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  • Los apriscos y el Pastor

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  • Los apriscos y el Pastor
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
w88 1/11 págs. 8-9

La vida y el ministerio de Jesús

Los apriscos y el Pastor

JESÚS está en Jerusalén al tiempo de la fiesta de la Dedicación, o Hanuká, una fiesta que celebra la nueva dedicación del templo a Jehová. En 168 a.E.C., unos 200 años antes, Antíoco IV Epífanes había capturado a Jerusalén y profanado el templo y su altar. Sin embargo, tres años después Jerusalén fue reconquistada y el templo fue dedicado de nuevo. Después hubo una celebración anual de la nueva dedicación.

Esta fiesta de la Dedicación se efectúa el 25 de Kislev, el mes judío que corresponde a la última parte de noviembre y la primera parte de diciembre de nuestro calendario moderno. Por eso, solo quedan poco más de cien días hasta la trascendental Pascua de 33 E.C. Porque es la estación del tiempo frío, el apóstol Juan la llama “invierno”.

Jesús ahora usa una ilustración en la que menciona tres apriscos y Su papel como el Pastor Excelente. Él identifica con el arreglo del pacto de la Ley de Moisés el primer aprisco de que habla. La Ley servía como una cerca que separaba a los judíos de las prácticas corruptoras de los que no estaban en este pacto especial con Dios. Jesús explica: “Muy verdaderamente les digo: El que no entra en el aprisco de las ovejas por la puerta, sino que trepa por otra parte, ese es ladrón y saqueador. Pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas”.

Otros habían venido y alegado que eran el Mesías o Cristo, pero no eran el verdadero pastor de quien Jesús pasa a hablar: “A este le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz, y él llama a sus propias ovejas por nombre y las saca fuera. [...] A un extraño de ningún modo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”.

El “portero” del primer aprisco era Juan el Bautizante. Como portero, Juan ‘le abrió’ a Jesús al identificarlo ante las ovejas simbólicas que Jesús sacaría a pastar. Con el tiempo, estas ovejas que Jesús llama por nombre y saca son admitidas en otro aprisco, como él explica: “Muy verdaderamente les digo: Yo soy la puerta de las ovejas”, es decir, la puerta a un nuevo aprisco. Cuando Jesús instituye el nuevo pacto con sus discípulos y desde el cielo derrama espíritu santo sobre ellos en el Pentecostés siguiente, a ellos se les admite en este nuevo aprisco.

Jesús sigue explicando su papel, así: “Yo soy la puerta; cualquiera que entra por mí será salvo, y entrará y saldrá y hallará pastos. [...] Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia. [...] Yo soy el pastor excelente, y conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, así como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y yo entrego mi alma a favor de las ovejas”.

Poco tiempo antes Jesús había consolado a sus seguidores con estas palabras: “No teman, rebaño pequeño, porque su Padre ha aprobado darles el reino”. Este rebaño pequeño, que con el tiempo cuenta con 144.000 miembros, entra en este nuevo, o segundo, aprisco. Pero Jesús pasa a mencionar: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas también tengo que traer, y escucharán mi voz, y llegarán a ser un solo rebaño, un solo pastor”.

Puesto que las “otras ovejas” “no son de este redil”, tienen que ser de otro redil, un tercer redil. Estos últimos dos rediles o apriscos de ovejas tienen diferentes destinos. El “rebaño pequeño” de un redil gobernará con Cristo en el cielo, y las “otras ovejas” del otro redil vivirán en la Tierra paradisíaca. Sin embargo, a pesar de estar en dos rediles, las ovejas no tienen celos unas de otras, ni sienten que se hallan separadas, porque, como dice Jesús, ‘llegan a ser un solo rebaño’ bajo “un solo pastor”.

El Pastor Excelente, Jesucristo, da de buena gana su vida por los dos rediles de ovejas. “La entrego por mi propia iniciativa —dice—. Tengo autoridad para entregarla, y tengo autoridad para recibirla de nuevo. El mandamiento acerca de esto lo recibí de mi Padre.” Cuando Jesús dice esto, se produce una división entre los judíos.

Muchos entre la muchedumbre dicen: “Demonio tiene, y está loco. ¿Por qué le escuchan?”. Pero otros responden: “Estos no son dichos de un endemoniado”. Entonces, evidentemente refiriéndose a que unos dos meses atrás él había curado al hombre que había nacido ciego, añaden: “Un demonio no puede abrir los ojos a los ciegos, ¿verdad?”. (Juan 10:1-22; 9:1-7; Lucas 12:32; Revelación 14:1, 3; 21:3, 4; Salmo 37:29.)

◆ ¿Qué es la fiesta de la Dedicación, y cuándo se celebra?

◆ ¿Cuál es el primer aprisco, y quién es su portero?

◆ ¿Cómo le abre el portero al Pastor, y en qué se admite después a las ovejas?

◆ ¿Quiénes componen los dos rediles del Pastor Excelente, y cuántos rebaños llegan a ser?

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