La explotación infantil está a punto de acabar
EL PREÁMBULO de la Convención sobre los Derechos del Niño dice: “En la Declaración Universal de Derechos Humanos[,] las Naciones Unidas proclamaron que la infancia tiene derecho a cuidados y asistencia especiales”. Con respecto a la importancia de la familia, señala: “El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión”. Sin embargo, este ideal no está ni mucho menos alcanzándose.
Limitarse a hablar de un mundo mejor para los niños no es suficiente. Hoy día cunde la degeneración moral, y a mucha gente le parece que la situación es normal. Los organismos encargados de hacer cumplir la ley no son capaces de controlar la depravación ni la codicia generalizadas. Hasta los padres, que deberían amar y proteger a sus hijos, contribuyen en muchas ocasiones al ambiente de permisividad. Así pues, ¿qué esperanza tenemos de que acabe la prostitución infantil?
Aunque este sistema corrupto no ha logrado que a todos los niños se les dé un entorno de amor y un futuro seguro, nuestro Creador eliminará en breve toda forma de perversidad y promiscuidad, lo que incluye la prostitución infantil. Dentro de poco, para sorpresa de este mundo, Jehová Dios intervendrá en los asuntos humanos mediante su Reino. Los corruptores de menores y explotadores no escaparán de la sentencia divina. Únicamente los que amen a su semejante sobrevivirán para morar en el nuevo mundo de Dios. “Los rectos son los que residirán en la tierra, y los exentos de culpa son los que quedarán en ella. En cuanto a los inicuos, serán cortados de la mismísima tierra; y en cuanto a los traicioneros, serán arrancados de ella.” (Proverbios 2:21, 22.)
Imagínese el alivio que habrá cuando niños y adultos se vean libres de la degradación moral y el abuso sexual. Hasta el daño emocional y físico causado por la explotación y la violencia pasará al olvido. Quienes fueron víctimas de la explotación sexual podrán vivir sin recuerdos ni secuelas que los traumaticen. “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón.” (Isaías 65:17.)
Ningún niño volverá a ser víctima de maltrato o abuso sexual. La felicidad, el amor y la comprensión no se quedarán en un sueño. Hablando acerca de quienes habiten el nuevo mundo de Dios, Isaías 11:9 dice: “No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina”.
¡Qué dicha será vivir en un mundo en el que ya no haya pobreza, drogas, infelicidad familiar ni maldad! Reinarán la paz, la justicia y la seguridad. “Mi pueblo tiene que morar en un lugar de habitación pacífico y en residencias de plena confianza y en lugares de descanso sosegados.” (Isaías 32:18.)
[Ilustraciones y recuadro de la página 9]
El interés de los padres puede evitar la desintegración familiar
● “Mis padres me animaron a aprovechar bien mis años de estudiante y a aprender una profesión. No trataron de imponerme sus preferencias, sino que me ayudaron a decidirme por las escuelas que impartían el curso que yo deseaba.”—Tais.
● “Cuando mi hermana y yo íbamos de compras, mi madre nos acompañaba. Además de enseñarnos a economizar, también nos ayudaba a evitar ropa extravagante o reveladora.”—Bianca.
● “Cuando asistíamos a fiestas, mis padres siempre preguntaban quién estaría presente, qué tipo de música habría y a qué hora iba a comenzar y terminar. En la mayoría de las ocasiones, toda la familia estaba junta.”—Priscila.
● “Mis padres y yo tuvimos siempre una comunicación óptima, tanto en la infancia como en la adolescencia. Una compañera de escuela que se dio cuenta de ello me dijo: ‘Envidio la facilidad que tienes de conversar sobre cualquier tema con tus padres. Yo no me siento a gusto para hablar ni siquiera con mi madre, así que muchas de las cosas que quiero saber trato de aprenderlas de otras personas’.”—Samara.
● “Yo era una adolescente alegre, no veía maldad en las personas y siempre me estaba riendo. Me sentía a gusto con mis amigos y lo pasaba bien hablando con ellos de cosas graciosas. Mis padres comprendían que esta era mi personalidad y no trataron de cambiar mi modo de ser. Pero me ayudaron bondadosamente a entender que debía ejercer cautela y no exponerme tanto al tratar con personas del sexo opuesto.”—Tais.
● “Como todo joven, comencé a interesarme por el otro sexo. Mi padre me fijó una edad para comenzar una relación, pero no me amargué por esto. Al contrario, percibí que mis padres se preocupaban por mí y querían protegerme de posibles daños.”—Bianca.
● “Veía el matrimonio como algo bueno, sobre todo por el ejemplo de mis padres. Siempre se llevaron muy bien y mantuvieron una buena comunicación. Recuerdo que cuando empecé a salir en pareja, mi madre me aconsejó cómo actuar en determinadas circunstancias y me explicó la repercusión que tal conducta tendría en mi matrimonio.”—Priscila.
[Ilustración de la página 10]
En el nuevo mundo de Dios, ningún niño será víctima del maltrato