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  • ¿Por qué meditar?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 15/8 págs. 485-486

¿Por qué meditar?

SE NECESITA tiempo para meditar, es decir, para reflexionar, cavilar o pensar seriamente en cuanto a un asunto. Pero es tiempo bien empleado. La meditación cuidadosa en cosas sanas produce un galardón excelente.

La Biblia suministra excelentes pautas en cuanto a asuntos en los cuales correctamente deberíamos ocuparnos en pensar. Leemos: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas.”—Fili. 4:8.

Cuando una persona hace de esas cosas edificantes el objeto de su meditación continua, esto tiene buen efecto en su corazón. Aumenta su comprensión de lo correcto de esos asuntos nobles, y el individuo llega a estar más consciente de que el obrar en armonía con lo que medita produce buen efecto en él mismo y en sus semejantes. Como resultado de esto, lo que dice y hace se acerca cada vez más a la norma de pureza y limpieza de Dios. Estas palabras de Jesús muestran esto: “El hombre bueno del buen tesoro de su corazón produce lo bueno, pero el hombre inicuo produce lo que es inicuo de su tesoro inicuo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.”—Luc. 6:45.

En armonía con esto, mientras más se concentre un individuo en asuntos edificantes, positivos, más se reflejará esto en su habla y acciones. Es tal como dice el proverbio bíblico: “El corazón del justo medita para responder, pero la boca de los inicuos hace salir burbujeando cosas malas.” (Pro. 15:28) La meditación provechosa sirve para impedir que uno dé respuestas desequilibradas, sin sentido. No estará diciendo simplemente lo que le venga a la cabeza. En cambio, pesará todos los factores que tengan que ver con el asunto de que se trata, considerando las circunstancias y sentimientos de otros individuos, antes de contestar sobre asuntos de peso. Entonces su respuesta sincera será una respuesta que no le pesará posteriormente.

Además de contribuir así a que conservemos buenas relaciones con nuestro semejante, la meditación desempeña un papel esencial en mantenernos en excelente posición ante el Creador. Por lo tanto, como los salmistas inspirados, hacemos bien en utilizar ocasiones de quietud y soledad para meditar en las cualidades y actividades de Jehová Dios. Declaró el salmista David: “Cuando me he acordado de ti sobre mi canapé, durante las vigilias de la noche medito en ti. Porque tú has resultado ser de ayuda para mí, y en la sombra de tus alas clamo gozosamente.” (Sal. 63:6, 7) Otro salmista declaró: “Ciertamente meditaré en toda tu actividad, y en tus tratos sí me interesaré intensamente.”—Sal. 77:12.

Todos los que desean ser siervos aprobados de Dios pudieran preguntarse: ¿Empleo tiempo yo, como los salmistas, en meditar en el Creador y su actividad? ¿Reflexiono con aprecio en lo que ha hecho para mí... al suministrar a su Hijo como rescate, abrir mi corazón para que respondiera a su verdad, ayudarme a hacer frente a los problemas cotidianos de la vida, darme una esperanza sólida para el futuro, y mucho más? ¿Pienso en sus tratos del pasado con la humanidad y en la manera en que demostró amor, misericordia, justicia, sabiduría y tantas otras cualidades admirables?

Esa meditación sana puede profundizar el amor que le tenemos a Jehová Dios. Por consiguiente, nuestra relación será como la de un niño que ama a su padre y confía en él y quiere agradarle. Nuestra relación con nuestro Padre celestial será personal, es decir, realmente lo conoceremos a él y a su Hijo dado por Él a favor nuestro. Cuando esto suceda, será una imposibilidad el que nos hagamos practicantes voluntarios del pecado. El apóstol Juan señaló esto cuando escribió tocante al efecto de conocer y de no conocer a Jesucristo: “Todo el que permanece en unión con él no practica pecado; nadie que practica pecado lo ha visto ni ha llegado a conocerlo.”—1 Juan 3:6.

Los hijos que aman y aprecian intensamente a sus padres no se vuelven malignamente contra ellos. Así también, los que conocen a Dios y a su Hijo Jesucristo no les vuelven la espalda, siguiendo deliberadamente un proceder que sea contrario a la voluntad divina.

Por otra parte, una relación débil con el Creador puede conducir a grave peligro. Sí, el no meditar en asuntos espirituales puede resultar en que uno pierda la aprobación y bendición de Dios. Jesucristo señaló esto en su ilustración acerca del sembrador. Explicando esa ilustración, dijo a sus discípulos: “Los de a lo largo del camino son los que han oído, luego viene el Diablo y quita la palabra de su corazón para que no crean y sean salvos. Los de sobre la masa de roca son los que, cuando la oyen, reciben la palabra con gozo, mas éstos no tienen raíz; creen por un tiempo, pero en tiempo de prueba se apartan. En cuanto a lo que cayó sobre los espinos, éstos son los que han oído, pero, por ser arrebatados por las inquietudes y las riquezas y los placeres de esta vida, son completamente ahogados y no llevan nada a perfección.”—Luc. 8:12-14.

En cada una de las tres situaciones que describió Jesucristo hubo insuficiente aprecio de corazón a la “palabra de Dios” o la “palabra del reino.” (Mat. 13:19; Luc. 8:11) La corriente del tránsito produjo el suelo endurecido a lo largo del camino. De modo similar, cuando alguien permite que otros transiten por su vida a tal grado que le exijan demasiado de su tiempo y energías, estará demasiado preocupado para dar consideración sincera alguna a la “palabra de Dios.” Aunque la oiga, el no meditar en ella le mantendrá el corazón en condición de no estar dispuesto a responder. En lo que toca a las otras dos circunstancias, ellas, también, son el resultado de no meditar suficientemente en las cosas correctas. De aquí que la medida de aprecio que se desarrolla por la “palabra del reino” no sea lo suficientemente fuerte como para aguantar pruebas severas ni para eclipsar preocupaciones en cuanto a inquietudes cotidianas ni los deseos de riquezas o placeres.

De seguro tenemos buena razón para apartar tiempo para meditar en cosas sanas. Esta meditación puede fortalecer nuestra relación con el Creador y hacer que podamos permanecer limpios a sus ojos. También puede contribuir mucho a que seamos una fuente de estímulo y bendición a otros tanto de palabra como de hecho.

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