La modestia es para todos
¿QUIEN dice que la modestia es para todos? Nada menos que Dios mismo dice eso en su Palabra la Biblia. ¿Dónde? En Miqueas 6:8, donde leemos: “Él te ha dicho, oh hombre terrestre, lo que es bueno. ¿Y qué está reclamando Jehová de ti, sino el practicar la justicia y amar la bondad y ser modesto al andar con tu Dios?”
La modestia no es una cualidad popular; uno rara vez si acaso lee algo acerca de ella, y la tendencia moderna es menospreciarla. Ese es un lamentable error. La modestia es importante; si no, Jehová Dios no la hubiera exigido. De hecho, todas las miserias del mundo podrían atribuirse a una falta de ella; así de importante es la modestia. ¿Por qué se dice eso? Porque Satanás el Diablo colocó ante Eva, la primera mujer, la expectativa de llegar a ser como su Hacedor, Jehová Dios. Si Eva hubiera tenido alguna modestia, ella hubiera exclamado: “¡Eso es imposible!” lo cual realmente era. Pero debido a su falta de modestia ella se sintió lisonjeada y así cedió a la tentación. Su esposo deliberadamente optó por seguir su ejemplo, y por eso el pecado y la muerte entraron en el mundo.—Gén. 3:1-19; Rom. 5:12.
Por supuesto, hablando estrictamente, hay más de una clase de modestia. Hay la modestia que está asociada con la pureza, con la vergüenza y la conducta correcta entre los sexos. También hay el uso de la palabra “modesto” que significa sin pretensiones, como ingresos modestos, una casa o cabaña modesta, etcétera. Sin embargo, aquí estamos interesados en su significado básico original, en el cual sentido la modestia es para todos. La palabra hispana “modestia” proviene de la raíz latina modestus—que significa “guardando debida medida.” De consiguiente, hay diccionarios principales del idioma inglés que dan entre sus definiciones para “modesto” y “modestia” las siguientes: “Moderación, gobierno de uno mismo. El tener una opinión moderada de uno mismo; reserva que brota de una estimación no exagerada de las cualidades de uno; libertad de ostentación, arrogancia o impudencia.” “Conocimiento de las limitaciones de uno.”
La modestia invariablemente entraña medida, comparación, con otras personas o con lo que pudiera ser. Así, al hombre se le manda que ande modestamente con su Dios, porque ¡considere cuán grande es Dios comparado con el hombre! Sí, “Dios . . . está en los cielos pero tú estás en la tierra. Por eso es que deberían resultar pocas tus palabras.” Por esa mismísima razón la modestia no aplica a Dios; él es incomparable y sus cualidades son infinitas, ilimitadas.—Ecl. 5:2.
El hecho de que deberíamos evitar el tener una opinión ensalzada de nosotros mismos se desprende del consejo del apóstol Pablo en Romanos 12:3: “Por la bondad inmerecida que se me dio digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar; sino que piense de tal modo que tenga juicio sano.” Es necesario pensar algo de nosotros mismos, pero la modestia no hace que uno piense demasiado de uno mismo; tampoco hace que uno piense demasiado poco de uno mismo. No le da a uno un complejo de inferioridad.
Se desprende, entonces, que la modestia de parte de la gente joven muestra que está desarrollando una perspectiva equilibrada, que está pensando como para tener juicio sano. Esto le impedirá al joven que critique, que alardee, que fanfarronee, que obre impúdicamente o llame atención indebida a sí mismo. La modestia dicta que los jóvenes no deberían dominar la conversación cuando están en presencia de personas de mayor edad; la modestia no permite que los jóvenes insistan en su propia selección contra la de sus padres, como cuando, por ejemplo, hay un desacuerdo en cuanto a de qué programa de televisión habrá de disfrutar la familia.
Así mismo, la modestia le sienta bien a la mujer. No podemos evitar la sentencia bíblica de que ‘el vaso femenino es el más débil.’ El estar ella anuente a hacer un papel secundario contribuirá al contentamiento y a la felicidad en el hogar. Pero el no admitir ella esta verdad solo puede resultar en frustración e infelicidad, para su esposo y para ella misma.—1 Ped. 3:7.
Sin embargo, la modestia no es solo para las mujeres y los niños; es para todos, como mostró, tanto por ejemplo como por precepto, Jesucristo, el más grande hombre que ha andado en la Tierra. A todo tiempo reconoció su posición inferior y no tomó el crédito para sí mismo. Cuando un gobernante se dirigió a él en determinada ocasión con “Buen Maestro,” Jesús contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios.” Y él enseñó modestia a sus seguidores cuando les dijo: “Así también ustedes, cuando hayan hecho todas las cosas que se les asignaron, digan: ‘Somos esclavos que no servimos para nada. Lo que hemos hecho es lo que debíamos haber hecho.’”—Luc. 18:18, 19; 17:10; Juan 5:19, 30; 14:28.
Sí, la modestia es para todos, porque nadie tiene base alguna para alardear: “¿Quién hace que tú difieras de otro? En verdad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Si, pues, verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” Ciertamente la modestia excluye toda jactancia a causa del color de la piel, riqueza, capacidades o habilidades mentales o físicas.—1 Cor. 4:7.
La modestia también es para todos porque es el derrotero seguro. El que es modesto no se arriesga indebidamente. No arriesga innecesariamente su vida, ni su vida presente ni su vida futura, eterna, como lo hace el cristiano que juega con la inmoralidad. Por eso, a los cristianos se les manda: “Sigan obrando su propia salvación con temor y temblor.” “Feliz es el hombre que está sintiendo pavor constantemente.” El tomar en cuenta debidamente las debilidades de uno, las limitaciones de uno, es modestia y una salvaguarda contra la tentación y la lisonja. ¡Recuerde a Eva!—Fili. 2:12; Pro. 28:14.
Además, la modestia es para todos porque contribuye a buenas relaciones con otros, así como obra para buenas relaciones con Dios. La modestia ayuda a impedir rivalidad y pugnacidad. La modestia impide que esposos y esposas hagan demandas irrazonables unos de otros. Impide que los hijos esperen demasiado de sus padres. La modestia hasta es adecuada en nuestras oraciones—éstas no deberían revelar codicia ni ambición indebida. La modestia contribuye al contentamiento, que, junto con la piedad, es gran ganancia.—1 Tim. 6:6.
Verdaderamente, la modestia es para todos. ¡Felices son los modestos! ¡Cuán mejor lugar sería este mundo si más personas apreciaran ese hecho!