Preguntas de los lectores
● ¿Fue resucitado Jesucristo corporalmente como hombre de carne y sangre?
Según las Escrituras inspiradas, Jesucristo no fue resucitado a la vida en la carne. En 1 Pedro 3:18 leemos que fue “muerto en la carne pero hecho vivo en el espíritu.” (Traducción del Nuevo Mundo; Versión Moderna; Versión Valera) Otros textos confirman que sencillamente no pudo haber sido que Jesús fuera resucitado corporalmente como hombre de carne y sangre.
El propósito de Dios era que su Hijo tomara de nuevo vida celestial y no que continuara viviendo como hombre en la Tierra. Esto exigía que Jesús fuera levantado como persona de la región espiritual, pues las personas de carne y sangre no pueden vivir en los cielos. El apóstol Pablo escribió: “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni tampoco la corrupción hereda la incorrupción.”—1 Cor. 15:50.
En el caso del hombre Jesucristo, su carne era un obstáculo que impedía el acceso a la región celestial. Por lo tanto, en Hebreos 10:20 se dice que la “carne” de Jesús estaba representada por la “cortina” que hacía una separación entre el Santo y el Santísimo en el tabernáculo. Antes de poder entrar en el cielo, el verdadero “Santísimo,” Jesús tenía que abandonar su existencia carnal y recibir naturaleza de espíritu. Su cuerpo de carne le hubiera servido de obstáculo en cuanto a pasar más allá de la “cortina” como persona de la región espiritual.
Otro factor que no debe ser pasado por alto es que el macho cabrío y el toro que se ofrecían el día de expiación representaban el sacrificio de Jesucristo. La Ley, que prescribía estos sacrificios, sirvió de “sombra de las cosas por venir” (Col. 2:17; Heb. 10:1) Como sabemos, la sombra da la forma o diseño general de la realidad que la arroja. Por consiguiente, para que la sombra se cumpliera en la realidad, Jesús no podría haber tomado de nuevo su cuerpo sacrificado de carne y sangre, puesto que de los cuerpos de aquellas víctimas de sacrificio se disponía cabalmente por medio de quemarlos. (Heb. 13:11, 12) Por eso, de aquello lógicamente se desprende que Jehová Dios se deshizo del cuerpo sacrificado de su Hijo. Además, si Jesús hubiera tomado de nuevo su cuerpo de carne, su sacrificio habría sido temporal, sin valor expiatorio continuo.
El hecho de que Jesús no fue levantado en la carne explica por qué dos de sus discípulos y María Magdalena no lo reconocieron por sus apariencias físicas de después de la resurrección. Solo discernieron quién era por lo que dijo o hizo.—Luc. 24:13-31; Juan 20:14, 15.
Es cierto que, para provecho de Tomás, que dudaba, Jesús sí se apareció con la evidencia física de impresiones de clavos en sus manos y una herida de lanza en el costado. (Juan 20:24-29) Sin embargo, hasta con relación a esa manifestación, hay prueba de que Jesús debe haber materializado momentáneamente un cuerpo físico de carne. Un testigo presencial, el apóstol Juan, informó: “Vino Jesús, aunque las puertas estaban cerradas con llave, y estuvo de pie en medio de ellos.” (Juan 20:26) Manifiestamente, el apóstol Juan no habría recalcado este punto si Jesús simplemente hubiera abierto la puerta y entonces hubiera entrado físicamente en la habitación. Evidentemente Jesús se apareció súbitamente en medio de los discípulos; la puerta cerrada con llave no obstruyó su entrada. Esto era algo que un hombre de carne no pudiera haber hecho. Pero es algo que personas de la región de los espíritus, al materializarse, pudieran hacer. Por ejemplo, el ángel Gabriel se le apareció físicamente al sacerdote Zacarías en el santo del templo. (Luc. 1:11) Y el ángel que se les apareció a los padres de Sansón ascendió en una llama.—Jue. 13:19, 20.
El caso en que estuvo envuelto el ángel que habló a los padres de Sansón también arroja luz sobre la ascensión de Jesús a los cielos. Para los padres de Sansón, aquel ángel permaneció visible mientras ascendía en una llama, pero luego evidentemente se desmaterializó y desapareció de la vista. De modo similar, cuando Jesús ascendía al cielo permaneció visible hasta que una nube lo tomó arriba y lo ocultó de la vista física de los discípulos. Entonces él debe haber desmaterializado el cuerpo carnal en el cual se le vio, como lo habían hecho ángeles materializados en otras ocasiones.—Hech. 1:9-11.
El que Jesús simplemente asumía un cuerpo para ser visto por sus discípulos, como lo habían hecho ángeles en el pasado, también lo hace evidente el hecho de que se apareciera completamente vestido. Cuando Jesús fue colocado en la tumba no estaba vestido, sino simplemente envuelto en vendas de lino fino. Después de su resurrección, estas vendas se quedaron en la tumba. Por eso, tal como Jesús tuvo que materializar ropa, también tuvo que asumir carne para hacerse físicamente visible a sus discípulos.—Luc. 23:53; Juan 19:40; 20:6, 7.
Con esta información como fondo, podemos apreciar que el que a Jesús se le llame el “Hijo del hombre” aun después de haberse ido al cielo no podría referirse a que él tuviera el cuerpo de una criatura humana en los cielos. (Hech. 7:56) Una profecía mesiánica que dice que él recibe poder regio de su Padre lo llama “alguien como un hijo del hombre.” (Dan. 7:13, 14) Por consiguiente, aunque ofreció el sacrificio que se requería al entregar su naturaleza humana, Jesucristo retiene la designación mesiánica de “Hijo del hombre.” De modo similar, Jesucristo lleva el título de “el Cordero” porque entregó su vida en sacrificio. (Rev. 21:22) Obviamente ese título no describe su apariencia o naturaleza en los cielos.
Así, las Escrituras en conjunto dan testimonio de que Jesús no resucitó como hombre de carne y sangre, sino como gloriosa persona de la región espiritual.