Sigamos progresando en una rutina ordenada
1 El apóstol Pablo sentía un cariño especial por la congregación de Filipos, pues había contribuido a su formación. Agradeció sus bondadosas provisiones materiales y dijo que eran un buen ejemplo. (2 Cor. 8:1-6.)
2 Lo que impulsó a Pablo a escribir su carta a los filipenses fue el amor profundo que sentía por ellos. La obra Perspicacia, volumen 1, página 940, dice: “A lo largo de toda la carta, animó a la congregación de Filipos a continuar en su buen proceder, a que procurasen más discernimiento, una mayor dependencia de la palabra de vida y una fe y esperanza más fuertes en el premio venidero”. Ellos respondieron con cariño, y el vínculo que los unía al apóstol se hizo más fuerte. Hoy día, las palabras de Pablo cobran un significado especial para nosotros, y nos dan buenas razones para reflexionar en su exhortación, sobre todo en lo que dice Filipenses 3:15-17.
3 Es importante tener una actitud madura: En Filipenses 3:15, Pablo escribió como un hombre con años de experiencia. Reconoció el progreso espiritual de los filipenses y les habló como a cristianos maduros de buena disposición. En tanto su actitud reflejara la humildad y el aprecio que había manifestado Jesús, resultarían “sin culpa e inocentes, hijos de Dios sin tacha [...], teniendo la palabra de vida asida con fuerza”. (Fili. 2:15, 16.) Al leer estas palabras de Pablo debemos sentir que se dirige a nosotros. Por ello deseamos sinceramente tener la misma actitud mental que tuvo Jesús y mostrar con humildad que apreciamos nuestros privilegios. Pedimos continuamente a Jehová en oración que nos ayude en este y en otros asuntos. (Fili. 4:6, 7.)
4 Como se indica en Filipenses 3:16, todos debemos esforzarnos por progresar. La palabra “progreso” significa “acción de ir hacia adelante, avance, adelanto, perfeccionamiento”. Las personas progresistas se interesan en ideas avanzadas, descubrimientos y oportunidades. Pablo deseaba que los filipenses comprendieran que el cristianismo nunca se estanca y que quienes lo profesan deben continuar adelantando. Su espíritu progresista se vería con claridad en la disposición a autoevaluarse, reconocer sus debilidades y buscar oportunidades de aumentar la cantidad y calidad de lo que hacían. Hoy, la organización terrestre de Jehová sigue avanzando progresivamente, ampliando su gama de actividades y su entendimiento de la Palabra de Dios. Todos debemos ir a su paso, aprovechando todas sus provisiones y participando de lleno en el trabajo que efectúa.
5 El progreso entraña una rutina ordenada: A continuación, Pablo animó a sus hermanos a seguir “andando ordenadamente en esta misma rutina”. (Fili. 3:16.) Para andar ordenadamente, debemos ver a las personas y las cosas en su justa perspectiva y tener un buen comportamiento. Los cristianos de Filipos se mantuvieron en su debido lugar, cerca de la organización de Jehová y unos de otros. Regían su vida por la ley del amor. (Juan 15:17; Fili. 2:1, 2.) Pablo los exhortó a ‘portarse de una manera digna de las buenas nuevas’. (Fili. 1:27.) La necesidad de ser ordenado y tener buena conducta es tan importante hoy como lo fue entonces.
6 Rutina es la costumbre de hacer algo de forma habitual. Se refiere a la manera en que suelen hacerse las cosas. Hacerse una rutina puede ser ventajoso por cuanto no tenemos que pausar y meditar para decidir cada paso consecutivo, pues ya hemos fijado un proceder que seguiremos por costumbre.
7 Una rutina teocrática ordenada consiste en hábitos y costumbres sanos, beneficiosos y piadosos, que tienen por objeto edificarnos en sentido espiritual, que ayudemos a los demás y, de ser posible, que hagamos más en el servicio a Jehová. Para alcanzar con éxito tales objetivos es necesario programar y seguir una rutina que incluya estudio personal, asistencia regular a las reuniones y participación en la predicación.
8 Elementos esenciales de una rutina ordenada: Es fundamental adquirir “conocimiento exacto y pleno discernimiento”. (Fili. 1:9.) El estudio personal robustece nuestra fe, intensifica nuestro aprecio por la verdad y nos motiva a ir en pos de obras excelentes. Con todo, a algunos se les ha hecho difícil formarse un hábito de estudio personal. El motivo que con más frecuencia se aduce es la falta de tiempo.
9 No se puede recalcar lo suficiente los beneficios de la lectura diaria de la Biblia. Su instrucción es “provechosa” en todo sentido. (2 Tim. 3:16, 17.) ¿Cómo podemos incluir el estudio de la Biblia en nuestra rutina diaria? Algunos se levantan unos minutos más temprano todos los días, cuando tienen la mente despejada. Otros prefieren leerla algunos minutos antes de acostarse. Las esposas que pasan el día en casa pueden dedicarle un tiempo por la tarde, antes de que los demás lleguen del trabajo o la escuela. Algunos, además de la Biblia, han incluido la lectura del libro Proclamadores en su rutina semanal de estudio.
10 Cuando nos hacemos nuevos hábitos, es posible que estos pugnen con los que teníamos anteriormente. Quizás solíamos perder el tiempo en actividades irrelevantes. Romper ese hábito no es fácil. Nadie va a imponernos la costumbre de estudiar ni a exigirnos cuentas por lo que dejemos de hacer en cuanto a ello. La persistencia en nuestros hábitos de estudio dependerá principalmente del aprecio que sintamos por “las cosas más importantes” y de nuestra disposición a comprar “el tiempo oportuno” para beneficiarnos de ellas. (Fili. 1:10; Efe. 5:16.)
11 Las reuniones cristianas desempeñan un papel muy importante en nuestro progreso espiritual, pues nos proporcionan la instrucción y el ánimo que necesitamos. Por eso, la asistencia a las reuniones es otra parte esencial de nuestra rutina ordenada. Pablo recalcó la importancia de estas. No es una cuestión de gusto. (Heb. 10:24, 25.)
12 ¿Cómo podemos mostrar disciplina al organizar nuestras actividades semanales? Algunos programan el tiempo que dedicarán a sus intereses personales e intentan meter apretadamente las reuniones en ese horario, cuando debería ser al revés. Tenemos que dar prioridad a nuestras reuniones semanales y planear las demás actividades en torno a ellas.
13 Para asistir con regularidad a las reuniones, hay que tener buenos planes y cooperación de la familia. Entre semana, la mayoría de nosotros tiene tantas cosas que hacer, que con frecuencia nos queda poco tiempo. Entonces, si es posible, se debe programar la comida a una hora que le permita a la familia comer, arreglarse y llegar a las reuniones antes de que empiecen. Para lograrlo, todos tienen que cooperar de diversas maneras.
14 Participar en el servicio del campo con regularidad es indispensable para seguir progresando en una rutina ordenada. Todos reconocemos claramente la seria responsabilidad de predicar el mensaje del Reino. Eso es lo que nos hace testigos de Jehová. (Isa. 43:10.) Dado que es la obra más urgente y beneficiosa que se realiza en la actualidad, sería impropio considerarla una parte secundaria de nuestra rutina. Pablo exhortó: “Ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que hacen declaración pública de su nombre”. (Heb. 13:15.)
15 Cuando planeamos nuestras actividades de la semana, debemos apartar períodos específicos para el servicio del campo. Tal vez la congregación tiene reuniones para el servicio varios días de la semana y únicamente es cuestión de decidir cuáles apoyaremos. Es bueno participar en las diferentes facetas del servicio, como la obra de casa en casa con las revistas y otras publicaciones, hacer revisitas y dirigir estudios bíblicos. Hasta podemos estar preparados para dar testimonio informal, llevando con nosotros algunas publicaciones y aprovechando las oportunidades de entablar conversaciones. Ya que por lo general salimos con alguien, podemos preguntarle sobre su horario para hacer planes que convengan a ambos.
16 Debemos seguir nuestra rutina de predicación aunque encontremos indiferencia en el territorio. Sabemos de antemano que solo unos cuantos responderán favorablemente. (Mat. 13:15; 24:9.) Ezequiel recibió la comisión de predicar a personas ‘rebeldes, insolentes y de duro corazón’. Jehová le prometió ayudarlo haciendo su ‘frente exactamente tan dura como las frentes de ellos’, a saber, “como un diamante, más dura que el pedernal”. (Eze. 2:3, 4; 3:7-9.) Así pues, una rutina regular de servicio exige perseverancia.
17 Imitemos los buenos ejemplos: La mayoría de nosotros predica mejor cuando alguien toma la delantera. Pablo y sus compañeros dieron un buen ejemplo, y él invitó a otros a imitarlo. (Fili. 3:17.) Su rutina incluía todos los elementos necesarios para mantenerlo fuerte en sentido espiritual.
18 En la actualidad también se nos ha bendecido con buenos ejemplos. En Hebreos 13:7, Pablo nos aconseja: “Acuérdense de los que llevan la delantera entre ustedes, [...] y al contemplar detenidamente en lo que resulta la conducta de ellos, imiten su fe”. Por supuesto, Cristo es nuestro Modelo, pero podemos imitar la fe de los que llevan la delantera. Como Pablo, los ancianos deben comprender que tienen que dar un buen ejemplo a los demás. Aunque difieren en circunstancias, debe verse con claridad que todos siguen ordenadamente una rutina en la que los intereses del Reino tienen prioridad. Pese a sus obligaciones seglares y familiares, los ancianos deben tener hábitos fijos de estudio personal, asistencia a las reuniones y servicio del campo en vanguardia. Al ser evidente que los ancianos ‘presiden sus propias casas excelentemente’, toda la congregación se sentirá motivada a seguir andando en una rutina ordenada. (1 Tim. 3:4, 5.)
19 Metas para el nuevo año de servicio: Cuando comienza un nuevo año de servicio es apropiado reflexionar sobre nuestra rutina personal. ¿Qué revela un examen de nuestra actividad del año que ha terminado? ¿Pudimos sostener, o incluso mejorar, nuestra actividad? Tal vez nos hicimos más concienzudos en el estudio personal. Quizás asistimos a las reuniones con más asiduidad o aumentamos nuestro servicio del campo sirviendo de precursores auxiliares. Es posible que recordemos actos bondadosos que hicimos a favor de miembros de la congregación o de nuestra familia. En tal caso, podemos regocijarnos de haber andado de una manera que le agrada a Dios, y tenemos buenas razones para seguir “haciéndolo más plenamente”. (1 Tes. 4:1.)
20 Si por el contrario nuestra rutina fue un tanto inconsecuente o esporádica, ¿cómo nos afectó espiritualmente? ¿Hubo algo que estorbara nuestro progreso? La superación comienza pidiendo la ayuda de Jehová. (Fili. 4:6, 13.) Hable de sus necesidades con el resto de la familia y solicite su cooperación en los campos en que su rutina deba mejorar. Si tiene problemas, pida ayuda a los ancianos. Si nos esforzamos sinceramente y seguimos la guía de Jehová, de seguro evitaremos hacernos “inactivos o infructíferos”. (2 Ped. 1:5-8.)
21 Seguir una rutina ordenada trae bendiciones que hacen que los esfuerzos valgan la pena. Resuélvase a seguir progresando en una rutina ordenada y ‘no descuide sus quehaceres. Fulgure con el espíritu. Sirva a Jehová como esclavo’. (Rom. 12:11.) (Si desea información más detallada sobre este tema, vea La Atalaya del 1 de mayo de 1985, páginas 13-17.)