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  • Demostremos lealtad cristiana cuando se expulsa a un pariente
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Nuestro Ministerio del Reino 2002
km 8/02 págs. 3-4

Demostremos lealtad cristiana cuando se expulsa a un pariente

 1. ¿Qué situación puede poner a prueba la lealtad del cristiano?

1 Los vínculos familiares pueden ser muy fuertes. Este hecho supone una prueba para el cristiano cuando su cónyuge, un hijo, un padre u otro pariente cercano es expulsado o se desasocia de la congregación (Mat. 10:37). ¿Cómo debe el cristiano leal tratar a ese pariente? ¿Es diferente el trato que se le da si dicha persona vive en la casa del Testigo? Pues bien, repasemos lo que dice la Biblia al respecto, y tengamos presente que sus principios son aplicables tanto a los que han sido expulsados como a los que se han desasociado.

 2. Según la Biblia, ¿cómo deben tratar los cristianos a los que han sido expulsados de la congregación?

2 Cómo tratar a los expulsados. La Palabra de Dios manda a los cristianos que no se relacionen con alguien que ha sido expulsado de la congregación al decir: “Cesen de mezclarse en la compañía de cualquiera que, llamándose hermano, sea fornicador, o persona dominada por la avidez, o idólatra, o injuriador, o borracho, o que practique extorsión, y ni siquiera coman con tal hombre. [...] Remuevan al hombre inicuo de entre ustedes” (1 Cor. 5:11, 13). Las palabras de Jesús anotadas en Mateo 18:17 también son aplicables: “[Que el expulsado] sea para ti exactamente como hombre de las naciones y como recaudador de impuestos”. Quienes oyeron a Jesús sabían muy bien que sus contemporáneos judíos no confraternizaban de modo alguno con los gentiles y evitaban a los recaudadores de impuestos como si fueran marginados. Con estas palabras, Jesús ordenó a sus seguidores que no se relacionaran con los expulsados (véase La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, págs. 12-14).

 3, 4. ¿Qué tipo de trato se prohíbe tener con personas expulsadas y desasociadas?

3 Eso significa que los cristianos leales no tienen trato espiritual con nadie que ha sido expulsado de la congregación. Pero hay más implicado. La Palabra de Dios dice que ‘ni siquiera comamos con tal hombre’ (1 Cor. 5:11). De modo que también evitamos el trato social con tal persona, lo que descartaría ir con ella a una comida campestre, a una fiesta, a un partido, al centro comercial, al cine o sentarnos a comer con ella, sea en el hogar o en un restaurante.

4 ¿Se puede hablar con un expulsado? Aunque la Biblia no menciona todas las situaciones que pudieran surgir, 2 Juan 10 nos ayuda a comprender cómo ve Jehová el asunto: “Si alguno viene a ustedes y no trae esta enseñanza, nunca lo reciban en casa ni le digan un saludo”. La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, página 19, comenta: “Decir un sencillo ‘¡Hola!’ a alguien puede ser el primer paso que lleve a una conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto a una persona expulsada?”.

 5. ¿Qué pierde la persona cuando se le expulsa?

5 El mismo número de La Atalaya, en la página 25, agrega: “La realidad es que cuando un cristiano se entrega al pecado y se le tiene que expulsar, pierde mucho: la posición aprobada que tenía delante de Dios; [...] el grato compañerismo de los hermanos, que incluye mucha de la asociación que tenía con parientes cristianos”.

 6. ¿Es necesario que el cristiano corte toda relación con el familiar expulsado que vive en la misma casa? Explique.

6 Cuando se vive en la misma casa familiar. ¿Significa esto que los cristianos que viven en la misma casa con un familiar expulsado no pueden hablar ni comer ni relacionarse con él mientras realizan sus actividades diarias? La nota al pie de la página 22 de La Atalaya del 15 de abril de 1991 señala: “Si en un hogar cristiano hubiera un familiar expulsado, este todavía formaría parte de los tratos y actividades normales y cotidianos de la casa”. Por lo tanto, les toca a los miembros de la familia decidir hasta qué grado lo incluirán cuando coman o participen en otras actividades domésticas. Sin embargo, no querrán dar a los hermanos con quienes se relacionan la impresión de que todo marcha igual que antes de la expulsión.

 7. ¿Cómo cambia el trato espiritual en el hogar cuando un familiar está expulsado?

7 Ahora bien, La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, página 22, menciona lo siguiente en cuanto al expulsado o desasociado: “Los vínculos espirituales anteriores han sido rotos por completo. Esto es cierto aun respecto a los parientes del expulsado, entre ellos los de su círculo familiar inmediato o cercano. [...] Eso significa cambios en el compañerismo espiritual que haya existido en el hogar. Por ejemplo, si al esposo se le ha expulsado, su esposa e hijos no se sentirían cómodos si él condu[jera] el estudio bíblico de la familia o toma[ra] la delantera en la lectura de la Biblia y en orar. Si él quiere hacer una oración, como, por ejemplo, a la hora de comer, él tiene derecho a hacerlo en su propio hogar. Pero los demás pueden hacer sus propias oraciones a Dios en silencio. (Pro. 28:9; Sal. 119:145, 146) ¿Qué hay si algún expulsado que vive en el hogar quiere estar presente cuando la familia lee la Biblia junta o tiene un estudio bíblico? Los otros pudieran permitirle estar presente para escuchar con tal que no tratara de enseñarles o compartir con ellos sus ideas religiosas”.

 8. ¿Qué responsabilidad tienen los padres cristianos para con un hijo menor expulsado que vive en el hogar?

8 Si se expulsa de la congregación a un hijo menor que vive en el hogar, los padres cristianos aún son responsables de su crianza. La Atalaya del 15 de noviembre de 1988, página 20, aclara: “Tal como continuarán suministrándole alimento, ropa y abrigo, tienen que instruirle y disciplinarle en conformidad con la Palabra de Dios. (Proverbios 6:20-22; 29:17.) Por eso, los padres amorosos quizás adopten la medida de conducir un estudio bíblico en el hogar con él, aunque esté expulsado. Puede que el estudio le sea del mayor beneficio como fuente de corrección si es un estudio con él solo. O quizás los padres decidan que el joven implicado puede continuar participando en el estudio de la familia” (véase también La Atalaya del 1 de octubre de 2001, págs. 16, 17).

 9. ¿Hasta qué grado ha de tener contacto el cristiano con un pariente expulsado que vive fuera del hogar?

9 Familiares que no viven en la misma casa. “La situación es diferente si el expulsado o desasociado es un pariente que vive fuera del círculo familiar y el hogar inmediatos —señala La Atalaya del 15 de abril de 1988, página 28—. Pudiera ser posible eliminar casi todo contacto con tal pariente. Aun cuando hubiera ciertos asuntos de familia que exigieran comunicación, ciertamente esto se mantendría al mínimo”, en armonía con el mandato divino de “ces[ar] de mezclarse en la compañía de cualquiera” que sea un pecador impenitente (1 Cor. 5:11). Los cristianos leales deben esforzarse por evitar todo trato innecesario con tal pariente, hasta el punto de mantener al mínimo absoluto las relaciones comerciales (véase también La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, págs. 23, 24).

10, 11. ¿Qué tomará en cuenta el cristiano antes de permitir que un pariente expulsado se mude a su hogar?

10 La Atalaya dirige nuestra atención a otra situación que pudiera surgir: “¿Qué hay si se expulsa[ra] a algún pariente cercano de una familia, como a un hijo o a un padre que no viviera con ellos en su hogar, y más tarde éste quisiera mudarse al hogar de la familia de nuevo? La familia podría decidir qué hacer, según las circunstancias. Por ejemplo, puede que una madre o un padre expulsado esté enfermo o ya no esté en condiciones económicas o físicas que le permitan cuidar de sí [mismo]. Los hijos cristianos tienen una obligación bíblica y moral de prestar ayuda. (1 Tim. 5:8) [...] Lo que se haga puede depender de factores como las verdaderas necesidades del padre, su actitud y la consideración que el cabeza de la familia le tenga al bienestar espiritual de los miembros de su casa” (véase La Atalaya del 15 de noviembre de 1981, págs. 22, 23).

11 Respecto a un hijo, el mismo artículo pasa a decir: “A veces los padres cristianos han permitido que un hijo expulsado que haya enfermado física o emocionalmente regrese al hogar por un tiempo. Pero en cada caso los padres pueden pesar las circunstancias individuales. ¿Ha vivido por su propia cuenta un hijo expulsado, y ya no puede hacerlo, o quiere volver al hogar principalmente porque sería una vida más fácil? ¿Qué se puede decir acerca de su moralidad y de su actitud? ¿Introducirá ‘levadura’ en el hogar?—Gál. 5:9”.

12. ¿Cuáles son algunos beneficios de la disposición bíblica de la expulsión?

12 Los beneficios de ser leales a Jehová. Cooperar con la disposición bíblica de la expulsión y evitar a los pecadores impenitentes nos reporta beneficios. Conserva la limpieza de la congregación y nos caracteriza como apoyadores de las elevadas normas morales de la Biblia (1 Ped. 1:14-16). Nos protege de las influencias corruptoras (Gál. 5:7-9). Además, da al pecador la oportunidad de beneficiarse plenamente de la disciplina recibida, la cual puede ayudarle a producir “fruto pacífico, a saber, justicia” (Heb. 12:11).

13. ¿Qué cambio hizo una familia, y cuál fue el resultado?

13 Tras escuchar un discurso en una asamblea de circuito, un cristiano y su hermana se dieron cuenta de que tenían que hacer cambios en la manera de tratar a su madre, quien no vivía con ellos y llevaba seis años expulsada. Tan pronto terminó la asamblea, él la llamó y, luego de confirmarle su amor, le explicó que ya no le hablarían a menos que surgieran asuntos importantes de familia que los obligaran a ponerse en contacto. Poco después, la madre empezó a asistir a las reuniones y con el tiempo fue restablecida. Además, su esposo no creyente comenzó a estudiar la Biblia y se bautizó.

14. ¿Por qué debemos apoyar lealmente la disposición bíblica de la expulsión?

14 Apoyar lealmente la disposición bíblica de la expulsión es una demostración de nuestro amor a Jehová y suministra una respuesta para el que lo desafía con escarnio (Pro. 27:11). A cambio, podemos contar con la bendición divina. El rey David escribió lo siguiente acerca de Jehová: “En cuanto a sus estatutos, no me desviaré de ellos. Con alguien leal tú actuarás en lealtad” (2 Sam. 22:23, 26).

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