¡Cuídese de las tendencias al adulterio!
A PRINCIPIOS de 1972 una popular revista ilustrada norteamericana publicó un cuestionario sobre el matrimonio e invitó a sus lectores a llenarlo y devolverlo. Unos seis meses después informó que había recibido 62.000 contestaciones de parte de los lectores cuyas respuestas equivalían a “una defensa sobria, a menudo entusiástica y a veces encolerizada del matrimonio tradicional.” Pero una cosa es el declararse en ‘defensa del matrimonio tradicional’ y otra muy diferente el vivir conforme a éste.—Life, 17 de noviembre de 1972.
Por ejemplo, había un hombre muy bien conocido y muy querido. Después de servir durante unos veinte años como ministro presidente de una congregación fue excomulgado, expulsado, como adúltero no arrepentido. No fue como si hubiera procurado pecar. Simplemente fue que había sido promovido en su empleo seglar a una posición en que tenía prestigio y se requería que hiciera largos viajes de negocios. En estas ocasiones aceptaba invitaciones a beber vino y comer y disfrutar de relaciones personales con personas que no tenían escrúpulos en cuanto a cometer adulterio, y sucumbió a la tentación.
Como se suele hacer en tales casos, no dio a conocer los hechos a su esposa ni a la congregación cristiana, y por eso por un tiempo vivió una mentira. Pasó por alto las advertencias bíblicas como: “Sepan que su pecado los alcanzará.” “Los pecados de algunos hombres son públicamente manifiestos, . . . en cuanto a otros hombres sus pecados también se hacen manifiestos más tarde.” No hay duda en cuanto a ello, él abrigó tendencias al adulterio, y cuando se presentó la oportunidad las satisfizo y persistió en hacerlo. ¡Qué tragedia, no solo para él mismo sino también para su familia y la congregación!—Núm. 32:23; 1 Tim. 5:24.
Da testimonio de lo general que son las tendencias al adulterio entre los hombres la popularidad de ciertas revistas para caballeros que dan prominencia especial a fotografías de mujeres desnudas y bromas indecentes. Mientras que una revista tras otra fracasa debido a los costos ascendentes y menos interés en leer, las revistas que complacen a individuos lascivos siguen aumentando y hacen alarde de su circulación de muchos millones a pesar del elevado costo por copia.
En cuanto a las esposas norteamericanas, uno de los preeminentes autores que escribe en una revista para damas declaró que “el más guardado secreto de muchas esposas norteamericanas es . . . que sueñan despiertas en cuanto a hombres,” de modo inmoral. Según él, no solo es general este rasgo, sino que hay aquellos que están en la profesión de la psiquiatría que aprueban tal soñar despierto. Según estos psiquiatras, tal soñar despierto es una escapatoria aceptable del aburrimiento o de la falta de romance en la vida de estas mujeres. Sin embargo, advierten que tales fantasías pueden hacerse tan compulsivas y exigentes como para amenazar la estabilidad de su matrimonio.
Las tendencias al adulterio son un resultado del pecado de nuestros primeros padres, porque son una forma de egoísmo, el poner el deseo egoísta adelante de las leyes de Dios; tal como lo hicieron Adán y Eva cuando pecaron.
No hay duda en cuanto a ello, el Creador hizo tan fuerte en los humanos el instinto de reproducir su género que no habría ningún peligro de que la familia humana se acabara gradualmente. Y sabia y amorosamente también hizo los sexos de tal manera que pueden contribuirse mucho consuelo, placer y felicidad el uno al otro.
Pero no solo da dones el Creador, también justa y sabiamente estipula cómo deben usarse estos dones. Por lo tanto hizo provisión para que la humanidad se mantuviera viva mediante la actividad agradable de comer y beber, pero no se propuso que los humanos fueran borrachos o glotones; mucho menos se propuso que hurtaran o cometieran asesinato para conseguir el alimento que quisieran o necesitaran. Por eso su Palabra condena la glotonería y la borrachera, el hurto y el asesinato.—Sal. 104:15; Pro. 23:20; Fili. 3:19; 1 Ped. 4:15.
Lo mismo aplica al don de Dios del sexo. Él creó al género humano, varón y hembra, y solo él tiene el derecho de decirle al hombre cómo debe usarse este don. De modo que su Palabra condena el adulterio y la fornicación. (Heb. 13:4) No solo advierte la Biblia contra estos pecados; también habla claro contra las mismísimas tendencias en dirección de ellos. Por lo tanto Jesús advirtió que cuando un hombre casado siguiera viendo a una mujer, no simplemente para admirar su belleza, sino para tener el deseo de tener relaciones con ella, ya estaba cometiendo adulterio con ella en su corazón.—Mat. 5:28.
De modo similar el apóstol Pablo no solo advirtió contra los pecados de la fornicación y el adulterio, sino también contra toda inmundicia y conducta relajada. Todas esas cosas excluirían al cristiano de conseguir la vida eterna. (Gál. 5:19-21) El entendimiento que Pablo tenía de este asunto y su preocupación seria en cuanto a ello se disciernen de la manera en que aconsejó a su amigo Timoteo acerca de tales cosas. Exhortó a Timoteo a tratar a las mujeres de mayor edad como trataría a su propia madre, con respeto y bondad, y a las mujeres más jóvenes de la congregación como a sus propias hermanas carnales. ¿Y cómo es eso? “Con toda castidad.” Más tarde, cuando escribió a Timoteo por segunda vez, creyó necesario volver a aconsejar a Timoteo en cuanto a esto, diciendo: “Huye de los deseos incidentales a la juventud, mas sigue tras la justicia, la fe, el amor, la paz, junto con los que de corazón limpio invocan al Señor.” Si el corazón está lleno de pensamientos o fantasías inmundos, ¿cómo puede uno invocar a Jehová Dios en oración de un corazón puro?—1 Tim. 5:2; 2 Tim. 2:22.
La mismísima idea del romance atrae a muchas personas casadas cuyos cónyuges quizás carezcan de sensibilidad o imaginación o estén demasiado preocupados con los negocios. Pero el romance es un lazo si está fuera del matrimonio o no se tiene el propósito de que resulte en matrimonio. Por lo tanto el Dr. Mace, en su libro Marriage—East and West, relata lo que dijo una oriental tocante a su amiga que tenía un amorío extramarital: “Por favor no me tome en sentido erróneo. Amo a mi esposo y aprecio mi hogar y no tengo ninguna intención de seguir el ejemplo de ella.” Luego sonriendo, añadió: “Pero es un poco romántico, ¿no le parece?”
¿El remedio? Ante todo, hay que guardar el corazón vigilando con cuidado aquello de que se alimenta la mente. (Pro. 4:23) Evite el entretenimiento que aprueba la conducta anticristiana; evite el leer acerca de esas cosas en los periódicos, revistas o libros. En vez de espaciarse en episodios “románticos,” preste atención al consejo apostólico: “Finalmente, hermanos, cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas.” ¡Qué antídoto para el romántico soñar despierto!—Fili. 4:8.
De la Palabra de Dios aprendemos que tales enlaces románticos son incorrectos, son malos, y también nos dice que odiemos lo que es malo. (Sal. 97:10) Aunque jamás traduzcamos las románticas fantasías o el soñar despiertos en acciones, todavía causan daño. ¿Cómo así? En que de seguro debilitan el amor y respeto de uno por su cónyuge, hacen que uno se haga descuidado en cuanto a agradar al Creador en otros asuntos, resultan en una conciencia culpable y debilitan el celo de uno por la justicia.
Verdaderamente la Palabra de Dios señala claramente dónde estriba el derrotero de la sabiduría —no en ceder a sentimientos y tendencias imprudentes— sino en disciplinarnos, en seguir los principios correctos, en deleitarnos en la ley de Dios, meditando en ella y siendo guiados por ella.—Sal. 1:1-6; Pro. 2:1-9.