Sueños vanos del clero
ENTRE las flaquezas de la naturaleza humana está la de darse a sueños vanos de acuerdo con lo que se desea. Por esto al hombre que siempre está endeudado le gusta pensar en el tiempo cuando estará nadando en dinero, y a la doncella de facciones ordinarias, en el tiempo cuando todo el mundo admirará su belleza. Esta vanidad humana no falta del todo entre los más notables clérigos de nuestro día. ¿Cómo es eso?
Pues, orgullosos de ser los enemigos más enconados del comunismo están los clérigos católicos romanos de los Estados Unidos, entre quienes se destaca el obispo Fulton J. Sheen. Escribiendo en el American Weekly del 9 de agosto de 1953, habló de “La manera de convertir a un comunista.” Brevemente sus puntos fueron: no arguya; no discuta las condiciones en Rusia; no odie al comunista.
El Sr. Sheen está muy orgulloso de haber convertido a unos cuantos comunistas, pero ¿cuál es el registro del resto de su iglesia?
El National Catholic Almanac (de los EE. UU.) para 1953 muestra que Italia es 99.7 por ciento católica, y según el Times de Nueva York del 21 de mayo de 1953: “Italia tiene el más grande partido comunista del mundo fuera del bloc soviético” y “tendría un régimen comunista a no ser por”—¿la ayuda de su multitud de obispos católicos tales como Fulton J. Sheen?—no, sino por los miles de millones de dólares que los Estados Unidos han derramado en Italia.
Pero quizás los obispos católicos de Italia no sean tan astutos, ni directores de espectáculos tan diestros como el Sr. Sheen es. ¿Será posible que ellos no hayan oído del maravilloso método de Sheen? O ¿será que ellos lo han probado pero lo han hallado defectuoso?
Pero a pesar del hecho de que la Iglesia católica gradualmente está retrocediendo ante la amenaza comunista en Italia, anhelosamente nos asegura el Sr. Sheen: “Inevitablemente llegará el día en que las enseñanzas de Cristo y Pedro volverán a prevalecer en Rusia. Rusia retornará a la fe. Y después de esta conversión ¿cuál será el papel de Rusia? Estoy convencido de que entonces Rusia llegará a ser un apóstol para el resto del mundo.”
¡Pero Sr. Sheen! ¿Cuándo prevalecieron las enseñanzas de Cristo en Rusia? ¿Ha habido tiempo alguno en que esa nación haya reconocido a Cristo como su cabeza? Rusia retornará a la fe. ¿Cuál fe? ¿La fe ortodoxa griega que ahora se practica allí? ¿La fe católica romana que tan señaladamente ha fracasado en detener al comunismo en Italia? O ¿la fe de Cristo y sus apóstoles? Y ¿cómo se efectuaría todo esto, Sr. Sheen? Realmente, no se entiende claramente en su artículo, porque usted dice: “Rusia tiene fuego. El comunismo tiene eso. La grande desgracia del mundo es que nosotros tenemos la verdad pero no tenemos celo. Los comunistas tienen celo pero no tienen la verdad. El comunismo es como un fuego que se está diseminando por el mundo y ese fuego ya está en su corazón. Nuestro mundo occidental carece de fuego. Carecemos de él obviamente. ¿Dónde está el fuego del patriotismo? ¿El fuego de hombres que estén prendiendo las chispas del amor en otros hombres? Nosotros los del mundo occidental somos bastante fríos y embotados y apáticos.”
Y ¿por qué no tiene fuego el mundo occidental? ¿Por qué es frío y embotado y apático? ¿Porque tiene la verdad? No, ni a pesar de tener la verdad, porque Occidente no tiene la verdad. La verdad eterna se encuentra en la Palabra de Dios y los sabios del mundo occidental la han rechazado. (Jer. 8:9) Les falta fuego porque no tienen la verdad y ellos sospechan que así es. Otra corrección, Sr. Sheen. La Rusia comunista no tiene fuego tampoco. Si lo tuviera no necesitaría la Cortina de Hierro; no necesitaría recurrir a purgas asesinas. Si tuviera fuego podría conceder a su pueblo libertad de adoración, de palabra, de asamblea y de prensa. ¿Por qué rondan el temor y el terror completos a través de todo país comunista? ¿Porque su pueblo tiene fuego? No, sino porque la jerarquía comunista a la cabeza sabe que no puede confiar en su pueblo, sabe que la gran mayoría no simpatiza con el gobierno totalitario que se ha impuesto sobre ella.
Oh sí, hay unos cuantos intelectuales y liberales extraviados en países occidentales que tal vez tengan celo por el comunismo debido a su falta de conocimiento o por falta de lógica, y por eso ciegamente prescriben el letal brebaje totalitario del comunismo para los males de la democracia; una mezcla de hechicero para un paciente sumamente enfermo; listo para saltar de la sartén y dar en las brasas; sin notar que la única esperanza y remedio del hombre no es la democracia, ni el comunismo, sino el reino de Dios por el cual todos los cristianos han estado orando por diecinueve siglos.—Mat. 6:10.
El comunismo prospera en la miseria, en la ignorancia y pobreza de la gente. Por eso triunfó en Rusia y China, por eso presenta amenaza tan grande en Italia y está creciendo en la India. El comunismo prospera donde la gente está tan miserable que troca su libertad de mente y espíritu por un estómago lleno.
Cuando una persona tiene la verdad tiene celo. Jeremías tuvo la verdad y no pudo permanecer callado. (Jer. 20:9) Tuvo que hablar. Igualmente Eliú, el verdadero consolador de Job. (Job 32:18-20) Los apóstoles tuvieron la verdad. Ellos no pudieron quedarse callados tampoco aunque se les amenazó con ponerlos en la cárcel. Dijeron ellos: “No podemos dejar de hablar acerca de las cosas que hemos visto y oído.”—Hech. 4:19, 20, NM.
La desgracia del mundo occidental no yace principalmente en su inhabilidad para hablar elocuentemente, sino en la situación que no da aliciente para hablar elocuentemente. ¿Cómo puede ser elocuente su gente? ¿Acerca de qué podría ser elocuente? ¿Acerca de las mohosas tradiciones religiosas y la historia color de sangre de la edad media? ¿Acerca de la corrupción política de los individuos que se embolsan el cinco y el cuatro por ciento? Pero hay un grupo de gente que tiene fuego, que tiene elocuencia, confianza y libertad de palabra, y eso se debe a que tiene la verdad. Estas personas conocen que la Biblia es la Palabra de Dios y se basan firme y consistentemente en ella y siguen sus principios. Son los de la sociedad del Nuevo Mundo, cuya reciente convención en el estadio Yanqui hizo que el mundo abriera los ojos y tomara nota. Pero a pesar de todo su fuego este pueblo no se atreve a profetizar la conversión del comunismo: “¿Puede acaso el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas?”—Jer. 13:23.
No, Cristo Jesús no envió sus seguidores a convertir al mundo, incluyendo al comunismo, sino a dar testimonio, traer consuelo a los hombres de buena voluntad, y honrar el nombre de su Padre así como él lo hizo. (Mat. 5:3; 11:28-30; 24:14; Juan 17:4; 18:37) A su debido tiempo Dios terminará con el comunismo y todas las demás ideologías que no quieren reconocer el gobierno de su Hijo ungido, Cristo Jesús. (Sal. 2:12) ¡Y eso no es un sueño vano!