Consolando a los que lloran en los funerales
¿QUÉ impresión produce un servicio de funeral conducido por los testigos de Jehová en los miembros de la familia doliente que son de una fe diferente? Considere la siguiente carta que escribieron los miembros de una familia a los testigos de Jehová en Ohio:
“En 1935 murió mi padre, dejando a mi madre con la frustración y el pesar que solo una viuda puede conocer. Fue entonces que ella se dirigió a la organización de ustedes, que, en ese tiempo, estaba muy activa en la radio, que llevaba su mensaje a millones de personas. Deberíamos haber comprendido entonces qué maravilloso grupo de personas son ustedes, pero por desgracia no lo comprendimos. Ustedes cambiaron la vida de ella de desesperación tenebrosa a una vida de paz y contentamiento. Ella vivió esta vida con serenidad por más de treinta años, disfrutando de cada instante, hasta que la muerte se apoderó de ella la semana pasada.
“Fue en ese tiempo que aprendimos nuestra lección de desesperación. Como la mayoría de ustedes saben, cuando una persona llega a ochenta y cuatro años de edad, la edad de nuestra madre, casi todos sus amigos y parientes ya han desaparecido. ¡Por lo menos, así pensábamos!
“Llamó esto a nuestra atención el relato que nos hizo un director de pompas fúnebres, la noche antes del funeral de nuestra madre. Nos contó un incidente que sucedió hace poco y que tuvo que ver con un hombre muy rico y prominente que vino a nuestra ciudad y la hizo su hogar. Vivió más o menos en aislamiento por varios años en un hotel grande y exclusivo del centro, donde finalmente murió. Pidió en su testamento que lo enterraran en la ciudad que tanto llegó a amar. Debido a una fuerte nevada, no hubo visitantes el primer día después de su muerte. Al segundo día, finalmente llegó un sobrino desde Pittsburgo a través de la nieve. Fue el único que logró llegar. Esa noche él y el director de pompas fúnebres pasaron la larga y solitaria vela. Al día siguiente este sobrino fue el único que asistió al funeral del rico.
“Aunque nuestra situación no era tan mala, estábamos un poco recelosos la noche antes del entierro de nuestra madre. Nos preguntábamos si habría muchos o si alguien siquiera asistiría a los servicios al día siguiente.
“Esta sensación de recelo permaneció con nosotros la siguiente mañana hasta que el ministro de los testigos de Jehová llegó seguido de grupos de esas maravillosas personas que componen las congregaciones de los testigos de Jehová. El espíritu y amigabilidad que trajeron consigo es difícil de describir. Serenidad es la mejor palabra en la que puedo pensar. A medida que llenaron las salas y expresaron su mensaje de condolencia, súbitamente se disipó la tristeza, y el mundo entero pareció más brillante. No pudimos menos que pensar en cuánto más rica era nuestra madre con todos estos maravillosos amigos que lo que lo era con toda su riqueza aquel hombre prominente acerca del cual se nos había contado la noche anterior. Uno de nuestros parientes que estuvo presente dijo, con mucha admiración, que jamás había escuchado un servicio tan inspirador.
“Probablemente nunca comprendan ustedes a grado cabal cuánto nos beneficiaron sus regalos de hermosas flores y la bondad de los caballeros que ofrecieron sus servicios para llevar el féretro así como la cordialidad de su presencia amigable. No olvidaremos pronto todo esto y a cambio de esto lo único que podemos dar son nuestras gracias sinceras, y que Dios bendiga a cada uno de ustedes.”
En verdad los funerales presentan una excelente oportunidad para consolar a los que lloran con el mensaje de Dios sobre la esperanza de la resurrección y por el amor y conducta cristianos de su pueblo.