Referencias para la Guía de actividades para la reunión Vida y Ministerio Cristianos
4-10 DE MAYO
TESOROS DE LA BIBLIA | GÉNESIS 36, 37
“Los hermanos de José tenían celos de él”
“Escuchen, por favor, este sueño”
La Biblia cuenta que cuando sus hermanos vieron que su padre lo amaba más que a ellos, “empezaron a odiarlo, y no podían hablarle pacíficamente” (Génesis 37:4). Aunque es comprensible que se pusieran celosos, no debieron dejarse llevar por esta emoción tan dañina (Proverbios 14:30; 27:4). ¿Le ha sucedido a usted algo parecido? ¿Alguna vez ha sentido envidia porque alguien recibió la atención que usted quería? Pues no olvide a los hermanos de José. La envidia los empujó a hacer cosas terribles de las que más tarde se arrepintieron. Su ejemplo nos recuerda a los cristianos que lo mejor es “[regocijarse] con los que se regocijan” (Romanos 12:15).
De seguro, José percibió el odio de sus hermanos. ¿Se habrá quitado la túnica cuando estaba con ellos? Tal vez se sintiera tentado a hacerlo. No obstante, debemos recordar que Jacob se la había dado como muestra de su cariño y aprobación, y José no quería perder la confianza de su padre, por lo que siempre la llevaba puesta. Su ejemplo nos enseña mucho. Aunque Dios no es parcial, a veces trata con especial favor a algunos de sus siervos. Además, espera que su pueblo se distinga de este mundo corrupto e inmoral. La conducta de los cristianos verdaderos es como la túnica de José: los hace diferentes de quienes los rodean. Claro está, en ocasiones, su manera de comportarse produce envidias y rechazo (1 Pedro 4:4). ¿Deberían ocultar lo que son para evitarse problemas? No, tal como José no ocultó su túnica (Lucas 11:33).
“Escuchen, por favor, este sueño”
Los dos sueños vinieron de Jehová y los dos eran proféticos. Dios quería que José diera a conocer el mensaje que contenían. En cierto sentido, el muchacho debía actuar como los profetas de épocas posteriores, quienes informarían los mensajes y advertencias de Dios a su pueblo rebelde.
Con tacto, José les dijo a sus hermanos: “Escuchen, por favor, este sueño que he soñado”. Ellos comprendieron de inmediato lo que les dijo y no les gustó nada, así que le reclamaron: “¿Vas a ser rey sobre nosotros de seguro?, ¿o vas a dominar sobre nosotros de seguro?”. El relato dice que “hallaron nueva razón para odiarlo por sus sueños y por sus palabras”. Cuando les contó el segundo sueño a ellos y a su padre, la reacción no fue mucho mejor: “Su padre empezó a reprenderlo y a decirle: ‘¿Qué significa este sueño que has soñado? ¿Acaso yo y también tu madre y tus hermanos vamos a venir de seguro e inclinarnos a tierra ante ti?’”. Con todo, Jacob se quedó pensando en el asunto. ¿Podría ser que Jehová se estuviera comunicando con su hijo? (Génesis 37:6, 8, 10, 11).
José no fue ni el primer ni el último siervo de Dios a quien rechazaron y persiguieron por el mensaje que se le pidió proclamar. El principal mensajero de Jehová fue Jesús, y él les advirtió a sus discípulos: “Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán” (Juan 15:20). Los cristianos de todas las edades tienen mucho que aprender de la fe y el valor del joven José.
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Edom
(Rojo), EDOMITAS.
Edom era el sobrenombre que recibió Esaú, el hermano gemelo de Jacob, debido a que vendió su primogenitura por un guisado rojo. (Gé 36:1; 25:30-34.) Casualmente, Esaú era muy rubicundo cuando nació (Gé 25:25) y algunas de las regiones en donde él y sus descendientes se establecieron más tarde se distinguieron por su color rojizo.
Custodia
Cuando un pastor se comprometía a guardar o vigilar un rebaño, aceptaba legalmente la custodia de esos animales. Garantizaba al dueño que se les alimentaría y que no serían robados; en caso de que esto ocurriera, pagaría una compensación. Sin embargo, su responsabilidad no era absoluta, pues la ley supracitada absolvía al guardián de responsabilidad si intervenían factores que se escapaban al control humano, como el ataque de bestias salvajes. De todos modos, para que se exonerara al custodio de responsabilidad, tenía que presentar pruebas al dueño, como, por ejemplo, el cuerpo desgarrado del animal. Después de examinar las pruebas, el dueño debía declarar inocente al custodio.
El mismo principio aplicaba en general a cualquier propiedad que se confiaba a otra persona, incluso en lo que tenía que ver con las relaciones familiares. Por ejemplo, se consideraba al hermano mayor el guardián legal de sus hermanos y hermanas menores. Esto ayuda a entender la preocupación del primogénito Rubén por la vida de José cuando los demás hermanos hablaron de matarlo, según se registra en Génesis 37:18-30: “Por eso dijo: ‘No hiramos mortalmente su alma’. [...] ‘No viertan sangre. [...] no pongan sobre él mano violenta’. Era su propósito librarlo de la mano de ellos a fin de devolverlo a su padre”. Y cuando Rubén descubrió la ausencia de José, fue tal su ansiedad, que “rasgó sus prendas de vestir” y exclamó: “¡El niño ha desaparecido! Y yo... ¿adónde realmente he de ir yo?”. Sabía que se le podía considerar responsable de la pérdida de José. Para evitar tal responsabilidad, los hermanos astutamente prepararon una prueba falsa de que una fiera había despedazado a su hermano. Metieron la prenda de vestir de José en sangre de cabra y luego se la presentaron a Jacob, su padre y juez patriarcal, quien absolvió a Rubén de cualquier responsabilidad porque la prueba presentada le llevó a la conclusión de que una fiera había matado a José. (Gé 37:31-33.)
11-17 DE MAYO
TESOROS DE LA BIBLIA | GÉNESIS 38, 39
“Jehová jamás abandonó a José”
Se negó a hacer lo malo
El relato bíblico continúa. Una vez llegados a su destino, los mercaderes venden a José a un egipcio llamado Potifar. Este hombre es ni más ni menos que el jefe de la guardia personal del faraón, el rey de Egipto (Génesis 39:1). José debe sentirse humillado al ser vendido por segunda ocasión. ¡Lo están tratando como simple mercancía! Allí va, caminando detrás de su nuevo dueño, recorriendo las abarrotadas calles de la ciudad por entre tiendas y bazares. Se dirige a su nuevo hogar.
Hogar es un decir, por supuesto; el lugar donde vivirá ahora no se parece en nada al hogar que abandonó a la fuerza. José viene de una familia de nómadas, quienes viven en tiendas y se mudan de un lugar a otro con sus rebaños. En cambio, la casa de Potifar es como la de muchos egipcios ricos: elegante y bellamente pintada. Según los arqueólogos, a los antiguos egipcios les gustaba tener hermosos jardines con árboles frondosos y estanques con papiros, flores de loto y demás plantas acuáticas. Algunas casas estaban en el mismo centro de un gran jardín y tenían terrazas donde se podía disfrutar de la brisa, ventanas altas, muchas habitaciones, un amplio comedor y cuartos para los criados.
Se negó a hacer lo malo
Aunque los arqueólogos han hallado las ruinas de algunas prisiones egipcias, se conoce muy poco sobre ellas. Lo que se sabe es que eran una especie de fortaleza en las que había celdas subterráneas. José llamó “hoyo” a la prisión en la que estuvo, lo cual nos hace pensar en un lugar oscuro y deprimente (Génesis 40:15). De hecho, el libro de los Salmos dice que fue torturado: “Ataron una cadena a sus pies y le pusieron un aro de hierro en su cuello” (Salmo 105:17, 18, La Palabra de Dios para Todos). En ocasiones, a los prisioneros les colocaban los brazos detrás de la espalda y les juntaban los codos con una cadena; a otros los encadenaban por el cuello. José debe haber sufrido muchísimo por aquel castigo tan injusto.
Pero lo peor es que su encarcelamiento no fue breve. Según el relato, pasó mucho tiempo en aquel espantoso lugar. Además, él no sabía si saldría de allí. Los días se convirtieron en meses; los meses se convirtieron en años. ¿Qué hizo para no caer presa de la desesperación?
De nuevo, la Biblia contesta con estas animadoras palabras: “Jehová continuó con José”. Así es, Dios fue leal con su siervo y lo trató con cariño (Génesis 39:21). Ninguna celda ni ninguna prisión puede impedir que Jehová muestre lealtad y cariño a sus siervos (Romanos 8:38, 39). ¿Puede ver a José abriéndole el corazón a su querido Padre celestial y contándole sus angustias? ¿Puede percibir cómo le responde “el Dios de todo consuelo” dándole paz y tranquilidad? (2 Corintios 1:3, 4; Filipenses 4:6, 7.) Pero eso no fue todo lo que Jehová hizo por José. La Biblia nos dice que lo ayudó a ganarse la confianza del responsable de la prisión.
Se negó a hacer lo malo
De nuevo, la Biblia contesta con estas animadoras palabras: “Jehová continuó con José”. Así es, Dios fue leal con su siervo y lo trató con cariño (Génesis 39:21). Ninguna celda ni ninguna prisión puede impedir que Jehová muestre lealtad y cariño a sus siervos (Romanos 8:38, 39). ¿Puede ver a José abriéndole el corazón a su querido Padre celestial y contándole sus angustias? ¿Puede percibir cómo le responde “el Dios de todo consuelo” dándole paz y tranquilidad? (2 Corintios 1:3, 4; Filipenses 4:6, 7.) Pero eso no fue todo lo que Jehová hizo por José. La Biblia nos dice que lo ayudó a ganarse la confianza del responsable de la prisión.
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Onán
(de una raíz que significa: “facultad generativa; energía dinámica”).
Segundo hijo que Judá tuvo con una mujer cananea, la hija de Súa. (Gé 38:2-4; 1Cr 2:3.) Jehová dio muerte a Er, hermano mayor de Onán, por su maldad. Como Er había muerto sin hijos, Judá le dijo a Onán que realizara el matrimonio de cuñado con Tamar, la esposa de Er. Si de esta unión nacía un hijo, este no sería el fundador de la familia de Onán, por lo que la herencia de primogénito le correspondería a este hijo como heredero de Er; en tanto que si no nacía ningún heredero, Onán obtendría la herencia para sí. Cuando Onán tuvo relaciones con Tamar, “desperdició su semen en la tierra”. Esta frase no puede interpretarse en el sentido de que se masturbara, pues el relato dice que derramó su semen “cuando sí tuvo relaciones con la esposa de su hermano”. Al parecer fue un caso de coitus interruptus, de modo que Onán evitó deliberadamente la eyaculación en la vagina de Tamar. Por su desobediencia a su padre, su codicia y su pecado contra la institución divina del matrimonio, no porque se hubiese masturbado, Jehová dio muerte a Onán, que también murió sin descendencia. (Gé 38:6-10; 46:12; Nú 26:19.)
Preguntas de los lectores
Judá obró mal al no dar a Tamar a su hijo Selah como había prometido. Además, mantuvo relaciones íntimas con una mujer que tomó por prostituta de templo, lo cual iba en contra del propósito de Dios de que las relaciones sexuales se limitaran solo al matrimonio (Génesis 2:24). Pero en realidad, Judá no tuvo relaciones con una ramera, sino que inadvertidamente reemplazó a su hijo Selah en el matrimonio de cuñado y engendró hijos legítimos.
Respecto a Tamar, ella no obró de manera inmoral. A sus hijos gemelos no se les consideró hijos de fornicación. Cuando Boaz de Belén tomó a Rut, la moabita, en matrimonio de cuñado, los ancianos de Belén hablaron favorablemente del hijo de Tamar, Pérez, al decir a Boaz: “Llegue a ser tu casa como la casa de Pérez, que Tamar le dio a luz a Judá, de la prole que Jehová te dé de esta joven” (Rut 4:12). Pérez también está incluido entre los antepasados de Jesucristo (Mateo 1:1-3; Lucas 3:23-33).
18-24 DE MAYO
TESOROS DE LA BIBLIA | GÉNESIS 40, 41
“Jehová libera a José”
“¿No pertenecen a Dios las interpretaciones?”
Puede que el copero del rey se olvidara de José, pero Jehová no lo ha hecho. Una de tantas noches Dios le envía al faraón dos sueños inolvidables. En el primero, el rey ve salir del río Nilo siete vacas gordas y sanas seguidas por siete vacas flacas y enfermas. Entonces, las vacas flacas se tragan a las gordas. En el segundo sueño ve siete espigas grandes y cargadas de grano, tras lo cual ve siete espigas delgadas y marchitas que se tragan a las primeras. Por la mañana, el rey despierta muy agitado a causa de los sueños y llama a sus sabios, adivinos y magos para que se los interpreten, pero ninguno lo logra (Génesis 41:1-8). ¿Se habrán quedado mudos? ¿Habrán respondido algún disparate? No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que su intento fue decepcionante y que el faraón estaba desesperado por encontrar respuestas.
Finalmente el copero recuerda a José. Su conciencia lo molesta, así que se dirige al faraón y le habla del extraordinario joven que dos años atrás interpretó de forma atinada su sueño y el del panadero. El faraón ordena que traigan de inmediato a José (Génesis 41:9-13).
“¿No pertenecen a Dios las interpretaciones?”
Jehová valora muchísimo a las personas humildes y fieles; por eso se entiende que le diera a José la respuesta que tanto buscaban los sabios y los sacerdotes de Egipto. José le explica al faraón que los dos sueños significan lo mismo. La repetición del mensaje se debe a que la profecía ha sido “firmemente establecida” por Jehová, es decir, se cumplirá sin falta. Las vacas gordas y las espigas cargadas de grano representan siete años de abundancia para Egipto. Las vacas flacas y las espigas marchitas representan siete años de hambre, que vendrán a continuación. Habrá tanta hambre que la gente olvidará los años de abundancia (Génesis 41:25-32).
“¿No pertenecen a Dios las interpretaciones?”
El faraón cumplió su palabra. Ordenó que vistieran de inmediato a José con ropas de lino fino, se quitó su anillo de sellar y se lo entregó. También le dio una cadena de oro, un carruaje real y autoridad absoluta para viajar por el país a fin de llevar a cabo su plan (Génesis 41:42-44). Increíble: José empezó el día en prisión y lo termina en el palacio del rey; empezó el día como un prisionero y lo termina como el segundo hombre más poderoso de Egipto. Ese día quedó más que demostrado que confiar en Jehová fue lo mejor que pudo haber hecho. Su Dios vio las injusticias que sufrió a lo largo de los años y las corrigió en el momento preciso y de la mejor manera posible. Pero la intención del Creador no solo es corregir esas injusticias, sino proteger a la futura nación de Israel. De eso hablaremos en otro artículo de esta serie.
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¿Lo sabía?
¿Por qué se afeitó José antes de ver al faraón?
Según el relato de Génesis, el faraón ordenó que trajeran de inmediato a José, un prisionero hebreo, para que le interpretara unos sueños que lo perturbaban mucho. Para ese entonces, José llevaba varios años en prisión. Aunque el faraón tenía prisa por verlo, José se tomó el tiempo necesario para afeitarse (Génesis 39:20-23; 41:1, 14). El hecho de que el escritor mencione ese detalle, al parecer insignificante, demuestra que conocía muy bien las costumbres egipcias.
En muchos pueblos antiguos, entre ellos los hebreos, era normal dejarse crecer la barba. En cambio, el Comentario exegético y explicativo de la Biblia comenta que “los egipcios eran los únicos orientales a quienes les gustaba la barba afeitada”.
¿Se afeitaban solo la barba? La revista Biblical Archaeology Review muestra que al parecer algunas costumbres ceremoniales egipcias exigían que un hombre se preparara para estar delante del faraón como se prepararía para entrar en un templo. En ese caso, José tuvo que afeitarse todo el cuerpo, de los pies a la cabeza.
Los ministros de Dios debemos tener buenos modales
14 Los siervos de Dios de tiempos bíblicos se aseguraban de que sus hijos aprendieran las normas básicas de cortesía en el hogar. Fíjese en la amabilidad y cariño con que Abrahán e Isaac se dirigieron el uno al otro en Génesis 22:7. En el caso de José también se hizo patente que sus padres lo habían educado bien, pues cuando estuvo encarcelado fue cortés incluso con los demás prisioneros (Gén. 40:8, 14). Y su manera de dirigirse al faraón demuestra que había aprendido cómo comportarse ante personas de alto rango (Gén. 41:16, 33, 34).
25-31 DE MAYO
TESOROS DE LA BIBLIA | GÉNESIS 42, 43
“José supo controlarse”
“¿Estoy yo en el lugar de Dios?”
Pero José sí que reconoció a sus hermanos. Cuando estos se inclinaron ante él, le vinieron a la memoria los sueños que Jehová le había dado en su juventud. El relato dice que “inmediatamente se acordó José de los sueños que había soñado acerca de ellos”, en los que había visto a sus hermanos inclinarse ante él, tal y como lo hacían ahora (Génesis 37:2, 5-9; 42:7, 9). ¿Qué haría José? ¿Salir corriendo a abrazarlos, o vengarse de ellos?
José sabía que no debía dejarse llevar por sus impulsos, fueran los que fueran. Jehová quería que la descendencia de Jacob llegara a ser una nación poderosa, así que no había duda de que era Dios quien estaba detrás de lo que acababa de ocurrir (Génesis 35:11, 12). Después de todo, si sus hermanos seguían siendo hombres violentos, egoístas y sin escrúpulos, ¿cómo se cumpliría el propósito de Dios? Y si decidía vengarse de ellos, podía poner en peligro la vida de su hermano Benjamín y de su padre, que tal vez se encontraban en una situación delicada. Ni siquiera sabía si estaban vivos. José decidió no decir a sus hermanos quién era, ponerlos a prueba y averiguar si habían cambiado. De esa forma podría asegurarse de hacer lo que Jehová quería que hiciera.
“¿Estoy yo en el lugar de Dios?”
Difícilmente nos veremos alguna vez en una situación como esta. Sin embargo, hoy es común que las familias se peleen o se separen. En esas ocasiones, puede que lo más fácil sea dejarse llevar por los sentimientos y hacer lo primero que se le pasa a uno por la mente. Si nos enfrentáramos a ese problema, sería mucho mejor copiar el ejemplo de José y tratar de averiguar cómo quiere Jehová que actuemos (Proverbios 14:12). Claro, aunque llevarse bien con la familia es importante, más importante aún es tener una buena relación con Jehová y con su Hijo, Jesús (Mateo 10:37).
“¿Estoy yo en el lugar de Dios?”
Sin perder un minuto, José puso a prueba a sus hermanos para descubrir qué había en su corazón. Primero, los acusó de ser espías y, mediante un intérprete, les dijo cosas muy duras. Ellos trataron de defenderse diciendo que eran hombres de familia y que tenían un hermano pequeño que se había quedado en casa. ¡Qué alegría habrá sentido José al descubrir que su hermano estaba vivo! Esto le dio una idea. Les dijo a sus hermanos: “Mediante esto serán probados. [...] No saldrán de aquí sino hasta que venga acá su hermano menor”. Pocos días después, les permitió regresar a su hogar para traer a Benjamín con la condición de que uno de ellos se quedara como garantía de que volverían (Génesis 42:9-20).
José
Al ver cómo se había desarrollado la situación, los medio hermanos de José empezaron a sentir sobre sí mismos la retribución divina por haberlo vendido en esclavitud años antes y reconocieron su culpabilidad delante de su hermano, a quien todavía no habían reconocido. Cuando José los oyó y se dio cuenta de su arrepentimiento, se conmovió tan profundamente que tuvo que retirarse a llorar. Después que volvió, hizo atar a Simeón hasta que los demás regresaran con su hermano menor. (Gé 42:21-24.)
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Rubén
Algunas de las buenas cualidades de Rubén se demostraron cuando persuadió a sus nueve hermanos para que arrojasen a José en una cisterna seca en vez de darle muerte, con la idea de volver a librarlo a escondidas. (Gé 37:18-30.) Más de veinte años después, cuando estos mismos hermanos razonaron que el que se les hubiera acusado de ser espías en Egipto se debía a la falta de compasión con que habían tratado a José, Rubén les recordó que no había participado en el complot contra la vida de José. (Gé 42:9-14, 21, 22.) Luego, cuando Jacob no dejó que Benjamín acompañase a sus hermanos en su segundo viaje a Egipto, Rubén ofreció a sus propios dos hijos como fianza y dijo: “Puedes [darles] muerte si no te lo traigo [a Benjamín] de vuelta”. (Gé 42:37.)
Puntos sobresalientes del libro de Génesis (parte 2)
43:32. ¿Por qué era detestable para los egipcios comer con los hebreos? Tal vez se debiera principalmente al orgullo racial y al prejuicio religioso. Además, los egipcios detestaban a los pastores (Génesis 46:34). ¿Por qué razón? Posiblemente porque el sistema de castas egipcio colocaba a los pastores en uno de los últimos lugares, o quizás porque sintieran un fuerte rechazo hacia quienes buscaban pastos para los rebaños, pues escaseaba la tierra de cultivo.