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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 15/8 págs. 484-487

¿Cuántos cielos?

En las teorías acerca del universo sostenidas por “pueblos antiguos había una pluralidad de cielos, variando desde tres hasta siete, superando los más altos a los más bajos en cuanto a gloria.” ¿Qué dice la Biblia?

SEGÚN el deán del Colegio de San Juan en Cambridge, Inglaterra, no debería tomarse con demasiada seriedad lo que la Biblia dice acerca del cielo y del infierno. Después de todo, dice él, sus expresiones sólo representan “opiniones que eran populares en las diferentes fechas en que se pronunciaron.” Expresando el mismo punto de vista el Bible Dictionary de Hárper nos dice que “la creencia en una pluralidad de cielos era común en el mundo antiguo (V. 2 Cor. 12:2). Halló apoyo en las especulaciones de Aristóteles y de los pitagóricos.”

Como cristianos no podemos convenir en que lo dicho por la Biblia acerca de los cielos solamente refleje las nociones populares de la época o que esté basado en especulaciones humanas. Tampoco culparemos a la Biblia por el hecho de que algunos la hayan entendido o interpretado mal. Más bien, tenemos que aceptar la afirmación de ella de que es inspirada y la declaración de Jesús de que la Palabra de Dios es la verdad. Por lo tanto, nos dirigimos a ella con confianza para hallar información fidedigna acerca de los cielos.

Mientras que los líderes religiosos judíos conocidos como rabinos sostenían que había siete cielos distintos, y mientras que el cielo del Corán tiene alrededor de cien diferentes grados, la Biblia usa el vocablo “cielos” en unos diez sentidos diferentes. Habla acerca de cielos justos y de cielos injustos, cielos visibles y cielos invisibles, cielos físicos y cielos espirituales, y de cielos pasados, presentes y futuros. ¿Qué cosa tienen todos éstos en común para que merezcan ser clasificados como “cielos”? Todos son exaltados, elevados o encumbrados en comparación con otras cosas o personas. Esto está de acuerdo con la palabra hebrea shamáyim, la cual, según sostienen algunos estudiantes, fué tomada de una raíz que significa “estar o ser encumbrado.” Lo mismo es cierto del término griego ouranós; significa literalmente “el cielo”, derivándose aparentemente de una raíz que significa “elevado.”

LOS CIELOS FÍSICOS

Las Escrituras repetidamente llaman la atmósfera en que vuelan las aves “cielos.” Al tiempo de la creación Dios dijo: “Vuelen las criaturas volátiles sobre la tierra en el seno de la expansión de los cielos.” Y el Registro divino declara que al tiempo del Diluvio Dios exterminó a toda cosa existente desde el hombre “hasta la criatura volátil de los cielos.” Estos son los cielos a los cuales ascendió Elías cuando fué separado de Eliseo, según leemos: “un carro de guerra de fuego y caballos de fuego, y procedieron a hacer una separación entre los dos y Elías fué ascendiendo en el ventarrón a los cielos.” Estos no pudieron haber sido los cielos donde está Dios, porque muchos siglos después Jesús dijo que “ningún hombre ha subido al cielo sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre.” Y Pablo declaró que todos los hombres fieles de la antigüedad, los cuales habían muerto, “no recibieron el cumplimiento de la promesa,” ya que se le daba ésta a una clase celestial.—Gén. 1:20; 7:23; 2 Rey. 2:11; Juan 3:13; Heb. 11:39, NM.

El vocablo “cielos” también se usa en las Escrituras para referirse a los cuerpos celestes, el universo de las estrellas, a todo lo que puede verse a través de los telescopios más poderosos. Así leemos que “en el principio Dios creó los cielos y la tierra.” También que Dios le prometió a Abrahán: “Seguramente multiplicaré tu simiente como las estrellas de los cielos.” Estas vías lácteas, galaxias estelíferas, testifican elocuentemente de la majestad del gran Creador y por lo tanto el salmista exclamó apropiadamente: “Los cielos cuentan la gloria de Dios.”—Gén. 1:1; 22:17, NM; Sal. 19:1.

LOS CIELOS JUSTOS INVISIBLES

Las Escrituras también llaman “cielos” a la creación invisible de Dios, tanto su hueste de criaturas espirituales como el lugar de habitación de ellas. A propósito, parece que no se hace ninguna distinción entre la forma singular o la forma plural de “cielo(s).” Algunos especulan en cuanto a si estos cielos serán sólo una condición o estado mental o acaso tendrán una ubicación, pero las Escrituras indican claramente que hemos de asociar con los cielos espirituales una ubicación especial. Pues leemos que un mensajero angelical enviado por Jehová a Daniel fué asaltado en camino por un príncipe demoníaco y detenido por veintiún días, hasta que Miguel el príncipe rescató a este mensajero para que pudiera seguir adelante hasta llegar a Daniel en la tierra. De igual modo leemos de una ocasión en que Jehová convocó la corte y le preguntó a Satanás dónde había estado y éste respondió que él había estado en la tierra. De manera que debemos asociar ubicación con los cielos donde habitan criaturas espirituales.

Estos cielos son la “casa” a que se refirió Jesús cuando él dijo: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. . . . me voy para preparar un lugar para ustedes.” En esta casa celestial se hallan el Hijo de Jehová Dios, el Jesucristo glorioso resucitado, ahora la imagen exacta de su Padre, los serafines, los querubines y otras criaturas angelicales, espíritus mensajeros, además de aquellos seguidores de Cristo que han sido fieles hasta la muerte y a 1os cuales le ha complacido a Dios darles la corona de la vida, habiéndose revestido ellos de la incorrupción e inmortalidad en la “primera resurrección.” Daniel tuvo una visión de estos cielos y en ella vió a millares de millares que ministraban delante de Jehová y millones de millones que en su presencia se levantaban. Estos también son los cielos a los cuales se les dijo que se regocijaran al tiempo que Satanás fué arrojado de ellos y echado a la tierra, tal como se registra en el capítulo doce de Apocalipsis.—Juan 14:2, NM; Dan. 7:10.

En cuanto a la apariencia de esos cielos, los cuales les son de interés tan especial a los seguidores de Cristo, parece que no sería posible describirlos a los humanos. La Biblia no dice cómo son y sería insensato especular. Puesto que se nos dice que “carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios,” síguese forzosamente el que los cielos no podrían estar compuestos de oro y de piedras preciosas literales. Más bien, tales expresiones como las que se hallan, por ejemplo, en Apocalipsis 21 y en Ezequiel 28, han de considerarse como figuras retóricas. Tales figuras, sin embargo, nos ayudan a apreciar que estos cielos son hermosos, de hecho, incognosciblemente gloriosos.—1 Cor. 15:50, NM.

Ahora bien, así como los cielos estrellados están mucho más altos que los cielos atmosféricos de la tierra, asimismo los cielos del trono de Dios están mucho más altos que los cielos donde habitan sus hijos espirituales. Sin duda el trono de Dios está exaltado muy por encima de todas sus criaturas. Por eso Jesús dijo que ciertos “ángeles en el cielo siempre tienen acceso a mi Padre que está en el cielo,” dando a entender que no son todos los ángeles los que siempre tienen acceso a la presencia de Jehová Dios. Es acerca de este cielo en particular que leemos: “Así dice Jehová: El cielo es mi trono.” Cuando Cristo dejó a sus discípulos cuarenta días después de su resurrección él entró “en el cielo mismo, para comparecer ahora ante la persona de Dios a favor nuestro.”—Mat. 18:10, NM; Isa. 66:1; Heb. 9:24, NM.

“CIELOS” COMO PARTE DE UN “MUNDO”

Las Escrituras también llaman “cielos” a la parte exaltada o encumbrada de un “mundo.” El término “mundo” ocurre 275 veces en la Versión Autorizada y en más de 170 de éstas traduce la palabra griega kosmos. El afamado filósofo griego Aristóteles define kosmos de esta manera: “Un sistema compuesto del cielo y de la tierra, y de las criaturas contenidas en ellos; de otro modo, el arreglo hermoso y ordenado del mundo es llamado kosmos.” Están de acuerdo con esta explicación del término “mundo” las palabras de Jehová: “Castigaré al mundo por su maldad, . . . haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su lugar.”—Isa. 13:11, 13.

Las Escrituras nos relatan acerca de cuatro de tales cielos que constan las partes exaltadas de cuatro mundos distintos. El primero de éstos fué el cielo justo que tuvo su principio al tiempo de la creación de Adán y Eva, cuando Dios nombró a un querubín cubriente como guardián de ellos: “En el Edén, jardín de Dios, estabas; . . . Eras el querubín ungido que cubrías con tus alas.” Este querubín cubriente era el cielo invisible y Adán y Eva eran la tierra visible de ese primer mundo, el cual era justo.—Eze. 28:13, 14.

Esos cielos justos, sin embargo, no duraron mucho tiempo. Llegaron a su fin con la rebelión del querubín cubriente, acción por la cual se convirtió él en Satanás el Diablo. A la misma vez la tierra justa también llegó a su fin por la desobediencia de Adán y Eva. Ese mundo se corrompió y comenzó un mundo inicuo, siendo Satanás mismo los cielos inicuos. Esos cielos, sin embargo, aumentaron en número a medida que se indujo a muchos hijos espirituales de Dios a abandonar su habitación y servicio celestiales y venirse a la tierra para gozar de los placeres del sexo como maridos de esposas humanas. Estos “cielos” inicuos resultaron en que la “tierra” de aquel tiempo se hiciera tan corrupta que Jehová tuvo que ordenar un alto por medio del Diluvio: “El mundo de ese tiempo sufrió la destrucción cuando fué anegado con agua.”—2 Ped. 3:6, NM.

Mientras que el Diluvio destruyó a todas las criaturas inicuas de carne y sangre, la “tierra” de aquel tiempo, no destruyó a las personas celestiales, Satanás y otros hijos inicuos de Dios, sino que meramente interrumpió su actividad u organización. Algún tiempo después del diluvio estas fuerzas celestiales lograron engañar a los hombres y el mundo postdiluviano se hizo inicuo, teniendo cielos y tierra inicuos. Este mundo inicuo ha continuado hasta la actualidad, y también se le llama “el presente inicuo sistema de cosas.” Sus cielos inicuos son los enemigos en contra de los cuales tienen que luchar los cristianos: “Porque tenemos un pleito, no contra sangre y carne, sino contra los gobiernos, contra las autoridades, contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las inicuas fuerzas espirituales en los lugares celestiales.”—Gál. 1:4·; Efe. 6:12, NM.

Este mundo, con sus cielos inicuos y sus inicuos poderes gobernantes visibles sobre la tierra, junto con sus apoyadores, terminará en el Armagedón: “Pero por la misma palabra los cielos y la tierra actuales están guardados para fuego y se están reservando para el día de juicio y de la destrucción de hombres impíos.”—2 Ped. 3:7, NM.

Tras el fin de estos cielos inicuos y tierra inicua viene el justo nuevo mundo prometido: “Pero hay nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos de acuerdo con su promesa, y en éstos la justicia habrá de morar.” Estos nuevos cielos los constarán Cristo y su novia, “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén.” Juan vió a éstos en una visión: “Y yo vi, y ¡he aquí! el Cordero de pie sobre el monte de Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil . . . que se han comprado de la tierra.” Estos, como la Simiente espiritual de Abrahán, reinarán mil años sobre la humanidad, bendiciéndola y restaurándola a la perfección como una “nueva tierra.”—2 Ped. 3:13; Apo. 14:1, 3; 20:5, 6, NM.

MINISTROS COMO “CIELOS”

En las Escrituras se dan todavía otros dos usos del término “cielos,” la ubicación de los ministros de Dios y la de los ministros de Satanás. Por lo tanto Pablo escribe respecto a los cristianos que tienen esperanzas celestiales: “Y nos levantó juntos y nos sentó juntos en los lugares celestiales en unión con Cristo.” Ya que estos ministros de Dios han nacido del espíritu y han sido hechos miembros del cuerpo de Cristo, puede decirse apropiadamente que ellos ocupan una posición exaltada o celestial.—Efe. 2:6, NM.

De manera parecida los voceros de la religión de Satanás el Diablo, sus ministros, están en sus cielos en el sentido de que ellos ocupan una posición exaltada y se representan como luminares del mundo. Incluídas entre éstos están las apóstatas “estrellas sin rumbo fijo.” (Judas 13, NM) Tales ministros de Satanás como estrellas espirituales o religiosas son lo contrario a lo representado por las estrellas a que se refirió Jesús en Apocalipsis 1:20; 2:1; 3:1.

En cuanto al “tercer cielo” mencionado en 2 Corintios 12:2 (NM) y al que el Bible Dictionary de Hárper hizo referencia, cielo al cual el apóstol Pablo fué arrebatado: Esto no se refiere a ninguna pluralidad de cielos, sino más bien al grado extremo de arrebatamiento que experimentó Pablo. De modo parecido, para dar énfasis o intensidad, se menciona “trastorno” tres veces en Ezequiel 21:27. Jesús le dijo tres veces a Pedro que alimentara a sus ovejas, como se registra en Juan 21:15-17, y en Apocalipsis 4:8 “santo” se menciona tres veces para dar énfasis.

Así vemos que en las Escrituras el vocablo “cielos” se usa para referirse tanto a la atmósfera como a los cielos estrellados. También se usa para designar la misma presencia de Jehová así como también la ubicación de sus millares de criaturas espirituales. Además, “cielos” también denota la parte ensalzada e invisible de un mundo o “sistema de cosas.” Y finalmente, “cielos” también aplica a los ministros de Cristo en la tierra que tienen esperanzas celestiales y a los ministros de Satanás que ocupan posiciones exaltadas y que profesan ser luminares del mundo.

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