El Sermón del Monte... ‘Sea perfecto’: Ame a sus enemigos
DESPUÉS de declarar que los que le escuchaban ‘no deberían resistir al que es inicuo,’ Jesús añadió: “Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo.’”—Mat. 5:39, 43.
Los que estaban presentes en la ocasión del Sermón del Monte eran judíos que habían ‘oído’ el mandato de Dios: “No debes tomar venganza ni tener inquina contra los hijos de tu pueblo; y tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.”—Lev. 19:18.
Sin embargo, los líderes religiosos de Israel daban énfasis al hecho de que las expresiones “los hijos de tu pueblo” y “tu prójimo” se referían solo a los judíos. También daban énfasis al hecho de que otros mandatos de la ley de Dios exigían que los israelitas permanecieran separados de otros pueblos. (Deu. 7:1-4) Aunque esto se refería a lo separado de Israel como nación respecto a otros grupos nacionales, con el tiempo surgió el punto de vista de que todos los no judíos eran ‘enemigos,’ que habían de ser odiados como individuos. Un ejemplo de esta actitud se puede ver por la siguiente declaración de La Mishna:
“No se dejará ganado en los mesones de los gentiles, puesto que se sospecha que cometen bestialidad; ni quedará una mujer a solas con ellos, puesto que están bajo sospecha de lascivia; ni quedará un hombre a solas con ellos, puesto que están bajo sospecha de derramar sangre. La hija de un israelita no ayudará a una mujer gentil a dar a luz, puesto que estaría ayudando a dar a luz una criatura para la idolatría, pero una gentil puede ayudar a la hija de un israelita. La hija de un israelita no amamantará a la criatura de una gentil, pero una gentil puede amamantar a la criatura de la hija de un israelita dentro del dominio de éste.”—Tratado Abodah Zarah (“Idolatría”) 2:1.
“Sin embargo, yo les digo,” declaró Jesús haciendo un contraste refrescante: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen.” (Mat. 5:44) Aquí vemos más evidencia de que el Hijo de Dios vino, ‘no a destruir, sino a cumplir’ la Ley escrita de Dios, porque aquella Ley mandaba tratamiento considerado, bondadoso, para los extranjeros.—Mat. 5:17; Éxo. 22:21; 23:4, 5; Lev. 19:33, 34; Deu. 10:19.
Pero Jesús no tenía la intención de limitar este principio a enemigos gentiles de Israel. Deseaba que sus seguidores obraran amorosamente para con toda persona que les mostrara hostilidad. Escribiendo especialmente para los no judíos, Lucas registra de la siguiente manera las palabras de Jesús: “Mas les digo a ustedes que escuchan: Continúen amando a sus enemigos, haciendo bien a los que los odian, bendiciendo a los que los maldicen, orando por los que los insultan.”—Luc. 6:27, 28.
Según Jesús, los que estaban ‘escuchando,’ es decir, realmente tomando en serio sus dichos, tenían que hacer frente a un aspecto triple del odio con una correspondiente expresión triple de amor: (1) ‘Hacer bien a los que los odian,’ por medio de responder a los sentimientos de animosidad del enemigo con obras bondadosas. (2) Si el odio estalla en insulto verbal, ‘bendecir a los que los maldicen.’ En vez de devolver maldición por maldición, los seguidores de Jesús deben hablar con bondad y consideración a los que se les oponen. (3) Si la enemistad se extiende hasta más allá del abuso verbal y efectivamente es ‘persecución’ de los discípulos de Cristo por medio de violencia física u otro tratamiento ‘insultante,’ deben ‘orar por’ los perseguidores, y suplicar amorosamente a Dios que los opositores cambien de opinión y entren en el favor de Dios.—Compare con Romanos 12:14-21; 1 Corintios 4:12; 1 Pedro 3:8, 9.
Jesús entonces dio una poderosa razón para mostrar amor a los enemigos de uno: “Para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos.” (Mat. 5:45a) Para el beneficio de sus lectores gentiles, Lucas reemplaza la frase: “su Padre que está en los cielos,” con “el Altísimo.”—Luc. 6:35a.
Las personas que prestan atención al consejo de Jesús llegan a ser “hijos” de Dios en el sentido de que lo imitan por medio de reflejar su benevolencia imparcial para con amigo y enemigo igualmente. (Compare con Mateo 5:9; Efesios 4:31-5:2; 1 Juan 3:9-12.) Dios da el ejemplo perfecto porque “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45b); “es bondadoso para con los ingratos e inicuos.”—Luc. 6:35b.
Para dar énfasis a lo importante que sería el que sus oyentes ‘continuaran amando a sus enemigos,’ Jesús añadió: “Porque si aman a los que los aman, ¿qué galardón tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa también la gente de las naciones?”—Mat. 5:46, 47.
Las personas que desean imitar a Dios no deben limitar sus expresiones de amor a individuos que pagan de la misma manera. Esto no merecería ningún “galardón” o favor especial ante Dios. Hasta los “recaudadores de impuestos” estaban acostumbrados a desplegar amor a los que los amaban, aunque los judíos consideraban a éstos como personas que estaban entre la gente más despreciable.—Luc. 5:30; 7:34.
El saludo común entre los israelitas incluía la palabra shalom (“paz”), que daba a entender un deseo de que la persona a quien se saludaba tuviera salud, bienestar y prosperidad. El limitar tal saludo a personas a las que se consideraba “hermanos” no sería “cosa extraordinaria,” porque algo similar podía observarse entre “gente de las naciones,” a quienes los judíos consideraban impíos, inmundos y personas a las cuales evitar.
El evangelio de Lucas, escrito con consideración para los que no eran judíos, reemplaza las expresiones “recaudadores de impuestos” y “gente de las naciones” (que en este contexto solo tendrían significado para judíos) con el término más general “pecadores.” Leemos: “Y si ustedes aman a los que los aman, ¿de qué mérito les es a ustedes? Porque hasta los pecadores aman a los que los aman a ellos. Y si hacen bien a los que les hacen bien, realmente, ¿de qué mérito les es a ustedes? Hasta los pecadores hacen lo mismo. También, si prestan sin interés a aquellos de quienes esperan recibir, ¿de qué mérito les es? Hasta los pecadores prestan sin interés a los pecadores para que se les devuelva otro tanto.”—Luc. 6:32-34.
Jesús concluyó esta porción del Sermón del Monte con la declaración: ‘“Ustedes en efecto tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto.”—Mat. 5:48.
Esto no es un mandato para que los discípulos de Jesús lleguen a ser física y moralmente intachables, porque en la actualidad eso es imposible debido al pecado heredado. (Rom. 3:23; 5:12) Más bien, estas palabras estimulan a la gente a imitar al “Padre celestial,” Jehová, por medio de perfeccionar su amor, haciendo que llegue a la medida plena y completándolo por medio de incluir a sus enemigos en su alcance. En armonía con esto, el relato paralelo de Lucas dice: “Continúen haciéndose misericordiosos, así como su Padre es misericordioso.”—Luc. 6:36.