Libertad de trabajo penoso
Puede que la revolución de los robots logre más que librar a uno de largas horas de trabajo penoso. Puede que también traiga liberación de la monotonía tediosa y del aburrimiento de la producción en cadena. Pero estos obreros de acero no solo están reemplazando a los que trabajan en fábricas y en otros trabajos manuales, sino también a los empleados de oficina. ¡Los robots están en marcha!
LA INVASIÓN de los robots, que está cobrando ímpetu, no está resultando en que la gente se jubile del trabajo, sino en que se cambie a trabajos más estimulantes. A medida que los robots reemplazan a los obreros y los libran de las tareas peligrosas o arduas o rutinarias y aburridas, estas personas pasan a puestos que exigen inteligencia humana y entrenamiento especializado... trabajos que requieren capacidades superiores a las de los robots. Hoy es popular ensalzar a los robots por encima de la gente, y a sus cerebros de computadora por encima de los cerebros humanos. Pero se debe recordar que personas son quienes hacen a los robots y los “cerebros” de los robots. Los robots no pueden hacer a personas ni pueden hacer cerebros humanos. Una vez que entendemos esto, podremos mantener en su debida perspectiva lo verdaderamente beneficiosos que pueden ser los robots para librarnos de trabajos penosos.
En la actualidad, el Japón lleva la delantera en la revolución de los robots. Pero otras naciones están dándose cuenta de las posibilidades. O, dicho con más exactitud, están reconociendo que tendrán que abrazar esta nueva tecnología si quieren competir. Una nueva fábrica de automóviles Toyota utiliza robots en todas las etapas de producción. Otros fabricantes japoneses de automóviles no solo usan robots para reducir la cantidad de obreros, sino también para mejorar la calidad de su producto. El uso de robots ya no está limitado a los negocios grandes. Las fábricas pequeñas también los están poniendo a trabajar. A medida que va ampliándose rápidamente la diversidad de las tareas que pueden desempeñar, su invasión se extiende de fábricas a oficinas y a los hogares.
Un “robot de limpieza” también sirve de guarda nocturno. Un “robot secretarial” escribe cartas, estampa sobre ellas la firma del ejecutivo, formula horarios y recuerda a éste sus citas. Un “robot médico” con 25 “dedos” hace un reconocimiento de los pechos de una mujer y transmite sus hallazgos a un sistema de ordenadores que detecta tumores cancerosos u otras anormalidades. Otro robot hasta puede . . . pero tal vez deberíamos oír más acerca de eso directamente del robot mismo.
El relato de éste a veces suena jactancioso, pero a pesar de esta debilidad humana, todavía es un cuento impresionante. Escuchémoslo.