Trabajando con una buena conciencia ante Dios y los hombres
COMO siervos devotos de Jehová debemos ser un pueblo industrioso, ‘que haga con sus manos lo que es buen trabajo, para tener algo que distribuir a alguien que tenga necesidad.’ (Efe. 4:28) Mientras participamos en labor productiva, nuestro deseo debería ser asegurarnos de que nuestro empleo no esté en conflicto con los principios bíblicos. De otro modo, no podríamos cumplir con la amonestación inspirada que dice: “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová.”—Col. 3:23.
Aunque nuestro interés principal está en ser agradables a los ojos de Dios, también deberíamos tomar en consideración a nuestros congéneres humanos. Deseamos evitar lo que pudiera ofender innecesariamente a éstos o pudiera suscitar crítica u oprobio contra las “buenas nuevas.”—Compare con 2 Corintios 4:2.
Junto con esto, tenemos que ver nuestro empleo desde un punto de vista que armonice con la realidad. Como en otras actividades de la vida, no podemos evitar todo encuentro o relación con los avarientos, practicantes de extorsión, idólatras y fornicadores de este mundo. De otro modo, como escribió el apóstol inspirado, ‘realmente tendríamos que salirnos del mundo.’—1 Cor. 5:9, 10.
Posiblemente el cristiano trabaje para un patrono que no sea completamente honrado. Pero, siempre que el cristiano no participe personalmente en prácticas incorrectas ni las promueva, no se hace responsable por ellas debido a su empleo. Por ejemplo, no se esperaría razonablemente que una secretaria dictara juicio sobre toda declaración que le dictara su patrono para que ella transcribiera lo dictado en cartas. Ella tiene que dejar que él lleve la responsabilidad por cualquier falta de veracidad o falta de equidad en lo que él dicte. Pero si la falta de honradez de él alcanza un grado tan extremo que su negocio adquiere grave descrédito, la conciencia de ella pudiera impulsarla a buscar otro empleo.
En realidad, todo lo que tiene que ver con este mundo pecaminoso tiene algunos rasgos indeseables. Esto, pues, exige que usemos discernimiento para determinar qué es verdaderamente objetable para el trabajador cristiano y qué —aunque en algunos respectos no sea plenamente deseable— sin embargo es permisible desde el punto de vista bíblico.
El propio ejemplo de Dios
Es una guía para nosotros en adoptar un punto de vista equilibrado sobre el empleo el ejemplo que Jehová Dios da en su actitud para con la humanidad. “Él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.” (Mat. 5:45) Dios no ha puesto a los inicuos bajo la limitación de tener escasamente lo esencial para la vida. Hasta ha sido generoso al permitirles beneficiarse de sus provisiones.—Hech. 14:17.
Al no discriminar entre los justos y los inicuos en cuanto a que reciban el beneficio de sus provisiones, ¿se hace Dios culpable de aprobar o excusar la idolatría, la fornicación, el latrocinio y cosas parecidas que practican los inicuos? Obviamente no, como él ha mostrado en lo que ha hecho en el Diluvio y en otras ocasiones de juicio divino. Tampoco los estimula por ello a seguir adelante en prácticas desaforadas. No hay conexión clara ni enlace directo entre el hecho de que ellos se beneficien del sol, la lluvia, el viento y otras provisiones y sus prácticas pecaminosas. En realidad, por su bondad inmerecida para con los inicuos, Jehová Dios mantiene pacientemente una base atractiva que le sirve para exhortar a los injustos a abandonar sus caminos erróneos y volverse a él.—Rom. 2:4-6; Eze. 33:11.
Por lo tanto, los siervos de Dios pueden con buena conciencia prestar muchos servicios humanos a personas mundanas sin discriminación. Después de todo, esas criaturas humanas son propiedad de Dios y Cristo, puesto que todas han sido compradas con la sangre preciosa del Hijo de Dios. (Mat. 20:28; 1 Tim. 2:5, 6) Aunque no toda persona responde, el deseo de Dios es que todas se arrepientan y adquieran salvación, no que perezcan. (2 Ped. 3:9) Por eso, apropiadamente tratamos a nuestro prójimo de la humanidad en armonía con ese hecho. También nos gobernamos por el principio que dice: “Todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos.” (Mat. 7:12) Nosotros apreciamos el que la gente no discrimine contra nosotros en el suministro de alimento, ropa, abrigo, transportación y otras cosas esenciales en la forma de mercancías y servicios. A nuestra vez, deberíamos estar dispuestos a prestar servicios comunes a otros.—Rom. 13:8-10.
Las cuestiones principales
Está claro que hay una diferencia entre hace trabajo que beneficie a la gente solo como congéneres humanos y trabajo que directamente fomente o directamente apoye prácticas incorrectas. La cuestión principal es: “¿Es en sí mismo el trabajo o actividad que se ha de ejecutar un acto condenado por la Palabra de Dios? O, si no lo es, ¿está, no obstante, tan directamente enlazado con esas prácticas bajo condena que haría que los que efectuaran tal trabajo fueran verdaderos cómplices o promovedores de la mala práctica?” En esos casos es seguro que la conciencia cristiana haría que los cristianos rechazaran tal empleo.
Por ejemplo, nosotros no queremos que otra personas cometan violencia contra nosotros, nos envenenen el cuerpo, nos atraigan a cometer inmoralidad o a participar en adoración idolátrica. Ciertamente, pues, no podríamos participar en la fabricación, venta ni promoción de cosas que estuvieran específicamente diseñadas con estos fines, tales como drogas perjudicialmente esclavizadoras, material pornográfico, imágenes para idolatría y cosas similares. ¿Cómo podríamos enseñar a otros que el uso de esas cosas es incorrecto bíblicamente y al mismo tiempo trabajar en producirlas directamente o promover su uso? Ese trabajo sería incorrecto en sí mismo.
Otro trabajo pudiera ser un trabajo apropiado en sí mismo, pero de todos modos malo por formar parte de una operación o actividad incorrecta. El ser cajero o cajera es en sí mismo empleo apropiado. Pero, ¿qué hay si uno sirviera de cajero en un garito o casa de juego? La práctica de jugar por dinero no está en armonía con la Palabra de Dios, que condena la avaricia y manda el efectuar trabajo honrado y productivo. (1 Cor. 6:9, 10; Efe. 4:28; 1 Tes. 4:11, 12) Aunque el cajero quizás no jugara de hecho, al modo que lo haría uno que llevara la baraja, ¿no envolvería el trabajo de esta persona la venta de las fichas de jugar que forman parte esencial de lo que se hace allí? ¿No sería esto también cierto del individuo cuyo trabajo consistiera en la reparación y mantenimiento del equipo de juego, como las máquinas de servicio automático para jugar, las ruletas y cosas similares? Está claro que hay un enlace directo entre el trabajo que se hace y la actividad incorrecta misma.
Equilibrando nuestro punto de vista sobre el empleo
Pero si el empleo consiste en trabajo que en sí mismo no es incorrecto desde el punto de vista bíblico y no está conectado directamente con prácticas incorrectas, pudiera haber otros factores que el cristiano tendría que pesar para tomar una decisión en la cual gobierne la conciencia.
Por ejemplo, el trabajar como cocinero en un restaurante es un empleo honrado, pues el alimento es algo que todas las criaturas humanas usan y necesitan en común. Pero, ¿qué hay si uno trabajara para una cadena de restaurantes y uno de éstos estuviera ubicado dentro de los terrenos de un hipódromo? El servir de maestro de escuela es empleo apropiado. Pero, ¿qué hay si la escuela fuera propiedad de una organización religiosa que no fuera genuinamente cristiana? El trabajar de criada o sirvienta es también empleo apropiado. Pero, ¿qué hay si los deberes de la sirvienta exigieran que ella trabajara en una casa que se encontrara en un sector designado para propósitos que estuvieran en oposición a los principios que se declaran en Isaías 2:4?
El jugar en un hipódromo no depende del alimento. La escuela que es posesión de la organización religiosa quizás no exija que el maestro enseñe religión falsa; pudiera ser que la escuela usara libros de texto suministrados por el gobierno y hasta pudiera estar bajo supervisión gubernamental. El trabajo de la criada o sirvienta pudiera ser simplemente trabajo de limpiar, planchar y cocinar. ¿Pondría entonces tal trabajo al cristiano en la posición de poder ser expulsado de la congregación? Consideremos unos ejemplos bíblicos.
En los casos mencionados el individuo está trabajando en propiedad de organizaciones que practican lo que no es bíblico. Pero, ¿significa esto en sí mismo que ese trabajo debe ser condenado? Uno pudiera recordar la exhortación de “sálganse de entre ellos, y sepárense . . . y dejen de tocar la cosa inmunda.” (2 Cor. 6:17) ¿Hemos de entender que esto significa que el terreno mismo o los edificios que esas organizaciones poseen contaminan? ¿O no son en realidad las prácticas mismas de esas organizaciones lo que es ‘inmundo’ a la vista de Dios?
Las apariencias externas no son siempre los factores determinantes. Por ejemplo, Naamán el sirio se resolvió a ‘ya no ofrecer ofrenda quemada o sacrificio a ningún otro dios sino solo a Jehová.’ Sin embargo, en su puesto de siervo del rey de Asiria, parte del trabajo de Naamán consistía en entrar en el templo del dios falso Rimón con el rey y sostener al rey (que evidentemente estaba en condición de debilidad) mientras éste se inclinaba ante el ídolo. Parece que Naamán había ejecutado este servicio con alguna regularidad. Sin embargo, cuando expresó preocupación de conciencia por este asunto, Eliseo el profeta de Dios respondió: “Vete en paz.” (2 Rey. 5:15-19) Es verdad que un observador pudiera suponer, por lo que veía, que Naamán era adorador del dios falso Rimón. Pero si hablara con aquel hombre descubriría que no era así.
Considere, además, el ejemplo de Jesucristo. En su actividad de predicar y enseñar él ayudó a personas de las cuales se sabía que eran pecadores. ¿Restringió él tal asociación a los lugares públicos, y rehusó ir a los hogares de los pecadores a comer con ellos para no dar así la apariencia de estar excusando voluntariamente la vida pecaminosa de aquellas personas? No. Sin embargo, algunos, como los fariseos, que eran extremadamente escrupulosos en aquellos asuntos, pero que carecían de misericordia y compasión, atribuyeron un significado incorrecto a esta asociación de Jesús con aquellas personas, y comunicaron a otros la impresión de que Jesús estaba pasando por alto voluntariamente los males que los pecadores cometían. (Luc. 15:1, 2; 19:7) Pero Jesús dejó que su enseñanza y su proceder en la vida demostraran la falsedad de aquellas suposiciones erróneas. En armonía con el ejemplo de Jesús, nosotros debemos ejercer cuidado para no juzgar a otros sencillamente por las apariencias externas, suponiendo que el que estén empleados en ciertos lugares constituye necesariamente un hacerse la vista gorda ante la comisión de males.—Rom. 14:4.
Intensa preocupación por el efecto en otros
¿Significa esto que los cristianos no tienen que dar consideración alguna a factores como el lugar en que se encuentre su empleo, el tipo de organización que lo emplea y la apariencia que esto presente a los ojos de otros? No, porque esa falta de consideración sería otro extremo que hay que evitar.
El consejo inspirado del apóstol Pablo a los cristianos de Corinto nos ayuda a captar el punto de vista equilibrado a este respecto. Aunque Pablo no está considerando empleos, presenta principios que aplican a ellos también. En las carnicerías corintias se vendía carne que venía de animales que habían sido ofrecidos en sacrificio a ídolos. Al comprar aquella carne, ¿estaría dejando de ‘huir de la idolatría’ el cristiano y, por pagar por la carne, se haría culpable de apoyar tal idolatría? ¿Lo haría inmundo el comer aquella carne? Pablo señaló que no sucedía así, puesto que “a Jehová pertenecen la tierra y lo que la llena.” Al considerar la carne como realmente de Jehová y darle gracias por ella, el cristiano mostraría que no consideraba al ídolo como realmente un dios, ni lo adoraba. Podía comer con conciencia limpia. Al mismo tiempo Pablo aconsejó a los corintios que no usaran su libertad de tal manera que la conciencia de otro pudiera resultar herida.—1 Cor. 10:14, 18-33.
Antes en su carta el apóstol había señalado que no toda persona vería este asunto tan claramente. (1 Cor. 8:4-8) Por eso Pablo dijo lo siguiente a aquellos cuyas conciencias sí les permitían comer aquella carne: “Sigan vigilando que esta autoridad suya no venga a ser de algún modo tropiezo para los que son débiles. Porque si alguien te viera a ti, el que tiene conocimiento, reclinado a una comida en un templo de ídolos, ¿no será edificada la conciencia de aquel que es débil hasta el grado de comer alimentos ofrecidos a ídolos?”—1 Cor. 8:9, 10.
El apóstol no dice que el comer la carne en los terrenos del templo de ídolos era en sí mismo un pecado que mereciera expulsión. Pero había un peligro inherente en tal acto. Si fuera visto por otra persona que lo considerara como algo que daba a entender que voluntariamente se excusaba el mal de la adoración falsa, la conciencia de aquella persona pudiera envalentonarse a regresar a las prácticas de la adoración falsa. Por eso, aunque el acto en sí mismo no era malo, el pasar por alto la conciencia de otras personas hasta el punto de realmente hacer que tropezaran y abandonaran el camino de la vida sería ‘pecar contra Cristo,’ quien murió como rescate para tales personas.—1 Cor. 8:11-13.
Al aplicar estos mismos principios al empleo, podemos ver que aunque cierto trabajo no sea por sí mismo incorrecto, ni trabajo tal que pueda ser claramente definido como uno que hace del que lo efectúa un cómplice en la práctica misma de un mal, el cristiano todavía se interesará en evitar hacerse causa de tropiezo para otros. Por ejemplo, pudiera ser posible que un cristiano hubiese trabajado en un restaurante que hubiese estado situado enfrente de un hipódromo. Probablemente la mayoría de los clientes eran personas que frecuentaban el hipódromo. Más tarde, pudiera haber sucedido que al restaurante se le hubiera presentado la oportunidad de alquilar un lugar en los mismos terrenos del hipódromo, y posiblemente hubiera transferido su funcionamiento a aquel lugar. El trabajo del cristiano hubiera seguido siendo el mismo, sencillamente el trabajo honrado de suministrar comidas, y probablemente los clientes del restaurante fueran, con pocas excepciones, los mismos. Sin embargo, en la mente de algunas personas ahora pudiera haber un enlace entre el empleo del cristiano y la práctica del juego. He aquí otro ejemplo: Una casa de juegos pudiera tener un restaurante en su local y suministrar comidas a costo bajo para atraer a los jugadores. Por eso el cristiano querría considerar toda relación posible de una cosa con la otra a este respecto y ponderar sobre el asunto concienzudamente. Él no querría envalentonar la conciencia de algunos de modo que participaran en el juego, y si llegara a descubrir que su trabajo resultara en esto, sin duda su conciencia lo impelería a buscar otro empleo. Su interés, pues, estaría en no llegar a ser una fuente de verdadero tropiezo para otros, y esto, por supuesto, dependería en grado considerable de a qué profundidad los afectara la apariencia de las cosas. Además, el cristiano debería considerar el efecto que tendría en él mismo el trabajar en alrededores indeseables, encarándose a presiones que quisieran llevarlo a envolverse en prácticas incorrectas.
Pero, ¿qué hay si el trabajo que se hace no es de tal clase que en sí mismo esté conectado con prácticas incorrectas, pero la fuente de pago viene de una organización que está principalmente ocupada en actividades que no son bíblicas? De nuevo la conciencia del cristiano tiene que considerar cuidadosamente el asunto y el efecto que tenga el que el pago le venga de tal organización. Por ejemplo, un restaurante pudiera hallarse al lado de una casa de juego y con el transcurso del tiempo la casa de juego quizás comprara el restaurante. De entonces en adelante los empleados pudieran recibir su paga de la casa de juego, quizás con cheques de ésta. Eso es verdad, pero lo que se efectuara en el restaurante pudiera continuar exactamente como antes. Por eso, de nuevo el cristiano empleado allí, aunque reconocería que su trabajo en sí mismo no haría de él una persona que excusara el juego por dinero ni lo haría cómplice de esto, querría considerar cuidadosamente su situación y el efecto de ésta en otros. Su decisión estaría regida por lo serio que fuera ese efecto. Lo mismo sería cierto de un maestro de escuela que enseñara alguna asignatura como matemáticas en una escuela que fuera propiedad de una organización religiosa de la cristiandad. Aunque no estuviera contribuyendo al esparcimiento de la adoración falsa en su enseñanza, el maestro consideraría el efecto de su empleo en otros y se regiría por lo que descubriera que fueran los resultados de esto.
Por las Escrituras parece patente que el pago de dinero por un cristiano a una persona u organización del mundo por mercancías o servicios o, viceversa, el recibo de dinero por un cristiano de esa persona u organización no significa automáticamente que el cristiano esté apoyando o excusando el mal en que esa persona u organización participe. Como ya se ha visto, los cristianos podían comprar carne que procediera de templos paganos. Los templos paganos se beneficiaban monetariamente. Esto no era por contribución directa, sino indirectamente por la venta de la carne.
Aunque la fuente del pago por el trabajo honrado efectuado por el cristiano no determinaría por sí misma lo correcto o incorrecto de su empleo, a este respecto él debería mostrar la misma preocupación y cautela que se ha visto en los ejemplos que se han dado anteriormente con relación a dónde se encuentra ubicado el trabajo de uno. El deseo del cristiano siempre sería dar adelanto a la causa de la verdad y la difusión de las buenas nuevas, no causarle estorbo a esto innecesariamente. Además, uno debe considerar el efecto que esto tenga en uno mismo, el asunto de si las circunstancias de su empleo pudieran resultarle perjudiciales a uno mismo, de modo que quizás fueran un riesgo espiritual o una seria tentación hacia el participar en hacer lo malo. El cristiano no puede dejar que su odio de lo que es malo se debilite y afloje, porque esto conduciría a actos de transigir con lo incorrecto y el efectivamente participar en lo que es malo.—Heb. 1:9.
“Si tiene dudas”
En muchos campos de la vida, incluso el empleo, tenemos que permitir que nuestra conciencia, iluminada por la Palabra de Dios y su espíritu, nos guíe. Otro miembro de la congregación cristiana pudiera aceptar cierto tipo de empleo sin agitación de conciencia en cuanto a lo apropiado de éste. Pero nuestra propia conciencia pudiera hacer que tuviéramos dudas. ¿Deberíamos pasar por alto estas dudas y dejar que la conciencia de la otra persona decida para nosotros? El apóstol Pablo suministra la respuesta inspirada en su consideración acerca del comer carne, al decir: “Si tiene dudas, ya es condenado si come, porque no come por fe. En realidad, todo lo que no es por fe es pecado.” (Rom. 14:23) Así, cuando uno se siente incómodo en cuanto a cierto trabajo y no puede quedar satisfecho en cuanto a lo correcto de desempeñarlo según su propia conciencia, actúa sabiamente al efectuar un cambio de trabajo. Así evita pecar en el sentido de ir contra su conciencia, hiriéndola. Al mismo tiempo la incertidumbre de uno y sus “cuestiones de duda interna” en cuanto a lo correcto de cierto empleo no debería hacer que uno se pusiera a criticar a otros, provocando disputas innecesariamente o juzgando a otros como violadores de la ley de Dios cuando no hay evidencia bíblica clara que indique tal cosa.—Rom. 14:1-5.
Hacemos bien en tener presente que los problemas en cuanto a lo que es empleo aceptable no son cosa nueva. Hoy los sistemas mundanos y la gente en general están pasando por alto los mismos principios justos que pasaron por alto hace siglos, en el día de los apóstoles y antes. Sin embargo, la Biblia no suministra una larga lista de reglas en cuanto a lo que es aceptable o no en lo que se refiere a empleos. Fundamentalmente, la Biblia nos suministra tres factores que deben considerarse: (1) ¿Es el trabajo mismo definitivamente incorrecto, por consistir en actividad que en sí misma sea pecaminosa porque viole las leyes morales de Dios o contribuya directamente a la violación de tales leyes? (2) ¿Es probable que los observadores reciban la impresión clara de que los cristianos están aprobando lo que es incorrecto y probablemente tropiecen, envolviéndose ellos mismos en hacer lo incorrecto? (3) ¿Tiene el cristiano personalmente dudas acerca de su empleo?
La responsabilidad de la congregación
En el caso en que un hermano tiene un empleo que claramente viola la ley de Dios, la congregación y sus ancianos correctamente se interesan en el asunto. Donde el trabajo o un producto de éste esté condenado en las Escrituras o sea de tal índole que haga que uno sea un cómplice o promovedor de un mal, los ancianos primero deben esforzarse por ayudar a la persona a ver lo incorrecto de su proceder. En esos casos en que la conexión es clara y evidente, debería ser posible aclararle a la persona lo que la Biblia dice y permitirle ver por qué ciertamente le aplica. Sin embargo, el ayudar a la persona a entender el asunto y a dar consideración junto con oración a lo que se le ha llamado a la atención pudiera requerir varias conversaciones con ella, quizás dentro del transcurso de algunas semanas. Si se establece definitivamente que su empleo viola los principios cristianos y sin embargo la persona insiste en continuar en ese empleo, puede ser expulsada de la congregación.
¿Qué hay de los casos en los cuales el empleo mismo no es incorrecto, pero, debido al lugar donde está el empleo, la fuente de pago, o factores similares, pudieran producir una impresión indeseable en la mente de algunos observadores? En estos casos los ancianos deben ejercer cuidado para que la propia conciencia de ellos no dicte a otros lo que deben hacer, como si los ancianos fueran ‘amos sobre la fe de los otros.’ (2 Cor. 1:24) El amo de una casa puede decirles a otros qué trabajo pueden hacer y qué trabajo no pueden hacer. Pero los ancianos reconocen a Dios y Cristo como los amos sobre la congregación cristiana y dejan que la palabra de ellos determine las cosas. Donde no hay un precedente claro en las Escrituras, los ancianos dejan que la fe del cristiano individual se exprese como lo dicte la conciencia de ése.
En los casos en que el trabajo que haga un miembro de la congregación, aunque no sea en sí mismo una actividad antibíblica, de todos modos haga surgir dudas, los ancianos pueden considerar esto con la persona del caso, pueden señalarle los peligros o riesgos inherentes envueltos en la situación; pueden considerar cualquier posible causa de tropiezo que exista para otros. Pueden señalar las ventajas de mantenerse a distancia saludable de lo que pudiera ser una situación “al borde” de lo incorrecto. Y si la situación se desarrolla hasta el punto de causar considerable perturbación dentro de la congregación o ser fuente de comentario adverso por parte de la gente de afuera, quizás decidan que a tal persona no se le debe usar de manera ejemplar en la congregación. Porque lo que es ‘lícito’ al mismo tiempo quizás no sea ‘ventajoso,’ como declara el apóstol. Él por lo tanto insta a hacer lo siguiente: “Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.”—1 Cor. 10:23, 24.
Los ancianos especialmente tendrán que estudiar con seriedad la Palabra de Dios y buscar el discernimiento y la perspicacia que resultan en buen juicio. Reconocerán que “la sabiduría de arriba es primeramente casta” y por eso permanecerán firmemente a favor de la adoración pura y sostendrán con firmeza las leyes de Dios. Pero reconocerán que esta sabiduría celestial también es “razonable” y por lo tanto evitarán extremos al aplicar los principios bíblicos, y no los llevarán más allá de lo que indica el propio ejemplo de Dios y su espíritu.—Sant. 3:17.
No hay razón para temer que el que no establezcamos un código específico de reglas acerca del empleo haya de causar daño a la congregación de Dios en sentido espiritual. El que Dios cancelara el código de la Ley mosaica no dejó a la nueva congregación del Israel espiritual debatiéndose en incertidumbre tocante a lo que deberían hacer para agradar a Dios. El poder del espíritu de Dios funcionando en la mente y el corazón de las personas cuya conciencia está entrenada y amoldada por el estudio de la Palabra de Dios constituye una fuerza mucho más poderosa a favor de la justicia de lo que fue el código de la Ley. Esto sigue siendo verdad hasta este mismo día.
Sí, es el fruto del espíritu de Dios, el amor, lo que moverá al cristiano verdadero a rechazar el trabajo que esté condenado claramente por la Palabra de Dios. En otros casos, en los cuales la conciencia individual tiene que determinar qué hacer, el amor impulsará al cristiano a evitar hacerse causa del tropiezo fatal de otros. La sabiduría práctica, también, le ayudará a decidir si debe buscar otro empleo con el fin de mantener su propia espiritualidad y evitar peligros para sí mismo. (Rom. 13:10; Pro. 3:21-23) Así el cristiano demostrará que ‘no es parte del mundo,’ y conservará una buena conciencia ante Dios y los hombres.—Juan 17:16; 1 Tim. 1:5, 19.