¡Bauticen, bauticen, bauticen! ¿Por qué?
“EN UN mes bauticé más de diez mil personas, [...] hombres [...,] mujeres y familia.” Estas palabras las escribió el misionero jesuita Francisco Javier al relatar su obra en el reino de Travancor (India). “En cada lugar dejo las oraciones escritas en su lengua [...]. Acabado de hacer esto en un lugar, voy a otro, y de esta manera ando de lugar en lugar haciendo cristianos.” (Cartas y escritos de San Francisco Javier, BAC, 1953, documento 48.)
Muy impresionado por las cartas de Francisco Javier, el rey Juan de Portugal ordenó que se leyeran desde todos los púlpitos de su reino. La carta de enero de 1545 hasta fue aprobada para la imprenta. ¿Con qué resultado? “No pasó mucho tiempo antes de que la mitad de los estudiantes de Europa, ‘hincándose de rodillas y derramando ardientes lágrimas’, clamaran pidiendo ir a la India a convertir paganos”, escribe Manfred Barthel en su libro The Jesuits—History & Legend of the Society of Jesus. Añade: “Parece que en ese tiempo a muchos no se les ocurría que hacía falta algo más que un par de hisopos y una bolsa de tratados para convertir a todo un reino”.
¿Qué lograron realmente estas conversiones en masa? El jesuita Nicolas Lancilloto remitió a Roma este informe realista: “La mayoría se bautiza con segundas intenciones. Los esclavos de los árabes y los hindúes esperan obtener la libertad al hacerlo, conseguir que se les proteja de un amo tiránico o simplemente recibir una túnica nueva o un turbante nuevo. Muchos lo hacen por librarse de algún castigo. [...] Se considera loco a todo el que busca la salvación en nuestras doctrinas llevado de su propia convicción. Muchos apostatan y vuelven a sus anteriores doctrinas paganas poco después de bautizarse”.
Los exploradores europeos de aquella época compartían el deseo de convertir paganos y bautizarlos. Cristóbal Colón bautizó a los primeros “indios” que halló en el Caribe. “La política oficial de la Corona española situaba en primer plano la conversión de la población nativa —explica The Oxford Illustrated History of Christianity—. A finales del siglo XVI, los 7.000.000 de indígenas del Imperio español eran, siquiera de nombre, cristianos. De las estadísticas de conversiones con que contamos (Pedro de Gante, familiar del emperador Carlos V que se había unido a los misioneros, dijo haber bautizado en un solo día a 14.000 personas con un solo ayudante), deducimos que no era posible ningún tipo de instrucción preliminar profunda.” Estas conversiones superficiales solían ir acompañadas de trato cruel, brutal, sí, despótico, a los nativos.
La importancia dada al bautismo animaba a los exploradores y misioneros a continuar. En 1439 el papa Eugenio IV promulgó un decreto en el Concilio de Florencia que decía: “El Santo Bautismo es el primero de los sacramentos, ya que es la puerta por donde entramos a la vida espiritual; pues por este venimos a ser miembros de Cristo y se nos incorpora a la Iglesia. Dado que por el primer hombre la muerte entró a todos, a menos que renazcamos del agua y del Espíritu Santo, no podemos entrar en el reino del Cielo”.
Sin embargo, surgieron disputas sobre quiénes administraban el bautismo válido. “Como también era el rito fundamental de entrada en la comunidad eclesial, varias iglesias rivales se apresuraron a tomarlo como prerrogativa, afirmando cada una ser ortodoxa y acusando a las demás de herejía y cisma. Era inevitable que las diversas sectas modificaran los ritos bautismales”, señala The Encyclopedia of Religion.
La práctica del bautismo, no obstante, antecede al cristianismo. Se usó en Babilonia y en el antiguo Egipto, donde se creía que las frías aguas del Nilo aumentaban las fuerzas y conferían la inmortalidad. Los griegos también creían que el bautismo podía regenerar o inmortalizar al iniciado. El bautismo era el rito de iniciación de la secta judía de Qumrán. Los gentiles que se convertían al judaísmo tenían que circuncidarse y siete días después bautizarse por inmersión ante testigos.
Es evidente que en el transcurso de los siglos se ha dado mucha importancia al bautismo. Pero ¿qué ocurre en la actualidad? ¿Es necesario en la época moderna? Si lo es, ¿por qué? Es más, ¿debe usted bautizarse?