Modales por excelencia
LOS cristianos deben tener modales excelentes. El amor genuino que le tienen a Dios y al hombre impulsa su comportamiento apacible, cortés y benévolo. Como cristianos son embajadores por Dios y Cristo y así ocupan la estación más alta que hay en la vida. Esto debe ser razón suficiente para estimularlos a la debida cortesía. Pero ha complacido a Dios el hacer de ellos “un espectáculo teatral al mundo, tanto a los ángeles como a los hombres.” Los ha puesto en exhibición. Por lo tanto su vida, con todas sus acciones, está bajo constante observación y crítica. Son ejemplos vivos para la honra o deshonra de Dios.
Sabiendo esto, el apóstol Pablo les recuerda: “Pero pórtense de una manera digna de las buenas nuevas acerca del Cristo”; “no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción o de egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes, vigilando, no con interés personal sobre sólo sus propios asuntos, sino también con interés personal sobre los de los demás.” Pedro dice por qué los cristianos han de portarse así. “Mantengan recta su conducta entre las naciones, para que, en la cosa en que ellos están hablando contra ustedes como malhechores, ellos, como resultado de las obras rectas de ustedes de las cuales ellos son testigos oculares glorifiquen a Dios en el día para la inspección por él. Por causa del Señor sométanse a toda creación humana.” Este comportamiento propio constituye, en esencia, buenos modales. Es el arte de saber vivir el uno con el otro en paz. Es esa urbanidad que brota del amor a Dios y al prójimo.—Fili. 1:27; 2:3, 4; 1 Ped. 2:12, 13, NM.
Jesús era el caballero perfecto. No erró ni una sola vez en comportamiento o modales. Ejecutó perfectamente la regla divina de ‘hacer a otros como le gustaría que le hicieran a uno.’ Los que lo observaron, le escucharon, oyeron sus palabras de sabiduría y presenciaron sus actos prodigiosos y manera donairosa de actuar quedaron asombrados. Sus buenos modales no se originaron de las reglas de los libros de etiqueta, sino que brotaban de un corazón sincero y se debían a su acción de cultivar y ejecutar desde joven los justos principios de Dios, especialmente Su ley de amor.—Mat. 13:54-56, NM.
Los buenos modales tienen sus raíces en el amor a Dios y el amor al hombre. Nada cuestan, y lo valen todo. Los modales, por más raro que parezca, frecuentemente son palabras apropiadas habladas oportunamente. El decir lo correcto al momento apropiado es un arte. Tiene que ser natural, desde el corazón, para ser hermoso. Tiene que ser espontáneo y sincero si ha de ser aceptado. Si no, suena desafinado, sin sinceridad, y a lo mejor se toma como adulación, la cual es un insulto y no una galantería.
“Un comportamiento hermoso es mejor que una figura hermosa; da un placer más elevado que el que se deriva de estatuas y cuadros; es la más bella de las bellas artes.” Tal como es posible ser sabio sin poseer la sabiduría de este mundo, así, también es del todo posible tener buenos modales con poco o nada de conocimiento de esas reglas y formalismos de libros mundanos sobre etiqueta que son a lo más solamente un substituto por el sentido común. Las reglas de etiqueta pueden cambiar como la moda y son diferentes en casi toda nación, sin embargo los buenos modales son los mismos por toda la tierra.
LA FUENTE DE LOS MALOS MODALES
La vanidad, el mal humor, el deseo de que se compadezcan de uno, y la falta de buen sentido común son las fuentes principales de que brotan modales malos. Las personas vanidosas quieren que otros les estimen altamente, y con todo ellos raramente consideran a los demás. Sus pensamientos siempre están puestos en sí mismos. La vanidad conduce al siempre estar consciente de uno mismo. Tenemos que pensar en otros si hemos de agradar a Jehová. El ser considerado con otros el dar atención a cómo ellos se sienten, es la esencia de la urbanidad. Empero una persona de malos modales frecuentemente es ruidosa, jactanciosa y orgullosa en las alabanzas de sí misma y su familia. También, es de malos modales el que se jacta de sus logros en los negocios, menosprecia a personas menos afortunadas que él, y, por regla general, no puede refrenarse de sacar broma a costa de la reputación de otro.
Las palabras son instrumentos peligrosos. Y Jesús advirtió a sus discípulos que tuvieran cuidado en cuanto al uso de ellas: “Quienquiera que se dirija a su hermano con una execrable palabra de desdén será responsable al Tribunal Supremo; mientras que quienquiera que diga: ‘¡Despreciable insensato!’, estará expuesto al Gehena ardiente.” Además agregó que “el hombre bueno de su buen tesoro envía cosas buenas, mientras que el hombre inicuo de su tesoro inicuo envía cosas inicuas. Les digo que, todo dicho inútil que digan los hombres, rendirán cuenta tocante a ello en el Día de Juicio; porque por tus palabras, serás vindicado, y por tus palabras serás condenado.” (Mat. 5:22; 12:35-37, NM) El cristiano que tiene buenos modales no llamará a su hermano un necio, o estúpido u otros nombres ofensivos.
Algunas personas creen que son tan bien nacidas, tan inteligentes, o tan ricas que no hay por qué deba importarles lo que otros digan y piensen de ellos. Consideran su posición como una licencia para grosería. Son un insulto a sí mismas y a los que se asocian con ellas. Hay otros que muestran menosprecio por su prójimo de varias maneras poco corteses: por ejemplo, por no estar vestidos propiamente en su presencia, por no ser limpios en cuerpo y mente, o por dar rienda suelta a costumbres repulsivas. Pablo amonesta a los cristianos que no se asocien con los tales, porque las “malas asociaciones corrompen las costumbres provechosas.”
Es difícil juzgar la calidad de un huevo por su apariencia externa. Así también no es sabio juzgar demasiado a la gente por su guisa externa. Muchos hombres tienen poco que ponerse, otros tienen mala salud, algunos están oprimidos y deprimidos. Sin embargo, no podemos esperar que la gente en general tome tiempo para ver si somos o no lo que parecemos ser. Todo el mundo puede ser limpio. Podemos hablar cosas rectas desde el corazón. Podemos ser amistosos, hospitalarios, bondadosos y corteses. Podemos ser naturales. Podemos ser honrados y urbanos. Estas cosas no cuestan nada. Son gratuitas. Todos las pueden tener—los ricos y los pobres igualmente. Es tonto el que uno “se hiele” o se convierta en una bola de espinas al acercarse extraños. El cristiano tiene que estar presto para conversar. Es conversador. Ama a la gente.
BUENOS MODALES HACIA TODOS
Una persona bien educada es cortés para con toda clase de personas y en toda circunstancia. Es respetuosa tanto hacia sus “inferiores” (los niños, los mentalmente enfermos, los menos afortunados etc.), como hacia sus iguales (sus hermanos) y hacia los que él considera como sus “superiores” (siervos en capacidad especial, gobernantes, reyes y gobernadores). No tiene en reserva sus buenos modales para los pocos que pueden pagar por ellos, o para los que se hacen ser temidos. Como el cálido sol de verano su bondad y cortesía son para todos igualmente.—1 Ped. 2:13-20.
Aunque es práctica común tratar a los extraños con más cortesía que a los amigos o familia, seguramente ellos no merecen mejor tratamiento que los que amamos, ¿no es verdad? Nuestra familia y nuestros asociados tienen aun mayor derecho a trato considerado que los de afuera. Algunos piensan que los buenos modales son una chaqueta que uno se pone cuando sale de visita. Pero una persona verdaderamente bien educada se porta correctamente a todo tiempo.
El lugar donde enseñar y aprender los mejores modales es el hogar cristiano. La familia es una máquina delicada cuyas partes están en contacto íntimo unas con otras. Sólo la lubricación experta puede mantenerla en marcha armoniosa. El saber ser servicial y cortés, agradable y urbano ayudará mucho a hacer feliz el hogar. El aprender a decir las expresiones diarias de cortesía y consideración aceptables hará mucho para eliminar la fricción destructiva en nuestras asociaciones. Estas son palabras pequeñas con significados grandes. Todo el mundo puede decirlas correctamente. Nada nos cuestan, mas con ellas compramos amigos. Si practicamos los buenos modales diariamente no nos abandonan cuando los necesitamos más, cuando estamos fuera de casa y en público.
Por ejemplo, durante una asamblea reciente de los testigos de Jehová un desconocido algo antagónico que se abría paso con dificultad entre las multitudes chocó contra un testigo. El testigo, al recobrar su equilibrio después del choque, se sonrió y se disculpó. El extraño quedó atónito, porque sabía que había sido culpa suya; sin embargo fué el testigo quien se disculpó. Más tarde este extraño dijo que fué esta cortesía lo que le hizo considerar la verdad de la Biblia. Ahora es testigo de Jehová.
Otro caso que ilustra la necesidad de ser bondadoso y cortés fué contado por un extraño. Los testigos de Jehová estaban en la vecindad para una convención internacional y la congestión del tráfico era grande. Este extraño estaba tratando de atravesar la carretera principal, mas la línea sólida de autos no lo dejaba pasar. Al ver acercarse un auto con letrero que identificaba a su dueño como testigo de Jehová, él se dijo: ‘¿Será tan bondadosa esta gente como se dice que es? ¿Me dejará pasar?’ Quedó gratamente sorprendido cuando el auto se detuvo y lo dejó pasar. Hace mucha falta tal bondad en este viejo mundo y nuestra urbanidad no deja de ser observada.
Dijo el Weekly Call de Dunellen (N.J.) del 23 de julio de 1953: “Vamos a echar de menos a esos testigos de Jehová cuando se vayan . . . . Esta gente parece ser la nata de la nación cuando se trata de urbanidad, cortesía y unas cuantas otras cosas que la mayor parte de nosotros descuidamos hoy en día . . . . Esta gente es tan cortés cuando está detrás del volante como nosotros lo somos en el salón de entrada de un hotel, y eso es algo notable.” Un editorial en The Morning Call (Allentown, Pa.), 28 de julio de 1953, dijo esto acerca de ellos: “Son una gente espléndida que está creciendo en número e influencia. Y dondequiera que van son bienvenidos. Mediante su conducta crean opinión tan excelente que se les insta a volver.” El comportamiento de un cristiano es un crédito o descrédito al buen nombre que lleva. Honra o deshonra a Dios y Cristo.
A LA HORA DE COMER
Una prueba segura de los buenos modales de uno viene al tiempo de comer. ¿Sabe cuándo empezar? ¿Cómo empezar? ¿Qué decir y cómo decirlo? ¿Cómo comer de acuerdo a la costumbre de su nación, de la manera que allí se acepta como urbana? ¿Cuándo dejar de comer? Para el cristiano la hora de comer es un tiempo de gozo, un tiempo de asociación; una ocasión feliz. No hay una larga lista de reglas ridículas para hacer de ella una ocasión austera, pero tampoco es desordenada. Es un tiempo alegre en que todos se muestran consideración.
Después de decir la oración, ha de participarse de la comida. Nadie se abalanza sobre la comida. Cortésmente se sirve cada uno cuando llega su turno. La cantidad de comida que ha de servirse no depende del apetito que se tenga, sino del tamaño de la familia y la cantidad de comida que haya. Una persona malcriada y voraz tomará más de lo que puede comer o tomará una porción grande y dejará a los demás con poco o nada de comida. El comer de una manera ofensiva a otros, el pasar por alto las reglas que rigen la correcta manera de comer en su país—todas estas violaciones hechas en la soledad de la propia casa de uno hacen que uno cometa errores cuando es huésped. El cristiano tiene que estar por encima de todo reproche.
EN APARIENCIA Y PALABRA
Es cortés el tratar siempre de verse aseado. Si está limpio y siempre bien arreglado, habla bien de usted mismo y de sus asociados. Está mostrando amor y consideración a otros. Una persona que esté observándole quizás no tenga la oportunidad de hablar con usted, pero nunca olvidará que usted fué (si es que lo fuera) grato a la vista. Un saludo amistoso, sea por estrechar la mano o dar un abrazo o algún otro saludo acostumbrado, y una sonrisa nos va bien con cualquier moda de vestir que llevemos.
El reniego no contribuye al crecimiento cristiano de uno, ni los vulgarismos tampoco. Las expresiones soeces se están haciendo corrientes. Palabras que en un tiempo sólo eran usadas por degenerados ahora se usan por algunas personas de todo nivel de la sociedad. Los cristianos tienen que vigilar contra tales cosas. Pablo aconseja: “Que la fornicación y la impureza de toda clase o codicia ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal como es digno de personas santas, tampoco conducta vergonzosa o habla insensata o bromear obsceno, cosas que no son decorosas, sino más bien el dar gracias.”—Efe. 5:3, 4, NM; Col. 3:8.
EN LA CONGREGACIÓN
Al asistir a una reunión de la congregación es descortés el llegar tarde. Al ser corteses seremos considerados con el conferenciante y la congregación. Las madres con niños encontrarán más conveniente el sentarse hacia atrás en el salón y cerca del pasillo, de manera que cuando los niños tengan que salir esto no cause tanta molestia al que habla ni a los otros concurrentes. En ningún tiempo debe mostrárseles favoritismo a los que son ricos o influyentes en el mundo. No ha de haber ninguna parcialidad debido a raza, color o nacionalidad. El cuchicheo o la risita durante una conferencia distrae a sus vecinos. Una reunión de congregación es adonde va la gente para aprender, para adorar y para servir. Allí, más que en cualquier otro lugar, los modales deben ser los mejores.
En este mundo hambriento de bondad y de un poco de cortesía y urbanidad, que los cristianos se encuentren echando generosamente sus obras de hospitalidad y buenos modales sobre las aguas, porque tanto de ello sí vuelve. Y la misma acción de echar es tan agradable y fácil y no costosa. Es tan fácil sonreír y ser agradable, y aun hacer las pequeñas cosas bondadosas, que no hay excusa para no hacerlas. Y, además, son estas pequeñas cosas bondadosas las que hacen más bella la vida para todos.
Hay que recordar también que en diferentes naciones hay diferentes costumbres para la gente y lo que es urbano y decoroso siempre es acepto. No somos intolerantes al hacer estos comentarios ni queremos decir que la manera de vivir en una nación tiene que ser seguida por todos los cristianos en las demás naciones. Si todos usan el espíritu de una mente sana serán bondadosos en sus acciones con toda persona.