Los telescopios y los microscopios... ¿cómo le han afectado sus revelaciones?
LOS telescopios y los microscopios. Ellos han revelado maravillas ocultas: galaxias que abarcan distancias asombrosas, microorganismos tan diminutos que un cuarto de millón de ellos podrían caber en el punto final de esta oración. Al revelar dichas cosas, estos instrumentos han cambiado profundamente el punto de vista del hombre. En tiempos antiguos el hombre sentía cierto temor religioso al contemplar los cielos. Concebía las estrellas y los planetas como dioses que ejercían una influencia poderosa en la vida del hombre. Pero el hombre estaba seguro de que él y su planeta Tierra estaban situados en el mismísimo centro del universo.
De acuerdo con el profesor de astronomía Edward R. Harrison, este concepto de un universo cuyo centro era la Tierra proporcionaba “un fundamento seguro para la religión [pagana]”, y aparentemente “dio significado y propósito a la vida humana sobre la Tierra”. El telescopio y sus revelaciones dramáticas hicieron añicos aquel cómodo universo. El microscopio ha eliminado el aspecto misterioso de procesos como la concepción y el nacimiento (que en un tiempo se consideraban milagros incomprensibles... pero, con todo, milagros), y las enfermedades (que en un tiempo se consideraban plagas de los dioses).
Por eso, a muchos les parece que las preguntas que en un tiempo la religión contestaba las pueden contestar ahora mejor investigadores que llevan batas blancas. Pero ¿se ha vuelto el hombre realmente tan experto en observar, medir y analizar las cosas que ya no necesita que haya un Dios que dé significado a lo que él ve? ¿Han eliminado el telescopio y el microscopio la base para creer en el libro principal que trata de Dios, la Biblia?
[Recuadro/Ilustraciones en la página 3]
Galileo debe haber quedado pasmado. Aquella noche de 1609 había dirigido su rústico telescopio hacia aquel gran arco de luz que los hombres de la antigüedad llamaban un “círculo de leche”. Con la ayuda de su telescopio (a la izquierda), Galileo pudo ver lo que el ojo humano jamás había visto: La Vía Láctea era una “masa de innumerables estrellas”.
Poco más de 70 años después, un hombre de negocios holandés, llamado Antony van Leeuwenhoek, también miró a través de un aparato casero hecho de vidrio y metal (que se ve abajo). Pero él no había recibido ninguna educación científica formal; el esmerilar y pulir lentes era más o menos un pasatiempo. Pero con estos lentes él construyó modelos rústicos de un instrumento que permitiría que los seres humanos penetraran en un universo de otra clase: el micro mundo, donde una gota de agua, o tan solo una minúscula cucharadita de tierra, rebosaría de criaturas vivientes.