CARRO
Vehículo de dos ruedas tirado por caballos, concebido principalmente para el frente más bien que para el traslado de tropas detrás de las líneas de batalla. Era un rápido medio de transporte en el combate, daba a los soldados una plataforma móvil desde la cual disparar, y causaba un impacto sicológico al cargar sobre la infantería. En monumentos antiguos aparecen ilustraciones de carros con abundantes y variados diseños, dejando constancia tanto de su antigüedad como de su extendido uso.
El carro consistía básicamente en una plataforma semicircular montada sobre un solo eje. Los laterales de la caja llegaban a la altura del muslo del ocupante. Estaba cerrado por delante y por los lados, y la parte trasera quedaba libre para una rápida y fácil entrada. Iban tirados por caballos uncidos a un yugo de madera que se sujetaba a la lanza del carro por medio de correas. Con un suelo de malla de cuerda era más fácil mantenerse en pie que con una superficie lisa de madera. Los carros, solían estar equipados con aljabas, estuches para arcos, escudos y lanzas. Las hoces de hierro que a veces salían de los cubos de las ruedas suponían otra amenaza para los soldados de a pie. (Jos. 17:16, 18; Jue. 1:19.) Cuando en el carro iba un solo combatiente, este sostenía las riendas alrededor de la cintura o de las caderas a fin de tener las manos libres para las armas. Los carros más grandes y más pesados —con varias parejas de caballos— acomodaban de dos a cuatro combatientes: un conductor, uno o dos guerreros y quizás un escudero.
Con el transcurso del tiempo se mejoraron aspectos tan importantes como la velocidad, la manejabilidad y la estabilidad. Por ejemplo: al trasladar el eje hacia la parte posterior se consiguió mayor manejabilidad y estabilidad. Al reemplazar las ruedas sólidas por ruedas con radios se aligeró el peso y se aumentó la velocidad. (1 Rey. 7:33.) La rueda de seis radios llegó a ser la más común, aunque algunas contaban con cuatro, ocho o más. El usar maderas de poco peso —con solo las guarniciones de cuero, bronce o hierro— permitió que los carros fuesen lo suficientemente ligeros como para que uno o dos hombres pudieran llevarlos a cuestas por terreno accidentado o al vadear riachuelos.
Hasta el tiempo de Salomón no se desarrolló en Israel ninguna fuerza nacional importante de carros. En gran medida se debió a la advertencia de Dios de que el rey no debería hacerse con muchos caballos, como si la seguridad de la nación dependiera de ellos. Este mandato limitó el número de carros de Israel, ya que en aquel tiempo los caballos se usaban para tirar de tales vehículos. (Deu. 17:16.) Sin embargo, cuando Samuel advirtió al pueblo de las cargas que los reyes humanos colocarían sobre ellos, les dijo: “A los hijos de ustedes los tomará y los pondrá como suyos en sus carros [...] y algunos tendrán que correr delante de sus carros”. (1 Sam. 8:11.) Cuando intentaron usurpar el reino, tanto Absalón como Adonías mandaron hacerse un carro y pusieron a cincuenta hombres que corriesen delante de él. (2 Sam. 15:1; 1 Rey. 1:5.) Cuando David derrotó al rey de Zobá, conservó a “cien caballos de carro”. (2 Sam. 8:3, 4; 10:18.)
El rey Salomón, al aumentar el ejército de Israel, elevó a 1.400 el número de carros. (1 Rey. 10:26, 29; 2 Cró. 1:14, 17.) Además de Jerusalén, había otras poblaciones conocidas como “ciudades de los carros”, las cuales estaban preparadas para el cuidado de todo este equipo bélico mecanizado. (1 Rey. 9:19, 22; 2 Cró. 8:6, 9; 9:25.)
Después de la muerte de Salomón, los carros llegaron a ser comunes tanto en el reino septentrional como en el meridional. El que en el reino norteño hubiese un “jefe de la mitad de los carros” indica que existían dos divisiones principales de carros. (1 Rey. 16:9.) Los arqueólogos creen que han encontrado los restos de grandes establos en Meguidó, algunos posiblemente del tiempo de Salomón, y otros, al parecer, del reinado de Acab.