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  • ¿Conoce usted bien a su hijo?

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  • ¿Conoce usted bien a su hijo?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1970
w70 1/2 págs. 67-68

¿Conoce usted bien a su hijo?

PORQUE un padre vive con su niño todos los días desde bebé hasta la adolescencia él piensa por lo general que lo conoce. Pero, como muchos padres han descubierto, el simplemente vivir con el niño no significa que el padre sabe lo que el niño piensa.

Algunos padres han estado tan envueltos en intereses personales que su hijo, en lo que toca a saber lo que piensa, es un desconocido para ellos. Sufren un sobresalto si se mete en dificultades o huye para vivir como un hippie. No pueden ver en qué le han fallado.

¿Sabe usted lo que su hijo piensa? ¿Está usted con él a solas algunas veces para que él pueda sentirse libre para desahogarse? ¿Se pasean juntos, solos ustedes dos, por el parque urbano, a lo largo de la playa o en el campo? ¿Trabajan juntos en cosas de la casa? Estas son oportunidades para sondearlo y saber lo que piensa. Pero usted tiene que hacer más que simplemente escucharle.

La comunicación tiene que ser en dos direcciones, en la cual el padre escuche lo que piensa el niño y también le dé al niño información que le ayude a modelar su modo de pensar de la manera que sea mejor para él. Por ejemplo, necesita un código moral apegado a la realidad en el que pueda confiar como guía segura. Si no lo tiene, puede llegar a ser como un barco sin amarras y que es arrastrado contra las rocas. Muchos jóvenes han sufrido el naufragio de su vida y han entristecido a sus padres al tratar de vivir sin normas morales.

Al ayudar a su hijo a aprender a respetar las elevadas normas morales de la Biblia usted le da un código moral apegado a la realidad. A medida que los dos se comuniquen él obtendrá provecho de la madurez y experiencia de usted. Esto es lo que Dios aconsejó que hicieran los padres israelitas con sus hijos allá en los días de Moisés. Dijo: “Estas palabras que te estoy mandando hoy tienen que resultar estar sobre tu corazón; y tienes que inculcarlas en tu hijo y hablar de ellas cuando te . . . acuestes y cuando te levantes.” (Deu. 6:6, 7) En este arreglo, un padre pasa tiempo con su hijo, entablando con él una conversación edificante en que ambos participan. Inculca en el hijo la sabiduría y las excelentes normas morales de la Palabra de Dios.

A medida que hacen cosas juntos, usted puede aprender mucho haciéndole preguntas a su hijo. Si, por ejemplo, usted es cristiano dedicado, puede saber, haciendo preguntas, si su hijo realmente cree que estamos viviendo en los “últimos días” de este sistema de cosas actual, como lo indican las profecías bíblicas. (Mat. 24:3-14; 2 Tim. 3:1-5) Usted puede saber si él cree que el reino de Dios es real. Usted puede averiguar si entiende el sacrificio de rescate de Jesucristo y por qué es necesario predicar las buenas nuevas del reino de Dios. Usted puede saber cuánto realmente entiende de la Palabra de verdad de Dios.

Si usted es cristiano dedicado, es muy probable que lleve a su hijo con regularidad a las reuniones de congregación, pero, ¿entiende él por qué es tan necesario asistir a ellas? ¿Está usted seguro de que las aprecia lo suficientemente como para continuar asistiendo a ellas cuando tenga más edad? Si él participa en hablar a otros acerca de las buenas nuevas del Reino, ¿verdaderamente comprende por qué debe hacerlo? ¿Lo hace por amor a Dios y por un deseo de ayudar a otros a aprender acerca del Reino?

Al establecer una comunicación de padre a hijo e hijo a padre, usted puede saber lo que él piensa en cuanto a las cosas que son importantes para usted y que deberían ser importantes para él. Usted puede suministrarle estímulo y consejo amorosos. Él, a su vez, pensará y sentirá que puede dirigirse a usted con sus problemas personales porque sabe que usted escuchará.

El tiempo para comenzar a establecer buenas comunicaciones es cuando el niño es joven. Entonces cuando tenga más edad le será más natural expresarle a usted sus sentimientos y pensamientos. Pero si se ha establecido una barrera que estorba las comunicaciones, es difícil derribarla. Es probable que al niño le parezca que hay una brecha infranqueable entre él y sus padres.

Cuando los niños llegan a la adolescencia, cambios marcados comienzan a efectuarse en sus cuerpos al empezar ellos a atravesar la brecha que hay entre la niñez y la edad adulta. Estos cambios afectan su modo de pensar y sus emociones. Es un tiempo en que necesitan consejo maduro y equilibrado de parte de sus padres. Es un tiempo en que necesitan un código sólido de moralidad que los capacite a dirigirse en un derrotero recto.

Si los cimientos puestos por los padres al entrenar o educar a un niño han sido buenos, él podrá evitar naufragio moral. Por lo tanto, es con buena razón que dice la Biblia: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.”—Pro. 22:6.

Al hablar con un niño, es probable que se logre poco si el padre se sienta y dice: “Pues bien, hijo, quiero hablarte. Quiero saber qué piensas.” Daría mejores resultados si los dos conversaran cuando estuvieran haciendo algo agradable, como caminando juntos en el campo o trabajando en una afición. Por medio de hacerle preguntas de vez en cuando el padre gradualmente conseguirá que el muchacho se exprese. En estas condiciones amigables y con tensión disminuida es más probable que revele su modelo de pensar que si se le sometiese a un rígido interrogatorio marcado por angustiosa persistencia. Una madre puede hacer lo mismo con una hija mientras ambas estén haciendo algo juntas, como haciendo un vestido o cocinando. Una pregunta que lleve a considerar cierto tema, hecha de vez en cuando, puede cambiar la conversación de modo que la hija revele su modo de pensar.

Aunque los niños crecen con sus padres, tienen mente propia. Son individuos con libre albedrío. Sus padres no pueden controlarlos como títeres, pero pueden ayudar a modelar el modo de pensar de los niños para que siga un buen patrón. Esto no solo requiere entrenamiento temprano, sino también conversaciones sin reservas y abiertas en que tanto padre como hijo participen. ¿De qué otra manera pueden los padres realmente llegar a conocer a sus hijos?

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