CAPÍTULO 18
¿Te acuerdas de dar las gracias?
¿YA COMISTE hoy?... ¿Sabes quién preparó la comida?... Tal vez fue tu mamá u otra persona. Entonces, ¿por qué debemos dar las gracias a Dios por la comida?... Porque es él quien hace crecer las plantas de las que obtenemos alimentos. Sin embargo, también deberíamos dar las gracias a quienes nos preparan la comida o la sirven.
A veces nos olvidamos de agradecer a los demás las cosas buenas que hacen por nosotros, ¿no es cierto? Cuando el Gran Maestro estuvo en la Tierra, unos leprosos se olvidaron de dar las gracias.
¿Sabes qué es un leproso?... Es una persona que padece lepra, una enfermedad que puede hacer que la carne se caiga. En tiempos de Jesús, los leprosos debían mantenerse alejados del resto de la gente. Si un leproso veía que se acercaba alguien, tenía que avisarle para que se apartara. De esa forma evitaba que otras personas se contagiaran.
Jesús fue muy bondadoso con los leprosos. En cierta ocasión tuvo que atravesar una aldea de camino hacia Jerusalén. Cuando entró en la aldea, diez leprosos fueron a encontrarse con él. Habían oído que Dios le había dado a Jesús poder para curar toda clase de enfermedades.
Los leprosos no se acercaron a Jesús, se quedaron a cierta distancia. Pero creían que el Gran Maestro podía curarlos. Por eso, cuando lo vieron, gritaron: ‘¡Jesús, Maestro, ayúdanos!’.
¿Sientes lástima por los enfermos?... Jesús sí la sentía. Sabía lo triste que era ser leproso. Por esa razón les contestó: “Vayan y muéstrense a los sacerdotes” (Lucas 17:11-14).
¿Por qué les dijo Jesús que hicieran eso? Debido a la ley que Jehová le había dado a su pueblo sobre los leprosos. Aquella ley decía que el sacerdote de Dios tenía que examinar la carne del leproso y decirle si había desaparecido la enfermedad. Cuando quedaba curado, podía volver a vivir con las personas sanas (Levítico 13:16, 17).
Pero aquellos leprosos seguían enfermos. Así que, ¿irían a ver al sacerdote tal como les había dicho Jesús?... Sí, fueron enseguida. Sin duda creyeron que Jesús los curaría. ¿Qué ocurrió entonces?
Mientras iban de camino a ver al sacerdote, la enfermedad desapareció. Su carne sanó y quedaron curados. Fue su recompensa por creer en el poder de Jesús. ¡Qué alegría sintieron! Pero ¿qué deberían haber hecho para mostrar su agradecimiento? ¿Qué habrías hecho tú?...
Uno de los hombres curados volvió a donde estaba Jesús y comenzó a glorificar a Jehová, a decir cosas buenas de él. Eso era lo que debía hacer, porque el poder para curarlo había venido de Dios. Además, el hombre cayó a los pies del Gran Maestro y le dio las gracias. Se sentía muy agradecido por lo que Jesús había hecho.
Pero ¿y los otros nueve hombres? Jesús preguntó: ‘¿No fueron curados diez leprosos? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Solo regresó uno a darle gloria a Dios?’.
Sí, es cierto. Solo uno de los diez glorificó, o alabó, a Dios y volvió para darle las gracias a Jesús. Era un samaritano, un hombre de otro país. Los otros nueve no le dieron las gracias a Dios ni tampoco a Jesús (Lucas 17:15-19).
¿A cuál de aquellos hombres te pareces? ¿Verdad que queremos ser como el samaritano?... Por eso, cuando alguien hace cosas buenas por nosotros, ¿de qué debemos acordarnos?... De darle las gracias. Aunque la gente suele olvidarse, es bueno que demos las gracias, pues eso alegra a Jehová Dios y a su Hijo, Jesús.
Si lo piensas, te darás cuenta de que otras personas han hecho muchas cosas por ti. Por ejemplo, ¿has estado enfermo alguna vez?... Quizás no hayas estado nunca tan enfermo como aquellos diez leprosos, pero es posible que hayas tenido un resfriado fuerte o un dolor de estómago. ¿Te cuidó alguien?... Tal vez te dieron alguna medicina y te atendieron. ¿Te alegraste de que te ayudaran a ponerte bien?...
El samaritano dio las gracias a Jesús por curarlo, y eso alegró a Jesús. ¿Crees que tu mamá o tu papá se alegrarán si les das las gracias cuando hacen cosas por ti?... Claro que sí.
Hay gente que hace cosas por ti todos los días o todas las semanas. Puede que ese sea su trabajo y que incluso les guste hacerlo. Pero es posible que tú te olvides de darles las gracias. Tal vez tu maestra se esfuerce por enseñarte. Ese es su trabajo, pero sin duda se alegrará de que tú le des las gracias por ello.
A veces, otras personas nos hacen pequeños favores. ¿Te han sujetado alguna vez la puerta para que pases? ¿O te han alcanzado la comida en la mesa? Sería bueno que dieras las gracias incluso por esas cosas pequeñas.
Si nos acordamos de dar las gracias a las personas que nos rodean, nos resultará más fácil acordarnos de dárselas a nuestro Padre celestial. ¡Y cuántas cosas podemos agradecerle! Nos dio la vida y todo lo que la hace agradable. Por eso, tenemos muchísimas razones para glorificar a Dios todos los días diciendo cosas buenas de él.
Veamos lo que dicen los siguientes versículos respecto a dar las gracias: Salmo 92:1; Efesios 5:20; Colosenses 3:17, y 1 Tesalonicenses 5:18.