La mejor ayuda para conocer el futuro
Por alguien que halló el camino a la vida
LA RELIGIÓN desempeñaba un papel importante en la vida de mi familia. Mi padre era judío, y aunque se había convertido al catolicismo para casarse con mi madre, todavía respetaba mucho la Biblia. Mi madre vino de una familia muy aferrada a las tradiciones católicas... dos hermanas suyas eran monjas, un primo era monseñor y dos sobrinos eran frailes.
Durante la segunda guerra mundial, las inquietudes, los temores y la constante amenaza de que se le deportara a un campo de concentración por ser judío provocaron la muerte prematura de mi padre. Mi madre, quien creía firmemente en la doctrina de la inmortalidad del alma, empezó a asistir a sesiones espiritistas para comunicarse con mi padre.
La religión tradicional seguía siendo parte de mi vida cuando alcancé la mayoría de edad. Seguí siendo “buena católica”. Pero el catolicismo no podía explicarme qué futuro me esperaba. ¿A quién podía acudir para averiguarlo?
Como mi madre había hecho en el pasado, yo también acudí a médium espiritistas. Puesto que comenzaban cada sesión con la señal de la cruz y oraciones, yo estaba completamente convencida de que las cosas extrañas que veía provenían de Dios. En aquel tiempo, por mi deseo de aliviar los sufrimientos de otras personas, me uní a una asociación católica que organizaba viajes al santuario mariano de Lourdes, donde los enfermos esperaban curación milagrosa.
Nunca oí de los testigos de Jehová sino hasta un día en que mi esposo aceptó dos revistas, que me parecieron muy interesantes. Lo que más me impresionó fue que los comentarios de las revistas estaban apoyados por la Biblia. Enseguida vi que estas publicaciones eran muy útiles para llegar a conocer la Palabra de Dios. Escribí por una suscripción a ambas revistas. Los testigos de Jehová me visitaron, y empecé a estudiar la Biblia.
Las verdades bíblicas que empecé a aprender me entusiasmaron mucho, y hablé de ellas a mis amistades. Me sorprendió la reacción de una amiga —la que organizaba las peregrinaciones religiosas— cuando le dije que estudiaba la Biblia con los Testigos. Se enojó muchísimo y habló tan mal de ellos que decidí irme. Después tuve que encararme a la oposición de mi esposo. (Mateo 10:36.) Se me hizo difícil al principio, pero mientras más aplicaba lo que aprendía, mejor fue haciéndose mi vida de familia. En 1977 me bauticé.
Comprendí que jamás habría hallado el camino a la vida si los testigos de Jehová no se hubieran interesado en ayudarme a aprender las maravillosas verdades bíblicas. Sabía que yo también tenía la obligación de hacer cuanto pudiera para ayudar a otros a conocer a Jehová y su maravilloso propósito en cuanto al futuro. ¿Cómo lo haría? La mejor manera era sirviéndole de tiempo completo. Puesto que vivía en una casa en desunión religiosa, esto no se me hizo fácil. Pero confié en el apoyo y la guía de Jehová, y me refugié en él. Ahora me siento más feliz que nunca al servir como precursora regular. Y estoy más convencida que nunca de que “Jehová es bueno” y de que cualquiera “que se refugia en él” es feliz. (Salmo 34:8.)