CUCARACHA
(heb. ja·síl).
No se sabe con seguridad a qué insecto en particular se alude con la palabra hebrea ja·síl, derivada, según parece, de una raíz que significa “devorar”. (Compárese con Dt 28:38.) Se ha traducido de diversas maneras: “caballeta”, “grillo”, “langosta”, “langostón”, “oruga”, “pulgón”, “revoltón”, “saltamontes”, “saltón” y “cucaracha”. (Compárese con Isa 33:4 y Joe 1:4 en BAS; BJ; EMN, 1988; NBE; Val, 1868; NM.) Según el léxico hebreo y arameo de Koehler y Baumgartner (pág. 319), el nocivo insecto designado por la palabra hebrea ja·síl es distinto de la langosta (ʼar·béh), y probablemente corresponda a la cucaracha (Periplaneta furcata y Blatta orientalis).
Las patas de la cucaracha son largas y fuertes, y le permiten correr a una velocidad sorprendente (es uno de los insectos que se desplaza con mayor rapidez). Tiene una cara chata y una cabeza corta equipada con largas antenas u orgánulos sensoriales semejantes a hilos, y parece que mira ligeramente hacia abajo. Su cuerpo compacto le permite introducirse en aberturas estrechas. La mayoría de las especies tienen colores oscuros, como el negro o el marrón, y un cuerpo aplanado y escurridizo con un revestimiento brillante. Como no les gusta la luz intensa, solo suelen salir de noche para alimentarse.
El profeta Joel predijo una devastación de la tierra causada por el ataque de una horda de insectos, y en último lugar menciona a la ja·síl, insecto que consume cualquier cosa que los demás dejan atrás. (Joe 1:4.) Más tarde, el profeta habla del tiempo en el que llegarían bendiciones y perdón. Se haría retroceder al invasor y se compensaría por lo que se hubieran comido la ja·síl y los otros componentes de la “gran fuerza militar” de Dios. (Joe 2:25.) Salomón oró a Jehová que si decidía enviar plagas de insectos, entre ellos la ja·síl, perdonara a su pueblo si se arrepentía de sus pecados. (1Re 8:37-40; 2Cr 6:28-31.) La ja·síl también tuvo un papel en la devastación que Jehová trajo sobre Egipto durante la plaga de langostas. (Sl 78:46.)
En el capítulo 33 de Isaías, el profeta habla de los espantosos días de la agresión asiria. El ejército del rey Senaquerib ya había arrasado varias ciudades e Isaías le pide a Jehová que les muestre favor, recordando que Él se había levantado con anterioridad contra otras naciones. Asegura al pueblo que el Todopoderoso aplastará al enemigo y lo obligará a dejar atrás mucho despojo para beneficio de los israelitas. Tal como la ja·síl se extiende sobre una tierra, yendo de acá para allá sin que nadie la moleste, recogiendo lo que encuentra a su paso y consumiéndolo todo, de ese modo el pueblo de Dios recogerá el despojo del ejército asirio. (Isa 33:1-4.) Esta figura retórica causaría un gran impacto en una tierra que conocía los efectos devastadores de una plaga de ja·síl.