BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w91 1/7 págs. 20-23
  • ‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • ‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • Mi servicio en Betel
  • La Escuela del Ministerio Teocrático
  • Como superintendente viajante
  • Encuentro una compañera
  • Testigo de las bendiciones de Jehová
  • Sigo en espera del día de Jehová
  • Declaran las buenas nuevas sin aflojar el paso (1942 - 1975)
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
  • Adónde me ha llevado el ministerio de tiempo completo
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2014
  • El servicio a Jehová ha enriquecido mi vida
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2001
  • Mi vida en la organización que Jehová dirige por su espíritu
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1988
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1991
w91 1/7 págs. 20-23

‘Vivo teniendo presente el día de Jehová’

SEGÚN LO RELATÓ LYLE REUSCH

HASTA donde llega mi memoria del pasado, nuestra vida de familia giraba en torno a una profunda creencia en el nuevo mundo de justicia que ha de venir. Mis padres nos leían de la Biblia en cuanto a ‘los nuevos cielos y la nueva tierra’ y a que ‘la vaca y la osa se alimentarán juntas, el león comerá paja justamente como el toro y un simple niñito los dirigirá’. Hacían que aquello sonara tan real que yo me imaginaba que era aquel simple niñito. (2 Pedro 3:11-13; Isaías 11:6-9.)

En los años noventa del siglo pasado, August Reusch, mi abuelo, aprendió las verdades básicas de la Biblia por correspondencia con Charles T. Russell. Abuelo predicó extensamente en los alrededores de su hogar en el territorio noroeste del Canadá, en lo que ahora es Yorkton, Saskatchewan. Vez tras vez aconsejó a sus hijos: “Muchachos, estén alerta, ¡el año 1914 va a ser muy importante!”. La convicción de que el día de Jehová estaba cerca inculcó en mi padre un sentido de urgencia que continuó con él durante toda su vida, y que ha dominado mi modo de vivir.

Mis padres eran la personificación de la hospitalidad. Un grupo de estudio de la Ecclesia de los Estudiantes de la Biblia de Saskatoon, Saskatchewan, se reunía regularmente en nuestra casa. Ministros viajantes (conocidos como peregrinos) con frecuencia se alojaban en nuestro hogar. Mi hermano Verne, mi hermana Vera y yo nos beneficiamos espiritualmente de estas visitas. Siempre había un sentido de realidad con relación al mensaje del Reino, y una necesidad urgente de darlo a conocer a otros. (Mateo 24:14.) Poco me imaginaba yo que en el futuro dedicaría la mayor parte de mi vida a continuar con el trabajo de estos peregrinos, sirviendo como superintendente viajante de los testigos de Jehová.

En 1927 mi padre decidió mudar a nuestra familia a Berkeley, California. Después, en 1933, durante lo peor de la depresión financiera, terminé mis estudios de escuela secundaria. Mi hermano Verne y yo consideramos una dicha conseguir trabajo en la fábrica de automóviles Ford Motor Company, en Richmond, California. Sin embargo, cierto día durante la primavera de 1935 medité así: ‘Si tengo que trabajar duro, lo mejor es que trabaje duro por lo que sí vale la pena’. Aquel día entregué mi renuncia a la compañía y el día siguiente escribí a la Sociedad y pedí una solicitud para servir en Betel, la sede mundial de los testigos de Jehová en Brooklyn, Nueva York. Después de asistir a la emocionante asamblea de Washington, D.C., en junio de 1935, fui aceptado para servir en Betel.

Mi servicio en Betel

Nathan Knorr, el superintendente de la fábrica, me asignó trabajo de mantenimiento con relación al edificio. Yo era todo el departamento que haría aquel trabajo. Me sentía muy importante, pues solo tenía 20 años. En mi asignación podía ir a cualquier lugar de la fábrica, y nadie cuestionaba lo que yo hacía. El hermano Knorr, aunque apreciaba mi trabajo, discernió que yo tenía que corregir algo en mi actitud. Siguió tratando de influir en mí para que fuera más humilde.

Sin embargo, pasó un buen tiempo antes de que yo comprendiera que el hermano Knorr de veras estaba tratando de ayudarme. Por eso le pedí disculpas por mi actitud y le dije que estaba resuelto a mejorar. Aquello fue el comienzo de una larga y afectuosa relación con el hermano Knorr, quien en enero de 1942 llegó a ser el tercer presidente de la Sociedad Watch Tower.

Además de trabajar en mantenimiento, aprendí a manejar la mayoría de las máquinas de encuadernación o a servir como ayudante en su manejo. Después trabajé en la oficina expidiendo órdenes de trabajo a toda la fábrica. La primavera y el verano del año 1943 fueron tiempos emocionantes en que estuvimos especialmente ocupados. El mundo se hallaba en medio de la II Guerra Mundial, y los testigos de Jehová aguantaron hostigamiento, arrestos y sentencias de prisión por toda clase de acusaciones injustas. En 1940 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos dictó que las escuelas podían exigir de los estudiantes el saludo a la bandera. Esto causó una ola de violencia en 44 de los 48 estados. Hijos de Testigos fueron echados de las escuelas, algunos padres fueron arrestados, y chusmas echaron de sus pueblos a los Testigos. Algunos Testigos fueron heridos de bala, otros fueron cubiertos con brea y plumas.

Al defenderse los testigos de Jehová en los tribunales, una gran cantidad de papeles en la forma de mandatos judiciales, expedientes y documentos escritos por el personal jurídico de la Sociedad pasaron por mi escritorio en camino a ser impresos. Todos trabajamos muchas horas extraordinarias para terminar a tiempo con aquel trabajo. Las decisiones resultantes del Tribunal Supremo estadounidense en mayo y junio de 1943 —cuando 12 de 13 casos se decidieron a favor de los testigos de Jehová— han formado parte de los anales de la historia jurídica. Agradezco haber podido observar directamente cómo Jehová abrió el camino para defender y establecer legalmente las buenas nuevas. (Filipenses 1:7.)

La Escuela del Ministerio Teocrático

En algunos aspectos no estábamos completamente equipados en aquellos días para llevar a cabo la obra enorme predicha en Mateo 24:14, a saber, ‘predicar las buenas nuevas del Reino en toda la tierra antes que venga el fin’. El hermano Knorr, como presidente de la Sociedad, vio que era necesario establecer un programa educativo. Junto con otros hermanos de la familia de Betel, recibí una invitación para matricularme en el “Curso Avanzado en el Ministerio Teocrático”. Con el tiempo este curso se convirtió en la Escuela del Ministerio Teocrático, que ha estado funcionando en las congregaciones de los testigos de Jehová desde 1943.

El lunes 16 de febrero de 1942 por la noche nos congregamos en la sala de reuniones de la familia de Betel, y el hermano Knorr dio el primer discurso de instrucción. Su tema fue “Manuscritos de la Biblia”. El hermano T. J. Sullivan fue el superintendente de la escuela, y nos dio consejo para ayudarnos a progresar. Con el tiempo recibí la asignación de servir de superintendente de la escuela de Betel, lo cual consideré un gran privilegio. Pero de nuevo llegó el tiempo para que recibiera disciplina.

En cierta ocasión fui demasiado crítico y no mostré el respeto apropiado al aconsejar a un hermano mayor, y por eso el hermano Knorr me dijo francamente: “Nadie agradece que lo traten con rudeza”. Después que el hermano Knorr me hizo ver el asunto con claridad y las orejas se me enrojecieron de vergüenza, sus grandes ojos castaños se enternecieron. Con voz bondadosa leyó Salmo 141:5, que en la Traducción del Nuevo Mundo dice hoy: “Si me golpeara el justo, sería una bondad amorosa; y si me censurara sería aceite sobre la cabeza; que mi cabeza no querría rehusar”. He usado ese mismo texto muchas veces cuando he tenido la responsabilidad de dar consejo y corrección a otros.

Antes de que se estableciera la Escuela del Ministerio Teocrático, pocos de nosotros teníamos la oportunidad de hablar en público. Cuando el hermano Rutherford murió, el hermano Knorr se esforzó intensamente por hacerse apto como orador. Mi cuarto en Betel estaba directamente debajo de su habitación, y yo podía oírlo practicar sus discursos. Docenas de veces leyó en voz alta el discurso público “Paz... ¿será duradera?” antes de pronunciarlo en la asamblea de Cleveland en 1942.

Como superintendente viajante

Después que serví 13 años en Betel, el hermano Knorr me asignó a servir en el campo como superintendente de distrito. Al darme instrucciones en cuanto a mi nueva asignación, dijo: “Lyle, ahora tienes la oportunidad de observar personalmente cómo Jehová trata con su pueblo”. Con estas palabras presentes, y dos maletas en las manos, empecé mi carrera de superintendente viajante el 15 de mayo de 1948. Antes de servir como superintendente de distrito, serví como superintendente de circuito por algunos meses.

La primera compañía o congregación en la que serví fue una congregación rural pequeña de Waseca, Minnesota. Yo le había escrito a Dick Cain, el siervo de compañía (como se llamaba entonces al superintendente presidente), para que me recibiera en la estación del tren. Él era precursor especial y, para disminuir los gastos, acababa de mudarse del cuarto alquilado donde había pasado el invierno a su vivienda veraniega, una tienda de campaña. No obstante, ¡el mes de mayo no es exactamente tiempo de verano en Minnesota! Aquella noche, temblando de frío en la tienda de campaña, me pregunté si podría acostumbrarme a aquella clase de vida. Enfermé con un fuerte resfriado que me duró varias semanas, pero sobreviví.

Durante aquellos primeros años me alojaba en los hogares de los hermanos al visitar las diferentes congregaciones y circuitos, pues no tenía un lugar fijo donde quedarme. Estuve en toda clase de alojamientos, lo cual incluyó dormir en el piso de algunas cocinas, en sofás en las salas y en áticos calientes que no tenían ventilación. En varias ocasiones me hospedé en hogares donde algún miembro de la familia se oponía a nuestras creencias. En Wisconsin el esposo incrédulo de una hermana me miró airadamente toda la semana mientras yo entraba y salía de la casa. Una noche llegó borracho a la casa y le oí amenazar con “dispararle a ese fulano de tal”, y entonces llegué a la conclusión de que era tiempo de marcharme. Pero las experiencias desagradables fueron comparativamente pocas, y solo hacían más interesantes mis asignaciones. Después me divertía el recordar aquellas experiencias.

Encuentro una compañera

Lo recuerdo muy bien. En una asamblea de circuito en Tiffin, Ohio, conocí a una joven bonita de ojos castaños llamada Leona Ehrman, de Fort Wayne, Indiana. Ella también había sido criada en la fe cristiana y había sido precursora fiel por varios años. Puesto que yo viajaba constantemente, la situación no se prestaba para el noviazgo, pero nos mantuvimos en comunicación por correspondencia. Entonces, en 1952, le pregunté: “¿Quieres casarte conmigo?”, y ella dijo: “¡Sí, quiero!”. Así que nos casamos. Muchas veces nos han preguntado por qué nunca nos hemos establecido en algún lugar, con hogar y familia, pero nosotros respondemos que sí tenemos una familia: hermanos, hermanas, padres y madres en unos 44 estados donde hemos servido. (Marcos 10:29, 30.)

Otros nos han preguntado: ‘¿No se han cansado alguna vez, y deseado dejar su asignación?’. Sí; más de una vez. Pero entre los dos, cuando uno se siente desanimado el otro lo sostiene. En cierta ocasión hasta le escribí a mi hermano Verne y le pregunté sobre la posibilidad de trabajar con él en su negocio de pintar. Él me contestó que a menudo había deseado eso, pues éramos muy allegados mientras nos criábamos. Con todo, me aconsejó que meditara cuidadosamente sobre mi decisión. Entonces recordé las palabras que el hermano Knorr decía a menudo a la familia de Betel: “No exige mucho esfuerzo el darse por vencido; pero exige ánimo e integridad el permanecer en la asignación de uno”. Aquello seguía siendo buen consejo.

Ningún superintendente viajante casado pudiera permanecer en su asignación sin una esposa leal que le diera apoyo, como lo ha hecho Leona en mi caso. Su personalidad amable y amorosa, y su disposición alegre, le han ganado el cariño de miles de personas en las congregaciones que hemos visitado. Nunca me canso de decirle cuánto la quiero. Y estoy seguro de que eso contribuye a que ella persevere en la obra.

Testigo de las bendiciones de Jehová

El trabajo principal del superintendente de distrito se concentra en la asamblea de circuito, donde cada semana sirve como presidente, orador público y superintendente de la escuela. La bendición de Jehová sobre este arreglo es patente, pues de los centenares de asambleas de circuito que he supervisado, ninguna se ha tenido que cancelar. Es cierto que en algunas se presentaron estorbos, pero ninguna fue cancelada.

En Wooster, Ohio, en la primavera de 1950, al anunciar el cántico de conclusión para la sesión del sábado por la noche, una chusma de más de mil opositores se congregó frente al teatro donde celebrábamos la asamblea. La chusma había traído cajas de huevos podridos para tirárnoslos cuando saliéramos. Así que estudiamos la situación y extendimos el programa con cánticos, experiencias y discursos bíblicos improvisados. Los 800 Testigos se mantuvieron calmados y pacientes.

A las 2.00 de la mañana la temperatura era extremadamente baja. Como en preparación para salir, los acomodadores sacaron las mangueras y empezaron a lavar la acera del frente para quitar los huevos que habían caído sobre ella. La chusma se formó otra vez, pues salieron de la cómoda estación de autobuses que estaba allí cerca. Pero los acomodadores habían hecho aquello solo para distraerlos, y los concurrentes salieron silenciosamente por la puerta de atrás. Todos llegaron a sus autos sin contratiempo. Hubo también ataques por chusmas en otras asambleas de Ohio: en Canton, Defiance y Chillicothe. Pero la violencia por chusmas menguaba, pues las decisiones que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos tomaba a favor de nosotros empezaron a tener efecto en los desaforados.

Con el tiempo se me hizo necesario un cambio por problemas de salud. Así que a mediados de los años setenta la Sociedad bondadosamente me asignó a servir como superintendente de circuito en una zona del sur de California donde no hay grandes distancias entre las congregaciones y se me hace más fácil conseguir tratamiento médico. Mientras que las responsabilidades del superintendente de distrito requieren viajar más extensamente y atender y supervisar muchos circuitos, las del superintendente de circuito envuelven organizar las asambleas de circuito y asignar y ensayar las partes del programa. Además, es necesario organizar y conducir cursos de la Escuela del Servicio de Precursor. Por lo tanto, el trabajo de los superintendentes viajantes —sea de distrito o de circuito— es trabajo de tiempo completo, una vida remuneradora.

Sigo en espera del día de Jehová

Hasta donde puedo recordar, desde hace más de 70 años siempre he tenido un agudo sentido de urgencia. Siempre he pensado que el Armagedón pudiera desatarse pasado mañana. (Revelación 16:14, 16.) Al igual que mi padre, y su padre antes de él, he vivido como exhortó el apóstol: “Teniendo muy presente la presencia del día de Jehová”. Siempre he considerado el nuevo mundo prometido como una ‘realidad aunque ahora no se contemple’. (2 Pedro 3:11, 12; Hebreos 11:1.)

Esta expectativa inculcada en mí desde la infancia se realizará pronto. “La vaca y la osa mismas pacerán”, “el león comerá paja justamente como el toro” y “un simple muchachito será guía sobre ellos”. (Isaías 11:6-9.) Estas promesas alentadoras están garantizadas por las palabras que Jehová comunicó a Juan en Revelación 21:5: “Aquel que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Mira!, voy a hacer nuevas todas las cosas’. También, dice: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas’”.

[Fotografía de Lyle y Leona Reusch en la página 23]

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir