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  • Antiguos padres de la iglesia y la trinidad
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1956
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Antiguos padres de la iglesia y la trinidad

SEGÚN la doctrina de la trinidad el Padre, el Hijo y el espíritu santo son tres personas de una sola divinidad, coiguales, consubstanciales y coeternas. Los que la enseñan sostienen que los llamados padres de la iglesia también enseñaron la trinidad, y que puesto que éstos vivieron tan próximos a los mismos apóstoles, los apóstoles también tienen que haber creído y enseñado la trinidad. Pero, ¿creyeron en una trinidad estos “padres de la iglesia” como sostiene la cristiandad? Nótense las siguientes citas de estos hombres según se publicaron en The Church of the First Three Centuries, por el Dr. A. Lamson.

CLEMENTE, quien murió alrededor de 100 d. de J.C., fué castigado severamente por ciertos teólogos católicos porque él le llamó “criatura al Hijo de Dios.” En una ocasión él declaró que “la cosa más perfecta, y más santa, es el Hijo; y la naturaleza más autorizada, y más regia, y con mucho la más benéfica, es la del Hijo, quien está próximo al único Padre omnipotente.” “Si tú te dejas iniciar [te haces cristiano], entonces participarás en el baile alrededor del único verdadero Dios increado e imperecedero, y la Palabra de Dios cantará alabanzas con nosotros.”

JUSTINO MÁRTIR, quien murió alrededor de 165 d. de J.C., le explicó a un judío su creencia respecto a Jesús como sigue: “Hay otro Dios o Señor inferior al Creador del universo, a quien también se llama Ángel, porque él les anuncia a los hombres lo que el Creador del universo . . . desea que se declare. Aquel que se dice que apareció a Abrahán, a Jacob y a Moisés, y que se llama Dios, es distinto al Dios que hizo todas las cosas. Digo, en cuanto a número, pero no en cuanto a voluntad, porque él nunca hizo nada excepto lo que el Creador del universo deseaba que él hiciese y dijera.”

IRENEO, quien murió alrededor de 200 d. de J.C., razonó que “si el Hijo no se ruborizó al referir al Padre el conocimiento de ese tiempo [Mar. 13:32], tampoco nos ruborizamos nosotros de reservar para Dios la solución de preguntas difíciles. Nuestro Salvador usó esta expresión para que aprendiéramos de él que el Padre está sobre todo; porque ‘El Padre mayor es que yo.’”

TERTULIANO, quien murió alrededor de 230 d. de J.C., hizo observaciones parecidas: “El Padre se diferencia del Hijo, puesto que él es mayor; así como el que engendra se diferencia de aquel que es engendrado; el que envía se diferencia de aquel que es enviado; el que hace una cosa se diferencia de aquel por cuya iniciativa se hace.” Y de nuevo: “Dios produjo al Hijo, para que mediante él pudiera producir el universo. Cristo no hace nada excepto por la voluntad del Padre, habiendo recibido todo poder de él.” “Hubo un tiempo cuando el Hijo no era.” “Antes de todas las cosas, Dios estaba solo, era él mismo un mundo y lugar, y todas las cosas para sí mismo.”

ORÍGENES, quien murió alrededor de 253 d. de J.C., dijo: “El Padre y el Hijo son dos cosas, en cuanto a su esencia, pero una en cuanto a consentimiento, concordia, e identidad de voluntad.” “Al compararse con el Padre, el Hijo es una luz muy pequeña.” Él explicó Juan 10:30 (NM), que dice, “Yo y el Padre somos uno,” por medio de referirse a Hechos 4:32: “Además, la multitud de los que habían creído tenía un mismo corazón y alma.” Y también observó que “el Padre que lo envió es el único bueno, y es mayor que aquel que fué enviado.”

HIPÓLITO, quien floreció en la primera parte del tercer siglo, y quien, dice The Catholic Encyclopedia, “fué el teólogo más importante y el escritor religioso más prolífico de la Iglesia romana en la época preconstantiniana,” sostuvo que “el Padre es un solo Dios, el primero y Único, el Hacedor y Señor de todo. No tenía cosa alguna coetánea con él. . . . Sino que él era Uno, solo por sí mismo, quien, queriendo hacerlo, llamó a la existencia aquello que no existía antes.”

LACTANCIO, del siglo cuarto, escribió: “Antes de que apareciera este mundo glorioso, Dios, el Hacedor y Disponedor de todo, engendró a un Espíritu incomprehensible, incorruptible, santo, que se llama su Hijo, y aunque por medio de éste, él después creó a otros—una hueste innumerable, que nosotros llamamos ángeles,—sin embargo, él ha estimado sólo a ese primogénito digno del nombre divino de ‘Hijo.’”

Podrían presentarse más declaraciones hechas por los supracitados y por otros hombres, como Cipriano y Dionisio, concordando en lo mismo. Y aunque las declaraciones de ellos tal vez no coincidan en todo caso perfectamente con la luz como ésta brilla sobre la Palabra de Dios ahora, no puede caber duda respecto al hecho de que ninguno de éstos creía en una trinidad en la cual ‘Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo son coiguales, consubstanciales y coeternos.’

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