¿Por qué tantas falsas alarmas?
¿Está muy cerca el fin del mundo?
CUENTA una fábula que cierto día un pastorcillo, para crear un poco de emoción, se puso a gritar: “¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”, sin haber lobo alguno. Los aldeanos salieron a toda prisa con sus garrotes para ahuyentarlo, pero descubrieron que no había ningún lobo. Tanto se divirtió el pastorcillo que repitió la broma en otra ocasión. De nuevo salieron los aldeanos a toda prisa con sus garrotes, para descubrir que se trataba de otra falsa alarma. Pero llegó el día en que vino un lobo, y el muchacho avisó: “¡El lobo! ¡El lobo!”. Sin embargo, los aldeanos no le hicieron caso pensando que se trataba de otra falsa alarma. Les había engañado en demasiadas ocasiones.
Lo mismo ha sucedido con los que proclaman el fin del mundo. A través de los siglos, desde los días de Jesús, ha habido tantas predicciones incumplidas que muchos ya no las toman en serio.
Gregorio I, papa de 590 a 604 E.C., dijo lo siguiente en una carta dirigida a cierto monarca europeo: “También deseamos que Su Majestad sepa, según hemos aprendido de las palabras del Dios Todopoderoso en las Santas Escrituras, que el fin del mundo actual ya está cerca y que el perdurable Reino de los Santos se aproxima”.
En el siglo XVI, Martín Lutero, fundador de la Iglesia Luterana, predijo que el fin era inminente. Según cierta autoridad, él indicó: “En lo que a mí respecta, estoy seguro de que el día del juicio está a la vuelta de la esquina”.
Respecto a uno de los primeros grupos bautistas se dice: “Los anabaptistas de principios del siglo XVI creían que el Milenio empezaría en 1533”.
“Edwin Sandys (1519-1588), arzobispo de York y primado de Inglaterra [...] [dijo que] ‘podemos estar seguros de que esta venida del Señor está cerca’.”
De William Miller, a quien generalmente se considera fundador de la Iglesia Adventista, se citan las siguientes palabras: “Estoy plenamente convencido de que Cristo vendrá entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de 1844, según el método judío de computar el tiempo”.
Como esas predicciones no se cumplieron, ¿pueden ser tachados de falsos profetas los que las hicieron, a la luz de Deuteronomio 18:20-22? Dichos versículos dicen: “El profeta que tenga la presunción de hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en el nombre de otros dioses, ese profeta tiene que morir. Y en caso de que digas en tu corazón: ‘¿Cómo conoceremos la palabra que Jehová no ha hablado?’, cuando hable el profeta en nombre de Jehová y la palabra no suceda ni se realice, esa es la palabra que Jehová no ha hablado”.
Algunos hacen predicciones espectaculares del fin del mundo para captar la atención y conseguir seguidores, pero otros están sinceramente convencidos de que sus proclamaciones son verdaderas. Expresan expectativas basadas en su propia interpretación de algún texto bíblico o algún acontecimiento físico. No afirman que sus predicciones sean revelaciones directas de Jehová y que por lo tanto estén profetizando en Su nombre. De modo que en tales casos no debería tachárseles de falsos profetas como los que se denuncian en Deuteronomio 18:20-22 cuando sus palabras no se cumplen. Son personas que interpretaron mal las cosas debido a su falibilidad humana.a
Sin desanimarse por fallos previos, parece que a algunas personas les ha estimulado la proximidad del año 2000 y han hecho otras predicciones sobre el fin del mundo. El periódico neoyorquino The Wall Street Journal del 5 de diciembre de 1989 publicó un artículo titulado “La fiebre del Milenio: Proliferan los profetas, se acerca el fin”. Dada la cercanía del año 2000, diversos evangélicos están prediciendo que Jesús viene y que la década de los noventa será “un tiempo de desgracias sin precedente”. El último caso del que ha habido noticia al tiempo de escribirse este artículo tuvo lugar en la República de Corea, donde la ‘Misión para los Días Venideros’ predijo que en la medianoche del 28 de octubre de 1992 Cristo vendría y se llevaría a los creyentes al cielo. Otros grupos que anuncian el fin del mundo hicieron predicciones semejantes.
La avalancha de falsas alarmas es lamentable. Son como los gritos del pastorcillo que clamaba: “¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!”. La gente pronto se desentiende, pero cuando al fin se da la verdadera alarma, tampoco hace caso.
Pero ¿por qué ha habido tanto afán a través de los siglos y hasta el día de hoy por dar falsas alarmas, como Jesús dijo que sucedería? (Mateo 24:23-26.) Después de hablar a sus seguidores acerca de diferentes sucesos que señalarían su regreso, él les dijo lo que leemos en Mateo 24:36-42: “Respecto a aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre. Porque así como eran los días de Noé, así será la presencia del Hijo del hombre. [...] Manténganse alerta, pues, porque no saben en qué día viene su Señor”.
No solo se les dijo que estuviesen alerta y preparados, sino también que vigilaran con actitud anhelante. Romanos 8:19 dice: “Porque la expectación anhelante de la creación aguarda la revelación de los hijos de Dios”. Cuando esperamos y ansiamos fervientemente algo y lo aguardamos con expectación anhelante, nuestra naturaleza hace que surja en nuestro interior la poderosa tentación de verlo a las puertas aun cuando no se disponga de pruebas suficientes. Debido a nuestro anhelo, cabe la posibilidad de dar falsas alarmas.
¿Cómo se puede distinguir, entonces, entre la verdadera advertencia y las falsas alarmas? Para hallar la respuesta a esta pregunta, tenga la bondad de leer el siguiente artículo.
[Nota a pie de página]
a Los testigos de Jehová, llevados por su expectación anhelante de la segunda venida de Jesús, propusieron fechas que resultaron erróneas. Como consecuencia, algunos les han llamado falsos profetas. Sin embargo, en ninguno de esos casos se tomaron la libertad de hacer predicciones ‘en el nombre de Jehová’. Nunca dijeron: ‘Estas son las palabras de Jehová’. La Atalaya —la revista oficial de los testigos de Jehová— ha dicho: “Nosotros no tenemos el don de profetizar” (enero de 1883, página 425, edición en inglés). “Tampoco pretendemos que se reverencien nuestros escritos o que se les considere infalibles” (15 de diciembre de 1896, página 306, edición en inglés). La Atalaya también ha dicho que el que algunos tengan el espíritu de Jehová ‘no quiere decir que los que ahora sirven de testigos de Jehová sean inspirados, ni que los escritos de esta revista, La Atalaya, sean inspirados e infalibles y sin errores’ (1 de octubre de 1947, página 301). “La Atalaya no pretende ser inspirada en sus declaraciones, ni es dogmática” (1 de enero de 1951, página 24). “Los hermanos que preparan estas publicaciones no son infalibles. Los escritos de ellos no son inspirados como lo son los de Pablo y otros escritores bíblicos. (2 Tim. 3:16.) Y por eso, a veces, ha sido necesario, a medida que el entendimiento se ha hecho más claro, corregir algunos puntos de vista. (Pro. 4:18.)” (1 de julio de 1981, página 19.)