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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
w68 15/6 págs. 382-384

Preguntas de los lectores

● ¿Cómo consideran los testigos de Jehová a la gente que usa “drogas,” incluyendo a los narcóticos, la LSD, etcétera?—V. K., EE. UU.

Esta pregunta no se puede contestar con una declaración amplia y abarcadora, puesto que en diferentes lugares de la Tierra la gente usa muchas cosas para estimularse y despertarse o aliviar la tensión y calmarse. La Biblia no menciona todas las cosas que se usan así hoy; por consiguiente, debemos considerar el efecto que resulta de tomar cierta sustancia y la manera en que los cristianos deben considerar éste a la luz de los principios y los mandatos bíblicos.

Podemos entender el punto de vista bíblico por medio de examinar lo que la Biblia dice acerca de las bebidas alcohólicas. Las Escrituras no condenan el tomar bebidas alcohólicas, ya sea como estimulantes o para aliviar la tensión. Leemos que el vino “regocija el corazón del hombre mortal.” (Sal. 104:15; Pro. 31:6; Ecl. 9:7) Sin embargo, es preciso ejercer cuidado si uno toma bebidas alcohólicas, puesto que implica ciertos peligros. La Palabra de Dios condena los “excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber,” y muestra los ayes que les sobrevienen a los que se emborrachan y pierden el gobierno de sí mismos. (1 Ped. 4:3; Pro. 23:29-35; 20:1; Efe. 5:18) De hecho, dice que los borrachos, es decir, los que practican la borrachera, deben ser expulsados de la congregación cristiana; no “heredarán el reino de Dios.”—1 Cor. 5:11; 6:9, 10.

A fin de producir cierto efecto en el cuerpo, la gente en algunos lugares elabora bebidas no alcohólicas de hierbas, hojas o granos. Otros mastican semillas, hojas o ramitas especiales. ¿Qué efecto tiene esto en la persona? ¿Pierde el control del cuerpo y de la mente cuando está bajo la influencia de una de estas cosas? O, aunque esté estimulado o descansado, ¿retiene su juicio y gobierno de sí mismo? Si se retiene el gobierno de sí mismo, entonces cada persona tiene que decidir por sí misma si de vez en cuando tomará tal producto con moderación o no.

Aun tratándose de los estimulantes más comunes y aceptados, uno puede llegar a desarrollar un hábito para con ellos. Aunque el tomar tales estimulantes moderados con templanza no es incorrecto en sí, algunos se han acostumbrado tanto a tomarlos que se ponen nerviosos e irritables si se les priva de ellos. Queda de cada persona lo que hará tocante a tales hábitos, pero es bueno tener presente que los cristianos deben exhibir el “fruto del espíritu,” que incluye amor, benignidad y gobierno de uno mismo, a todo tiempo. (Gál. 5:22, 23) Si una persona descubriera que cierta costumbre o cierto hábito no le permite hacer eso a veces, convendría considerar de nuevo su situación.

Otra cosa que ha de considerarse es que a veces la manera en que se toma cierto estimulante hace que éste sea indeseable para consumo. El masticar ciertos estimulantes es bastante feo y hace repugnante al masticador, además de manchar las cosas que están cerca de él. Cada uno puede preguntarse: ‘¿Cómo considera la gente de mi comunidad esta práctica?’ ‘¿Promueve respeto para uno como ministro de Dios?’ A medida que uno progresa hacia la madurez espiritual, tales preguntas adquieren mayor importancia para uno, puesto que, como cristianos, deseamos “que no se halle nada censurable en nuestro ministerio.” (2 Cor. 6:3, 4) La Biblia pone ante los cristianos como ejemplo que ha de imitarse la norma que han de alcanzar los superintendentes y siervos ministeriales de la congregación cristiana. Deben ser ‘irreprensibles’ y “libres de acusación.”—1 Tim. 3:2, 10.

Con aumentante frecuencia hoy la gente está recurriendo a narcóticos, a productos químicos como la LSD, y otras cosas para obtener alucinaciones o “emociones,” para escaparse de las realidades de la vida cotidiana o para satisfacer un deseo vehemente de placer sensual. Aunque la reacción de una persona a tales cosas es imprevisible, a menudo el usarlas resulta en pérdida del gobierno de sí mismo. Bajo su influencia una persona puede hacerse violenta, irracional y hasta demente. Puesto que a menudo tal persona no puede usar buen juicio y no puede discernir la diferencia entre lo bueno y lo malo, fácilmente puede sucumbir a conducta obscena, inmoral o ilegal que normalmente evitaría.

¿Qué diferencia hay entre un individuo borracho con alcohol que se entrega a conducta desenfrenada, descontrolada, o que llega a ser un inepto desacreditado, y aquel que hace las mismas cosas bajo la influencia de alguna droga moderna o producto químico? ¡Desde un punto de vista bíblico no hay diferencia! (Rom. 13:13) Si una persona deliberadamente sigue tras un derrotero que le hace perder el gobierno de sí mismo, causándole aberraciones mentales de modo que no se dé cuenta de lo que está haciendo o por qué lo está haciendo, entonces es tan reprensible como un borracho. Se ha permitido llegar al grado de obrar como un borracho y por eso debe tratársele como borracho y como un individuo que ha perdido el gobierno de sí mismo.

Si una persona que anteriormente llevaba tal género de vida desenfrenada sinceramente quisiera poner su vida en armonía con la Biblia y hacerse cristiana, los testigos de Jehová estarían dispuestos a ayudarle por medio de mostrarle las maravillosas bendiciones que están disponibles ahora y en el futuro para los que viven en conformidad con los requisitos de Dios. Jesús predicó a pecadores de toda clase y los ayudó. (Luc. 7:34-37) Pero no participó en conducta antibíblica.

¿Qué hay si alguno de la congregación cristiana imprudentemente perdiera el control de sí mismo como resultado del alcohol o algún otro estimulante? Eso sería raro. Pero si sucediera, posiblemente ese individuo podría ser ayudado amorosamente a recobrar el camino correcto, el camino que tuviera la aprobación de Dios. (Gál. 6:1) Sin embargo, si una persona hiciera una práctica de ello y acarreara vituperio sobre sí misma, sobre su familia y sobre la congregación, entonces sería expulsada de la congregación cristiana para mantener la pureza moral del pueblo de Dios.—1 Cor. 5:11-13.

¿Qué hay si a una persona que está recibiendo tratamiento médico se le aconseja que acepte algún narcótico para inducir el sueño o controlar el dolor? La persona que se enfrente a la situación tendrá que decidir por sí misma. No es como si lo estuviera tomando para satisfacción sensual ni para obtener alguna “emoción.” Es verdad, quizás quede inconsciente, pero no de la manera en que un borracho pierde el sentido a causa de falta de gobierno de sí mismo. Esto sería bajo supervisión apropiada y a causa de un severo problema físico que parecería justificar una medida tan extremada.

Sin embargo, sería bueno tener presentes los peligros que suponen las drogas que producen toxicómanos. Por cierto no sería prudente consumir innecesariamente, por un período de tiempo, algo que pudiera convertirlo en un toxicómano. Aun si los médicos recomiendan tal tratamiento, ¿está uno preparado para enfrentarse a las duras consecuencias si se convirtiera en un toxicómano? Después de resolverse el problema físico, ¿qué hará uno? Muchos consumidores de narcóticos han abandonado a sus familias y todo sentido moral, hurtando y hasta asesinando a fin de obtener dinero para comprar drogas ilegales. Además de la depravación en que pudiera resultar la toxicomanía, hay que considerar que ésta es ilegal, puesto que los cristianos deben estar en sujeción a las autoridades superiores gubernamentales. (1 Ped. 2:13, 14; Rom. 13:1) ¿Cómo rendiría el toxicómano a César lo que es de César? Estas preguntas deben recalcar la importancia de retener uno el control de su mente y de su cuerpo para poder rendir a Dios “un servicio sagrado con su facultad de raciocinio.”—Rom. 12:1.

● ¿Realmente instaba la ley mosaica a los judíos a que odiaran a sus enemigos, como pudiera sugerir Mateo 5:43?—R. I., EE. UU.

No, la Ley no requería que los judíos odiaran a alguno que pareciera ser enemigo personal. Al contrario, instaba a sus adherentes a que le mostraran amor.

En el Sermón del Monte, dijo Jesús: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’” (Mat. 5:43) Sírvase notar que Jesús no dijo que todo esto era parte de la ley de Dios dada por medio de Moisés; más bien, él declaró: “Oyeron ustedes que se dijo.”

La parte acerca de amar uno a su prójimo se podía hallar en la Ley en Levítico 19:18, que dice: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.” Pero la porción acerca de odiar uno a su enemigo no provino de Dios. Posiblemente algunos de los caudillos religiosos injustificadamente deducían de la obligación de amar uno a su prójimo que se suponía que odiaran a todo no israelita como enemigo. Comenta la Cyclopædia de M’Clintock y Strong: “Los fariseos habían restringido el significado de la palabra prójimo a los de su propia nación o a sus propios amigos, sosteniendo que el odiar a su enemigo no era prohibido por la ley.”—Tomo VI, pág. 929a.

Sin embargo, la Ley realmente mandaba a los judíos que hicieran actos de amor aun a un semejante que, debido a ciertas acciones faltas de amor, pudiera parecer enemigo personal. (Éxo. 23:4, 5) Y las Escrituras Hebreas aconsejan: “Cuando caiga tu enemigo, no te regocijes; y cuando se le haga tropezar, no esté gozoso tu corazón.” (Pro. 24:17) Por supuesto, el estar gozosos por la caída de los enemigos de Dios, no los enemigos personales, era otro asunto.—Éxo. 15:1-21; Jue. 5:1, 31; Sal. 21:8-13.

Puede ser que en el tiempo de Jesús haya habido una expresión común que transmitía significado a sus palabras. En The Authentic New Testament, el docto judío Hugo Schonfield traduce Mateo 5:43: “Ustedes han oído que se declaró: ‘Debes amar a tu prójimo, pero odiar a tu enemigo.’” Luego enlaza la segunda parte con una obligación que se alista en uno de los manuscritos hallados con los Rollos del Mar Muerto. En el Manual of Discipline no bíblico, generalmente conectado con la secta judía llamada los esenios, a los lectores se les anima a “amar a todos los hijos de la luz, a cada uno según su porción en el consejo de Dios y a odiar a todos los hijos de las tinieblas.”—The Dead Sea Scrolls, por Millar Burrows, página 371.

A pesar de la actitud que quizás haya prevalecido entre muchos entonces, Jesús instó: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:44, 45) Hasta respaldó esto con su parábola del buen samaritano. Aunque el sacerdote judío y el levita pasaron por el otro lado sin ayudar al hombre que había sido golpeado por salteadores, un samaritano (una persona despreciada por los judíos) se detuvo y lo ayudó. Resultó ser un verdadero prójimo. Y esto ilustra bien la actitud amorosa que recomendó Dios y que enseñó Jesús.—Luc. 10:29-37.

Hoy los testigos de Jehová cultivan este mismo espíritu de amar al prójimo, aun si éste es perseguidor de los cristianos verdaderos. Ellos reconocen que ellos no son los que habrán de juzgar a los individuos, de modo que tratan de ayudar a todos a aprender el camino de la vida. Como resultado algunos que eran perseguidores anteriormente, que actuaron como enemigos, han sido ayudados a hacerse cristianos. (Hech. 9:17; Gál. 1:13) Y los cristianos continuarán haciendo esto hasta que Dios mismo actúe para eliminar a los enemigos de él que le odian. Así quitará el vituperio de su nombre, y eso será causa de regocijo.—Sal. 68:1, 3.

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