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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1998
w98 1/8 pág. 30

Preguntas de los lectores

Según Mateo 17:20, los apóstoles no pudieron curar a un niño de su dolencia “por su poca fe”. En Marcos 9:29, sin embargo, se relaciona el incidente con la necesidad de orar. ¿Por qué dan motivos diferentes las narraciones de los distintos Evangelios?

En realidad, las dos narraciones se complementan, no se contradicen. En primer lugar, dirijámonos a Mateo 17:14-20. Un hombre le dijo a Jesús que tenía un hijo epiléptico y que sus discípulos no habían podido curarlo. Entonces Jesús lo sanó expulsando al demonio que lo hostigaba. Los discípulos le preguntaron por qué ellos no pudieron lograrlo. Según el relato de Mateo, Jesús contestó: “Por su poca fe. Porque en verdad les digo: Si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, dirán a esta montaña: ‘Transfiérete de aquí allá’, y se transferirá, y nada les será imposible”.

Ahora leamos Marcos 9:14-29, donde se dan más detalles. Por ejemplo, Marcos 9:17 aclara que en este caso era un espíritu malvado el responsable de los ataques epilépticos. Es de interés notar que en otros lugares la Biblia indica que Jesús curó a epilépticos y a endemoniados (Mateo 4:24). En este caso concreto, un “espíritu mudo y sordo”, es decir, un demonio, era el causante de los ataques, como lo confirma el médico Lucas (Lucas 9:39; Colosenses 4:14). Fijémonos en la frase “dondequiera que [el demonio] lo prende”, que se halla en Marcos 9:18. De ella se desprende que el demonio no hostigaba al niño continuamente, sino solo en ocasiones. Pese a ello, los discípulos no pudieron expulsarlo y curar así al muchacho. Cuando le preguntaron por qué, Jesús respondió: “Este género con nada puede salir salvo con oración”.

Sin embargo, una lectura detenida de la narración de Marcos muestra que no existe ningún conflicto con el relato de Mateo. En Marcos 9:19 leemos que Jesús se lamentó por la falta de fe de aquella generación. Y el versículo 23 da cuenta de lo que le dijo al padre del muchacho: “¡Todas las cosas son posibles para uno si tiene fe!”. De modo que también Marcos subraya la importancia de la fe, solo que en el versículo 29 añade el comentario de Jesús sobre la oración, que ni Mateo ni Lucas mencionan.

Por consiguiente, ¿a qué conclusión llegamos? Tanto los doce apóstoles como los 70 discípulos expulsaron espíritus inicuos en ocasiones (Marcos 3:15; 6:13; Lucas 10:17). Pero esta vez los discípulos no pudieron hacerlo. ¿Por qué? Cuando recopilamos los pormenores que se dan en los distintos relatos, hemos de concluir que en este caso no estaban preparados. Es posible que el problema se debiera en parte al tipo de demonio implicado, puesto que, al parecer, los espíritus malignos pueden diferir entre sí en personalidad, intereses e incluso facultades. Para expulsar a este se requería una fe particularmente fuerte y orar a Dios con fervor pidiéndole ayuda. Por supuesto, Jesús tenía esa clase de fe. También contaba con el respaldo de su Padre, el Oidor de la oración (Salmo 65:2). Realmente tenía la potestad de curar al niño expulsando al demonio que lo hostigaba, y así lo hizo.

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