La bendición de un “espíritu tranquilo y apacible”
HOY existe tanto ruido que los hombres hablan del daño que resulta de la “contaminación por ruido.” Los informes dicen que en los Estados Unidos el volumen del ruido está duplicándose cada diez años y que, si este aumento sigue, en pocas décadas el ruido llegará a una etapa letal, mortífera. Este ruido no solo está perjudicando el oído de la gente, sino que hasta produce úlceras, urticaria y enfermedades semejantes.
Individualmente es posible que no podamos hacer mucho acerca del ruido que hacen los aviones, el tráfico de las calles o las máquinas que funcionen cerca de donde suceda que trabajemos. Pero podemos pensar en la cantidad de ruido que nosotros mismos estemos haciendo innecesariamente. Podemos estar en guardia contra el hablar muy fuerte y en demasía.
Tocante a esto el apóstol Pedro dio buen consejo a las mujeres. Después de decirles que no se preocuparan indebidamente acerca de su apariencia exterior, les dice lo que las hará verdaderamente deseables, a saber, “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu tranquilo y apacible, que es de gran valor a los ojos de Dios.”—1 Ped. 3:4.
Un espíritu tranquilo y apacible es de gran valor para Jehová Dios y también lo aprecian los esposos. Pero muy irreflexivamente muchas personas no consideran la bendición que puede ser la tranquilidad. Les parece que tienen que estar hablando siempre. Y a menudo los que creen que tienen que estar hablando siempre también hablan en voz alta. Pudiera decirse que es un círculo vicioso: Debido a un temperamento nervioso éstos, los que hablan en voz alta, siempre están hablando; ¡esto, a su vez, utiliza mucha energía nerviosa y hace que sus voces suenen forzadas y desagradables al oído!
Sería una revelación sorprendente para esas personas el escuchar sus voces en un magnetófono. Se dice que a nuestros propios oídos nos parece que producimos mejor sonido cuando hablamos que cuando escuchamos nuestra voz grabada, y la mayoría de las personas se sorprende cuando oyen por primera vez su voz grabada. ¿A qué se debe esto? Se debe a que la vibración de los huesos de nuestro cráneo nos da la impresión de que nuestras voces tienen más resonancia de la que verdaderamente tienen, pues llegan a nuestros oídos vibraciones tanto de adentro como de afuera. A los que tienen voces altas y ásperas quizás les cause un bochorno oír por primera vez su voz grabada en cinta. Con un poco de esfuerzo estas personas pueden aprender a hablar en voz más baja y añadir más resonancia a su voz, haciéndola más agradable a otras personas.
Lo que dice el apóstol Pedro acerca de cultivar un espíritu tranquilo y apacible es buen consejo para todos los de la familia. Al venir a casa desde el ruidoso mundo exterior, ¡qué bendición es para el esposo ser recibido por una esposa que manifiesta este espíritu tranquilo y apacible! ¡Y cuán refrescante es para la esposa estar con su esposo si él no es áspero, sino de genio apacible! Ustedes, niños, también pueden contribuir a hacer del hogar un lugar tranquilo y sosegado. Pueden estar contentos sin ser indebidamente ruidosos y bulliciosos al jugar. Pueden hablarse unos a otros sin vociferar. Pueden aprender a disfrutar de música sana, calmante y hermosa en vez de desear música estrepitosa de “rock ’n’ roll.”
Estrechamente relacionado con el espíritu tranquilo está el espíritu apacible, como el apóstol Pedro indica al enlazarlos. El ser apacible significa ser calmado, benigno, calmante, no áspero, no irritante. La Biblia muestra que la apacibilidad es uno de los frutos del espíritu de Dios y a los cristianos se les aconseja vez tras vez que lo manifiesten.—Gál. 5:22, 23; Efe. 4:2; Col. 3:12; 1 Tim. 6:11; Tito 3:2.
Pero no crea que esta apacibilidad o mansedumbre significa debilidad. ¡De ninguna manera! Moisés fue ‘el hombre más manso de toda la tierra’ en su día, pero de ninguna manera era un alfeñique. (Núm. 12:3) Como muestra el docto del griego William Barclay, praotes, la palabra griega traducida “apacibilidad” o “mansedumbre,” no significa debilidad, sino fuerza que se controla. En la Grecia antigua, del caballo salvaje ya domado se decía que era apacible, manso.
Es posible que nuestro amor propio sea herido debido a una mala interpretación o una injusticia o a que otra persona se dirija a nosotros con lenguaje áspero, irritante. ¿Cómo responderemos? ¿Con palabras fuertes, ásperas, irritantes? Eso solo empeoraría las cosas. La Biblia nos dice cómo responder: “Una respuesta, cuando es apacible, aparta la furia.” (Pro. 15:1) En otras palabras, el habla apacible ablanda. El responder con habla fuerte y áspera es devolver mal por mal, mientras que a los cristianos se les manda explícitamente: “No te dejes vencer por el mal, sino sigue venciendo el mal con el bien.”—Rom. 12:21.
Es un gozo asociarse con la persona de espíritu tranquilo y apacible. Esa persona es una bendición para otros. Este espíritu ayuda a establecer relaciones afables y amorosas entre uno y su prójimo. Y también es una bendición para uno mismo. Aquí también aplica el principio: “El que riega será él mismo regado.” Es decir, un espíritu tranquilo y apacible contribuye a nuestro propio bienestar así como contribuye al bienestar de otros. Si somos apacibles y tranquilos nosotros mismos habrá menos probabilidad de que nos perturbemos y nos agitemos cuando otros no sean así. El ser así nos ayuda a mantener equilibradas nuestras emociones, produciendo beneficios mentales y físicos.—Pro. 11:25, Moderna.
Este “espíritu tranquilo y apacible” es una bendición especial en la predicación que hacen los ministros cristianos. Suministra un aspecto modesto al ministro cristiano y así hace que otros estén más dispuestos a oír. La experiencia que tuvo en una ocasión una Testigo canadiense ilustra que la apacibilidad realmente puede apartar la ira. En una puerta una señora se puso a injuriarla en un arranque de ira con gritería. Después de un rato la Testigo apaciblemente le deseó a la mujer que pasara un buen día y se fue. Pero esta señora, después de pensarlo durante dos días, escribió a la Sociedad Watch Tower disculpándose por su conducta. Se hicieron arreglos para que alguien la visitara, y sucedió que fue la misma Testigo que la había visitado antes. La visita resultó en que se iniciara un estudio bíblico.
Verdaderamente un “espíritu tranquilo y apacible” es una bendición. Da placer asociarse con los que lo poseen. Hace más eficaces a los ministros en su ministerio y es una bendición para ellos.