parte del fracaso de las escuelas públicas es la falta de apoyo y participación por parte de los padres en el nivel individual y diario. Quizás para los padres sea difícil esa participación y apoyo, pero no hay sustituto para ello y parece que casi cualquier sistema estaría condenado a fracasar sin el apoyo de los padres.”
Los padres cristianos también se preocupan por la afición a las drogas y la inmoralidad sexual en las escuelas. La mejor protección que pueden dar a sus hijos es la de inculcar en ellos los principios morales que se basan en la Palabra de Dios, la Biblia. ¿Cuál es el curso de vida que resultará en que recibamos la bendición de nuestro Padre celestial? (Efe. 3:14-16) ¿Por qué cosas aboga su familia? ¿Qué se espera de los hijos que pertenecen a su familia? ¿Vive usted mismo de acuerdo con esas normas, y da ejemplos apropiados? ¿Entienden sus hijos que para pertenecer a su familia hay que satisfacer ciertas normas, que cierta conducta es aceptable y ciertas acciones no lo son? (Efe. 6:1-4; Col. 3:18-21) Los hijos desean la seguridad de sentir que pertenecen a algo. Hágales sentir que usted como padre o madre los aprueba y ama, y lo mucho que le complace el que hagan las cosas bien. Y, sobre todo, mantenga abiertas las líneas de comunicación por medio de amarlos y manifestar un sentido de justicia y estar dispuesto a escuchar.