¿Qué pasa con los precios?
EN LOS Estados Unidos, un señor y su esposa se detuvieron en una tienda de comestibles para comprar unas cuantas cositas que les hacían falta. La cajera tomó el billete de 10 dólares que la pareja le dio para pagar la compra, pero devolvió solo 40 centavos. La esposa, que esperaba mucho más cambio, exclamó: “¡Ay, joven, usted no nos ha dado el cambio correcto! ¡Le dimos un billete de 10 dólares!” La cajera respondió: “¡Pero ése ES el cambio correcto! Esos artículos cuestan $9,60.”
El esposo sostuvo la pequeña bolsa de compras en la palma de la mano, sacudió la cabeza y dijo en son de queja: “Pero . . . ¿qué está pasando con los precios?”
Si el lector va de compras con alguna regularidad, sabe muy bien lo que ha pasado con la mayoría de los precios: un alza implacable. Es cierto que por muchos años, especialmente desde la II Guerra Mundial, ha habido alzas de precio. Pero nunca antes se había visto un aumento tan persistente ni tan grande como el de ahora.
Y la situación no está limitada a solo unas cuantas naciones. El mundo entero, casi sin excepción, está plagado por este fenómeno, y esto incluye hasta las economías bajo estricto control de los países comunistas. Y es rara esta situación, porque nunca antes habían experimentado todas las naciones semejante inflación.
Por supuesto, a las personas extremadamente acaudaladas no les perturban mucho la mayoría de las alzas de precio. Tienen con qué pagar los precios más altos. Pero lo que por mucho es el grueso de las personas del mundo no son ricas, y muchas de ellas están sufriendo como resultado de lo que está sucediendo.
En país tras país las encuestas revelan que para la gente la inflación es su mayor problema. Les parece que han caído en una trampa que se cierra sobre ellos y no les deja salida. Muchos esposos trabajan horas extraordinarias, o tienen un segundo empleo. Ahora muchas esposas también trabajan; en algunos países más de la mitad de ellas lo hacen. Esto afecta la vida familiar, pues las riñas debidas a asuntos de dinero son una de las principales razones para la disolución de las familias.
Un ama de casa estadounidense se quejó en estos términos: “Me pregunto si alguna vez saldremos adelante.” Pero mientras ella se preguntaba acerca de ‘salir adelante,’ otros se preguntaban en cuanto a subsistir. Un camionero del Brasil comentó: “Estos días con su absurdo coste de vida me aterrorizan. No parece que haya salida alguna.” En ese mismo país no es rara la situación en que se halla cierto hombre casado que tiene dos empleos y trabaja 12 horas al día, seis días a la semana. Su esposa es maestra de costura y también trabaja de costurera en casa. Este matrimonio declaró: “Se hace cada vez más difícil atender una familia.” Un portero del Brasil llegó a decir: “No estamos seguros de si estamos viviendo o solo existiendo.”
No se debe pensar que esta situación exista solo en los países más pobres. En los Estados Unidos, una señora de la ciudad de Atlanta trabaja de peluquera 40 horas a la semana y entonces de camarera los fines de semana. Dice: “Me moriría de hambre si no tuviera dos trabajos; se me haría absolutamente imposible pagar el alquiler.” La situación en que ella se halla tampoco es muy rara.
Un informe declara que lo siguiente está aconteciendo en un país africano, y lo atribuye principalmente a una inflación galopante: “Cada vez más personas están recurriendo al hurto, desfalco, soborno y a cualquier otra operación que les permita conseguir dinero para satisfacer sus necesidades cotidianas.”
En el Japón, país altamente industrializado, en unos siete meses casi 100 personas se quitaron la vida debido a los problemas que les ocasionaron los sarakin (usureros). Estas personas se habían cargado de deudas, habían tomado dinero prestado a tipos de interés elevados, y se vieron en el aprieto de no poder pagar el dinero. Al no poder encararse a la vida, se suicidaron.
Respecto a la situación económica, el historiador Arthur M. Schlesinger, Jr., afirmó: “Se terminó la fiesta.” Dijo que en lugar de los días de prosperidad sin igual que se habían visto en algunos lugares ahora tendría que haber disciplina, sacrificio y un nivel de vida más bajo.
En Francia, un comentador declaró: “El sueño de una ‘nueva sociedad’ de abundancia que se prometió hacia el fin de los años sesenta y se ensalzó al principio de los años setenta ha desaparecido completamente ante el ataque mortífero que la inflación ha dirigido contra el poder adquisitivo de Francia.” Del mismo modo, en los Estados Unidos la Encyclopedia Americana Annual para 1979 comentó lo siguiente: “El sueño estadounidense, según decía la gente, se había convertido en una pesadilla.”
Citicorp, un banco grande de los Estados Unidos, llegó a la siguiente conclusión: “La desagradable realidad es que si se permite que la persistente inflación que aflige a la mayoría de los países siga, las consecuencias de ello finalmente se extenderán hasta mucho más allá de lo que cae estrictamente dentro de la definición de lo económico.”
Sí, el que la inflación continúe su avance sin trabas puede significar algo mucho más grave que el que simplemente algunas personas tengan menos. Puede amenazar con arruinar el entero modo de vivir de una nación. De hecho, en el pasado ha destruido la economía de naciones. Esta vez la inflación amenaza al mundo entero, y no solo en sentido económico, sino también con pasmosas consecuencias políticas y sociales.
¿Precisamente cuánta inflación se está experimentando ahora? ¿A qué se debe? ¿Qué puede hacer usted acerca de ella? Y ¿en qué terminará todo esto?
[Comentario en la página 5]
“Me moriría de hambre si no tuviera dos trabajos”
[Comentario en la página 6]
“Se terminó la fiesta,” dice un economista