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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/2 págs. 9-10

El Sermón del Monte... ‘Acumulen tesoros en el cielo’

DESPUÉS de su consejo acerca de que era necesario evitar la hipocresía en la adoración, Jesús consideró el lazo del materialismo. Empezó diciendo: “Dejen de acumular para ustedes tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el moho consumen, y donde ladrones entran por fuerza y hurtan.”—Mat. 6:19.

Jesús conocía bien la tendencia humana de confiar en una acumulación de cosas materiales. Dio a sus oyentes la amonestación de ‘dejar’ de hacer aquello, puesto que los tesoros terrestres no tienen valor duradero. Sean vestiduras costosas, dinero u otros artículos materiales, estas cosas valiosas acumuladas pueden sufrir deterioro. Por ejemplo, ‘las polillas’ pueden arruinar telas valiosas; los metales preciosos pueden sucumbir al “moho.” (Compare con Santiago 5:1-3.) Hasta antes de que comience el deterioro hay peligro de robo. En la antigua Palestina los ladrones ‘entraban por fuerza y hurtaban’ por medio de abrirse una grieta para ello a través de las paredes de barro o de yeso de las casas.

Por eso, Jesús declaró: “Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni polilla ni moho consumen, y donde ladrones no entran por fuerza y hurtan.” (Mat. 6:20) Uno puede acumular tesoros incorruptibles por medio de hacerse un registro de obras excelentes “en el cielo” (es decir, ante Dios). Con relación a esto el apóstol Pablo dio a los cristianos acaudalados la amonestación de que “trabajen en lo bueno, que sean ricos en obras excelentes, que sean liberales, listos para compartir, atesorando para sí mismos con seguridad un fundamento excelente para el futuro, para que logren asirse firmemente de la vida que lo es realmente.”—1 Tim. 6:17-19; Tito 3:8.

Jesús dio como razón para evitar el materialismo esto: “Porque donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón.” (Mat. 6:21) El “tesoro” de uno es lo que uno considera verdaderamente valioso. En esto uno pone su “corazón,” el asiento de los motivos, deseos y afectos. Si el tesoro que le roba el corazón a uno es simplemente lo que este mundo puede ofrecer, eso le causa daño a la relación de uno con Dios, quien requiere servicio de “corazón completo.”—1 Cró. 28:9; Mat. 22:37.

Para ayudar a los que le escuchaban a evitar el lazo del materialismo, Jesús presentó dos ilustraciones. Empezó la primera diciendo: “La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará brillante.”—Mat. 6:22.

Es apropiado llamar al ojo “la lámpara del cuerpo,” puesto que la luz llega al centro visual del cerebro por medio de los ojos. En vez de estar continuamente saltando de un lugar a otro para avistar todo objeto que se presenta a la vista, el ‘ojo sencillo’ enfoca la mirada en una sola cosa. En sentido figurado, aquello en lo cual el individuo ‘fija su ojo’ como objeto de intensa concentración y meditación afecta su personalidad entera. Si la meta principal de uno en la vida es hacer la voluntad de Dios, ‘todo su cuerpo estará brillante.’ En todo aspecto de la vida uno reflejará una iluminación que glorifica a Dios y beneficia a su congénere humano.—Compare con Proverbios 4:18, 25-27; Mateo 5:14-16.

“Pero si tu ojo es inicuo,” continuó Jesús, “todo tu cuerpo estará oscuro.” (Mat. 6:23a) El ‘ojo inicuo’ enfoca la atención con anhelo codicioso en cosas incorrectas. (Note Mateo 5:28; 2 Pedro 2:14.) Para el que hace que lo principal en su vida sea buscar las riquezas de este mundo, ‘todo su cuerpo estará oscuro.’ Una meta materialista de esa índole lleva a conducta incorrecta que manifiesta oscuridad espiritual en todo aspecto de la vida. “Los que están determinados a ser ricos,” escribe el apóstol Pablo, “caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y haciendo esfuerzos por realizar este amor algunos han sido descarriados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.”—1 Tim. 6:9, 10.

Mostrando la seriedad de esto, Jesús dijo en seguida: “Si en realidad la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande oscuridad es ésa!” (Mat. 6:23b) Como seres humanos tenemos la imperfección en nosotros desde el nacimiento. (Rom. 5:12) Sin embargo, la condición de uno empeora si uno da dirección incorrecta a las facultades que tiene para adquirir iluminación (el ojo figurativo). El codicioso anhelar de riquezas mancha todo aspecto de la vida de uno. (Pro. 28:20) “¡Cuán grande,” exclamó Jesús, es la “oscuridad” de aquellos cuyo amor a los tesoros materialistas los conduce a empujar a un lado los asuntos espirituales!—Mat. 13:22.

Jesús añadió entonces una segunda ilustración: “Nadie puede servir como esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno y despreciará al otro.”—Mat. 6:24a.

Los que estaban escuchando el Sermón del Monte estaban familiarizados con la esclavitud, que era regulada por la ley mosaica. (Éxo. 21:2; Lev. 25:39-46) El dueño de un esclavo podía esperar que su esclavo hiciera cuanto a cabalidad pudiera en su servicio. (Compare con Lucas 17:7-10.) Es interesante el hecho de que en La Mishna se consideran los derechos del “esclavo que pertenece a condueños,” lo que indica que a veces un esclavo podía estar sujeto a dos amos. Acerca de las palabras de Jesús respecto a esto, leemos en el Theological Dictionary of the New Testament (Diccionario teológico del Nuevo Testamento):

“Mat. 6:24 y Luc. 16:13 presuponen la posibilidad de que un esclavo tuviera dos dueños que hubieran hecho inversiones iguales en él y por lo tanto tuvieran derechos iguales a sus servicios. Esta es una situación que podía existir y existía. De hecho, había esclavos a quienes un amo ponía en libertad, pero otro no, de modo que eran mitad libres y mitad esclavos. Por supuesto, en tal relación [de servidumbre doble] era casi imposible el que el esclavo desplegara la misma devoción a ambos, especialmente cuando los deseos e intereses de éstos pudieran variar muy ampliamente. Jesús expresó esto en el lenguaje de sus contemporáneos y Su pueblo al decir que el esclavo [amaría] a un amo y [odiaría] al otro, es decir, que le tendría menos apego.”

Jesús remachó el punto de esta ilustración al decir: “No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las Riquezas.” (Mat. 6:24b) Esta declaración no condena el poseer riquezas, sino que, más bien, da énfasis al hecho de que uno no puede ‘servir como esclavo’ a las riquezas y a la misma vez dar a Dios la devoción exclusiva que él requiere. El que verdaderamente ama a Dios y desea servirle de manera aceptable, ciertamente tiene que ‘despreciar’ la esclavitud que es el resultado de hacer que los tesoros en la Tierra sean la meta principal de uno en la vida.

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