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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2007
w07 1/5 págs. 30-31

Preguntas de los lectores

¿Cuándo termina el llamamiento de los cristianos a una esperanza celestial?

La Biblia no da una respuesta concreta a esta pregunta. Lo que sí sabemos es que el ungimiento de los discípulos de Jesús con esperanza de recibir una herencia celestial comenzó en el año 33 de nuestra era (Hechos 2:1-4). Ahora bien, tras la muerte de los apóstoles, el “trigo” —los verdaderos cristianos ungidos— y la “mala hierba” —los falsos cristianos— ‘crecieron juntos’ (Mateo 13:24-30). Luego, para finales del siglo XIX, los cristianos ungidos volvieron a hacerse notar por su actividad, y en 1919 comenzó a cosecharse “la mies de la tierra”, lo que incluía reunir a los últimos ungidos (Revelación [Apocalipsis] 14:15, 16).

Desde finales del siglo XIX y hasta 1931, el principal propósito de la predicación fue reunir a los miembros restantes del cuerpo de Cristo. En 1931, los Estudiantes de la Biblia adoptaron el nombre bíblico de testigos de Jehová, y en el número del 15 de noviembre de 1933 de The Watchtower (correspondiente a los números de mayo y junio de 1934 de La Torre del Vigía) se explicó que dicho nombre singular correspondía al “denario” de la parábola de Jesús que aparece en Mateo 20:1-16. Se pensaba que las doce horas de la parábola representaban los doce años transcurridos de 1919 a 1931. Así, durante muchos años se creyó que la llamada al Reino celestial había terminado en 1931 y que los llamados a ser herederos junto con Cristo durante 1930 y 1931 habían sido “los últimos” (Mateo 20:6-8). No obstante, en 1966 se dio una explicación modificada de esta parábola, y quedó claro que no tenía nada que ver con el fin del llamamiento de los ungidos.

Para 1935 se llegó a la conclusión de que “la gran muchedumbre” de Revelación 7:9-15 estaba compuesta de “otras ovejas”, es decir, cristianos con esperanza terrenal que aparecerían en el escenario mundial en “los últimos días” y que, como grupo, sobrevivirían al Armagedón (Juan 10:16; 2 Timoteo 3:1; Revelación 21:3, 4). De ese año en adelante, la obra de hacer discípulos se centró en reunir a esa gran muchedumbre; se creía, sobre todo después de 1966, que el llamamiento celestial había terminado en 1935. Esto parecía quedar confirmado por el hecho de que casi todos los bautizados de 1935 en adelante sentían que su esperanza era terrenal. A partir de entonces se creyó que si alguien recibía el llamamiento a la esperanza celestial era para reemplazar a algún cristiano ungido que se hubiera hecho infiel.

Es completamente cierto que si un ungido se aparta del camino de la verdad y no se arrepiente, Jehová llama a otra persona para que ocupe su lugar (Romanos 11:17-22). Sin embargo, parece que no han sido muchos los verdaderos cristianos ungidos que se han hecho infieles. Por otra parte, al pasar el tiempo, algunos cristianos que se bautizaron después de 1935 han recibido testimonio del espíritu santo de que tienen esperanza celestial (Romanos 8:16, 17). Por tanto, parece que no se puede dar una fecha específica de cuándo termina el llamamiento de los cristianos a la esperanza celestial.

¿Cómo deberíamos ver a la persona que ha determinado en su corazón que ahora forma parte de los ungidos y comienza a participar de los emblemas en la Conmemoración? No se le debería juzgar. Es un asunto entre Jehová y esa persona (Romanos 14:12). Con todo, los verdaderos cristianos ungidos no exigen atenciones especiales. No creen que por el hecho de ser ungidos posean “conocimientos especiales”, superiores a los que incluso ciertos miembros con experiencia de la gran muchedumbre pudieran tener. No piensan que se les haya concedido necesariamente más espíritu santo que a sus compañeros de las otras ovejas. Tampoco esperan un trato especial ni afirman que participar de los emblemas los coloque por encima de los ancianos nombrados de la congregación. Recuerdan humildemente que algunos varones ungidos del siglo primero no satisfacían los requisitos para ser ancianos o siervos ministeriales (1 Timoteo 3:1-10, 12, 13; Tito 1:5-9; Santiago 3:1). Algunos cristianos ungidos incluso estaban débiles espiritualmente (1 Tesalonicenses 5:14). Y las hermanas, aunque fueran ungidas, no enseñaban en la congregación (1 Timoteo 2:11, 12).

Por consiguiente, tanto los cristianos ungidos como sus compañeros de las otras ovejas se esmeran por conservar su fortaleza espiritual, cultivando el fruto del espíritu y trabajando por la paz de la congregación. Todos los cristianos, sean de los ungidos o de las otras ovejas, trabajan duro en la obra de predicar las buenas nuevas y hacer discípulos bajo la dirección del Cuerpo Gobernante. Y mientras la voluntad de Jehová sea que le sirvan en la Tierra, los ungidos se sienten contentos de hacer esta obra.

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