La esplendorosa ciudad de Corinto
ECLIPSANDO a todas las otras ciudades de Grecia por su obra artística, la antigua Corinto, una ciudad en la que el apóstol cristiano Pablo tuvo gran éxito en su trabajo misional, ha sido llamada el adorno de Grecia. Sus pinturas, sus esculturas y especialmente sus piezas fundidas en bronce se hacían con la mayor habilidad. Describiéndola, el historiador Juan Lord expresa en Beacon Lights of History: “Corinto era más rica y más lujosa que Atenas, y poseía los cuadros más valiosos de Grecia, así como las estatuas más excelentes; una sola calle de casi cinco kilómetros estaba adornada de costosos edificios.” Su excelente obra artística reflejaba su gran prosperidad. Como pudiera esperarse, donde hay gran prosperidad, se apoderó de los corintios un espíritu de materialismo. Los cristianos del primer siglo, cuando estuvo allí el apóstol Pablo, tuvieron que combatirlo constantemente.
Debido a la ubicación de Corinto sobre el istmo que une la parte meridional de la península griega con el continente, llegó a ser una ciudad sobresalientemente próspera. Tenía dos puertos. Uno era Lequea en el lado occidental del istmo. En el lado oriental, Cencrea estaba a casi catorce kilómetros de Corinto y fue el punto de partida para el apóstol Pablo cuando regresó a Siria por barco al fin de su segunda gira misional.—Hech. 18:18.
Los barcos mercantes atracaban en uno de estos puertos y descargaban. Su carga entonces se transportaba a través de los varios kilómetros del istmo hasta el otro puerto, donde se colocaba en otra nave y continuaba su viaje. A los barcos pequeños ni siquiera se les descargaba, sino que los halaban a través del istmo en el Díolcus o camino con rieles.
La ruta comercial a través de Corinto era una de las tres grandes rutas que unían a Occidente con Oriente. Las personas que viajaban de Éfeso en el Asia Menor, por ejemplo, podían navegar hasta Cencrea, atravesar el istmo y luego abordar un barco para Brundisium en la costa oriental de lo que ahora es Italia. Había una buena razón por la cual los viajeros y los comerciantes preferían la ruta a través de Corinto. Esta evitaba los peligrosos cabos azotados por las tempestades de la península griega, que tenían que surcar si no pasaban por Corinto.
Un canal para naves que atravesara el istmo fue deseado grandemente por los romanos, que vieron sus ventajas. En 67 E.C. se hizo un esfuerzo por cavar uno, pero fracasó el proyecto. Al fin en 1893 se cavó un canal con éxito, y todavía se usa hoy en día.
La ciudad de Corinto estaba ubicada en la base de una roca montañosa que se elevaba a una altura de 566 metros. Sobre la cúspide plana de esta roca Corinto tenía su acrópolis o porción fortificada de la ciudad. Aquí también estaba el templo de Afrodita o Venus, la diosa del amor sensual. Aunque los corintios adoraban muchas otras divinidades, le daban a ella su mayor devoción. En su servicio había mil esclavas del templo que le servían a ella como prostitutas. Contribuían hasta cierto grado a la reputación de inmoralidad de Corinto. Los hombres acaudalados consideraban un honor el dedicar sus esclavas más hermosas al servicio de esta diosa.
Rodeados de idolatría crasa e inmoralidad degenerante, los cristianos corintios necesitaban fuertes exhortaciones que los ayudaran a mantener limpieza a los ojos de Dios. Por eso el apóstol Pablo habló tan fuertemente en cuanto a los idólatras y la inmundicia moral en sus cartas a ellos.—1 Cor., caps. 5, 6; 2 Cor. 6:14-18.
Siendo una ciudad muy antigua, posiblemente una de las más antiguas de Grecia, Corinto era un lugar donde se adoraban muchas divinidades. Había un santuario de la Artemis efesia, una capilla a Atenea, un santuario del Zeus Capitolino o Júpiter, santuarios de Isis y Serapis, altares a Helios, varios santuarios a Apolo, una capilla a Poseidón o Neptuno, una capilla a Hera o Juno, un templo de Todos los Dioses, un templo de Heracles, un templo de Hermes, un templo a Octavia y un templo de Asclepios. Estatuas de dioses y héroes se hallaban a los lados de las calles y plazas públicas de la ciudad.
En el templo de Asclepios los arqueólogos han hallado semejanzas de terracota de partes del cuerpo que la gente enferma traía al templo como ofrenda de gracias a su dios. A Asclepios se le consideraba el dios de la curación. Estas semejanzas de las partes del cuerpo que aquejaban a los adoradores se pintaban en colores naturales. Una práctica semejante de ofrecer reproducciones de partes enfermas del cuerpo a una divinidad la llevan a cabo hoy en día católicos romanos en Honduras. Allí la gente presenta a una imagen de la “Virgen de Suyapa” semejanzas de partes enfermas de su cuerpo. Estas semejanzas están hechas de oro o plata. Centenares de ellas penden en las paredes de la iglesia.—1 Sam. 5:12; 6:4-11.
El mercado o Ágora de Corinto estaba pavimentado con mármol y a los lados había edificios públicos y tiendas. Fue aquí donde judíos perseguidores trajeron al apóstol Pablo para presentarlo ante el procónsul Galión. En Hechos 18:12 hallamos el registro de esto: “Ahora bien, mientras Galión era procónsul de Acaya, los judíos se levantaron de común acuerdo contra Pablo y lo condujeron al tribunal.” El tribunal era una plataforma elevada en el mercado. Se llamaba el Bema y era una estructura hecha con suntuosidad, cubierta de mármol y entalladuras delicadas. En cada lado del Bema y al nivel del Ágora había dos salas de espera con pisos de mosaico y bancas de mármol. Aquí la gente esperaba su turno para hacer peticiones o presentar casos al procónsul.
La ciudad tenía un buen abastecimiento de agua. La corriente de agua subterránea era interceptada por túneles que conducían el agua a cuatro depósitos con una capacidad total de más de 378,500 litros. Desde su fuente principal, los canales de agua subterránea pasaban por debajo de las tiendas del Ágora. En cada tienda había un pozo conectado con uno de estos canales. Haciendo bajar el vino y los comestibles a estos pozos, los comerciantes podían mantenerlos fríos.
De manera materialista Corinto fue una ciudad resplandeciente, pero esto no la conservó. Los que vivían para su materialismo y libertinaje no pueden ser ayudados por ella ahora que son parte de su polvo. Tampoco pueden hacer algo por ellos sus muchos dioses falsos. Pero aquellas personas de Corinto que se adhirieron firmemente a las verdades cristianas proclamadas por Pablo tuvieron la esperanza segura de ser resucitados de entre los muertos como herederos del reino de los cielos con su Señor Jesucristo.—1 Cor. 15:12-57.