Kenia y los países vecinos
HACE ciento cuarenta y cuatro años, se respiraba en Londres un ambiente de gran excitación. El explorador alemán Johannes Rebmann afirmaba haber visto una gran montaña en el África oriental, una montaña tan alta que su cima estaba coronada de nieve. Aunque la noticia fascinó a muchos, los geógrafos no le dieron crédito. ¿Nieve en el ecuador? Les parecía que tal afirmación era producto de la imaginación de Rebmann.
Años después, otros exploradores europeos dijeron que habían oído historias de un pueblo primitivo de estatura enana que vivía en la selva y que ningún hombre blanco había visto jamás. Los expertos se mostraron escépticos una vez más. Sin duda alguna no eran más que cuentos.
Pero los expertos se equivocaron en ambos casos. Exploraciones posteriores confirmaron la existencia del Kilimanjaro, cuya elevada cumbre está adornada de nieves perpetuas. También se confirmó la existencia de los pigmeos; la estatura media de los varones de esta raza es de 1,37 metros.
El África oriental es una tierra de auténticas maravillas. Pocas regiones del planeta son tan apasionantes y tienen tanto color, belleza y encanto como esta zona del continente africano. Los montes nevados contrastan con los desiertos abrasadores. Allí no solo se halla el pueblo de menor estatura del mundo, sino también los más altos, los batutsi (o tutsi) y los dinka, cuyos hombres suelen medir más de 2,10 metros.
Pueblos y lenguas
Esta es una tierra de gran variedad. Sus 150 millones de habitantes están divididos en más de trescientos cincuenta grupos étnicos. Tan solo en Tanzania viven unos ciento veinticinco de ellos. En Kenia hay unas cuarenta etnias diferentes, desde los kikuyu, que cuentan con una buena representación en la moderna zona comercial de Nairobi, hasta los masai, un pueblo pastor que se alimenta fundamentalmente de la leche y la sangre de su ganado.
No extraña, pues, que en el África oriental haya también una gran variedad de idiomas. Aunque pueden agruparse básicamente en unas cuantas familias lingüísticas principales, las subfamilias y las lenguas locales se cuentan por cientos. En Etiopía, por ejemplo, se hablan más de cien idiomas, entre ellos “un lenguaje puro” que no solo unirá al África oriental, sino a todo el mundo. (Sof. 3:9.)
Montes, lagos y fauna
Aunque la mayor parte del África oriental es tropical, el clima es más frío en las altiplanicies del interior que en las cálidas regiones de la costa. Una gran hendidura en la corteza terrestre de 6.400 kilómetros de longitud (Great Rift Valley) atraviesa la zona de norte a sur. A lo largo de esta hendidura o valle hay volcanes apagados. El más conocido, el Kilimanjaro, de casi 6.000 metros de altitud, es el monte más elevado de África. Hacia el norte se encuentra el monte Kenia, que a pesar de estar enclavado en el ecuador, tiene nieves perpetuas en sus dos picos gemelos, una paradoja topográfica.
En los lagos situados entre las cadenas montañosas, habitan una tremenda variedad y cantidad de aves acuáticas: pelícanos, martines pescadores, gansos, grullas, garzas, cigüeñas, ibis y espátulas, entre otras muchas. Gracias al alto contenido en carbonato sódico de las aguas de estos lagos, crecen en ellos unos pequeños crustáceos (Artemia) y un alga verde azulada (cianófito), de los que se nutren los flamencos. En el África oriental viven casi dos millones de estas hermosas aves. Uno de los espectáculos más impresionantes de todo el continente es contemplar una gran bandada de flamencos en pleno vuelo, un reguero rosa que surca la azulada bóveda celeste.
Por todas partes se ven aves extrañas, apasionantes y hermosas. Un suimanga iridiscente succiona néctar de una flor. Un tejedor de color amarillo intenso construye su intrincado nido en el papiro. Un buitre planea sin esfuerzo alguno entre las nubes.
Y tampoco pueden faltar, por supuesto, los grandes mamíferos. Vaya a los prados y vea a los elefantes, las cebras, los rinocerontes, los búfalos, las jirafas, los leones, los leopardos y más de sesenta especies de antílopes. Allí puede contemplar una manada de unos diez mil ñus marchando con gran estruendo por las llanuras, un mono rabilargo acechando desde una acacia o una larguirucha avestruz hurgando en busca de comida.
En efecto, ya sea en la llanura del Danakil, uno de los lugares más cálidos de la Tierra; en la cordillera del Ruwenzori, donde viven gorilas, o en las playas de arena blanca, por donde se arrastran tortugas centenarias, descubrirá que el África oriental es una tierra sin par.
Amplio espectro religioso
Los pueblos del África oriental por lo general han seguido religiones tribuales desde sus orígenes, excepto Etiopía, donde ha dominado la Iglesia ortodoxa etíope desde el siglo IV E.C. No obstante, debido a la proximidad de La Meca, justo al otro lado del mar Rojo, y a la llegada de los dhows (veleros) árabes a las costas del África oriental procedentes del golfo Pérsico impulsados por vientos alisios estacionales, el islam pronto encontró adeptos. El lucrativo comercio de esclavos de los siglos XVIII y XIX, que se abastecía principalmente entre los grandes lagos africanos y el puerto de Zanzíbar, llevó a los musulmanes más hacia el sur y hacia el interior. En la actualidad profesa la religión musulmana el 40% de la población del África oriental, aunque el porcentaje es muy inferior en algunos países de la zona, como Uganda, Kenia, Ruanda y las Seychelles.
Durante el siglo XIX llegaron también exploradores y misioneros europeos, que prepararon el terreno para el colonialismo. El Imperio británico se apropió de los territorios a los que llegó a denominarse Sudán Angloegipcio y África Oriental Británica. Somalia se la repartieron los ingleses, franceses e italianos. Ruanda y Urundi (actualmente, Burundi) quedaron bajo administración belga. Durante menos tiempo, Italia gobernó Eritrea (Etiopía) y Alemania controló África Oriental Alemana (hoy Tanzania).a Los misioneros de la cristiandad dividieron las regiones en esferas de interés, lo que concedía a cada “iglesia” una especie de monopolio en un determinado sector. Se construyeron escuelas y hospitales, y se tradujo la Biblia a un buen número de idiomas.
Hoy en día, dos tercios de los habitantes de Kenia son cristianos nominales, mientras que en toda el África oriental la cifra apenas alcanza la mitad de la población. Algunas tribus han conservado sus creencias animistas, y en la actualidad sigue estos cultos tradicionales entre una cuarta y una quinta parte de la población. Por otro lado, los inmigrantes asiáticos han seguido practicando sus religiones orientales.
Más recientemente, el nacionalismo africano cobró fuerza, y durante la pasada década de los sesenta un país tras otro consiguió su independencia. En la mayoría de los casos esto supuso más libertad de culto. El nacionalismo también abrió las puertas para que muchos nuevos “profetas” africanizaran las religiones de la cristiandad y fundaran cientos de nuevas sectas, entre las que reinaba una gran rivalidad y confusión. Cuando las diferencias doctrinales se tornaban en odio, estallaba una encarnizada persecución contra los seguidores de algunas religiones.
Las iglesias de la cristiandad, inmersas en su política colonial y sus empresas comerciales, no pusieron un buen ejemplo cristiano ni fomentaron cambios morales en la mayoría de sus creyentes. Había llegado la hora de que brillara la verdad bíblica en el África oriental.
Los primeros precursores encienden una luz
Unos sesenta años después que los famosos exploradores Livingstone y Stanley se encontraron a orillas del lago Tanganica, y cuando todavía no se habían descubierto los nacimientos más meridionales del río Nilo, se hicieron los primeros esfuerzos por introducir los rayos de la verdad bíblica en esta región de África. En aquel entonces los Estudiantes de la Biblia ya estaban muy activos en otras partes del mundo, denunciando las falsedades religiosas y advirtiendo a la humanidad respecto al significado de los sucesos mundiales. En África, la obra se inició en la costa occidental y en El Cabo, en el extremo sur del continente.
En 1931, el año en que los Estudiantes Internacionales de la Biblia adoptaron el nombre con base bíblica de testigos de Jehová, la sucursal de la Sociedad Watch Tower de Ciudad del Cabo buscó maneras de sembrar las semillas de la verdad bíblica en la costa oriental del continente y, a ser posible, en el interior. Gray Smith y su hermano mayor, Frank, dos valientes ministros precursores de Ciudad del Cabo, se marcharon al África Oriental Británica para investigar las posibilidades de diseminar las buenas nuevas. Embarcaron su automóvil —un De Soto que habían convertido en una caravana— junto con 40 cajas de libros, y partieron rumbo a Mombasa, el puerto marítimo de Kenia. Acababa de terminarse la construcción de una línea de ferrocarril que unía Mombasa con Uganda a través de las tierras altas de Kenia, de modo que los dos precursores enviaron su preciosa carga de libros por tren de Mombasa a la capital, Nairobi, situada a 1.600 metros de altitud y que unos veinte años antes no era más que unos cuantos almacenes ferroviarios destartalados.
Los hermanos Smith emprendieron entonces el camino de 580 kilómetros hacia Nairobi. Un viajero actual cubre esta distancia en unas siete horas por una moderna carretera pavimentada, pero en aquel tiempo era toda una aventura hacer este viaje en una caravana cargada. El informe que enviaron al entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, Joseph F. Rutherford, y que se publicó en el número del 1 de agosto de 1931 de The Watchtower, nos da una idea de cómo les fue el viaje y la predicación en Nairobi:
“Estimado hermano Rutherford:
”Mi hermano y yo le hemos agradecido en más de una ocasión el privilegio de venir desde Sudáfrica a este país virgen.
”Como estaba previsto, embarcamos nuestra caravana en Ciudad del Cabo en un vapor Llamtepher con destino a Mombasa; después de una placentera travesía, emprendimos un viaje en automóvil que fue una terrible pesadilla. Nos tomó cuatro jornadas, sin detenernos durante el día, recorrer las 360 millas que hay de Mombasa a Nairobi, durmiendo en la espesura completamente rodeados de fieras.
”Una milla tras otra tenía que bajarme del automóvil con una pala para nivelar obstáculos, llenar agujeros y también cortar tallos de elephant grass [planta parecida a la caña de azúcar] y árboles con el fin de rellenar terreno pantanoso de modo que los neumáticos se agarraran. Proseguimos día y casi noche, impacientes por empezar la testificación.
”Por fin llegamos a Nairobi, la capital de Kenia, cercana al ecuador y al África central, y nuestro querido Señor bendijo nuestros esfuerzos con resultados que establecen un récord mundial. Ambos trabajamos veintiún días, sábados y domingos incluidos, y en ese breve período distribuimos 600 folletos y 120 juegos completos de nueve volúmenes [de libros]. Nos amenazaron con llamar a la policía, nos llamaron mentirosos, nos insultaron, nos echaron de algunas oficinas; pero continuamos, y nuestra obra casi ha concluido. Se ha encendido una luz que alumbrará hasta los rincones más oscuros de África. A juzgar por lo que oímos, la obra ha levantado un gran revuelo en los círculos religiosos de Nairobi.
”Yo voy a regresar a Ciudad del Cabo, pero mi hermano planea volver pasando por el Congo y Rhodesia del Norte para continuar llevando el mensaje; nos encontraremos de nuevo en Ciudad del Cabo, listos para el próximo privilegio.
Su colaborador en el servicio del Amo,
F. W. Smith, repartidor.”
Los contactos con los africanos estaban restringidos bajo el gobierno colonial, de modo que los hermanos Smith dejaron la mayor parte de las publicaciones a una comunidad de católicos que habían venido de Goa, en la costa occidental de la India, para construir el ferrocarril. Pero el clero católico, furioso por las verdades que contenía la literatura bíblica, recogió y quemó todos los libros a los que pudo echar mano.
Algún tiempo después, los hermanos Smith contrajeron paludismo, una enfermedad que había acabado con la vida de muchos viajeros. Gray se recuperó tras cuatro meses de hospitalización, pero su hermano Frank murió antes de llegar a Ciudad del Cabo.
Se continúa la obra con ánimo
Entretanto, en África del Sur los precursores Robert Nisbet y David Norman se preparaban para continuar aquella primera aventura. Robert Nisbet recuerda que cuando llegó a la sucursal de Ciudad del Cabo procedente de Escocia, le mostraron 200 cajas de literatura listas para ser enviadas al África oriental, ¡el quíntuplo de lo que los hermanos Smith habían llevado!
Iniciaron su campaña en Dar es Salaam, la capital de Tanganica, el 31 de agosto de 1931, durmiendo bajo mosquiteros y tomando dosis diarias de quinina para protegerse del paludismo. No fue una asignación fácil. El hermano Nisbet relata: “El reflejo del sol en el pavimento de las calles, el fuerte y húmedo calor y la necesidad de llevar pesadas cargas de libros de una visita a otra, fueron solo algunas de las dificultades a las que tuvimos que enfrentarnos. Pero éramos jóvenes y fuertes y nos lo pasábamos bien”.
Estos dos precursores dejaron en tiendas, oficinas y casas casi mil libros y folletos en dos semanas. Entre estos estaban los llamados “juegos arco iris”, que consistían en nueve libros de varios colores llamativos y once folletos de contenido bíblico. No pasó mucho tiempo antes de que la Iglesia católica difundiera un aviso en el que prohibía a todos los católicos tener esas publicaciones en casa.
Desde Dar es Salaam, los dos precursores salieron hacia Zanzíbar, una isla que está a unos 40 kilómetros de la costa y que en un tiempo fue un importante centro del comercio de esclavos. En la antigua ciudad del mismo nombre, con su laberinto de calles estrechas y tortuosas, se respiraba un constante aroma a clavos, pues Zanzíbar era el principal exportador de esta especia. La población, por entonces de un cuarto de millón de habitantes, se componía básicamente de musulmanes que hablaban swahili. Como las publicaciones estaban en inglés, la mayor parte se dejó a indios y árabes anglohablantes.
Tras pasar diez días en Zanzíbar, los precursores se embarcaron rumbo a Mombasa (Kenia), desde donde prosiguieron hacia las altiplanicies kenianas. El viaje desde Mombasa lo realizaron en tren, predicando el territorio a lo largo de la línea férrea hasta el lago Victoria, situado justo al sur del ecuador.
A continuación se dirigieron en barco a Kampala, la capital de Uganda, donde distribuyeron muchos libros y obtuvieron suscripciones a la revista The Golden Age (hoy conocida en español como ¡Despertad!). Un hombre que vio a su amigo leer entusiasmado el libro Gobierno viajó 80 kilómetros para encontrar a los hermanos y obtuvo todos los libros disponibles, así como una suscripción a The Golden Age.
Luego regresaron a Mombasa vía Jinja y Kisumu, a orillas del lago Victoria. Allí dejaron de nuevo muchos libros y pronunciaron dos discursos bíblicos, a los que asistieron muchos oriundos de Goa. Desde Mombasa volvieron en barco a Ciudad del Cabo, un viaje de 5.000 kilómetros. Los hermanos Nisbet y Norman colocaron en manos de la gente más de cinco mil libros y folletos en total, además de muchas suscripciones.
Recorren media África
En 1935, el año en que el entendimiento progresivo de la Biblia reveló la recogida de una gran muchedumbre para vivir en un paraíso terrestre, un equipo de cuatro Testigos emprendió la tercera campaña por el África oriental. Eran Gray Smith —el superviviente de la primera campaña—, su esposa Olga y los dos hermanos Nisbet, Robert y George. Este había llegado a Ciudad del Cabo en marzo.b
Esta vez iban bien equipados con dos furgonetas de tres cuartos de tonelada cada una convertidas en viviendas y provistas de camas, cocina, depósito de agua, tanque de gasolina de repuesto y mosquiteros para las ventanas. Así podían llegar a más ciudades, aunque las carreteras a veces estaban cubiertas de maleza hasta una altura de 3 metros. Estos precursores dormían a menudo en plena selva, donde veían, oían y sentían latir el corazón de África, con sus amplios horizontes y su abundante fauna: leones que rugían por la noche, y cebras, gacelas y jirafas que pastaban con tranquilidad durante el día, además de la inquietante presencia de los rinocerontes y los elefantes.
Recorrieron en sus vehículos parte de la Ruta de El Cabo a El Cairo. La realidad detrás de este distinguido nombre era largos y solitarios tramos polvorientos, así como tramos pedregosos con baches llenos de barro, arena fina y ríos que había que vadear aquí y allá. Cuando llegaron a Tanganica, se separaron: los hermanos Nisbet se dirigieron hacia Nairobi, mientras que el matrimonio Smith se quedó en Tanganica, que por aquel entonces estaba bajo dominio británico.
Al poco tiempo la policía detuvo a los Smith y les ordenó regresar a África del Sur. Sin embargo, ellos decidieron seguir los pasos de los hermanos Nisbet, y se dirigieron hacia el norte, a Nairobi, donde tuvieron que pagar a la policía un depósito reembolsable de 160 dólares para conseguir un permiso de residencia. Los precursores trabajaron mucho y colocaron más de tres mil libros y unos siete mil folletos, además de muchas suscripciones a la revista The Golden Age (en español, Luz y Verdad). Finalmente se expidieron órdenes de deportación contra ellos debido a la creciente oposición religiosa. Los precursores protestaron enérgicamente contra la deportación, pero fue en vano. Tres de ellos emprendieron el regreso a África del Sur, mientras que Robert Nisbet, que había contraído fiebre tifoidea, se quedó en el hospital de Nairobi. Afortunadamente se recuperó y pudo regresar también a África del Sur.
Tiempo después, Robert y George Nisbet tuvieron el privilegio de asistir a la Escuela Bíblica de Galaad de la Watch Tower, y en 1951 se les asignó como misioneros a la isla de Mauricio, en el océano Índico. Robert Nisbet se encuentra actualmente en Australia, y su hermano, George, sirvió en la sucursal de África del Sur hasta su muerte, en 1989.
Igual que los misioneros del primer siglo mencionados en el libro de Hechos, estos precursores demostraron amor profundo a Jehová y al prójimo pese a las dificultades y los peligros. Cuatro de los seis precursores que fueron a África del Sur pasaron largas estancias en los hospitales y uno de ellos incluso murió. No obstante, se dio un testimonio y las publicaciones produjeron fruto. Por ejemplo, unos treinta años más tarde, un Testigo que trabajaba territorio rural aislado en Kenia encontró a un hombre que tenía un ejemplar del libro Reconciliación, que había adquirido en 1935. Este hombre es ahora testigo de Jehová.
Un precursor en el imperio oculto
En aquella misma época, otro valiente precursor, Krikor Hatzakortzian, entró en Etiopía para ofrecer iluminación espiritual en su lengua materna, el armenio, así como en griego y en francés. Etiopía era un país peculiar en muchos sentidos. Una buena parte del mismo se asienta sobre un vasto macizo montañoso triangular con una altitud media de 2.000 metros, donde se encuentran elevados picos y mesetas de suelo fértil en la cima, rodeadas de valles. El Nilo Azul nace en esta zona y pasa a través de cañones espectaculares. De igual manera, el río Takeze fluye por un cañón que a algunos viajeros les recuerda el Cañón del Colorado de Norteamérica. Este terreno montañoso aísla a Etiopía de las tierras bajas sudanesas al oeste y de los desiertos del Danakil y Ogadén al este.
Etiopía llegó a ser un imperio independiente en una época muy temprana de la historia; el emperador Ezana impuso la fe cristiana en el siglo IV, más o menos cuando se celebró el Concilio de Nicea. Bajo la poderosa influencia de la Iglesia ortodoxa etíope, que enfatiza el culto a María y a la cruz y está vinculada al judaísmo antiguo, Etiopía se convirtió en un imperio “cristiano” oculto que resistió los avances islámicos procedentes de las tierras bajas. El emperador Haile Selassie, cuyo nombre significaba “Poder de la Trinidad”, ostentaba títulos como “Rey de Reyes”, “León de Judá” y “Escogido de Dios”. Además, la Constitución le obligaba a defender los intereses de la Iglesia. No obstante, el pueblo estaba sumido en oscuridad espiritual y era fácil incitarlo a cometer actos fanáticos.
Este era el país en el que se encontró el hermano Hatzakortzian en 1935 sin compañero, pero con plena confianza en Jehová. El siguiente extracto de una carta en la que daba un informe de su actividad y que se publicó en La Torre del Vigía de marzo de 1936, nos da una idea de a qué se enfrentaba:
“No considero extraño ser perseguido por causa de la justicia, y espero más persecución. [...] Jehová de los ejércitos me ha protegido en ocasiones pasadas y también lo hará en el futuro.
”Al mediodía volvía a casa del trabajo, cuando uno de los agentes de Satanás salió de repente de su escondite y me hirió dos veces en la cabeza con un garrote grande; me golpeó con tanta fuerza, que el garrote se quebró. No obstante, con la ayuda del Señor, la herida no fue muy grave, para admiración de los vecinos. Estuve en cama solo dos días. En otra ocasión los representantes del enemigo me atacaron con cuchillos; pero en el momento en que iban a apuñalarme, por la influencia de algún poder desconocido, tiraron sus cuchillos y me dejaron solo.
”Pero [...] siguen con su persecución. Esta vez inventaron declaraciones falsas acerca de mí, y me enviaron a la capital (Addis Abeba) para comparecer ante el emperador. Mientras estuve en la capital (cuatro meses), fui por donde quise y di el testimonio de casa en casa, así como en los hoteles y los cafés. Por fin comparecí ante el emperador. Me escuchó, y no encontrando culpa alguna en mí, me liberó y me mandó que me fuera a casa. ¡Alabado sea el Señor por esta victoria!
”La gente vive en temor y perplejidad, mas yo me regocijo en el Señor. Que el Todopoderoso Jehová los bendiga con creces y los fortalezca para terminar la obra que les ha encomendado.
Su hermano en Cristo,
K. Hatzakortzian.”
Durante la agitación de la II Guerra Mundial, no se tuvieron noticias del hermano Hatzakortzian, pero misioneros de Galaad que llegaron a Addis Abeba en la década de los cincuenta oyeron hablar de un hombre de Diredawa que ‘hablaba como ellos’. Haywood Ward fue a esa ciudad, situada hacia el este, y encontró a un anciano que no hablaba ni una palabra de inglés. Después que el misionero se identificó, el anciano se echó a llorar, levantó la vista a los cielos y musitó unas palabras, entre ellas el nombre de Jehová en armenio. Era el hermano Hatzakortzian. ¡Por fin había llegado el día que tanto había anhelado! Llorando de alegría, abrazó al hermano Ward. Luego sacó con orgullo unas cajas viejas, donde tenía revistas La Atalaya y libros manoseados, sin parar de hablar con júbilo en un idioma que su visitante no entendía.
El hermano Ward se quedó maravillado por este encuentro y tenía la intención de repetir la visita, pero no fue posible. Cuando otros misioneros fueron a verlo, encontraron a la gente de duelo. El hermano Hatzakortzian había muerto.
Para los misioneros fue como un “Melquisedec”. (Heb. 7:1-3.) Se hacían muchas preguntas sobre él: ¿Quién era? ¿De dónde había venido? ¿Dónde había aprendido la verdad? ¿Qué le había sucedido durante los turbulentos años de la II Guerra Mundial? En cualquier caso, fue un valiente precursor en Etiopía.
Al fin un nuevo fundamento en Kenia
En noviembre de 1949, Mary Whittington emigró de Gran Bretaña a Kenia con sus tres hijos pequeños para reunirse con su esposo, que trabajaba para la East African Railways (Compañía ferroviaria de África oriental) en Nairobi. Aunque se había bautizado hacía apenas un año, pronto aprendió a valerse por sí misma. Era la hermana Whittington una mujer esbelta y disciplinada con un intenso espíritu de precursora que no se pasaba el tiempo pensando en lo sola que se encontraba en un país mayor que el suyo, sino que veía en este amplio campo una oportunidad de difundir la verdad de la Biblia.
Por causa de las leyes de segregación racial vigentes en aquellos tiempos del colonialismo, la hermana Whittington tuvo que limitar su círculo de oyentes a los europeos cuando empezó a predicar de casa en casa en su vecindario. Las personas la atendían muy bien; a menudo la invitaban a pasar y aceptaban publicaciones bíblicas. Con frecuencia le preguntaban: “¿Dónde celebran sus reuniones?”. Ella respondía que, por lo que sabía, era la única testigo de Jehová en todo el país.
A los tres meses de su llegada se le presentó una prueba de integridad. Los superiores de su marido le dijeron a este que la predicación de su esposa no le gustaba a la policía. Si persistía, podía ser deportada de la colonia. De modo que él le dijo a su esposa que predicara solo a sus amigos. Ella respondió que no tenía amigos en Kenia y que su fidelidad cristiana le obligaba a proseguir con su obra. Su esposo le dejó claro que no le permitiría llevarse a los niños si la deportaban.
Unos cuantos meses más tarde, agentes de un cuerpo especial de la policía visitaron al señor Whittington en su oficina para pedirle muestras de la literatura que distribuía su esposa. La hermana Whittington les suministró gustosa bastantes publicaciones. El agente que las devolvió dijo que le habían gustado mucho. No le prohibió predicar, pero recalcó que no lo hiciera a la población africana. En aquel momento eso no representaba ningún problema, pues había trabajo más que suficiente entre los habitantes no africanos de Nairobi.
Al poco tiempo apareció una compañera, aunque no como esperaba la hermana Whittington. La sucursal de la Sociedad Watch Tower de Rhodesia del Norte le notificó que una tal señora Butler estaba interesada en temas bíblicos. Olga Butler, originaria de las islas Seychelles, había recibido las publicaciones de la Sociedad en Tanganica durante más de diez años, y después de la muerte de su esposo se había mudado a Nairobi. Se pusieron en contacto por carta y quedaron en encontrarse en una cafetería del centro de la ciudad. Empezaron un estudio bíblico en seguida, al principio en un parque público, pues todavía estaba prohibido que se asociaran personas de diferentes razas. Olga Butler se bautizó dos años más tarde en la bañera de los Whittington.
Intentos de ayudar
A fin de abrir este amplio campo y de ayudar a la hermana Whittington, que estaba aislada, se intentó enviar misioneros, pero el gobierno colonial no lo autorizó. El presidente de la Sociedad Watch Tower, Nathan H. Knorr, y su secretario, Milton G. Henschel, visitaron Nairobi en 1952 y pasaron una tarde con un pequeño grupo de hermanos de Kenia y Uganda. Se volvió a solicitar la entrada de misioneros, pero se denegó una vez más.
También surgieron dificultades de otra fuente. Los levantamientos del Mau-Mau provocaron la implantación del estado de emergencia, y se declaró ilegal cualquier reunión de más de nueve personas, salvo que estuviera registrada de antemano en el gobierno. En 1956 se presentó una petición para registrar las reuniones cristianas, pero fue denegada. Durante todos aquellos años, varios Testigos extranjeros pasaron breves temporadas en Kenia, pero solo permanecieron para publicar las buenas nuevas Mary Whittington, sus hijos y Olga Butler.
Llegan los graduados de Galaad
En estas circunstancias llegaron a Nairobi en 1956 los graduados de Galaad William y Muriel Nisbet, de Escocia. William Nisbet era hermano de los dos precursores que habían venido a Kenia desde África del Sur en los años treinta. Tuvo que ponerse a trabajar para conseguir la residencia, pero de todas formas podía supervisar el pequeño grupo de estudio de la Biblia. Mientras tanto, la hermana Nisbet y la hermana Whittington dedicaban las mañanas a predicar con discreción de casa en casa.
Nairobi era una asignación hermosa para los Nisbet. La ciudad se estaba convirtiendo en una metrópoli moderna y bien cuidada. El clima moderado y las colinas Ngong en las afueras de la ciudad les recordaban su Escocia natal. En un día claro podía divisarse hacia el sudeste las resplandecientes nieves de la montaña más alta de África, el Kilimanjaro. Hacia el norte aparecía el perfil irregular del monte Kenia, que da nombre al país. Y a la misma puerta se hallaba el paraíso de los amantes de los animales: el Parque Nacional de Nairobi, albergue de leones, guepardos, rinocerontes, búfalos, jirafas, cebras y antílopes.
Sin embargo, el principal interés de los Nisbet era empezar estudios bíblicos. Conducían uno de estos con la familia de un agente de un cuerpo especial de la policía. Aunque los Nisbet no lo sabían, el agente había recibido la misión de investigar a los testigos de Jehová, pero su investigación derivó en algo muy diferente de lo que esperaba. No solo entregó un informe favorable de nuestra actividad, sino que además encontró un tesoro inapreciable: la verdad. A su debido tiempo los cuatro miembros de esta familia se bautizaron como testigos de Jehová.
También estudiaban otras personas. Por desgracia, estaban vigentes las leyes del estado de emergencia, y asistir a una reunión de más de nueve personas significaba arriesgarse a ser deportado o pasar hasta tres años en prisión. Así pues, los hermanos no tenían más remedio que reunirse en grupos pequeños.
1958: un año memorable
A principios de ese año se asignó a otros cuatro graduados de Galaad a Nairobi: los Clarke y los Zannet. Al igual que el hermano Nisbet, los dos hombres tuvieron que trabajar, mientras que sus esposas servían de precursoras. Se alcanzó un nuevo máximo de 35 publicadores, extranjeros en su mayoría.
Este fue también el año en que se celebró en Nueva York la asamblea internacional “Voluntad Divina”, a la que asistieron más de doscientas cincuenta mil personas de todo el mundo. Fue muy emocionante para Mary Whittington estar presente y dar un breve informe de la obra en Kenia. Un motivo más de alegría aquel año fue el hecho de que un avión fletado lleno de Testigos de Rhodesia hizo escala en Nairobi en dirección a Nueva York, lo que les permitió tener una reunión estimulante en sentido espiritual.
En la asamblea de Nueva York se hizo una llamada a los Testigos que tuvieran posibilidades de mudarse a países donde la necesidad de predicadores del Reino era mayor; Kenia estaba en la lista. De manera que entre diciembre de 1958 y septiembre de 1959, llegaron más de treinta hermanos de Canadá, Estados Unidos e Inglaterra para ayudar en Kenia. Algunos de estos recién llegados se fueron a Mombasa, en la costa, lugar de hermosas playas. Otros se pusieron a predicar en la ciudad de Nakuru, situada en la zona de la gran hendidura (Rift Valley) y famosa por el lago del mismo nombre, donde habitan millones de flamencos.
Los que vienen a ayudar hacen un buen trabajo
El celoso grupo de Testigos que vinieron a ayudar donde la necesidad era mayor pusieron un buen ejemplo de madurez cristiana. Habían dejado amigos, carreras y comodidades, pero recibieron muchas bendiciones. Kenia era para ellos una Macedonia moderna. (Hech. 16:9.)
El inglés Ron Edwards dijo en nombre de muchos: “Desde el mismo principio se forjó un fuerte vínculo de amor y cariño entre todos los que habíamos venido a servir donde había mayor necesidad. Sin duda se debió a nuestra unidad de propósito y a la similitud de nuestras circunstancias. La mayoría éramos de la misma edad (entre treinta y cuarenta años), estábamos casados y teníamos vidas familiares estables antes de venir aquí. Sin embargo, dejamos nuestros hogares y nos embarcamos en una empresa desconocida en respuesta a la llamada de la Sociedad”.
Con el paso de los años, muchos tuvieron que marcharse debido a problemas de salud, permisos de trabajo y otras circunstancias. A algunos, no obstante, les fue posible quedarse muchos años, como Alice Spencer, que aguantó el calor de Mombasa por más de veinticinco años, o la octogenaria Margaret Stephenson, que ha vivido más de treinta años en Kenia y todavía sirve de precursora regular.c Con verdadero celo misional, estos hermanos colocaron el fundamento sobre el que muchos kenianos han edificado su amor a la adoración verdadera.
Sin embargo, pese a la afluencia de hermanos que venían a ayudar, la obra seguía obstaculizada: se predicaba sobre todo a los europeos, es decir, a los extranjeros blancos, y a la comunidad asiática. Aunque algunos Testigos extranjeros estudiaban swahili, su testificación se limitaba casi siempre a los criados de las casas.
Disposiciones para una mayor expansión
El hermano Knorr visitó de nuevo Nairobi en 1959. Para entonces el grupito de nueve se había convertido en una congregación compuesta de dos grupos, con un total de 54 publicadores. Como ya había más hermanos que pudieran llevar la delantera, el hermano Knorr dispuso que los dos grupos se dividieran en cuatro. El hermano Nisbet serviría de superintendente de circuito, y visitaría estos grupos al mismo tiempo que mantendría su empleo. Durante aquella época se encontró a una asombrosa cantidad de personas interesadas entre los extranjeros.
Cuando el régimen colonial tocaba a su fin, los testigos de Jehová fueron los primeros en ponerse en contacto con la población indígena, como lo muestra la siguiente experiencia. Una hermana europea estaba comprándose unos zapatos en la ciudad y le preguntó a la dependienta dónde vivía. Esta contestó: “En Jericó”, a lo que la hermana dijo: “Conozco muy bien Jericó. Voy allí a menudo”. La dependienta exclamó de inmediato: “¡Ah!, entonces usted debe ser testigo de Jehová”.
La obra del Reino ya estaba en marcha en Kenia. Pero antes de proseguir con el relato de este país, detengámonos y veamos qué se estaba haciendo en algunos países vecinos para predicar las buenas nuevas.
Uganda: la “Perla de África”
Al oeste de Kenia se encuentra Uganda, un país exuberante donde se podía pasear por las verdes costas del lago Victoria, escalar las cumbres nevadas del Ruwenzori (identificadas por algunos como los legendarios montes de la Luna), cruzar el Nilo o atravesar la majestuosa selva tropical. Las precipitaciones abundantes garantizaban buenas cosechas de algodón y café, así como excelentes frutas y verduras. El calor era tolerable, y el verano perpetuo complacía tanto a los mandatarios británicos como a los comerciantes asiáticos, quienes se divertían al aire libre en sus clubes, campos de golf, piscinas, hipódromos y campos de críquet. No extraña, pues, que la gente llamara a Uganda la “Perla de África”.
La vida era calmada y apacible en abril de 1950, cuando una joven pareja de Testigos llegó a Uganda procedente de Inglaterra, impaciente por compartir su conocimiento bíblico con otros. Al cabo de un año estos hermanos ya habían ayudado a una familia griega y a otra italiana a apreciar la verdad.
Se formó una pequeña congregación en Kampala, una ciudad que se asienta sobre siete colinas igual que Roma. Poco a poco se empezó a predicar en el campo africano, y para ello resultó de gran ayuda el que el inglés fuera la lengua franca en Uganda. La primera vez que se utilizó una lengua nativa fue en un discurso público que se tradujo al luganda para una audiencia de 50 personas. En 1953 había seis publicadores activos en el país.
Dos años después tuvo lugar el primer bautismo en Uganda, en el lago Victoria, cerca de Entebbe. Entre las cinco personas que se bautizaron se encontraba el entusiasta George Kadu, que todavía sirve fielmente de anciano en Kampala.
Poco después hubo una crisis, cuando la mala conducta de algunos hizo que se produjeran expulsiones, algunos dejaran el país y otros tropezaran. De modo que el único publicador que quedaba en Uganda a finales del año 1957 era el hermano Kadu. Pero sabía que tenía la verdad y amaba a Jehová.
En 1958 la obra cobró nuevo ímpetu gracias a las proyecciones de la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción y la publicación en luganda del folleto “Estas buenas nuevas del Reino”. Además, llegaron hermanos de Canadá y Gran Bretaña para ayudar donde había necesidad, y en 1961, tres años después, informaban diecinueve publicadores. Seguiremos con el relato de este país más adelante.
Sudán: el mayor país de África
El Nilo Blanco, una parte del río más largo del planeta, deja Uganda y entra en Sudán recorriendo prados, maleza, terrenos pantanosos y zonas semidesérticas. En sus riberas viven ganaderos. Después de recorrer unos 2.000 kilómetros, se une al Nilo Azul, procedente de las tierras altas etíopes del este. En la confluencia de estos dos ríos se hallan tres grandes ciudades con millones de habitantes: Jartum, Omdurmán y Jartum Norte.
Más adelante, el Nilo se precipita en una serie de cataratas, y penetra en una región de gran riqueza histórica. Allí se hallaba el imperio de Cus, cuyas ruinas todavía pueden verse en las arenas del Sáhara, y que corresponde a la Etiopía de tiempos bíblicos, de la que procedían Ébed-mélec y el oficial de la corte a quien bautizó el discípulo Felipe. (Jer. 38:7-16; Hech. 8:25-38.)
Sudán, llamado antes Sudán Angloegipcio, es el país más grande de África, con una superficie que equivale a la cuarta parte de Estados Unidos de América. El idioma principal es el árabe. La parte norte del país es islámica casi en su totalidad, mientras que en el sur predominan los animistas y los cristianos nominales. Los sudaneses suelen ser muy hospitalarios y afables.
Corría el año 1949 cuando Demetrius Atzemis, un graduado de Galaad egipcio, fue a Sudán por primera vez. Al igual que en Egipto, en las verdes riberas de la región de Jartum abundaban los campos de pepinos, puerros y cebollas. Cerca del agua había pasajes bordeados de enormes higueras de Bengala, que daban una agradable sombra. Pero estos angostos oasis de vegetación exuberante pronto desaparecían para dar paso al árido desierto. El color dominante era el marrón: el cielo, la tierra, las casas de adobe e incluso gran parte de la ropa eran de este color.
Además, el calor era sofocante, con temperaturas diurnas de 60 °C (140 °F) y nocturnas de 39 °C (102 °F). Como las tuberías del agua estaban expuestas al sol, antes de tomar una ducha “fría”, había que dejar correr el agua un rato para no quemarse.
En medio de estas condiciones, el hermano Atzemis se mantuvo muy ocupado. Predicó sobre todo en Omdurmán, donde obtuvo 600 suscripciones. Luego pasó a una ciudad industrial más pequeña, llamada Wad Medani, antes de regresar a Egipto. Algún tiempo después, los tres miembros de una familia se trasladaron de El Cairo a Jartum. El hermano, mercader de lanas, testificaba a sus clientes, a los que ofrecía suscripciones y publicaciones antes de hacer negocios con ellos.
Pronto se formó una pequeña congregación, y el número de publicadores creció de mes en mes hasta alcanzar los dieciséis en agosto de 1951. El acontecimiento más destacado del año siguiente fue un discurso pronunciado ante 32 personas y traducido a tres idiomas para beneficio de los extranjeros presentes.
El hermano Atzemis, que estaba en El Cairo, volvió a Sudán en 1953, esta vez por cinco meses, y organizó la predicación sistemática del territorio de Jartum. Su esfuerzo se vio recompensado cuando los tres hermanos Orphanides aceptaron la verdad. George Orphanides ofreció una amplia sección de su casa para que se celebraran las reuniones tan solo un mes después que se contactó con él. Este hermano llegó a ser el superintendente de la congregación, y junto con su hermano Dimitri predicó con energía el mensaje del Reino a otros. George sabía tratar al rebaño con firmeza y tenacidad, pero a la vez con una gran bondad. Sirvió durante muchos años, hasta que en 1970 tuvo que abandonar el país. Dimitri dirigió a muchas personas a la verdad. Estos hermanos perseveraron con una actitud excelente a pesar del calor implacable y las periódicas tormentas de arena. George dijo en una ocasión: “Aunque no contábamos con el reconocimiento de este mundo, como teníamos la aprobación del cielo y la ayuda del espíritu de Jehová, disfrutábamos día a día mientras tratábamos de cumplir con nuestro ministerio de acuerdo con las palabras de Pablo en 2 Timoteo 4:2-5”.
El hermano Atzemis aún realizó varias visitas periódicas, y en 1955 a la Sociedad le fue posible enviar a Jartum a otro misionero, Emmanuel Paterakis, que pudo permanecer diez meses. Varios publicadores se habían marchado del país para entonces. En junio de 1956 se solicitó el reconocimiento legal, pero fue denegado debido a la influencia del clero copto y de los mullahs islámicos. Los Testigos estuvieron vigilados durante un tiempo, pero no hubo persecución severa y la predicación nunca se interrumpió.
Hermanas fieles
En el primer siglo hubo mujeres devotas que fueron pilares espirituales de la congregación, y lo mismo ha sucedido durante el siglo XX en Sudán. (Hech. 16:14, 15; 17:34; 18:2; 2 Tim. 1:5.) Una audaz hermana griega que estaba casada con un sudanés y vivía en el Líbano se marchó al país natal de su esposo en 1952 para impulsar la predicación. Esta hermana, Ingilizi Caliopi, empezó a servir de precursora regular en seguida, y más tarde, de precursora especial. Era una mujer animosa, dinámica y persistente, cualidades necesarias para predicar a los miembros de la Iglesia ortodoxa copta, que son muy emocionales e irascibles y temen a los sacerdotes y a sus parientes.
Una de las personas a las que pudo ayudar a conocer la verdad fue Mary Girgis, que también llegó a ser precursora especial y cuya biografía se publicó en La Atalaya del 15 de julio de 1977. Mary vivía en la histórica ciudad de Omdurmán, la antigua capital de Sudán. Acababa de orar cuando la hermana Caliopi la visitó por primera vez un día de 1958. La hermana Caliopi encontró a una mujer preocupada por las espantosas bestias descritas en Revelación. ¿Qué podían significar? Los horrores del “infierno ardiente” también la inquietaban. Se preguntaba si esa era la voluntad de Dios. No obstante, su principal pregunta era: “¿Dónde está la verdad?”.
La hermana Caliopi respondió a todas esas preguntas. Mary se alegró de saber que Jesús ya es Rey. No obstante, su esposo, Ibrahim, le dijo: “No escuches a esa mujer. Debe ser una mala persona. El otro día se cayó del autobús y la gente decía: ‘Le está bien empleado por cambiar de religión’”.
Pese a todo, Ibrahim obtuvo dos libros, “Sea Dios veraz” y “Esto significa vida eterna”. Poco después de eso, cierto día a Ibrahim le decepcionó oír al sacerdote de su iglesia copta regañar a los hombres que permitían que sus esposas estudiaran y predicaran una religión distinta. ¡Estaba claro a quién se refería! Dejó la Iglesia, y a partir de entonces él y su familia se convirtieron en blanco de persecución. Un día alguien lanzó una piedra por encima del muro, que le alcanzó e hizo que se le saltaran las gafas, si bien ni él ni el pequeño que llevaba en brazos sufrieron daño serio.
En 1959 la policía acusó a Mary Girgis de ir por las casas con la intención de robar. El asunto llegó a los tribunales. Dos fiscales se coligaron contra ella, pero, por supuesto, no fueron capaces de probar la acusación, y el caso fue sobreseído.
En otra ocasión, unos sacerdotes le pusieron un pleito por sionismo. La hermana ensalzó el nombre de Jehová ante los cuatro jueces del tribunal. El juez presidente decidió en su favor y dijo: “Señora, puede ir por todo Sudán y predicar como quiera. La ley del país está de su lado y la protegerá”.
La hermana Girgis ha sido un ejemplo notable para los más jóvenes, así como lo fue la hermana Caliopi hasta su muerte. Estas dos mujeres celosas han ayudado a un buen número de personas a lo largo de los años. Ibrahim Girgis también se puso de parte de la verdad y fue un Testigo fiel hasta la muerte.
Los intentos que se hicieron para conseguir reconocimiento legal fracasaron, de modo que la obra continuó clandestinamente, con persecuciones esporádicas. No obstante, hubo un aumento constante: en 1960 informaron 27 publicadores, y en 1962, 37 publicadores. En 1965 se hizo cargo de la obra en Sudán la sucursal de Kenia, recién formada, y se organizó una asamblea de circuito anual. Al año siguiente hubo 81 asistentes en la Conmemoración de la muerte de Cristo. Seguiremos hablando de este país más adelante.
Etiopía: la “Región de Caras Quemadas”
Al norte de Kenia, entre Sudán y el mar Rojo, se encuentra Etiopía, un país cuya superficie equivale a la mitad de Sudán. Su nombre significa en griego “Región de Caras Quemadas”, y en tiempos antiguos designaba la región de África que se encuentra al sur de Egipto. Así que la Etiopía bíblica comprendía básicamente el norte de Sudán y una pequeña parte del norte de la actual Etiopía. Como ya había descubierto el hermano Hatzakortzian en los años treinta, este país era singular en muchos sentidos, con una cultura propia y la dominante Iglesia ortodoxa etíope. Esta fue la asignación de tres misioneros solteros que llegaron a la capital, Addis Abeba, el 14 de septiembre de 1950.
Tuvieron que acostumbrarse a muchas cosas nuevas para ellos: para empezar, los 2.400 metros de altitud a los que está situada Addis Abeba, una de las capitales más elevadas del mundo; después, el idioma amhárico, con sus consonantes oclusivas p, t y s, y el alfabeto etiópico, que consta de 33 caracteres y más de doscientas cincuenta variantes; además, las más de setenta lenguas tribuales y otras doscientas lenguas minoritarias, y, por último, una lengua casi muerta llamada geez, que todavía utilizaban los sacerdotes de manera similar a como algunos eruditos europeos emplean el latín.
Las personas tenían una atractiva tez bronceada y lucían peinados extraños, ropa típica y trajes festivos. Algunos llevaban cruces tatuadas en la frente. Tenían nombres interesantes. Un hombre podía llamarse Gebre Meskal (“Esclavo de la Cruz”), Habtemariam (“Siervo de María”) o Tekle Haimanot (“Planta de la Religión”). Una mujer podía tener el nombre de Leteberhan (“Esclava de la Luz”) o Amaresh (“Eres hermosa”).
Maestros de escuela a la vez que predicadores
En su primer hogar misional, ubicado en un apartamento en el sector de la Case Popolari de Addis Abeba, los misioneros recibían con asombro la visita regular de un colobo. Este mono travieso se metía por todas partes y armaba un lío tras otro. No se conformaba con echar mano a la salsa de tomate, no; tenía que dejar el rastro de tomate por toda la casa y restregarlo por las paredes. Por supuesto, también recibían visitas humanas, y conducían estudios bíblicos en el porche del hogar misional.
A fin de proteger los intereses de la Iglesia de Etiopía, estaba prohibido hacer proselitismo entre los cristianos; solo se permitía entre los musulmanes y los “paganos”. Así pues, se autorizó la entrada a los misioneros con la condición de que abrieran escuelas donde enseñar inglés, mecanografía y contabilidad.
Cuando las clases nocturnas para adultos estuvieron debidamente formadas, los misioneros tuvieron que mudarse a un local más grande, en Churchill Road, la calle principal de la capital. Los hermanos decidieron no mezclar las enseñanzas religiosas con los temas académicos, pero invitaban a los alumnos a asistir a las reuniones de la congregación. Una de las aulas se convertía en Salón del Reino a la hora de las reuniones.
En 1952 llegaron a Addis Abeba ocho misioneros más de la clase número 18 de Galaad, entre los que se hallaban Harold y Anne Zimmerman, a quienes se asignó a ayudar a dar las clases nocturnas de la capital. Dos parejas de la clase número 12, los Brumley y los Luck, abrieron una escuela en la histórica Harar, cerca de la frontera oriental con Somalia, en otro tiempo ciudad vedada a los extranjeros y que todavía visitan regularmente las hienas. De hecho, el visitante puede disfrutar del espectáculo nocturno que ofrecen los “hombres de las hienas” alimentando a estas fieras. (Véase ¡Despertad! del 22 de noviembre de 1985.)
Los misioneros de Galaad Dean Haupt y Raymond Egilson abrieron una escuela similar en Diredawa, un centro comercial próximo a Harar ubicado estratégicamente en la única línea de ferrocarril etíope, entre el puerto de Yibuti y Addis Abeba. Esta era la ciudad donde había muerto el hermano Hatzakortzian.
La vida cotidiana estaba exenta de lujos. El hermano Haupt explica: “Nuestra primera noche fue una experiencia inolvidable. Todavía no teníamos muebles, de modo que a la hora de comer utilizamos un baúl como mesa y unas maletas como sillas. Pusimos los colchones en el suelo, ya que todavía no habían llegado las camas. No se estaba tan mal después de todo, pero cuando apagamos las luces, empezaron a bajar chinches de las paredes para probar nuestro sabor. Parece ser que este sector de la casa llevaba algún tiempo vacío, así que las chinches salieron para chupar sangre fresca. Creo que no pegamos ojo en toda la noche”.
Una sucursal pequeña
Pese a los insectos, los hermanos disfrutaban efectuando la obra, como explica un misionero: “Un día iba caminando por una carretera cuando me encontré con un joven etíope y me detuve para hablarle. En cuanto se enteró de que era misionero, me pidió: ‘Señor, por favor, hábleme de Jesucristo’. Le invité a ir al hogar misional al día siguiente, y a los diez minutos de su llegada ya habíamos empezado un estudio con el libro ‘Sea Dios veraz’. Al día siguiente volvió acompañado de otro joven para seguir estudiando. Llegaron a ser los dos primeros publicadores etíopes”.
Constantemente acudían personas interesadas al hogar misional para pedir un estudio bíblico, de manera que siempre tenía que haber un misionero en casa. Algunas personas habían caminado durante horas para llegar hasta allí y querían estudiar dos o tres horas seguidas. La cantidad de publicadores ascendió rápidamente a 83.
En 1953 se abrió una pequeña sucursal en Addis Abeba. Se preparaba una traducción manuscrita en escritura etiópica de la información para las reuniones y se reproducía con una multicopista manual. Esta provisión ayudó a los nuevos a afianzarse mejor en la verdad. Los hermanos etíopes aprendieron a predicar de casa en casa, conducir estudios bíblicos y celebrar reuniones instructivas. Gracias a su celo, las buenas nuevas se difundieron por trece localidades del interior del país, desde donde informaron casi veinte publicadores en 1954.
Un seminarista pone la mano en el arado
Una de las personas que respondió al mensaje del Reino fue un seminarista que no hablaba ni una palabra de inglés. La primera conversación que mantuvo con un misionero fue mediante un intérprete. Cuando surgían cuestiones polémicas, el seminarista acudía a su Biblia en el antiguo lenguaje geez. Le sorprendió descubrir que su argumento preferido a favor de la Trinidad en 1 Juan 5:7 no aparecía en su traducción. Con su propia Biblia se le mostró rápidamente la falsedad de otras doctrinas.
Se presentaba tres o cuatro veces por semana para estudiar y llevaba con él a otros. Cuando abandonó el seminario para irse a casa de un Testigo, el director fue con un policía y se lo llevó de nuevo al seminario, donde lo tuvieron encerrado cuatro días. Desde allí envió una nota a los hermanos, en la que les decía que no debían sentir lástima de él, porque se alegraba de estar prisionero a causa de Jehová. “No crean que voy a volver con ellos —dijo—. Nadie que ha puesto la mano en el arado mira las cosas que deja atrás.” Tras su liberación se mudó a la capital, donde asistió a las reuniones, y llegó a ser uno de los primeros etíopes que se bautizaron como testigos de Jehová.
Por fin publicaciones en amhárico
En el año 1955, después de un discurso especial, se presentó para satisfacción de los presentes la primera publicación en lenguaje amhárico, el folleto El camino de Dios es el de amor. Poco después salió un tratado en el mismo idioma, y al año siguiente, el folleto para estudio “Estas buenas nuevas del Reino”.
Un año después, en 1956, se alcanzó otro hito en la historia teocrática de Etiopía. Los hermanos organizaron la proyección de la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Se imprimieron hojas sueltas en inglés y en amhárico para anunciar la película, que iba a proyectarse en el teatro más importante de Etiopía, situado en la plaza mayor de Addis Abeba. Se pusieron carteles en los sectores más concurridos de la ciudad. ¿Cuál fue el resultado? Hubo una afluencia masiva al teatro. Eran tantas las personas que abarrotaban la sala, que tuvo que hacerse una segunda proyección. La asistencia total aquella noche fue de 1.600 personas, y cada una recibió un folleto de regalo. La película se pasó también en Asmara, Gondar y Desié, tres ciudades importantes del norte de Etiopía. En total, 3.775 personas vieron esta instructiva película sobre las actividades de los testigos de Jehová.
Se nombraron más precursores especiales, y un superintendente de circuito del país empezó a estimular a las congregaciones. Los hermanos predicaban con denuedo, amparados por una Constitución revisada que garantizaba los derechos humanos básicos de libertad de culto, expresión y prensa. La cantidad de publicadores alcanzó un máximo de 103.
Persecución y expulsión de los misioneros
Toda esta actividad y prosperidad espiritual había encolerizado al clero de la cristiandad. En la capital provincial de Debre Markos, a unos 280 kilómetros al noroeste de Addis Abeba, la gente seguía siendo fiel devota de la Iglesia de Etiopía.
En cuanto llegaron precursores especiales, estalló la violencia. Hombres influyentes reunieron a una chusma en la plaza mayor, gritando que aquellos forasteros pisoteaban la imagen de María y comían gatos y perros. La policía tuvo que rescatar a los hermanos para evitar que los mataran a palos. Luego la muchedumbre trató de entrar por la fuerza en la comisaría y la policía tuvo que retenerla a punta de pistola. Los dos precursores perdieron todas sus pertenencias en la refriega.
El gobierno se valió de este incidente para declarar que los testigos de Jehová eran una amenaza para la paz y seguridad de la nación. Cerró el hogar misional y la sucursal, y el 30 de mayo de 1957 ordenó a los misioneros que abandonaran el país. Aunque algunos funcionarios expresaron en privado su simpatía y señalaron la implicación del clero en el asunto, las apelaciones que se hicieron incluso al mismo emperador fueron en vano.
Pese a las muchas cartas de protesta que se enviaron desde todo el mundo, se expulsó a los misioneros del país. A esto siguieron detenciones e interrogatorios. Había llegado un tiempo de pruebas y zarandeos. Algunos se asustaron y dejaron la verdad, y unos cuantos se volvieron traidores. Se interrumpió el servicio de precursor especial, y varios anteriores precursores tuvieron que ser expulsados de la congregación. Otros, sin embargo, permanecieron fieles. Un hermano estuvo detenido por cuarenta y dos días con grilletes en los pies, y cuando lo liberaron le advirtieron seriamente que dejara de predicar.
La obra, pues, continuó de forma clandestina. Muy lejos de allí, en la asamblea internacional “Voluntad Divina” de Nueva York, se presentó el primer libro en amhárico, “Sea Dios veraz”, pero solo se consiguieron introducir en Etiopía unos cuantos ejemplares. La oposición sometió a prueba la lealtad y el valor de los hermanos, y algunos se quedaron en el camino, de modo que en 1962 no había más que 76 publicadores activos en el país.
Somalia: el cuerno de África
Cuando el misionero Dean Haupt fue expulsado de Addis Abeba, la Sociedad le dio instrucciones de marchar a Mogadiscio, la capital de Somalia. Mogadiscio ha sido un centro comercial durante los pasados mil años. ¿Formó parte de Ofir, la tierra de donde el rey Salomón extraía su oro de calidad? Es posible, aunque la opinión mayoritaria es que la veta se hallaba en Arabia.
Cuando el hermano Haupt llegó en 1957, en Somalia se escribía en italiano y en árabe, pues el somalí no era todavía una lengua escrita. El hermano Haupt decidió que primero trabajaría en el sector europeo de la ciudad, donde ofrecía suscripciones mostrando ejemplares de las revistas pero sin colocarlas, pues tenía muy pocas. De este modo obtuvo más de noventa suscripciones en unos tres meses. Como no consiguió que renovaran su visado cuando caducó, tuvo que marcharse. El hermano Haupt ha continuado su servicio en Italia hasta el día de hoy.
Una asignación difícil
Tras la partida del hermano Haupt, la Sociedad envió a Somalia cuatro misioneros. Llegaron en marzo de 1959, pero solo permanecieron Vito y Fern Fraese, de la clase número 12 de Galaad, pues la predicación estaba limitada básicamente a los extranjeros.
El clero católico en seguida empezó a visitar a los que se interesaban en la obra de los testigos de Jehová. Una persona que recibió la visita de un sacerdote le dijo: “¿Por qué este interés repentino en mí, si hace años que no voy a la iglesia? ¿No será porque estudio la Biblia?”.
En septiembre de 1959 el matrimonio Fraese conducía once estudios bíblicos. Muchas de las familias italianas a las que visitaba no tenían la Biblia, y nunca se les había hablado de Jehová, aunque conocían a los Testigos por los periódicos. Así que mostraban mucho interés en el mensaje bíblico; los hermanos podían pasarse una hora o más en cada casa que visitaban.
En 1961 empezaron a predicar dos estudiantes de la Biblia. Al año siguiente otra persona se sumó al grupo de testigos de Jehová, de modo que ya había tres publicadores, además de los misioneros.
Los Fraese recibieron una nueva asignación después de pasar cuatro años en Somalia, pues se presentaban escasas oportunidades de visitar a la población islámica. Pero dejaron una buena impresión. Un observador comentó: “De todos los grupos de europeos, incluidos los misioneros laicos y los clérigos, ustedes, los testigos de Jehová, son los únicos que han mantenido una buena moralidad”. Dos de los tres publicadores que quedaron en el país se marcharon a otros países tiempo después y el otro se hizo inactivo. Los Fraese continúan sirviendo de tiempo completo como ministros viajantes en Italia.
Tanzania: la quintaesencia de África
Al sur de Somalia y Kenia se halla la antigua Tanganica (hoy, Tanzania), un bello país de mayor extensión que Kenia, su vecino septentrional. Es la tierra del Serengeti, una llanura a la que a menudo se ha llamado la quintaesencia de África, donde se puede contemplar el espectáculo fáunico de más de dos millones de animales vagando por la sabana y los bosques. También se encuentra en esta tierra el cráter Ngorongoro, una cuenca de 260 kilómetros cuadrados en la que abunda la vida animal. La mayoría de sus habitantes se dedican al cultivo de la pita, el clavo, el café y el algodón.
Las buenas nuevas del Reino se habían predicado en Tanganica durante la década de los treinta, de modo que para 1948 había unos cuantos publicadores en el suroeste del país. ¿Quiénes eran y cómo habían conocido la verdad?
Se trataba sobre todo de personas de la tribu nyakusa, originaria de las tierras altas que están cerca del extremo norte del lago Malaui, donde convergen los dos brazos de la gran hendidura (Great Rift Valley). Desde esta región los hombres se iban a trabajar a las minas de cobre de Rhodesia. Allí fue donde algunos miembros de esta tribu amigable y fácil de enseñar por naturaleza tuvieron su primer contacto con las verdades de la Palabra de Dios.
Hosea Njabula, que nació en 1901 cerca de Tukuyu, era un fiel seguidor de la religión de los hermanos moravos. Llegó a ser diácono y enseñaba en la escuela dominical de muchos pueblos. Uno de sus estudiantes era Nehemiah Kalile. Un día de 1930, mientras trabajaba de cocinero en Vwawa para unos colonos europeos, Nehemiah se envolvió en una profunda conversación bíblica con otro cocinero.
Nehemiah descubrió que este hombre sabía cosas asombrosas de la Biblia. ¡Esta era la verdad! En cuanto pudo cruzó la frontera en Mwenzo para bautizarse. Allí fue donde vio por primera vez, impresionado, los siete volúmenes de Estudios de las Escrituras.
Nehemiah Kalile estaba entusiasmado. Ansiaba contar lo que había descubierto a su anterior maestro de la escuela dominical. Así que cuando un año después se volvió a encontrar con su viejo amigo Hosea Njabula, le habló de la verdad.
Hoy, unos sesenta años más tarde, Hosea todavía recuerda aquel día: “Discutí mucho —dice—, pero cuando me mostró los versículos que hacían referencia al sábado, me di cuenta de que era la verdad. Sin pérdida de tiempo me puse a predicar a otros, entre ellos a Job Kibonde. Los tres empezamos a celebrar reuniones en mi casa. También fui a ver a mis otros alumnos de la escuela dominical, y los invité a nuestras reuniones. Varios dijeron que irían, como Joram Kajumba y Obeth Mwaisabila”.
A pie por las tierras altas
Después que el hermano Njabula se bautizó en 1932, estos hermanos, que no sabían lo que era un precursor, predicaron como tales. Caminaron 60 kilómetros en dirección al lago Malaui y testificaron en la región de Kyela, donde Hosea Njabula y Obeth Mwaisabila encontraron fuerte oposición. Aunque no sabían nadar, los tiraron a un río infestado de cocodrilos, pero de alguna manera, quizás con la ayuda de Jehová, escaparon con vida. Poco después de este incidente construyeron su primer Salón del Reino cerca del pueblo de Buyesi, en un lugar al que llamaron Belén.
Mientras tanto, el interés creció en Vwawa, donde Nehemiah Kalile había escuchado el mensaje por primera vez, y varios hombres se pronunciaron a favor de la verdad, como Solomon Mwaibako, Yesaya Mulawa y Yohani Mwamboneke. Los hermanos de Buyesi acordaron que uno de ellos iría una vez al mes al pueblo de Ndolezi, próximo a Vwawa, para fortalecer a estos nuevos. Eso significaba andar 100 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. A veces hasta caminaban más de 200 kilómetros para llegar hasta Isoka (Rhodesia del Norte) a fin de entregar sus informes a la congregación local, desde donde se enviaban a la sucursal.
Hoy, seis décadas después, Hosea Njabula, con noventa años de edad, sigue siendo un “diácono”, pero esta vez en el sentido auténtico de la palabra, un siervo ministerial de la congregación de Ndolezi. El hermano Njabula tiene la satisfacción de ver a su fiel esposa, Leya Nsile, continuar firme a su lado, así como de tener varios nietos activos en el servicio de precursor.
También hubo otros que predicaron con celo por muchos años. Entre estos estaban Jimu Mwaikwaba, a quien encarcelaron por causa de las buenas nuevas; Joel Mwandembo, que tiempo después fue superintendente de circuito; Semu Mwasakuna, que predicaba en bicicleta y cantando; Ananiah Mwakisisya, y Timothy Kafuko.
Otro hermano que dio un buen empuje a la testificación del Reino fue David Kipengere, que nació en 1922 y aprendió la verdad en Mbeya en 1935. Predicó por todas partes, y después fue enviado a iniciar la obra en Dar es Salaam. Fue precursor regular los dieciocho años anteriores a su muerte, que se produjo en 1983. Le detenían a menudo, pero nunca se desanimaba, sino que decía: “Jehová tiene mucho trabajo para mí en la prisión”. Su hermano, Barnabas Mwakahabala, que aprendió la verdad al mismo tiempo que él, todavía sirve de anciano. Estos hermanos hicieron cuanto les fue posible en su situación: aislados, sin literatura en su lengua materna y sin saber leer muy bien.
La comunicación con la sucursal de Ciudad del Cabo era ocasional, y los informes, poco fiables. El Anuario de 1943 en inglés indica que en esta zona predicaban 158 personas, y en 1946 informaron 227 publicadores de siete congregaciones. Parece ser que durante los años anteriores la actividad de los Testigos de Tanganica se incluía en los informes de la congregación de Isoka (Rhodesia del Norte), y algunos informes probablemente se perdieron. Aún pasarían varios años antes de que la obra de recolección en el sur de Tanganica recibiera una mejor supervisión.
Supervisión desde Rhodesia del Norte
Desde luego, se necesitaba ayuda, pues los Testigos se enfrentaban a mucha oposición de parte de la religión falsa y a la vez tenían que luchar contra la poligamia, el tabaco y otras costumbres anticristianas.
En 1948 se organizó una nueva sucursal en Lusaka (Rhodesia del Norte), que no solo debía supervisar la obra en su territorio, sino en casi toda el África oriental. Fue una medida providencial, porque la obra iba a tener un nuevo comienzo en Kenia y Uganda después de un largo intervalo de tiempo. Aunque esta nueva sucursal se hallaba a 2.400 kilómetros de Nairobi por una carretera en mal estado, estaba mucho más cerca que la de Ciudad del Cabo, situada a más del doble de esa distancia.
Así que la sucursal de Rhodesia del Norte envió en 1948 a Thomson Kangale para ayudar a los hermanos. Cuando llegó a Mbeya en marzo de ese año, había que hacer una gran labor de enseñanza y corrección.
El hermano Kangale era un maestro paciente, y los hermanos hicieron los cambios necesarios en seguida. Por una parte, aprendieron a identificarse como testigos de Jehová y no como la “gente de la Watchtower”. En su día habían aceptado el nombre de testigos de Jehová, pero no lo habían utilizado en público. En armonía con el consejo de 1 Pedro 3:15, también aprendieron a presentar el mensaje del Reino con más tacto. A partir de entonces llevaron buenas nuevas en lugar de limitarse a atacar las enseñanzas religiosas falsas. Se rectificaron algunos malentendidos sobre el modo correcto de informar el tiempo dedicado al ministerio del campo. Además, los hermanos mejoraron la apariencia de sus casas, así como su apariencia personal, pues varios llevaban barbas muy descuidadas.
Todos aprendieron a seguir un programa más ordenado y efectivo en las reuniones, y a eliminar todo vestigio babilónico, como el uso de campanillas religiosas. Entendieron la importancia de dejar de anunciar en la Escuela del Ministerio Teocrático los nombres de los que habían conseguido las mejores puntuaciones en los repasos escritos. Algunos Testigos tuvieron que abandonar costumbres relacionadas con la honra a los muertos. Otros dejaron de fumar. No obstante, el cambio más difícil fue probablemente legalizar los matrimonios para que fueran honorables ante todos. (Heb. 13:4.)
Intentos de obtener reconocimiento legal
La sucursal de Rhodesia del Norte intentó en numerosas ocasiones conseguir permiso del gobierno colonial británico para la entrada de misioneros en el país y lograr el reconocimiento legal de nuestra obra de predicar. En 1950 se denegó una solicitud con el pretexto de que “las condiciones en Tanganica no eran exactamente iguales a las de otros territorios africanos”. En 1951 se presentó una nueva solicitud, que tampoco prosperó. Entretanto, un delegado de distrito había intentado prohibir la predicación en su zona. En septiembre de 1951 los hermanos presentaron al gobierno de Dar es Salaam un informe que explicaba la postura que adoptan los testigos de Jehová con respecto a las organizaciones religiosas y las ceremonias patrióticas. Esto creó expectativas, pero la respuesta, que llegó al año siguiente, fue negativa una vez más. Se enviaron más representaciones en 1956 y después, pero todo fue en vano.
A pesar de esta actitud desfavorable del gobierno, los publicadores de las buenas nuevas practicaban su adoración sin ningún tipo de trabas. Los precursores especiales y los superintendentes de circuito seguían ayudando desde Rhodesia del Norte sin problemas.
Prosigue la preparación de los hermanos
En el año 1952, a Buster Mayo Holcomb, un graduado de Galaad que servía de superintendente de distrito en Rhodesia del Norte, le fue posible entrar en Tanganica para ocuparse de una asamblea de circuito cerca de Tukuyu. Él contó: “A última hora de la tarde nos hallábamos cerca del lugar de asamblea, y esperábamos llegar al anochecer; pero, de repente, empezó a diluviar. Era imposible continuar, pues la lluvia torrencial nos impedía ver la carretera. Paramos la furgoneta y nos dispusimos a pasar la noche como mejor pudiéramos, ya que la tormenta no tenía visos de calmarse, sino todo lo contrario. No obstante, a la mañana siguiente dejó de llover, y después de andar un tramo por el agua, por fin llegamos al lugar de asamblea, donde encontramos a varios hermanos. Nos sorprendimos al ver que los hermanos se quedaban asombrados de que siquiera insinuáramos que no se podría celebrar la asamblea. ¡Claro que iban a ir los hermanos!
”Y ya lo creo que fueron, aunque para algunos eso supuso caminar durante dos o tres días en esas condiciones climáticas. El domingo por la tarde asistieron 419 personas, y por la mañana 61 simbolizaron su dedicación por inmersión en agua.”
Los hermanos respondían bien al consejo, y las personas interesadas hacían grandes cambios en su vida. Por ejemplo, la Biblia no admite la poligamia, sino que determina que “cada hombre tenga su propia esposa y que cada mujer tenga su propio esposo”, y que un superintendente cristiano debe ser “esposo de una sola mujer”. (1 Cor. 7:2; 1 Tim. 3:2.) Así que un jefe de tribu que tenía muchas esposas las despidió a todas excepto a la primera y luego se bautizó. Tiempo después se le nombró anciano de congregación. Otro hombre que tenía dos esposas dio la más joven a su hermano menor y dijo que no quería que debido a su egoísmo murieran tres almas de su casa. De este modo él también pudo bautizarse.
Otros Testigos mostraron su altruismo renunciando al derecho tradicional de pedir un precio por la novia cuando daban a sus hijas en matrimonio. El precio de la novia podía ser prohibitivo para algunos Testigos jóvenes, sobre todo los precursores. Pero muchos padres se sentían felices de ver a sus hijas casarse “en el Señor”. (1 Cor. 7:39.) Además, los recién casados podían tener un mejor comienzo de su vida matrimonial sin la carga del precio de la novia. Al principio la gente se sorprendía, pero con el tiempo fueron entendiendo esta manifestación de interés amoroso y la respetaron.
El clero también trató de causar problemas en Tanganica, pero no se salió con la suya. Cuando la policía detuvo al hermano Kangale en Mbeya, este alegó que estaba visitando a sus hermanos espirituales. Los policías se mostraron dispuestos a ayudarle y le pidieron que les dejara su itinerario de visitas programadas a las congregaciones para notificar su llegada a otras comisarías, que así no tendrían que preocuparse por él. De este modo el hermano Kangale pudo viajar con libertad por Tanganica durante años. Otros precursores especiales y superintendentes viajantes de Rhodesia del Norte y Nyasalandia también fueron a fortalecer a las ovejas; entre ellos estuvieron Frank Kanyanga, James Mwango, Washington Mwenya, Bernard Musinga y William Lamp Chisenga. Cabe señalar que en 1957 el hermano Chisenga conoció a Norbert Kawala, un hombre sediento de la verdad, en la ciudad de Mbeya. Le condujeron dos estudios bíblicos por semana, reunió los requisitos para el bautismo y más adelante sirvió de traductor en la sucursal de Nairobi (Kenia).
Proyecciones cinematográficas y expansión hacia el norte
Mientras tanto, en Tanganica se estaba proyectando desde 1956 la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción. Se calcula que la vieron más de cinco mil personas. En 1959 se dio otro empujón a la obra con la llegada de Testigos del extranjero para servir donde había más necesidad de predicadores del Reino. La cantidad de publicadores comenzó a aumentar de nuevo, y en el año de servicio de 1960 se alcanzó el número de 507.
Sin embargo, el progreso no siempre se producía con facilidad. Muchas ciudades tenían una gran proporción de musulmanes, lo que ponía a prueba la habilidad de predicar de los publicadores. El clima húmedo y cálido también agotaba a los hermanos extranjeros. No obstante, mostraban el mismo espíritu que Isaías, quien dijo: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”, y se les bendijo por ello. (Isa. 6:8.)
En las laderas del Kilimanjaro
Tanganica consiguió la independencia en 1961, y en 1964 se federó con la isla de Zanzíbar para formar la República Unida de Tanzania. En el año 1961 las buenas nuevas florecieron en otra parte del país: las laderas del majestuoso Kilimanjaro. Este monte, el más elevado de África, es un volcán apagado cubierto de nieves perpetuas. Sus suaves laderas reciben lluvias constantes del este y del sur. La riqueza del suelo y la pluviosidad abundante convierten las laderas en un buen terreno para la agricultura, de modo que hay una importante concentración de habitantes. Un precursor especial de Rhodesia del Norte empezó en esta zona un estudio bíblico con un grupo de cinco personas interesadas.
En agosto del año siguiente, 1962, se celebró una asamblea de circuito en el hotel Kibo, situado cerca de Marangu y frente a la imponente montaña. Un grupo de Testigos kenianos viajó en un convoy de automóviles los 400 kilómetros que hay desde Nairobi para apoyar la asamblea. Los bautismos se realizaron en un frío torrente de montaña, y fue la primera vez que en esta parte del mundo un hermano africano bautizaba a un europeo, Helge Linck.
Helge Linck había conocido la verdad en Dinamarca cuando era niño, pero no había continuado en ella. Se fue a Tanganica a trabajar en una plantación de azúcar. En 1959 su hermano carnal, que vivía en Canadá, visitó el África oriental y reavivó su interés en la verdad. Cuando un precursor especial fue encarcelado en 1961 por predicar, Helge tramitó su liberación. Después de su bautismo en los alrededores idílicos de la asamblea de circuito del hotel Kibo, empezó a servir de precursor, y tiempo después fue expulsado del país por predicar.
Dejemos por un momento el continente y vayamos a la isla de los clavos, Zanzíbar, la mayor isla coralífera de la costa africana.
Zanzíbar: la isla de los clavos
La isla de Zanzíbar, situada a solo 40 kilómetros de la costa, sirvió de punto de partida para las expediciones árabes y europeas al interior de África. Su población es mayoritariamente musulmana o de ascendencia afroárabe. Se habla el swahili, la lengua que el comercio de esclavos llevó hasta las fronteras de Angola, en el África occidental. Zanzíbar fue un importante centro del tráfico de esclavos durante el siglo XIX.
Dos precursores de África del Sur hicieron una visita breve a esta isla de los clavos en 1932. Veintinueve años después, Roston y Joan MacPhee, publicadores de las buenas nuevas recién bautizados, se trasladaron de Kenia a la isla. Se pusieron manos a la obra de inmediato y colocaron muchas publicaciones bíblicas. En seguida empezaron dos estudios de la Biblia. La congregación de la cercana Dar es Salaam hizo planes para realizar una visita mensual de fin de semana a Zanzíbar a fin de tener estímulo recíproco.
Poco después de que los MacPhee regresaron a Kenia, llegó de Estados Unidos otra familia cristiana, los Burke. Estos atendieron con esmero a los que ya habían mostrado interés y además empezaron nuevos estudios bíblicos. A finales de 1963 estalló de repente una revuelta por toda la isla, y la familia Burke tuvo que huir, dejando atrás casi todas sus pertenencias.
Tras la partida de los Burke, no tardó mucho en desvanecerse el interés en la isla. La obra se reanudó en 1986, cuando se mudaron a Zanzíbar varias personas interesadas, que al poco tiempo formaron un pequeño grupo de publicadores. Un hombre interesado de excepcional celo empleaba todo su tiempo libre en conducir estudios bíblicos. Llegó a estudiar hasta con treinta personas, lo que suponía una gran labor, pues también trabajaba seglarmente. A las reuniones asistían unas cuarenta y cinco personas. ¡Qué sorpresa causó ver a cinco de ellas preparadas para el bautismo en la asamblea de distrito de Dar es Salaam en diciembre de 1987! Por fin había un fundamento para formar una congregación en esta histórica isla.
Dejemos la isla de los clavos y regresemos al continente africano.
Alegrías y problemas
Los hermanos llevaban treinta años predicando en Tanganica y apenas habían tenido problemas con las autoridades. La policía casi siempre se mostraba respetuosa y dispuesta a ayudar; a veces incluso ofrecía instalaciones de altavoces para las asambleas. En mayo de 1963 se organizó una asamblea en el Karimjee Hall, el mejor auditorio del país, con motivo de la visita a Dar es Salaam de Milton G. Henschel, representante de la central mundial de la Sociedad, ubicada en Brooklyn. Asistieron 274 personas, entre ellas el alcalde de la ciudad, y hubo dieciséis bautismos. En la vecina Kenia se acababa de abrir una sucursal, de modo que entonces se podían atender mejor los intereses del Reino en Tanganica, hoy Tanzania.
Se tomaron las medidas oportunas para publicar La Atalaya en swahili, y el primer número salió el 1 de diciembre de 1963. Ese mismo año se preparó una Escuela del Ministerio del Reino para dar la guía necesaria a los superintendentes de las 25 congregaciones tanzanas. En septiembre y octubre de 1964 se celebraron asambleas de distrito, con una asistencia total de 1.033 personas.
Pero también había problemas. Nunca se había autorizado la entrada de misioneros de los testigos de Jehová, y todos los intentos por obtener reconocimiento legal habían fracasado.
Empeora la situación
La situación se mantuvo en calma durante la mayor parte de los años 1963 y 1964, aunque llegaron noticias de que todos los agentes de policía habían recibido una carta en la que se les informaba que se había proscrito a los testigos de Jehová y se les debía detener. El 25 de enero de 1965 se asestó otro golpe: un comunicado de prensa anunció que la Sociedad Watch Tower era ilegal. No obstante, algunos dudaban de que este comunicado fuera oficial. En estas circunstancias se organizó una asamblea de circuito para las fechas del 2 al 4 de abril de 1965 en la ciudad de Tanga.
Los hermanos alquilaron una sala y prepararon el alojamiento. Se presentaron una gran cantidad de Testigos que vivían en haciendas de cultivo de pita. De camino a la asamblea, predicaron a los demás pasajeros en el tren. Entre ellos se encontraba un policía que hizo que detuvieran a todos los Testigos y los llevaran a la comisaría al llegar a su destino. Pero en seguida los dejaron marchar.
El 3 de abril, el segundo día de asamblea, se anunció por radio que el gobierno había prohibido la actividad de los testigos de Jehová y de todas las entidades asociadas. No obstante, la asamblea prosiguió sin incidentes. No apareció ningún anuncio de la proscripción en el boletín oficial del gobierno. De las vecinas Malaui (antes, Nyasalandia) y Zambia (antes, Rhodesia del Norte) llegaron noticias de que se había anunciado la proscripción y luego se había anulado, lo que confirmó la agencia de prensa Reuters. Pero al final ocurrió lo inevitable. El 11 de julio de 1965, el boletín oficial del gobierno notificó que la Sociedad Watch Tower y todas sus entidades asociadas estaban proscritas.
La policía empezó a actuar a partir de entonces, y fracasaron los intentos de celebrar una asamblea de circuito en el sur del país. Se produjeron unas cuantas detenciones dispersas. De vez en cuando se incautaban de la literatura, que en ocasiones se devolvía a sus propietarios. Los hermanos entendieron que era prudente reunirse en grupos pequeños. La situación se puso más tensa en los lugares donde los misioneros de la cristiandad incitaron a la policía contra los Testigos.
Graves malentendidos
Justo antes de imponerse la proscripción, William Nisbet, que servía en Kenia, había pasado ocho duras semanas en Dar es Salaam intentando entrevistarse con funcionarios del gobierno a fin de conseguir el reconocimiento legal de los testigos de Jehová. Se le concedió audiencia ante el secretario del Ministerio del Interior. Parece ser que una campaña de difusión de información errónea lanzada por las misiones de la cristiandad había hecho que muchos funcionarios relacionaran a los testigos de Jehová con unos grupos religiosos radicales que estaban proscritos en Zambia y Malaui.
El temor de las autoridades a los testigos de Jehová era totalmente infundado. Los funcionarios los confundían con unos grupos nativos denominados “Watchtower”, o Kitawala, que no guardaban ninguna relación con los Testigos.d Estas sectas practicaban el adulterio y la brujería, y a menudo se rebelaban contra los gobiernos. También empleaban mal el nombre divino y algunas de nuestras publicaciones. Era a ellos a los que tenían que temer, no a los pacíficos y genuinos testigos de Jehová. La visita del hermano Nisbet y la documentación que preparó la Sociedad Watch Tower Bible and Tract sirvieron para aclarar estos malentendidos a algunos funcionarios.
El hermano Nisbet solicitó la inscripción de la International Bible Students Association antes de dejar Dar es Salaam. Cuál no fue su sorpresa cuando recibió, seis meses después de decretarse la proscripción, un telegrama de los hermanos de Dar es Salaam en el que le decían que se había inscrito a la International Bible Students Association en la Ordenanza de Compañías Comerciales con fecha 6 de enero de 1966. Sin embargo, los testigos de Jehová y la Sociedad Watch Tower seguían proscritos. El 24 de noviembre de 1966 el gobierno anunció que la International Bible Students Association había sido disuelta como compañía porque sus congregaciones no habían conseguido inscribirse en la Ordenanza de Sociedades.
Los hermanos de Zambia y de Malaui que habían ido a ayudar a Tanzania tuvieron que abandonar el país. Su pérdida se notó mucho, pero la adoración verdadera no estaba muerta en modo alguno. Mil setecientas veinte personas asistieron en 1966 a la Conmemoración de la muerte de Cristo, e informaron 836 publicadores del Reino.
Las Seychelles: islas paradisiacas
“El paraíso a mil millas”: así reza un eslogan publicitario de las Seychelles, situadas a unos 1.600 kilómetros de la costa de África oriental y hogar de tortugas gigantes, tan grandes que se puede montar sobre ellas. El archipiélago de las Seychelles está constituido por unas cien islas que se extienden hasta las cercanías de Madagascar. Algunas son graníticas, como la isla principal, Mahé, mientras que otras son de origen coralino. Poseen todos los componentes de las atractivas islas tropicales: montañas, rocas pintorescas, playas de resplandecientes arenas blancas, aguas azul turquesa, arrecifes impresionantes, vegetación exuberante, aves exóticas que revolotean por un aire perfumado de especias silvestres y, además, la ausencia de enfermedades tropicales.
La población, el 90% de la cual vive en Mahé, habla un dialecto criollo-francés. Desciende básicamente de africanos, colonos ingleses y franceses, indios y chinos.
En 1961 llegó del continente una persona interesada en las enseñanzas bíblicas de los testigos de Jehová. Durante el año siguiente llegaron varios Testigos, entre ellos cuatro miembros de una familia de Rhodesia del Sur, los McLuckie, quienes empezaron a testificar informalmente. Estaba prohibido dar discursos públicos de la Biblia debido a la poderosa influencia de la Iglesia católica romana. No obstante, en abril de 1962 se celebró la primera reunión organizada, que contó con doce asistentes, y para entonces participaban en el servicio del campo ocho personas.
La oposición produce el efecto contrario
Al poco tiempo hizo su aparición la consabida persecución de parte de las iglesias de la cristiandad. El Departamento de Inmigración pidió a los McLuckie que abandonaran el país antes del 25 de julio de 1962. La policía dijo a otro hermano extranjero que no predicara y que no se le renovaría su permiso de visita. El clero católico pronunció sermones y escribió artículos extensos en los periódicos previniendo de los Testigos a la población.
Sin embargo, todas estas acciones produjeron el efecto contrario. Se despertó la curiosidad de muchas personas que nunca habían oído hablar de los testigos de Jehová, y quisieron informarse. ¡Nadie podía detener el avance de la verdad bíblica en las Seychelles! El 15 de julio de 1962 se bautizó la primera pareja de nativos, Norman y Lise Gardner. La familia de Rhodesia del Sur, que se marchó una semana después, estimó que esto compensaba todo el dinero y los esfuerzos que habían invertido en empezar la obra en aquellas distantes islas.
Cinco meses más tarde, dos Testigos jubilados de África del Sur se mudaron a Mahé para predicar. Algún tiempo después, insertaron en el periódico local un anuncio en el que invitaban a los que les interesara estudiar la Biblia a ponerse en contacto con ellos. Al mismo día siguiente recibieron una carta mediante la cual se les comunicaba la cancelación de su visado. No obstante, durante su estancia de cuatro meses en las Seychelles dejaron muchas publicaciones bíblicas y dieron un buen testimonio. Entonces ya no quedaba ningún Testigo en las islas, puesto que los Gardner también se habían marchado.
La obra se reanudó tras un intervalo de unos cuantos meses cuando los Gardner regresaron de Jartum (Sudán), adonde se habían trasladado por cuestiones de trabajo. Durante su ausencia de las islas, se relacionaron con hermanos fieles de Sudán, Kenia y Rhodesia del Sur. A su vuelta se establecieron en la isla de Cerf, a una media hora por barco de Mahé. En esta isla solo vivían unas doce familias, así que vivir en un lugar tan apartado no favorecía su actividad de testificar. No obstante, los Gardner, únicos publicadores de las Seychelles, pusieron todo su empeño y mantuvieron un promedio de 30 horas mensuales en el servicio del campo.
En 1965 se organizaron las primeras visitas de superintendentes de circuito. Pero no fue lo único bueno que sucedió aquel año: se proyectó una película bíblica ante 75 personas; tres personas interesadas empezaron a predicar junto con los Gardner y se bautizaron en el transcurso del año, y se organizó la celebración regular de reuniones.
Pese al fuerte apego que tenían los Gardner a la isla de Cerf, su amor al prójimo era más fuerte, así que en 1966 se trasladaron a la isla principal, Mahé, a fin de crear un centro de avance de la adoración verdadera. Construyeron un Salón del Reino contiguo a su casa, lo que abrió el camino para que la obra continuara su expansión.
Los misioneros ingleses Stephen Hardy y su esposa, Bárbara, que servían en Uganda, hicieron repetidas visitas de circuito a las Seychelles. Durante la visita que efectuaron el 6 de diciembre de 1968 había seis publicadores activos, y se reunieron 23 personas para la dedicación del nuevo Salón del Reino.
En 1969 se solicitó la legalización de la obra y la entrada de misioneros. Ambas solicitudes se denegaron sin dar razón alguna.
El crecimiento era lento, ya que algunos jóvenes emigraban en busca de trabajo y muchos otros se retraían debido al temor al hombre, bastante común en una población relativamente pequeña. El analfabetismo, la actitud general de indiferencia y la inmoralidad extendida también eran verdaderos obstáculos para muchas personas. Pero otros progresaron con rapidez, como un funcionario del gobierno con una familia grande que estudiaba la Biblia a diario durante los descansos para el almuerzo. Así pues, en el año 1971 asistieron cuarenta personas a la Conmemoración de la muerte de Cristo y hubo once publicadores activos en el ministerio del campo. El mensaje de la ya cercana tierra paradisiaca siguió sonando en las hermosas Seychelles.
Los inicios de la obra en Burundi
La asignación de los Hardy antes de servir en Uganda y visitar las Seychelles había sido el bello país de Burundi, una tierra pintoresca de extensión reducida con miles de colinas, situada entre Tanzania y Zaire. Tiene una elevada densidad de población, que en su mayoría se dedica al cultivo del plátano en bancales.
Durante el dominio colonial belga, la Sociedad Watch Tower intentó enviar misioneros a Usumbura (hoy Bujumbura), la capital de Burundi, pero no se concedieron los permisos. No obstante, el panorama político del país cambió a raíz de la obtención de la independencia en 1962, y en octubre de 1963 dos precursores especiales de Rhodesia del Norte consiguieron un visado de tres meses, que pudieron renovar sin problemas. En enero de 1964, solo tres meses más tarde, llegaron cuatro graduados de Galaad con visados de validez indefinida.
Presión religiosa
La gente respondió muy bien al mensaje de las buenas nuevas desde el mismo principio. Cuando los misioneros llegaron a Burundi, los precursores especiales ya conducían una gran cantidad de estudios bíblicos y había nueve publicadores de las buenas nuevas. Pero al mes siguiente se informó a los misioneros que tenían que inscribir su organización en el registro para obtener permisos de trabajo.
Los hermanos contaban con que se obtendría tal inscripción. Sin embargo, el jefe de inmigración y otros funcionarios fueron poco amigables durante las semanas siguientes. Habían sido objeto de presión religiosa en privado. Así que a principios de mayo dieron diez días a los misioneros para abandonar el país. Les causó una gran desilusión dejar a las 70 personas con las que estudiaban la Biblia.
A finales de mayo también tuvieron que marcharse los precursores especiales, que dejaron a un hermano tanzano con la considerable tarea de atender 30 estudios bíblicos. A pesar de la pérdida de los misioneros y los precursores, los publicadores del país siguieron predicando. En 1967 se informó un máximo de diecisiete publicadores, y hubo 32 asistentes a la Conmemoración. Desgraciadamente, al año siguiente surgieron dificultades, pues algunos hermanos no aceptaron a los superintendentes nombrados. Como consecuencia, solo quedaron ocho publicadores, la cifra más baja de aquel año de servicio. Necesitaban consejo espiritual, y se les dio. Con el tiempo los hermanos resolvieron sus problemas. En el año 1969 informaron su actividad en el servicio del campo 25 publicadores, y asistieron a la Conmemoración 58 personas.
Se tortura a los nuevos
La actividad de estos Testigos despertó la ira del clero, que empezó a presionar al gobierno. En agosto de 1969 fueron detenidos siete Testigos, a los que se torturó metiéndolos en agua hasta la cintura durante dos días. Pero al igual que los apóstoles, no se desanimaron. Dos meses después se bautizaron nueve personas. A instancias de algunos funcionarios, los hermanos solicitaron dos veces que se inscribiera su religión, pero en ambas ocasiones las solicitudes fueron denegadas. En los años siguientes alcanzaron máximos de 46, 56, 69, 70 y 98 publicadores, y en 1969 se formó una congregación en Bujumbura.
En 1972 estallaron luchas violentas entre las tribus batutsi y bahutu (o hutu). Más de cien mil bahutus murieron durante el conflicto, entre ellos al menos cuatro Testigos. Otros Testigos fueron encarcelados por períodos de hasta ocho meses. A pesar de la gran confusión reinante, los hermanos se afanaron en el servicio del campo e informaron un promedio superior a diecisiete horas mensuales por publicador.
Tras diez años de crecimiento, seguía sin resolverse el problema de dar la supervisión teocrática apropiada. Aunque la mayoría de los hermanos se mantuvieron firmes, en otros sentidos se mostraban inmaduros espiritualmente, carentes de discernimiento. A algunos les afectó una corriente clandestina del lugar de influencia Kitawala, el falso “movimiento Watchtower”. De todas formas, no extrañaba que tuviesen estos problemas, pues nunca habían recibido ninguna visita de un superintendente de zona ni proyecciones de películas de la Sociedad ni cursos especiales para superintendentes de congregación ni asambleas ni ninguna publicación en su lengua. Por lo tanto, en 1976 la supervisión del país se transfirió a la sucursal de Zaire, desde donde hermanos que hablaban francés y swahili podrían dar la atención debida a los Testigos de Burundi.
Un dato de interés es que en el período de matanzas intertribuales, el destituido líder de Burundi recibió un testimonio completo antes de morir en el exilio. Un misionero que estaba de visita en Mogadiscio (Somalia) se encontró con él. Mantuvieron largas conversaciones, en las que se contestaron muchas preguntas, lo que dejó muy impresionado a este anterior dirigente. El misionero descubrió más tarde a quién había estado testificando.
La edad de oro de los misioneros en Uganda
La expulsión de los misioneros de Burundi benefició a Uganda, donde en 1964 ya había un núcleo sólido de publicadores activos. Finalmente, después de más de treinta años de duro trabajo, coincidieron la llegada de la primera pareja de misioneros y la de varios hermanos maduros que iban a servir donde había más necesidad. Con el tiempo llegarían más misioneros.
Se abrió un hogar misional en Kampala y poco después otro en la ciudad industrial de Jinja, por donde fluye hacia el norte el río Nilo al salir del lago Victoria. El progreso fue rápido y en seguida se formó una congregación.
Entretanto, el mensaje del Reino había llegado a ciudades más pequeñas de toda región de Uganda, de modo que en 1967 ya había 53 publicadores. Al año siguiente se abrió otro hogar misional en Mbale, una ciudad en desarrollo ubicada en la ladera occidental del monte Elgon, cerca de la frontera con Kenia. En 1969 se alcanzó la cantidad de 75 publicadores, cantidad que al año siguiente aumentó a 97 y a 128 en 1971.
La obra había sido reconocida oficialmente el 12 de agosto de 1965. En 1972 el panorama era muy prometedor. Se había alcanzado un nuevo máximo de 162 publicadores y se había permitido la entrada de otros cinco misioneros en el país. Se estaban haciendo los preparativos para celebrar en el estadio Lugogo, de Kampala, la que sería la mayor asamblea organizada hasta entonces en Uganda por los testigos de Jehová. Llegaron Testigos de las vecinas Kenia y Tanzania e incluso de la lejana Etiopía. Los 65 hermanos etíopes presentes en la asamblea habían alquilado autocares para hacer el viaje. Algunos habían recorrido cerca de 3.200 kilómetros durante dos semanas.
Disturbios en Uganda
A los visitantes que entraban en Uganda les extrañaba cruzarse con una gran cantidad de maestros extranjeros y familias asiáticas que huían en tropel del país. El panorama político había cambiado después de un golpe de estado, y la gente temía por su futuro. Parecía que todo el mundo, excepto los Testigos, quería salir del país. La situación era tensa. No obstante, en medio de toda esta confusión, una pancarta de 18 metros que cruzaba la calle principal de Kampala anunciaba abiertamente el discurso público de la asamblea. Los hermanos se alegraron de poder celebrar la asamblea de distrito “Gobernación Divina” sin ningún contratiempo, con una asistencia máxima de 937 para el discurso público. Los publicadores de África oriental que llevan más tiempo todavía guardan gratos recuerdos de esa asamblea de Kampala.
Aunque había mucho interés en la verdad bíblica y se estaban distribuyendo grandes cantidades de literatura, se estaban formando negros nubarrones en el horizonte. Se denegó la extensión de los permisos de trabajo a dos misioneros, de modo que tuvieron que dejar el país en un plazo de tres meses. El 8 de junio de 1973, el gobierno declaró fuera de la ley sin previo aviso a doce grupos religiosos, entre ellos los testigos de Jehová. Los doce misioneros que quedaban tuvieron que marcharse antes del 17 de julio de 1973. Su partida entristeció mucho a todos los extranjeros que habían ido a ayudar, y se produjo en un momento en el que hasta en Kenia había problemas de libertad de culto.
Casi todos los misioneros tuvieron que regresar a sus países de origen, pero a algunas parejas que habían ido a Uganda para servir en un lugar de mayor necesidad les fue posible instalarse en Kenia y seguir prestando ayuda. Entre estos se encontraban Larry y Doris Patterson, así como Brian y Marion Wallace. Los Hardy pasaron a servir en Costa de Marfil, y en 1983 se les mandó al Betel de Londres.e
En Uganda había cambiado el concepto de ley y orden. Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de un precursor que fue detenido y llevado a los barracones militares para ser sometido a un interrogatorio. Su crimen consistía en haber recibido dinero de “espías” europeos. Le habían visto entrar en el hogar misional. A pesar de sus aclaraciones sobre la naturaleza de su predicación voluntaria, lo golpearon y después le dieron una pala para que cavara su propia tumba. Cuando terminó, le ordenaron que cavara dos más para los “espías” europeos, es decir, los misioneros. Una vez finalizado el trabajo, tres soldados armados con fusiles lo tiraron al suelo y le dispararon. Ninguno acertó, pero una bala rebotó en el empeine de la bota de un soldado, lo que provocó una discusión entre los soldados que distrajo su atención. El hermano permaneció tendido durante un buen rato, y al día siguiente lo soltaron.
Las congregaciones tuvieron que empezar a reunirse en secreto y a adaptarse a las nuevas circunstancias. La vida humana se había convertido en algo de muy poco valor. Si además se trabajaba para una religión proscrita, el riesgo era mucho mayor.
Se abre el sur de Sudán
A finales de los años sesenta, también Sudán vivió muchas tensiones, principalmente entre el norte y el sur del país. La congregación de Jartum siguió adelante con resolución a pesar de su aislamiento y de la gran distancia que la separaba de la sucursal de Nairobi. En agosto de 1970, poco antes de la salida del país del anciano de congregación de más experiencia, George Orphanides, se alcanzó un máximo de 54 publicadores.
Poco después se acusó a un grupo de Testigos de ser sionistas y se les interrogó durante dos días enteros. Por otra parte, dos precursoras que estaban testificando a una señora interesada fueron sorprendidas por un sacerdote copto, quien las denunció a la policía alegando que eran espías israelíes. Fueron conducidas al cuartel general de la policía, donde dieron un buen testimonio antes de ser liberadas. Tales experiencias atemorizaron a algunos Testigos, pero fortalecieron la fe de otros.
Hasta aquí todo nuestro relato de Sudán se ha centrado en Jartum, pero había un vasto campo sin explotar: el sur del país, donde vivían muchos cristianos nominales. ¿Cómo penetraría la verdad en este amplio territorio? La primera incursión se produjo en 1970, cuando un joven del sur que era redactor de una revista católica se puso en contacto con los Testigos. Progresó rápidamente en su estudio bíblico y pronto empezó sus propios estudios con amigos y parientes. Uno de sus amigos difundió con valor el mensaje del Reino en su escuela a pesar de que se imprimieron panfletos difamatorios en contra del mensaje.
En 1973 ya había unos cuantos pequeños grupos de personas interesadas en el sur del país, y se bautizaron dieciséis estudiantes de la Biblia de aquella zona. Además de la claridad de la verdad bíblica, a estas personas les atrajo ver una religión en la que se practicaba amor sin hipocresía y la hermandad verdadera estaba por encima de divisiones tribuales o raciales.
A principios de los años setenta, el sur de Sudán poseía un encanto particular, quizás debido al aislamiento. Se tardaba más de una semana en viajar de Jartum a Juba en tren y barco. La gente, totalmente ajena a los acontecimientos mundiales, era muy amable y hospitalaria. En algunos hoteles ni siquiera había cerraduras en las puertas de las habitaciones. Las personas se desvivían por dirigir, alimentar o alojar a los viajeros que estaban de paso, sin esperar ningún pago a cambio. De hecho, en la mayoría de las ocasiones se negaban rotundamente a aceptar cualquier pago. Con el tiempo, cada vez más personas de este pueblo tan bondadoso oyeron y aceptaron la verdad sobre el propósito de Jehová.
Con la apertura del sur y una mejor recepción de las publicaciones bíblicas, empezó a producirse un aumento continuo en Sudán, que alcanzó un máximo de 100 publicadores en 1974.
Persecución feroz en Eritrea
Sudán limita al este con Eritrea. A principios de la década de los sesenta, tras la expulsión de los misioneros, se inició una campaña de difamación de los testigos de Jehová por la radio, la prensa y otros medios de comunicación. Bajo titulares como “Falsos profetas” y “Cuidado con el fraude religioso que induce a negar la fe verdadera”, se presentó a los Testigos como enemigos del emperador y de la Iglesia que repudiaban a la Trinidad y a la Virgen María. Se les acusó de ser agentes de enemigos extranjeros, gente inmoral que no luchaba por su país. Hubo quienes pidieron que se tomaran medidas drásticas para librar al país de los testigos de Jehová.
Los principales instigadores del odio fueron los sacerdotes de la Iglesia ortodoxa etíope. En un bautismo al que asistieron más de veinte mil personas, el sacerdote que presidía emitió una resolución por la que excomulgaba a los testigos de Jehová y ordenaba al pueblo que ni los saludara ni les diera empleo ni enterrara a sus muertos.
Daba la impresión de que se había abierto la “temporada de caza” de los testigos de Jehová y de que cualquiera podía matarlos al amparo de la ley. Los caseros debían expulsar a los inquilinos que fueran testigos de Jehová. Se decía a los padres que si uno de sus hijos era Testigo, tenían que expulsarlo de la casa, maldecirlo y desheredarlo. A dieciocho jóvenes de una familia grande se les obligó a dejar su casa por estudiar con los testigos de Jehová.
En una ciudad, una chusma fue en busca de un hermano muy conocido, pero no lo encontró. La policía detuvo a varios hermanos e intentó obligarles a firmar declaraciones en las que renegaban de su fe y admitían que trabajaban contra la seguridad del Estado. Algunos hermanos firmaron debido a falta de entendimiento, pero en cuanto se dieron cuenta de su error, anularon por escrito la validez de su firma, sin importarles las consecuencias.
Otros hermanos se enfrentaron al lazo de la persuasión. Las autoridades les suplicaban: “Pueden tener la fe que quieran en su corazón, pero tan solo dígannos que no es uno de esos Testigos”. Con los Testigos jóvenes prisioneros utilizaban una tentación más diabólicamente sutil. Escogían a un joven Testigo y disponían que en un día dado recibiera la visita de muchos familiares. Lo primero que hacían estos cuando llegaban era mirarlo en silencio; luego rompían a llorar, caían de rodillas ante él y le rogaban que renunciara a su fe en Jehová. Los hermanos que se enfrentaron a estas presiones recuerdan esta prueba como la más dura. Las presiones de este tipo y la persecución intensa continuó durante años.
Tregua y fortalecimiento en Etiopía
Los hermanos de Addis Abeba y del sur de Etiopía también sufrieron persecución durante esos años, aunque no al mismo grado que en Eritrea. En 1962 Etiopía y Eritrea se fusionaron para formar un solo país, lo que resultó en disturbios políticos que se han prolongado hasta la década de los noventa.
En 1964 se vio conveniente transferir la supervisión de las congregaciones de Etiopía a la sucursal de Kenia, que acababa de formarse. Representantes de esta sucursal, ubicada en Nairobi, realizaron la obra de circuito en Etiopía, y con sus visitas ayudaron a superar desavenencias serias que existían entre los ancianos nombrados de congregación. En algunas congregaciones el estudio de La Atalaya se conducía a modo de debate. Un superintendente de circuito etíope estaba promoviendo sus ideas en vez de las de la Biblia, por lo que tuvo que ser reemplazado. Estos problemas frenaron el aumento entre 1964 y 1966, cuando el número de publicadores se mantuvo en unos doscientos.
No obstante, la verdad se propagó. Un Testigo que pasaba sus vacaciones en el cálido puerto marítimo de Massawa, en el mar Rojo, se puso en contacto con una persona interesada en la oficina de correos y empezó un estudio bíblico. Otros etíopes interesados se unieron al estudio, y al poco tiempo se formó una congregación. Más o menos por aquel entonces, surgió otra congregación en Assab, otro puerto marítimo que está más hacia el sur.
Aunque las publicaciones estaban prohibidas desde el año 1957, los Testigos se las arreglaron para proveer alimento espiritual en las lenguas locales. En 1966 se celebró en la capital un curso de la Escuela del Ministerio del Reino de dos semanas de duración, que dio instrucción a los superintendentes nombrados en cuestiones de organización teocrática y en diversos asuntos bíblicos. De este modo los hermanos adquirieron una actitud más teocrática y progresiva, que resultó en un aumento de un 21% en 1967, con un total de 253 publicadores.
Pese a la tregua en la presión religiosa, los Testigos seguían reuniéndose en grupos reducidos a causa de las tensiones políticas que había en el país. Aunque el periódico oficial del gobierno imperial garantizaba la libertad de culto e incluía a los testigos de Jehová entre las religiones a las que se había concedido tal derecho, todas las solicitudes que presentaron los hermanos para inscribirse fueron denegadas.
Sacerdotes conocen a Jehová
Como ocurrió en la Jerusalén del primer siglo, en Etiopía también prestaron atención a las verdades bíblicas unos cuantos sacerdotes sinceros. (Hech. 6:7.) Uno de ellos confesó a un Testigo: “Usted está haciendo una obra que yo debería hacer. Su visita representa un golpe para mi labor de sacerdote”.
Otro sacerdote empezó a investigar las enseñanzas de los testigos de Jehová, y encontró respuestas satisfactorias a sus preguntas bíblicas a lo largo de conversaciones que a veces duraban hasta doce horas. Como consecuencia, legalizó su matrimonio y llegó a tener gran celo por la verdad. En una ocasión testificó a una monja, quien concertó un debate entre su hijo, que era anciano de la Iglesia, y un Testigo. La monja prometió que empezaría a estudiar la Biblia si el Testigo “ganaba”.
Pues bien, su hijo “perdió”. Poco después, este se dirigió al superintendente de circuito que estaba de visita y lo asedió a preguntas durante veinte horas, con solo un descanso de cuatro horas para dormir una siesta. El resultado final fue que toda la familia se puso a estudiar y quince de ellos progresaron satisfactoriamente en la verdad; hasta la monja se bautizó, y su hijo llegó a ser precursor especial.
Tiempos mejores que duraron poco
Los hermanos etíopes tenían muchas razones para estar contentos a comienzos del año 1971: el hermano Henschel, del Cuerpo Gobernante, visitó Addis Abeba y Asmara y habló ante una audiencia de 912 personas; el país había alcanzado aproximadamente 500 publicadores, y un gran cargamento de literatura había cruzado las fronteras.
No obstante, las dificultades estaban por venir. Durante aquel año varias emisiones de radio condenaron furiosamente a los testigos de Jehová. Más de veinte apóstatas cooperaron con el clero, ayudándoles a redactar artículos difamatorios.
En cierta parte del país, la policía entró en una sala de reuniones, confiscó 70 Biblias y retuvo durante unos instantes a algunos Testigos. Posteriormente, las autoridades cerraron el Salón del Reino de Asmara, lo que obligó a la congregación a volver a reunirse en grupos pequeños. A pesar de todo, la obra no aminoró la marcha. En 1971 se bautizaron un total de 142 nuevos discípulos y la asistencia a la Conmemoración de la muerte de Cristo fue de 2.302 personas.
Se formaban grupos nuevos con regularidad en zonas aisladas. Dos superintendentes de circuito atendían las 25 congregaciones y grupos existentes en el país, además de las personas interesadas que vivían en lugares remotos. No tardaron mucho en sobrepasar los 1.000 publicadores, y en 1974 alcanzaron el máximo de 1.844.
‘Se les persigue, pero no se les deja sin ayuda’
La oposición no cesó. En 1972 la policía citó a varios hermanos para un interrogatorio y les advirtió que se tomarían medidas si no ponían fin a su actividad. El 27 de agosto de 1972 varios camiones se presentaron de repente en los lugares donde se celebraban las reuniones los domingos; la policía detuvo a 208 Testigos y personas interesadas. En una congregación el discursante estaba considerando la profecía de Ezequiel sobre el ataque de Gog (Satanás), y preguntó: “¿Qué diríamos si la policía entrara aquí mismo para detenernos?”. Curiosamente, eso fue lo que sucedió unos cuantos minutos más tarde.
La policía apiñó a 59 hermanos en una habitación de unos 3 metros cuadrados infestada de insectos, y en otra habitación de tamaño similar metió a 46 hermanas. El resto pasó una fría noche a la intemperie. La policía no aceptó fianza por ellos ni les permitió ponerse en contacto con ningún abogado. Aunque los hermanos dieron un buen testimonio a los funcionarios de la prisión, noventa y seis recibieron sentencias de seis meses de cárcel. Unos cuantos días más tarde les pusieron en libertad bajo fianza, después de haberles afeitado la cabeza.
A los 112 hermanos restantes se les acusó de formar una asociación religiosa ilegal, y recibieron sentencias de seis meses de prisión; pero al cabo de un mes se les puso en libertad bajo fianza. Algún tiempo más tarde se repitió el mismo proceso de llamarlos a juicio, meterlos en prisión y ponerles en libertad bajo fianza, esta vez transcurridos doce días. Casi un año después de la primera detención, el Tribunal Supremo admitió la apelación y apoyó el fallo del tribunal inferior, si bien suspendió la sentencia con advertencias severas. Se había perseguido a los Testigos, pero no se les había dejado sin ayuda. (2 Cor. 4:9.) Mientras tanto, los hermanos habían aprovechado el tiempo que habían pasado en la cárcel para predicar con intrepidez, y ayudaron a dos reclusos condenados a cadena perpetua a progresar hasta el punto de la dedicación.
Una visita provechosa y más alimento espiritual
Cuando William Nisbet visitó Addis Abeba como representante de la sucursal de Nairobi, se encontró con un nuevo problema. Un grupo creciente de hermanos jóvenes muy emocionales afirmaban que eran ungidos y que por tanto tenían esperanza celestial. Solo salían a predicar entre ellos, y les molestaba el consejo proveniente de cualquiera que no se confesara ungido. En sus reuniones había ruidosas manifestaciones del “espíritu santo”. Por ejemplo, en la Conmemoración de la muerte de Cristo, algunos gritaban, arrebataban los emblemas a los acomodadores y se ponían de pie mientras participaban para convertirse en el centro de atención. Tomó mucho tiempo resolver estos problemas. En años posteriores, algunos de los participantes más ruidosos e inflexibles dejaron la verdad.
En 1973 se hicieron disponibles algunas publicaciones muy necesarias, como los libros La verdad que lleva a vida eterna y Verdadera paz y seguridad... ¿de qué fuente? en amhárico, y el libro Organización para predicar el Reino y hacer discípulos en tigriña. Este oportuno alimento espiritual, así como una serie de asambleas de circuito pequeñas, a las que asistieron 1.352 personas, sirvieron para fortalecer la fe de los hermanos.
Además, un grupo de Testigos etíopes viajó por carretera hasta Nairobi para asistir a la asamblea internacional “Victoria Divina”, en la que participaron los hermanos Henschel y Suiter, del Cuerpo Gobernante de los testigos de Jehová. No obstante, la situación política del país era muy inestable, y en breve iba a estallar una revolución que alteraría el panorama teocrático de Etiopía.
Reconocimiento legal y apertura de una sucursal en Kenia
Retomemos ahora el relato de la obra en Kenia. Justo después que el país se independizó de Gran Bretaña, en el transcurso de la última asamblea de circuito que se celebró simulando una comida campestre en febrero de 1962, Harry Arnott, el superintendente de zona que visitaba Kenia, hizo un anuncio histórico ante los 184 asistentes: esta sería la última asamblea ilegal en Kenia, pues se acababa de conceder el reconocimiento legal a los testigos de Jehová. Las cinco pequeñas congregaciones de Nairobi pudieron juntarse entonces en una agradable sala que estaba cerca del centro de la ciudad. ¡Qué contentos se pusieron los hermanos al ver que eran una congregación de 80 publicadores! A la Conmemoración, su primera reunión en libertad, asistieron 192 personas.
A partir de entonces los acontecimientos se sucedieron con rapidez. Peter y Vera Palliser, de la sucursal de Zambia, fueron asignados a Kenia. Los Palliser y los McLain —estos últimos, recientes graduados de Galaad— se instalaron en el primer hogar misional, situado en el sur de Nairobi, donde también se abrió una sucursal el 1 de febrero de 1963. En aquel entonces había en Kenia y Uganda unos ciento cincuenta publicadores, por lo que el poco trabajo que había en la oficina de la sucursal se atendía durante uno o dos días a la semana en una pequeña habitación de 2,5 por 3 metros que cubría las necesidades.
Pero al poco tiempo, otros países, como Tanzania y Etiopía, pasaron a estar bajo la dirección de Kenia, con lo que el trabajo aumentó a más del doble. Se dieron pasos para que se autorizara a algunos hermanos a celebrar matrimonios. Se organizaron asambleas de circuito en salas públicas o escuelas, y el hermano Henschel los visitó a fin de darles las instrucciones necesarias sobre el funcionamiento de la nueva sucursal.
Se abre un campo segregado
No fue fácil superar los vestigios de segregación del régimen colonial. Todavía se oía decir que era peligroso adentrarse en los barrios africanos de la ciudad, incluso a plena luz del día. No obstante, los nuevos misioneros y los hermanos que habían venido a servir donde la necesidad era mayor deseaban ampliar su actividad. El primer territorio que trabajaron fue una comunidad de ferroviarios.
Era la estación de las lluvias. Los celosos predicadores, con sus zapatos completamente enfangados, se dirigían al territorio para poner en práctica sus elaboradas presentaciones en swahili. ¿Con qué respuesta se encontraron? Muchas mujeres los escuchaban con cara de desconcierto, intentando explicar con ademanes que no entendían inglés. Pero luego, cuando los maridos, que sí hablaban inglés, regresaban a casa del trabajo, ¡qué alivio era descubrir que ellas tampoco sabían mucho swahili!
Aprender swahili era toda una aventura para los hermanos extranjeros, pues guarda muy pocas similitudes con las lenguas europeas. No obstante, como tiene una gramática lógica, en seguida se comprende el sentido de las frases. La pronunciación no es complicada, y el vocabulario es más extenso que el de la mayor parte de las lenguas africanas.
Por supuesto, era inevitable que surgieran malentendidos durante el período de aprendizaje. Una hermana quería hablar del “serikali ya Mungu” (gobierno de Dios), pero en su lugar dijo “suruali ya Mungu” (pantalones de Dios). Otro hermano pasó apuros cuando confundió el saludo común “Habari gani?” (¿Hay noticias?) con “Hatari gani?” (¿Hay algún peligro?). Una misionera no se veía con valor para matar un pollo, y su intención era pedir a un precursor especial que matara el pollo por ella. Pero en vez de decir “kuua” (matar), pronunció “kuoa”, con lo que la frase quedó: “¿Podrías casarte con este pollo por mí?”. Un misionero que presentaba un tema con preguntas y respuestas llamaba a los hermanos “Dudu” (insecto), en lugar de “Ndugu” (hermano).
Los extranjeros eran una auténtica novedad para los niños. Algunos tocaban las manos de los hermanos para ver si se les quitaba el color blanco. Decenas de niños seguían a los publicadores cuando estos iban de casa en casa. Se demostró que la supuesta antipatía a los extranjeros no era más que un cuento. Al contrario, hubo muchas personas que mostraron un deseo sincero de conocer la verdad bíblica, y en la mayoría de las ocasiones invitaban a los hermanos a pasar a su casa y sentarse; a veces hasta les ofrecían té o comida. Fue una experiencia completamente nueva.
Los publicadores extranjeros también tuvieron que aprender a determinar a quién ofrecer estudios bíblicos, ya que era imposible estudiar con todos los que estaban dispuestos. Antes de finalizar el año, se formó una segunda congregación en Nairobi, en el fructífero territorio de Eastlands. A los Testigos les resultaba muy grato tener dentro de su territorio fincas con nombres como Jerusalén o Jericó. En poco tiempo tenían todos los estudios que podían atender.
Unos doce hermanos que conocieron la verdad en aquella época y se integraron en una de las dos congregaciones originales de Nairobi siguen sirviendo fielmente hoy, unos treinta años más tarde.
En junio de 1963 se publicó el primer libro en swahili, De paraíso perdido a paraíso recobrado, que fue de gran ayuda para enseñar la verdad a personas de todo nivel cultural. Poco después apareció el Ministerio del Reino multicopiado en swahili, y empezó a editarse en Zambia La Atalaya en este mismo idioma.
Mientras tanto, los graduados de Galaad Alan y Daphne MacDonald se trasladaron a su nueva asignación en la isla de Mombasa, junto a la costa keniana, mientras que los McLain se mudaron a Kampala (Uganda), siendo los primeros misioneros asignados a ese país. William y Muriel Nisbet ocuparon su lugar en la sucursal. Ambos estaban muy contentos de estar libres de nuevo para participar juntos en el servicio de tiempo completo. El hermano Nisbet había tenido que trabajar seglarmente durante siete años a fin de permanecer en el país. La pareja emprendió entonces la obra de circuito en Kenia, e hicieron algunas visitas de distrito en la vecina Tanzania.
Expansión en las ciudades de Kenia
Los MacDonald se encontraron en Mombasa con una pequeña congregación formada de Testigos extranjeros que habían ido a servir donde había más necesidad, así como con un grupito de Testigos tanzanos que se habían trasladado a la ciudad en busca de empleo. Ya no tenían restricciones, de modo que organizaron sin pérdida de tiempo su primera reunión, a la que asistieron unos treinta. Sin embargo, la mayoría de los hermanos africanos no estaban casados legalmente, así que un domingo un hermano autorizado para celebrar matrimonios casó a catorce parejas. Al domingo siguiente todos se volvieron a bautizar.
El territorio de Mombasa, con su amplio espectro religioso, presentaba un verdadero desafío a los hermanos. Por un lado estaban los zoroastrianos, que rendían culto al fuego y afirmaban que su religión se remontaba a los tiempos de Nemrod. También había diferentes sectas del hinduismo, como los sijs, con su característico turbante, y los jainas, para quienes estaba prohibido pisar una hormiga o matar una mosca. Y por último había una cantidad considerable de musulmanes y cristianos nominales. Mombasa estaba llena de templos, mezquitas y grandes iglesias. Se requería mucha habilidad y capacidad de adaptación para presentar las buenas nuevas eternas en esta ciudad.
Con el tiempo llegaron más misioneros, y se les asignó a centros regionales, tales como Nakuru, Kisumu, Kitale, Eldoret, Kericho, Kisii, Thika y Nyeri. A finales de la década de los sesenta, unos cuantos kenianos que servían de precursores especiales estaban preparados para predicar en poblaciones más pequeñas.
El pequeño llega a ser mil
El aumento empezó a ser notable. Cuando se legalizó la obra, en Kenia había 130 publicadores. Dos años después la cifra casi se duplicó, y en 1970 el pequeño literalmente llegó a ser mil. (Isa. 60:22.)
Los que aprendían la verdad tuvieron que hacer cambios importantes, pues la inmoralidad, la borrachera y la brujería eran bastante comunes. Otro obstáculo que debían superar era el analfabetismo. Además, muchos se habían criado en un entorno en el que se concedía una importancia excesiva a la tierra, el ganado, la educación y el dinero. El orgullo y la preocupación por salvar las apariencias también eran estorbos. Por lo tanto, aunque la gente mostraba interés, tardaba años en vestirse de la nueva personalidad al grado de poder dedicarse al Dios Todopoderoso.
Los jóvenes por lo general progresaban más rápidamente que los mayores, pues sabían leer y no tenían tan arraigadas las tradiciones. Un caso típico fue el de Samuel Ndambuki, un adolescente confundido a quien le asqueaba la hipocresía de las religiones de la cristiandad. A los trece años ya era un joven rebelde e inmoral que fumaba, robaba, mentía y se drogaba. En 1967, ocho años después, dos anteriores compañeros de clase le hablaron de las buenas nuevas de la Biblia. Le impresionó ver cómo manejaban las Escrituras. ¡Qué distintos eran los testigos de Jehová! No conocía a nadie que diera tanta importancia a la conducta limpia. Samuel hizo cambios drásticos en su vida, que no pasaron inadvertidos en el vecindario. A pesar de que mejoró su moralidad, tropezó con mucha oposición a su nueva fe, pero siguió progresando y se bautizó aquel mismo año. Al año siguiente empezó a servir de precursor regular, y con el tiempo también participó en el servicio de precursor especial, en el servicio de Betel y en la obra de circuito. Hoy día es padre de familia. Durante su vida ha ayudado a un buen número de personas a conocer la verdad, y su trabajo puso la base para la creciente congregación de Ukambani.
Otro caso fue el de Raymond Kabue, de Nairobi, que aprendió la verdad junto con su hermano y un grupo de jóvenes. Rebosante de celo, se marchó a su región de origen, en los montes Aberdare, para predicar a sus gentes. Su trabajo dio como fruto una congregación de la que salieron muchos precursores regulares y especiales. Uno de sus hijos se hizo precursor y otro sirvió en Betel.
Su hermano Leonard ayudó a Ruth Nyambura, quien había leído toda la Biblia sin encontrar respuestas a sus dudas. Cuando el hermano Kabue la visitó, tenía preparada una lista de preguntas. Con la ayuda de un hermano extranjero, el hermano Kabue se las contestó todas, incluso el significado del número 666 mencionado en Revelación 13:18. Esta mujer sincera fue una de las primeras personas de habla swahili que aceptó la verdad, allá en el año 1965. El caso de la hermana Nyambura, cuyo esposo era incrédulo, es típico de muchas hermanas fieles de Kenia, donde, a diferencia de otros países africanos, la cantidad de mujeres que hay en las congregaciones a menudo sobrepasa a la de varones. Crió a siete hijos en la verdad, sirvió de precursora regular durante una temporada y hoy sigue siendo una fiel publicadora.
Una de sus hijas, Margaret MacKenzie, perdió a su esposo en un trágico accidente en 1974, por lo que se quedó sola con tres niños pequeños. De acuerdo con la costumbre de la tribu, los parientes incrédulos de su difunto esposo habían planeado secuestrarla durante el funeral y “casarla” con su cuñado. Pero ella estaba sobre aviso y huyó, con lo que perdió todo derecho sobre la casa que había ayudado a construir y el campo en el que había trabajado. Los parientes lograron quitarle a su hijo pequeño, así que se quedó solo con sus dos hijas. No le fue fácil mantener a las niñas y al mismo tiempo darles la debida atención espiritual, pero con la ayuda de Jehová lo consiguió. La hermana MacKenzie se tomaba muy en serio el estudio de familia y el ministerio del campo. En 1987 tuvo la satisfacción de ver a sus dos hijas, una de catorce años y otra de quince, bautizarse en una asamblea de circuito. Recuperó a su hijo después de once años, y este también ha progresado hasta el punto de servir a Jehová.
Aumenta el alcance de la obra de Reino
La sucursal hizo un verdadero esfuerzo por aumentar el alcance de la obra del Reino. Se tradujeron folletos y libros a los idiomas kamba, kikuyu y luo. También se tradujeron al swahili los libros ‘Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta’, La verdad que lleva a vida eterna y “Tu palabra es una lámpara para mi pie”. La edición en swahili de La Atalaya aumentó a 24 páginas. A partir de entonces se dejaron muchas publicaciones en las manos de la gente.
La población asiática solía recibir bien a los Testigos europeos y aceptaba encantada las publicaciones, pero por lo general continuaba apegada a su religión. No obstante, hubo algunas excepciones. Una adolescente se mantuvo firme en la verdad a pesar de la fuerte oposición de su familia y las presiones de la comunidad sij. Su padre la expulsó de casa e incluso amenazó con matarla. Se fue a vivir a casa de una familia de Testigos y, tras un estudio intenso de la Biblia, se dedicó a Jehová, emprendió el servicio de precursora regular y tiempo después asistió a la Escuela de Galaad. Esta hermana, Goody Poulsen, hoy está casada, y todavía es una celosa precursora que obtiene buenos resultados, sobre todo en el campo asiático.
Legalización de matrimonios
Un buen número de kenianos no estaban casados legalmente. Algunos habían contraído matrimonio según las costumbres tribuales, que incluían disposiciones muy liberales para el divorcio; otros vivían juntos con consentimiento mutuo. Pero no estaban satisfaciendo las altas normas de Jehová. (Heb. 13:4.)
Así pues, más hermanos recibieron autorización para celebrar matrimonios de acuerdo con el Acta Africana de Matrimonios Cristianos. Estos hermanos hacían largos viajes para atender a las personas interesadas que se ponían de parte de la adoración verdadera y deseaban legalizar su matrimonio. En la mayoría de los casos, este paso les permitía reunir los requisitos para ser publicadores de las buenas nuevas y también asentaba la base para una vida familiar mejor, porque disipaba el temor de que se disolviera el matrimonio en caso de no tener hijos o si no se satisfacía la totalidad del precio de la novia. Más de dos mil parejas se beneficiaron de esta provisión a lo largo de los siguientes años.
Una nueva sucursal
En la asamblea de distrito de 1970 se anunció que la Sociedad había comprado un nuevo local para la sucursal en Woodlands Road (Nairobi). La sucursal ya se había trasladado del pequeño cuarto del sur de Nairobi a un apartamento situado en el mismo vecindario, pero para entonces el territorio que atendía la sucursal comprendía ocho países, con un total de casi tres mil publicadores, lo que implicaba un mayor volumen de envíos, traducción y correspondencia.
El nuevo edificio, situado en un solar de 0,6 hectáreas que estaba en unos alrededores tranquilos pero a la vez cerca del centro de la ciudad, era un lugar ideal con vistas a expansión futura. Parecía un pequeño paraíso, con muchos árboles, parterres de césped bordeados de flores de todos los colores y setos.
El sábado 26 de junio de 1971 se dedicó la nueva sucursal. Más adelante se hicieron algunas reformas en el edificio a fin de adecuarlo para oficinas y viviendas, y se añadieron más dormitorios. En la parte más baja de la propiedad se construyó un amplio Salón del Reino, el primero de Nairobi, en el que se reunirían dos congregaciones. Y todavía quedaba un extenso terreno edificable para necesidades futuras. El Salón del Reino se terminó aproximadamente al mismo tiempo que los de Mombasa, Kisumu y Nakuru.
El aumento despierta los celos del clero
La cólera del clero crecía al ver que cada vez más personas renunciaban a sus iglesias. Hubo varios intentos de desacreditar a los testigos de Jehová. Un diputado al que se había dado información errónea dijo en el Parlamento que los Testigos no llevaban a sus hijos a la escuela y no permitían que sus miembros recibieran tratamiento médico. El presidente del Parlamento intervino a continuación para corregirle y le abochornó, pues un funcionario que tenía contactos con un Testigo le había suministrado información exacta.
Por lo tanto, siguió reinando una actitud democrática y de respeto a la libertad. El hermano Knorr realizó otra visita a Nairobi a principios de 1972, y en ese mismo año se celebró una asamblea grande en Mombasa, con una asistencia al discurso público de 2.161. Las perspectivas eran excelentes y todo parecía estar en calma.
Un golpe: proscripción en 1973
El 18 de abril de 1973 los hermanos escucharon sobresaltados por la radio el anuncio de que se consideraba a los testigos de Jehová una amenaza para la administración del Estado y que, por consiguiente, se les proscribía en Kenia. Es cierto que había habido algún que otro alboroto y publicidad contraria, pero no se había presentado ninguna acusación formal ni la policía había intervenido en ningún sitio. La genuina educación bíblica se había convertido de repente en una actividad ilegal.
Se hizo todo lo posible por hablar con altos cargos a fin de aclarar los malentendidos. El 8 de mayo se presentó una apelación formal, que fue rechazada seis días después. Mientras tanto, el secretario general del Registro Civil anuló la inscripción oficial de la Asociación de los Testigos de Jehová. Se solicitó una audiencia con el presidente, pero fue denegada. El 30 de mayo se interpuso una apelación contra la anulación. La sede de los testigos de Jehová de Brooklyn (Nueva York) también intervino, enviando una carta personal del presidente de la Sociedad Watch Tower.
El 5 de julio se discutió el caso de los testigos de Jehová en la Asamblea Nacional de Kenia. Todavía se les confundía con una secta política no muy numerosa, y se decía que no respetaban al gobierno y se negaban a ser atendidos en los hospitales. Se les llegó a llamar testigos del Diablo. Todo esto ponía de manifiesto lo mal informada que puede estar la gente, como sucedió con los que lanzaron acusaciones contra el Hijo de Dios, Jesucristo. (Mar. 3:22; Luc. 23:2.)
El gobierno tomó medidas de inmediato para expulsar a los 36 misioneros, que debieron abandonar el país el 11 de julio de 1973. Fue un momento muy triste en la historia teocrática de Kenia. Tuvieron que deshacerse a toda prisa de todo el material que había en los diez hogares misionales del país y embalar los efectos personales para enviarlos a las diferentes nuevas asignaciones.
No obstante, la sucursal siguió funcionando. Se preparó un pleito que iba a denunciar la proscripción como una violación de la Constitución de Kenia, que garantizaba la libertad de culto.
Se levanta la proscripción
Algunas autoridades sensatas reconocieron que aquella situación no favorecía la imagen que se pretendía dar de Kenia como un país moderado, razonable y democrático, abierto al turismo y defensor de los derechos humanos. Por consiguiente, en agosto de 1973 el gobierno se decidió a levantar la proscripción. El anuncio oficial decía que nunca había habido una verdadera proscripción. Los hermanos no cabían en sí de alegría.
El trabajo no fue fácil para los Testigos que quedaron en la sucursal. Varios hermanos que no formaban parte de la familia Betel fueron a ayudar, como Helge Linck, Stanley Makumba y Bernard Musinga. Solo unos pocos conocían las gestiones de oficina, así que tuvieron que aprender a llevar la correspondencia, las cuentas y los registros.
En aquellas circunstancias, las asambleas recibieron la debida prioridad. Una serie de asambleas de circuito celebradas en octubre animaron a los hermanos a participar en el servicio del campo y les dieron sugerencias prácticas. Además, se reanudaron los preparativos para la asamblea internacional “Victoria Divina”, programada para las fechas del 26 al 30 de diciembre en Nairobi. El tema de la asamblea, “Victoria Divina”, fue de lo más oportuno después de la proscripción. Aunque se dispuso de muy poco tiempo para realizar tanto trabajo, fue un gran placer recibir a hermanos extranjeros que venían a dar ánimo a los Testigos kenianos. Hubo un máximo de 4.588 asistentes, y se bautizaron 209 personas.
Los periódicos hicieron muchos comentarios favorables, y la televisión transmitió una entrevista de veintiocho minutos con Grant Suiter, representante de la central de la Watch Tower, ubicada en Brooklyn, lo que mostró que los testigos de Jehová seguían vivos y activos en el país. Se celebraron más asambleas de circuito, y los ancianos recibieron mucho estímulo en la Escuela del Ministerio del Reino.
Esta repentina proscripción había asestado un golpe que había puesto a prueba la fe de los Testigos. Sin embargo, el resultado fue positivo, pues los que no tenían una relación estrecha con el Creador y no habían edificado su fe sobre el fundamento verdadero, nuestro Modelo, Jesucristo, se separaron de la organización. (1 Cor. 3:11.) Quedó claro que los hermanos kenianos tenían que aprender a asumir más responsabilidades y trabajo, en lugar de confiar por completo en los misioneros y hermanos de otros países que habían venido para servir donde la necesidad era mayor. Era necesario, asimismo, que efectuaran más estudio bíblico personal y que se dedicaran más a la oración.
Al poco tiempo más misioneros pudieron venir a Kenia a ayudar, entre ellos John y Kay Jason, que ya llevaban un total de veintiséis años en el servicio misional, de circuito y de Betel en Zambia. Jehová había demostrado que quedaba mucho por hacer en Kenia, y los Testigos se resolvieron a continuar la obra.
El aumento cobra ímpetu
La espiritualidad de los hermanos también creció. Hasta entonces los publicadores habían testificado principalmente con las revistas, pero a partir de entonces se puso especial énfasis en usar la Biblia, tal como se indicaba en el Ministerio del Reino. Era conmovedor ver hasta a niños pequeños abrir la Biblia y testificar en el ministerio del campo, para el asombro del amo de casa y de los publicadores mayores.
El Ministerio del Reino también trató por primera vez el tema de las tradiciones anticristianas. Señaló que si bien algunas tradiciones eran buenas y provechosas, otras se basaban en enseñanzas erróneas, como la inmortalidad del alma, y podrían mezclar a los cristianos con la religión falsa. Por lo tanto, los hermanos se liberaron poco a poco de las prácticas inmundas, como las relacionadas con velatorios, ritos fúnebres, temor al mal de ojo, posesión de amuletos, ceremonias de iniciación en la tribu y circuncisiones rituales.
Otro importante paso adelante fue utilizar un solo idioma en las congregaciones de las ciudades, fuera swahili o inglés. Hasta entonces se habían usado ambos idiomas en las reuniones, por lo que solo era posible abarcar la mitad de la información, pues había que traducir de una lengua a otra constantemente. Pero a partir de entonces los hermanos pudieron disfrutar de todo el programa en uno de los dos idiomas.
“Macedonia” se convierte en una palabra familiar
Entretanto, la visita del superintendente de zona Wilfred Gooch, de la sucursal de Londres, ayudó a reorganizar la obra en Kenia y a poner el fundamento para la primera campaña sistemática en territorios aislados del África oriental. En Kenia, por ejemplo, las tres cuartas partes de la población vivía en territorio aislado.
Los publicadores respondieron con gran entusiasmo. Las palabras de Hechos 16:9, que hacen referencia a Macedonia, han sido del conocimiento público desde 1975. Incluso a personas que no son Testigos se las ha oído decir: “Hoy los Testigos se reúnen en Macedonia”. Todos los años se dedican tres meses a trabajar en la moderna Macedonia.
Además, la sucursal animó a todos los publicadores a aprovechar sus vacaciones para predicar en la zona rural de la que procedían. Una hermana escribió sobre esta experiencia: “Cuando llegué a mi lugar de origen, di a conocer las buenas nuevas de Jehová a la gente, y en seguida empecé estudios bíblicos con una gran cantidad de personas, entre ellos ocho familiares míos, seis de los cuales empezaron a asistir a las reuniones, que se celebraban a 16 kilómetros de distancia”.
Como resultado de esta campaña de testificación, empezaron a llover cartas de personas interesadas, cientos por mes, en las que pedían publicaciones o estudios bíblicos, por lo que se hizo necesario aumentar el personal de correspondencia de la sucursal.
Otro acontecimiento importante de aquel año fue la Escuela del Ministerio del Reino para los ancianos de siete países del África oriental. No solo hubo abundante instrucción espiritual, sino también bastantes novedades. Un buen número de hermanos ayudaron por primera vez en su vida en las tareas domésticas, como fregar los platos y preparar la comida, que tradicionalmente se consideraban trabajos de mujeres. Sin embargo, los ancianos se mostraron humildes y dispuestos a adaptarse. Para algunos superintendentes también fue nueva la idea de que un padre jugara con sus hijos. Un anciano dijo: “Después de tantos años, mis hijos se van a quedar sorprendidos de que me ponga a jugar con ellos cuando vuelva”.
El año 1975 finalizó en Kenia con un nuevo máximo de 1.709 publicadores y un total de más de trescientos bautizados. Pero, ¿cómo iba la obra del Reino en su vecino meridional, Tanzania?
Cambian las circunstancias en Tanzania
A diferencia de lo ocurrido en Kenia, en Tanzania continuó la proscripción, vigente desde el 3 de abril de 1965. Esta circunstancia, unida a los cambios en la situación familiar y económica, condujo a nuevos acontecimientos. Uno tras otro, todos los hermanos extranjeros que habían ido a servir donde había más necesidad tuvieron que marcharse. La mayoría de los precursores especiales zambianos también se vieron obligados a volver a su país, a menudo debido a las dificultades económicas derivadas del rápido crecimiento de sus familias. Por ejemplo, un precursor especial asignado en 1961 con dos hijos tenía siete en el año 1967.
Lamond Kandama fue una excepción a este éxodo de precursores. Aceptó la verdad en Zambia en 1932, y durante 1940 y 1941 fue detenido y encarcelado varias veces por sus creencias. En 1959, a la edad de cuarenta y siete años, emprendió el servicio de precursor, y se le envió a Tanzania, país en el que también se le detuvo. Finalmente fue asignado a Kenia, donde ha servido en distintas asignaciones, y en la actualidad, a sus casi ochenta años, continúa sirviendo de precursor especial y sigue soltero. ¡Qué gran ejemplo de perseverancia!
“Ovejas” en los tribunales
Durante las dos décadas siguientes hubo decenas de detenciones y causas judiciales por toda Tanzania. A los Testigos no les sorprendió, pues Jesús había dicho: “Si el mundo los odia, saben que me ha odiado a mí antes que los odiara a ustedes. [...] El esclavo no es mayor que su amo. Si ellos me han perseguido a mí, a ustedes también los perseguirán”. (Juan 15:18, 20.) Así que aguantaron con gozo y sin quejarse.
La naturaleza pacífica y cooperadora de los hermanos muchas veces favorecía los malignos designios de los acusadores. Los opositores se mostraban muy amables o fingían estar interesados, y los Testigos inocentemente los invitaban a pasar a su casa para enseñarles orgullosos su biblioteca teocrática. A veces hasta les prestaban alguna publicación bíblica, que después se presentaba en los tribunales como prueba en contra de los Testigos. Los hermanos admitían en seguida que eran miembros de la asociación de los testigos de Jehová, lo que según la ley equivalía a respaldar una sociedad ilegal. Algunos se reconocían culpables en la comisaría, por lo que no se les permitía prestar declaración en el juzgado. Tan dispuestos estaban a cooperar en todo, que permitían que la policía irrumpiera en sus casas y los detuviera aunque no llevara una orden judicial. Otros creían que estaban obligados a contestar a todas las preguntas que les hacían en los interrogatorios, con lo que se incriminaban a sí mismos.
Se acusó a los Testigos de ser miembros de una sociedad ilegal por el mero hecho de asistir a reuniones de estudio de la Biblia, predicar las buenas nuevas o poseer literatura bíblica. Los tribunales impusieron multas y anunciaron sentencias de tres a nueve meses de prisión.
El siguiente ejemplo muestra que el celo de los hermanos no pasó inadvertido, a pesar de que la proporción de Testigos por habitante en Tanzania no era muy elevada (1 por cada 10.000 durante el año de servicio de 1973). El 7 de septiembre de 1974 la policía de Dar es Salaam rodeó la casa de Isaack Siuluta, donde se estaba celebrando una reunión cristiana. Fueron detenidos 46 asistentes, incluidas dos precursoras, pero a las demás mujeres se las permitió marcharse a su casa. Todas las publicaciones de estudio bíblico que encontraron en los maletines o en las manos de los asistentes se utilizaron como pruebas en el proceso que se instruyó poco después.
El tribunal vio el caso el 29 de noviembre. Los testimonios presentados mostraron que los Testigos eran personas pacíficas y observantes de la ley. No obstante, el juez decidió que todos eran culpables, pues ‘su aspecto religioso era pura fachada’. Se les impusieron multas o sentencias de seis meses de prisión por tenencia de publicaciones bíblicas o por asistencia a reuniones de una sociedad ilegal.
En la cárcel los Testigos se animaron unos a otros mediante estudio y discursos de la Biblia, como el titulado “Hagamos de Jehová nuestro gozo a diario”. A los seis meses todos fueron puestos en libertad. La obra del Reino no se detuvo en Tanzania; durante el año de servicio de 1975 se informó un máximo de 1.609 publicadores.
La sucursal de Kenia tardó un tiempo en darse cuenta de las dificultades legales de estos hermanos sin experiencia, pero cuando fue consciente de ellas, dio consejo oportuno a las congregaciones respecto a los derechos legales en caso de detención y proceso judicial. Esta información, que se publicó en swahili sencillo, resultó ser de gran ayuda.
En años posteriores se absolvió a los hermanos en varios pleitos. Algunos jueces decretaron que los testigos de cargo no tenían prueba de la existencia de una “predicación relacionada con una sociedad prohibida” y que la “mera posesión de libros no probaba la pertenencia a una sociedad ilegal”. Estos fallos favorables dieron un testimonio convincente contra el gran Adversario de Jehová. (Pro. 27:11.)
Jehová fortalece
La ola de persecución contra los compañeros Testigos del vecino Malaui tuvo algunas repercusiones, en especial en la cercana región de Tukuyu. Sirvió de incentivo a los opositores, pero también hizo pensar a otros. Un guarda de prisión declaró: “En Malaui han perseguido y matado a esta gente en vano. Igual que aquí. Los Testigos jamás transigen, y, a pesar de todo, siguen aumentando”.
No obstante, la persecución no era general en todo el país. Algunas congregaciones construyeron Salones del Reino y celebraron libremente sus reuniones, en las que cantaban con entusiasmo. En la mayoría de los casos, los Testigos recibían las publicaciones por correo sin problema. La sucursal keniana continuó enviando a superintendentes viajantes para edificar a los hermanos, así como a representantes de la sucursal para que se reunieran con los ancianos y algunas congregaciones. Se tradujeron más publicaciones al swahili, lo que fortaleció la fe de los Testigos tanzanos. Varios de ellos emprendieron el servicio de precursor y llegaron a estar capacitados para reemplazar a los precursores especiales de Zambia.
Los viajes anuales a las asambleas de distrito de Kenia eran ocasiones muy especiales para muchos hermanos tanzanos. No solía ser difícil desplazarse a Kenia en autocar. En octubre de 1968, y también en años posteriores, grupos grandes de unos ochenta hermanos alquilaron autocares para hacer el viaje de 1.500 kilómetros desde el sur de Tanzania hasta Kenia. Para ellos representaba un sacrificio considerable, pues tenían que ahorrar durante meses a fin de costearse ese gran acontecimiento anual. Algunos agentes de la frontera tanzana eran razonables e incluso decían a los hermanos: “Vayan y, por favor, oren por nosotros”. En 1970 fue necesario alquilar cuatro autocares para los 350 Testigos que viajaron desde el sur de Tanzania a la asamblea de Nairobi.
Testificación en el trabajo
Los hermanos tanzanos eran intrépidos e ingeniosos en la predicación. Cuando varios de ellos trabajaban junto con una gran cantidad de personas que no eran Testigos, se ponían de acuerdo para que un hermano se hiciera pasar por una persona interesada y empezara a hacer preguntas bíblicas con voz potente a los otros Testigos, quienes le respondían encantados. Como hablaban en voz alta, los demás trabajadores no tardaban mucho en meterse en la conversación, y de esta forma podían testificar durante horas, sin interrumpir su trabajo, por supuesto.
Cuando salió el libro La verdad que lleva a vida eterna en swahili, se hizo tan popular, que hasta los enemigos de las buenas nuevas lo identificaban fácilmente por su cubierta azul. Debido a esto, la Sociedad decidió producir una nueva edición en swahili con una cubierta que tuviera un color menos llamativo.
La verdad que liberta
En algunas partes del país, fue el clero de la cristiandad quien causó dificultades. En las faldas del monte Meru, al oeste del Kilimanjaro, un grupo de seis personas estudiaba las verdades bíblicas con gran celo. En cierta ocasión, cuando estaban concluyendo el estudio, un sacerdote luterano organizó una chusma para que alborotara en el exterior del lugar donde estaban reunidos. Algunos días más tarde, estas personas se encontraron con problemas cuando regresaron de una reunión de congregación a 20 kilómetros de distancia. A uno de ellos su padre le amenazó de muerte con un hacha en la mano. Otro descubrió que habían causado destrozos en su casa y que su hijo y la cabra habían desaparecido. A un tercer estudiante de la Biblia lo golpearon y le robaron el ganado. ¿Se desanimaron y abandonaron su búsqueda de la verdad bíblica? Ni mucho menos. Todos y cada uno de ellos notificaron por escrito su renuncia a la Iglesia.
En seguida reunieron todos los requisitos para ser publicadores no bautizados, excepto uno: tenían que presentar sus certificados de matrimonio. El problema era que los certificados todavía estaban en poder de los sacerdotes, quienes se negaban a entregarlos, de modo que se tuvo que llevar el asunto a los tribunales. Los sacerdotes alegaron que aquella gente pertenecía a una sociedad ilegal, pero el magistrado se irritó con ellos, los multó y les ordenó que entregaran los certificados a sus dueños.
Ayuda a las Seychelles
¿Recuerda a los once publicadores que vivían en las islas Seychelles completamente aislados de sus hermanos del continente africano? Ellos ansiaban recibir ayuda del exterior. A principios de 1974, Ralph y Audrey Ballard llegaron con sus hijos procedentes de Inglaterra para servir donde la necesidad era mayor, y consiguieron el permiso de residencia. Predicaron el territorio con entusiasmo y celo y empezaron muchos estudios bíblicos. Aunque tanto en 1969 como en 1972 se había negado la entrada a misioneros, el 29 de agosto de 1974 la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia obtuvo reconocimiento legal, lo que dio todavía más impulso a la obra.
En aquel entonces informaban 32 publicadores, y al año siguiente la cifra aumentó a 51. No les resultaba fácil a los isleños declararse de parte de Jehová, ya que los sacerdotes católicos los amenazaban con la pérdida de su empleo y su casa. Con el paso de los años, la influencia del clero fue disminuyendo, y los que amaban la verdad dieron pasos firmes.
El año 1974 vio también otro acontecimiento importante. Una vez que las buenas nuevas se habían predicado por toda la isla principal, Mahé, los Testigos hicieron la travesía de tres horas hasta la segunda isla en extensión, Praslin, famosa por su Vallée de Mai, donde crecen las palmeras de las Seychelles. Estas palmeras producen el llamado coco doble o coco de mar, posiblemente el fruto de mayor peso del mundo (14-18 kilogramos), codiciado por los coleccionistas debido a su peculiar forma. Como la población de la isla no alcanzaba los 5.000 habitantes, todo el mundo se conocía. Se necesitaba mucho valor para mantenerse firme en la verdad ante la presión de los demás. Algunos lo consiguieron, si bien tardaron algún tiempo en aprender a predicar las buenas nuevas con tacto en lugar de limitarse a atacar el culto a los ídolos y anunciar la destrucción de los inicuos en Armagedón.
Por fin, en el año 1976 una pareja de misioneros se instaló en Victoria (isla de Mahé). Contribuyeron a la estabilidad espiritual de la congregación y ayudaron a muchos hijos de Testigos a andar en la verdad, una tarea difícil, pues algunos llevaban un estilo de vida muy despreocupado, con pocos escrúpulos. Solo unos cuantos Testigos se esforzaban en el estudio personal y en el servicio del campo. En consecuencia, algunos se dejaban llevar por toda nueva tendencia mundana y acababan dejando la verdad. En la congregación también había quienes servían pensando en una fecha en la que suponían que iba a terminar el mundo inicuo, no con miras a la eternidad. Todo esto frenaba su progreso espiritual.
Se mantienen firmes sin ayuda exterior
El 5 de junio de 1977 se produjo un golpe de estado que cambió el gobierno y la vida de aquellas tranquilas islas. El nuevo Parlamento trató el tema de los testigos de Jehová y su postura neutral con relación a todos los gobiernos terrestres. Un parlamentario propuso que se les proscribiera, pero otros miembros de la Cámara, más sensatos, defendieron la libertad de culto garantizada en la Constitución.
No obstante, en 1978 se cerró el hogar misional y se asignó a los misioneros a Kenia. La familia Ballard también se había marchado. A partir de entonces los hermanos de las Seychelles tuvieron que arreglárselas por sí mismos. Sin embargo, estaban mejor preparados que antes para ocuparse de la obra del Reino, pues la relación con hermanos de experiencia en la verdad les había beneficiado y los ancianos habían asistido varias veces a la Escuela del Ministerio del Reino. Se siguieron encontrando ovejas a pesar del elevado índice de analfabetismo y la práctica generalizada del espiritismo. En 1982 las Seychelles alcanzaron de nuevo la cifra de 50 publicadores, algunos de los cuales, como Lise Gardner, empezaron a servir de precursores regulares. En enero de 1987 se consiguió por fin que se reconociera legalmente a la Asociación de los Testigos de Jehová en las islas Seychelles, pero el gobierno continuó negando el permiso de entrada a los misioneros.
Cosecha en las islas
La primera asamblea de distrito se celebró del 16 al 18 de enero de 1987. Hasta entonces, todas las reuniones y asambleas de circuito se habían celebrado en el Salón del Reino, así que esta sería la primera reunión en otro lugar.
¿Qué lugar se escogió? El pabellón de un importante hotel que tenía una ubicación privilegiada. El edificio, semidescubierto y con tejado de paja, estaba construido entre las rocas y tenía vistas a una de las bahías más hermosas de Mahé. Los asistentes no solo disfrutaron del programa espiritual, sino también del sonido relajante de las olas y de las refrescantes brisas marinas que acariciaban al auditorio.
El primer día hubo una formidable concurrencia de 173 personas. El domingo 256 personas abarrotaron el local. Dado que en las islas solo había 80 publicadores, el potencial de crecimiento era enorme.
Uno de los bautizados en la asamblea era una mujer que antes había estado opuesta. ¿Qué le había hecho cambiar? Su asistencia a la Conmemoración de la muerte de Cristo; entonces conoció de verdad a los testigos de Jehová. No obstante, tuvo que efectuar algunos cambios en su vida. Se ganaba la vida con una pequeña tienda al borde de la carretera, donde vendía, entre otros artículos, tabaco. Le advirtieron que el negocio se hundiría si dejaba de vender productos derivados del tabaco, pero ella no se dejó asustar, sino que confió en Jehová y dejó de vender tabaco. El negocio no salió perjudicado. Es más, con objeto de disponer de más tiempo para la importante obra de predicar el Reino, puso un cartel en la tienda con el horario de apertura y cierre, y así pudo organizarse para dedicar las primeras horas del día a la predicación.
La actividad de los publicadores está produciendo una buena cosecha. En 1990 se dedicó un Salón del Reino en la isla de Praslin. En La Digue, la tercera isla del archipiélago en extensión, se conducen varios estudios bíblicos. La supervisión de las islas Seychelles se cambió en septiembre de 1990 a la sucursal de Mauricio, donde se habla un dialecto criollo similar.
Ruanda: la Suiza escondida del África
Regresemos ahora al continente. Entre Tanzania, Uganda y Zaire se halla el país más densamente poblado de África, Ruanda, tan hermoso y accidentado como su vecino meridional, Burundi. Tiene más de 160 kilómetros de este a oeste y de norte a sur. La población ha pasado de tres millones de habitantes a más de siete en los últimos veinte años. Ruanda produce uno de los mejores tés del mundo y además es conocido por ser refugio del gorila de montaña. Es una tierra muy montañosa (con más de 10.000 colinas), y tiene asimismo una gran cantidad de lagos. Las fuentes del Nilo más lejanas se encuentran en este país.
La población de Ruanda, al igual que la de Burundi, está constituida por una mayoría bahutu y una minoría batutsi, tribu conocida por su excepcional altura. La mayor parte de los habitantes de esta ‘Suiza escondida del África’ vive en haciendas aisladas rodeadas de platanares. (Véase ¡Despertad! del 8 de junio de 1976.) El idioma que se usa generalmente es el kinyaruanda, aunque los más instruidos también hablan francés.
¿Cómo llegaría la verdad vivificante de la Palabra de Dios hasta este remoto país montañoso? En 1969 el Cuerpo Gobernante asignó a cuatro graduados de Galaad a Ruanda, pero se denegaron sus solicitudes de entrada en el país, quizás debido a la todavía fuerte influencia de la Iglesia católica.
Sin embargo, al año siguiente se instalaron en Kigali, la capital, dos precursores especiales tanzanos, Oden y Enea Mwaisoba, y empezaron a predicar. Como no sabían kinyaruanda, comenzaron a visitar a los que hablaban swahili, que en su mayoría procedían de Zaire y Tanzania. En febrero de 1971 informaron su actividad en el ministerio del campo cuatro publicadores. Un cambio de gobierno favoreció una mayor tolerancia religiosa, pero el idioma era un escollo que frenaba el crecimiento, pues aún no había ninguna publicación disponible en kinyaruanda.
De Zaire y Tanzania llegaron más precursores para ayudar. En 1974 había diecinueve publicadores activos, que en 1975 colocaron más de mil libros. Durante este último año también se produjeron otros acontecimientos notables: la visita de un hermano de la sucursal de Nairobi, el bautismo de seis personas y la asistencia de siete hermanos ruandeses a un curso de la Escuela del Ministerio del Reino. Se estaba poniendo un buen fundamento para la expansión de la obra. Se formaron pequeños grupos de estudio de la Biblia fuera de Kigali.
Regresa un emigrante
Mientras tanto, un ruandés llamado Gaspard Rwakabubu había conocido la verdad en las minas de cobre de Kolwezi, en el sur de Zaire, adonde había emigrado para trabajar. Ayudó a supervisar la congregación de la localidad, gracias a lo cual adquirió mucha experiencia espiritual. No obstante, sus pensamientos y oraciones se dirigían con frecuencia a su país natal, Ruanda, donde casi nadie oía las buenas nuevas.
¿Qué podía hacer al respecto? Gaspard habló con un instructor de la Escuela del Ministerio del Reino que además era misionero. Este le preguntó: “¿Has pensado en emprender el servicio de precursor y volver a Ruanda?”.
La idea le encantó, y ni un ascenso en el trabajo ni los argumentos disuasivos de sus parientes pudieron retenerlo. Por otra parte, se vio con claridad la ayuda de Jehová. Todo el papeleo se realizó en un tiempo récord, y, además, la compañía minera para la que trabajaba le dio billetes de avión para Ruanda. Llegó a Kigali en junio de 1975. El traslado supuso un sacrificio material para él, pues ya no vivía en una amplia casa como las que proveía la compañía minera, sino en alojamientos sencillos de adobe.
Su entusiasmo y su entendimiento de la personalidad ruandesa impulsaron el progreso teocrático. Otros ruandeses entraron en la verdad con el mismo empuje que él. La asistencia a las reuniones en Kigali aumentó, y el número de publicadores pasó de 29 en 1975 a 46 en 1976 y a 76 en 1977. A la primera asamblea de circuito, celebrada en la sala de estar de la casa del hermano Rwakabubu, asistieron 40 personas.
En 1976 salió la primera publicación en kinyaruanda, el folleto “Estas buenas nuevas del reino”. Al año siguiente se intentó de nuevo llevar misioneros a Kigali. Dos parejas consiguieron entrar en el país con visados temporales. Tras una búsqueda exhaustiva, encontraron un lugar adecuado para acoger el hogar misional. Era un casa espaciosa, pero todavía no disponía de agua corriente, así que los misioneros tenían que ducharse bajo el canalón del tejado. Cada vez que caía un chaparrón, sacaban corriendo al exterior todos los recipientes disponibles para recoger el agua de la lluvia. En una ocasión llenaron con grandes esfuerzos la bañera y luego se la encontraron vacía porque el tapón perdía.
Hablar el idioma
Los misioneros sabían que la manera de llegar al corazón de los nativos con las buenas nuevas era hablarles en su idioma, de manera que se pusieron a estudiar kinyaruanda de inmediato. Aprendían con tanta rapidez que se quedaban impresionados hasta los funcionarios, muchos de los cuales simpatizaban con el mensaje del Reino. No obstante, la influencia de la religión falsa se dejó sentir, y los misioneros no consiguieron renovar sus visados. Como consecuencia, se marcharon a Zaire tras una corta estancia de tres meses en el país.
Los precursores especiales extranjeros que servían en Ruanda también se vieron obligados a dejar el país por diversos motivos, pero los hermanos ruandeses suplieron la carencia emprendiendo el servicio de precursor y extendiendo la predicación a todos los distritos del país. ¿Cuál fue el resultado? Los Testigos predicaron el mensaje del Reino en más de cien mercados rurales. Era maravilloso ver un progreso tan rápido después de un inicio tan tardío.
Los Testigos de Ruanda, rebosantes de entusiasmo por la verdad, deseaban asociarse con hermanos de otros lugares. En 1978, 30 ruandeses viajaron 1.200 kilómetros para asistir a la asamblea “Fe Victoriosa” de Nairobi. Fue un viaje problemático por distintas razones. Para empezar, el transporte no era muy fiable. Además, cruzar Uganda, un país de gran inestabilidad política, entrañaba dificultades, pues ello suponía ser detenido a punta de pistola en las barricadas docenas de veces e incluso ser arrestado y recibir amenazas de ejecución. Y, por último, tampoco faltaban averías en los vehículos y problemas para cruzar las fronteras. En total, tardaron cuatro días en llegar a Nairobi. Sin embargo, el gozo de estos hermanos al ver a miles de compañeros cristianos de varias naciones unidos pacíficamente en la asamblea de Nairobi fue indescriptible.
Años turbulentos en Uganda
En Uganda, por el contrario, no reinaba el gozo a mediados de la década de los setenta. La situación general era muy tensa. Todos los misioneros y hermanos extranjeros se habían visto obligados a abandonar el país, y la población temía por su vida. Los problemas económicos y la nueva proscripción de los testigos de Jehová en 1975 aumentaron las aflicciones de los hermanos. La apelación que se presentó contra la proscripción no sirvió de nada, a pesar de que el gobierno había prometido libertad religiosa anteriormente.
Enfrentarse a la ley en aquellos años no suponía ser sometido a un proceso judicial, sino sufrir tortura y muerte. Este no era un lugar para medrosos; se requería mucho valor para mantenerse de parte del Dios verdadero. Como la economía empeoraba, los asuntos materiales cada vez cobraban más importancia para la gente, y las prácticas inmorales no habían desaparecido ni mucho menos. Por consiguiente, los Testigos tenían que luchar en varios frentes: temor al hombre, materialismo, inmoralidad y espiritismo, por mencionar solo unos cuantos. Como consecuencia, la cantidad de publicadores descendió: de 166 en 1976 a 137 en 1979. Esta disminución se debió en parte a la huida masiva de personas del país, pues se marchó más de 1 de cada 4 publicadores. No obstante, muchas personas que sentían un gran respeto por Dios y simpatizaban con los Testigos se quedaron en el país.
Aquellos años fueron muy difíciles para todos los ugandeses, en particular para los Testigos debido a la proscripción. Afortunadamente, la proscripción no se aplicó con el mismo rigor en todas partes. En algunas localidades se siguió efectuando la obra de precursor especial y hasta aumentó. Se asignaron precursores especiales a ciudades del norte del país, y al poco tiempo se formaron nuevas congregaciones. El gobernador del distrito de una ciudad del nordeste llamada Soroti incluso cedió una de las mejores escuelas municipales para la celebración de reuniones, pese a la proscripción vigente.
Sin embargo, dos hermanos que estaban predicando en Kampala fueron detenidos y encarcelados en la prisión con peor fama del país. Sus conocidos temían no volver a verlos, pero, gracias a Dios, los dejaron en libertad al cabo de una semana. En la ciudad de Lira tres Testigos permanecieron retenidos durante tres meses por predicar.
La población llegó a acostumbrarse a la desaparición de parientes y vecinos, los tiroteos nocturnos, el desabastecimiento de las tiendas, la inflación superior al 100% y la falta de medios de transporte. Cientos de personas esperaban en las paradas de autobús, listas para abalanzarse sobre un vehículo de solo ocho plazas. No se respetaban las tarifas fijadas por el gobierno. Por lo general los “billetes” se pagaban cuando el vehículo se detenía en un tramo solitario, y los pasajeros tenían que dar lo que les pidiera el conductor.
La literatura que se enviaba desde Nairobi y las visitas de los hermanos de la sucursal eran como maná del cielo: alimento espiritual al tiempo apropiado y una refrescante fuente de estímulo para los Testigos ugandeses. A pesar de todos los obstáculos, algunos se las arreglaron para asistir a las asambleas de distrito de Kenia. En el país se siguieron celebrando asambleas pequeñas; en una de ellas se bautizó una mujer que había dado a luz el día anterior.
Jehová los sostiene
Los Testigos que continuaron predicando de tiempo completo en aquellas turbulentas circunstancias fueron ejemplos notables de fe. Anna Nabulya, una hermana mayor de Masaka, fue uno de ellos. Un acontecimiento cumbre en su vida fue la asistencia a la Escuela del Servicio de Precursor. Acudía a clase ataviada con su vestido estilo ugandés de mucho vuelo y con un estampado de grandes flores. La hermana Nabulya no cabía en sí de gozo debido a la profundidad y el valor práctico de la información espiritual que se presentó.
Sus parientes la presionaron para que se quedara a vivir con ellos en Kenia en lugar de regresar a Uganda, con lo que se libraría de dificultades económicas, peligros e inconvenientes. Pero ella se mostró inflexible; quería predicar en Uganda, donde la gente necesitaba oír el mensaje consolador de las buenas nuevas. Dijo: “A pesar de los achaques de la vejez, voy a emplear las pocas fuerzas que me quedan en ayudar a mis paisanos a tener una buena relación con Jehová”. Así que volvió a Uganda y sirvió a su gente y a su Dios fielmente hasta la muerte.
Otro ejemplo de fe fue el de un precursor que predicó con valor a todos los oficiales militares y de policía que vivían en su asignación aislada. Cuando no podía costearse la leña para cocinar, quemaba las sillas u otras piezas de su mobiliario hasta que le llegaba dinero y un envío muy preciado de literatura bíblica. La gente de su territorio tenía tanta hambre espiritual, que era fácil que en un solo día colocara 40 ó 50 libros.
El hostigamiento, las detenciones y los interrogatorios continuaron, pero los Testigos perseveraron. Jehová dio a su pueblo “la lengua de los enseñados”, y ellos testificaron con valor a las autoridades. (Isa. 50:4.)
Muchos Testigos de Kampala recibieron estímulo de hermanas viudas. Aunque habían sufrido la angustiosa pérdida de sus esposos y se habían quedado sin posesiones materiales, pusieron los intereses de Jehová en primer lugar, trabajando duro en el ministerio e inculcando los principios piadosos en sus hijos. También ayudaron a sus vecinos a aprender la verdad, y con el tiempo tuvieron la satisfacción de ver convertirse en ministros precursores a algunos hijos de personas con las que habían estudiado la Biblia. (Véase La Atalaya del 15 de febrero de 1985, páginas 27-31.) Jehová bendijo el trabajo celoso de aquellos hermanos fieles, y el número de publicadores del Reino creció.
Yibuti: caluroso y árido
Enfrente del extremo sudoriental de la península de Arabia, entre Etiopía y Somalia, se halla el pequeño país de Yibuti, la antigua Somalia Francesa. En sus costas hay una importante base militar de la Marina francesa. La capital del país, del mismo nombre, figura en algunos almanaques como la ciudad más calurosa del mundo. A pesar de la aridez de su suelo, esta pequeña tierra tiene algunos atractivos, sobre todo mar adentro, donde se encuentran magníficos arrecifes coralinos rebosantes de vida marina.
La gran hendidura (Great Rift Valley), que parte del Líbano y se extiende a lo largo del mar Rojo, penetra en el continente africano por este punto. Alrededor de los lagos Assal y Abbé pueden contemplarse auténticas maravillas naturales: formaciones de sal y yeso, agujas de caliza, manantiales de agua caliente y aguas multicolores.
Más de la mitad de la población del país pertenece a la tribu afar, cuyo territorio llega hasta el desierto del Danakil, en Etiopía. La otra tribu, los issas, pueblo de origen somalí, vive en la capital, que se halla cerca de Somalia. El calor agobiante deja aletargadas a las personas, que a veces toman el autobús para viajar solo 90 metros. Hay muchos adictos al khat, una droga suave que se encuentra en las hojas de unos árboles (Catha edulis) que crecen en las mesetas de Yemen, Etiopía y Kenia. De hecho, suelen pasar la tarde absorbiendo khat; casi todas las actividades se interrumpen durante ese tiempo. La gran mayoría de la población es musulmana y habla francés, árabe, somalí y afar.
La primera persona que predicó las buenas nuevas en Yibuti fue Claudine Vauban, una hermana francesa casada con un militar. En este país islámico era peligroso que una mujer blanca saliera sola en público, pero eso no detuvo a la hermana Vauban. Se mantuvo activa en el ministerio del campo y condujo dos estudios bíblicos durante los tres años que vivió en el país. Unos dos años después, a finales de 1977, un joven de Yibuti que había estudiado la verdad en Francia regresó a su país. No obstante, tuvo problemas espirituales y posteriormente debió ser expulsado.
Una refugiada etíope que era Testigo se fue a vivir a Yibuti en 1978. Aprendió a hablar francés, y ha permanecido fiel a pesar de hallarse completamente aislada de otros Testigos durante temporadas largas. Hermanos franceses y etíopes le dieron estímulo espiritual cuando visitaron el país. Esta ayuda fue intermitente hasta que en 1981 llegó para servir donde había más necesidad una joven pareja francesa, Jean Gabriel Masson, que era siervo ministerial, y su esposa, Sylvie. Los Masson demostraron mucha audacia dando ese paso, en vista del aislamiento, el poco tiempo que llevaban en la verdad, el clima adverso y el alto costo de la vida.
Su predicación organizada en seguida produjo fruto. Varios refugiados etíopes aceptaron la verdad antes de marcharse de Yibuti a otros países. En 1982 había seis publicadores activos y doce personas asistieron a la Conmemoración. Dos meses después, tres nuevos discípulos se bautizaron durante la visita de un superintendente de circuito de Francia.
En aquel entonces las reuniones se celebraban en el patio de la humilde morada del hermano Masson, a veces en unas condiciones poco usuales. En cierta ocasión, mientras un hermano de Nairobi presentaba un discurso bíblico, dos gatos empezaron a dar bufidos y chillidos y a pelearse en las enredaderas que trepaban por la espaldera del patio. El ruido ensordecedor distraía a los hermanos, hasta que los dos gatos se cayeron de la espaldera y fueron a aterrizar justo delante del discursante. Para colmo, al poco rato se fue la electricidad, así que se quedaron completamente a oscuras. Con todo, la reunión prosiguió hasta su fin. La asistencia a las reuniones llegó a ser de dieciocho personas. Resultaba extraño ver que con una concurrencia tan pequeña, las reuniones se celebraban en cuatro idiomas: inglés, francés, amhárico y somalí.
Un monje se pone de parte de la verdad
Al hermano Masson le costó encontrar trabajo, pero finalmente se empleó de maestro en una escuela. Allí conoció al monje católico Louis Pernot, que era el director de la escuela y había vivido en ella por los anteriores casi veinte años. Louis mostró un acusado interés en la verdad bíblica, por lo que el hermano Masson lo invitó a la Conmemoración de la muerte de Cristo. “Imposible —dijo Louis—. En Yibuti todo el mundo me conoce y sabe quién soy. ¿Cómo voy a ir a una reunión de los testigos de Jehová?”
El hermano Masson tuvo una idea. Le propuso a Louis que fuera a su casa a la hora de la siesta, cuando el sol abrasaba y todo Yibuti dormía. Podría sentarse en el dormitorio detrás de una cortina y esperar a que comenzara la reunión. Nadie sabría que estaba presente, y cuando concluyera la reunión, podría escabullirse hacia su casa amparado en la oscuridad de la noche.
Louis aceptó la sugerencia y pasó su primera reunión sentado detrás de una cortina en el dormitorio de los Masson. Aunque no entendió gran parte de la información bíblica, le impresionó la profundidad con que se trataban los temas.
El hermano Masson le animó a escoger uno de sus libros y llevárselo a casa para leerlo. Como era un educador, escogió el libro Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera. Muchas veces se había preguntado por qué su religión no publicaba información clara para ayudar a los jóvenes a enfrentarse a las dificultades del mundo actual. Pensaba que la genuina religión de Dios debía ofrecer a la gente guía bien fundada que no pusiera en entredicho Su Palabra. Louis empezó a leer el libro Tu juventud aquella misma noche y no pudo soltarlo. Al día siguiente le dijo al hermano Masson que había encontrado la verdad. Esa misma semana presentó su renuncia como monje y como católico.
Este hecho causó bastante revuelo, y poco después el matrimonio Masson recibió la orden de abandonar esta pequeña república. Esto asestó un golpe fuerte a los Testigos de Yibuti, que en la última Conmemoración ya habían alcanzado una asistencia de 44 personas. El hermano Masson apeló al gobierno y consiguió una prórroga de un mes, al término de la cual se marchó a Mayotte, territorio francés del océano Índico.
Los Masson estudiaron la Biblia con Louis a diario hasta el momento de su partida. Para entonces él se había dado cuenta de que tenía que valerse por sí mismo. Cuando los Masson se fueron, un precursor pudo trasladarse a Yibuti para ayudar a Louis en sentido espiritual.
Sin embargo, por diferentes motivos ningún Testigo se quedaba definitivamente en el país. Por lo tanto, Louis, que acababa de bautizarse, tuvo que mantenerse firme durante años en una situación de relativo aislamiento espiritual. Le ordenaron que se presentara ante las autoridades repetidas veces para interrogarle, y siempre le advertían que dejara de predicar. No obstante, él nunca vaciló; de hecho, hasta sirvió de precursor auxiliar. Al final lo destituyeron de su puesto de trabajo a causa de su fe. Louis dejó el asunto en manos de Jehová y siguió adelante hasta que encontró otro medio de ganarse el sustento.
El pequeño grupo de publicadores de Yibuti continúa presentando las verdades bíblicas a la población hasta el día de hoy. Recientemente, varios Testigos extranjeros se han mudado a este país y han dado un buen empuje a la obra.
Nuevos intentos en Somalia
Tras la partida de los misioneros Vito y Fern Fraese hacia otra asignación en 1963, no se dio un testimonio claro del Reino en Somalia durante años. Finalmente, un hermano de origen somalí que vivía en Europa fue a pasar sus vacaciones a esta tierra costera hacia finales de 1980. Durante su estancia contactó con gente interesada en las buenas nuevas. Varios Testigos que visitaban el país periódicamente siguieron ayudando a esas personas de condición de oveja.
Algún tiempo después, un hermano italiano se trasladó a la capital del país, la ciudad portuaria de Mogadiscio, para trabajar por contrato con una constructora. Su entusiasmo suplía su falta de experiencia, pues hablaba de las buenas nuevas con todo el que se cruzaba en su camino, incluso con los musulmanes, sin importarle el riesgo que eso entrañaba. Un musulmán de mediana edad le escuchó con atención y en seguida vio la luz de la verdad. Como había viajado mucho, era una persona de miras amplias y aceptó un estudio bíblico. El hermano italiano tuvo que dejar el país cuando expiró su contrato de trabajo. Otra familia italiana que se mudó a Somalia continuó dando la ayuda necesaria a este hombre interesado.
Por aquel entonces, una mujer que había mostrado interés en la verdad cuando vivía en Europa regresó a Somalia junto con su esposo y se puso a buscar a los Testigos. Se formó un pequeño grupo y se organizaron reuniones, e incluso llegaron a tener visitas de circuito. Esta mujer por fin se bautizó en 1987. Estaba rebosante de alegría, pues había tardado muchos años en conseguirlo. Con tantos traslados de un país a otro y tantas nuevas lenguas, no extraña que su progreso espiritual fuera lento, pero ya nada podía detenerla. Al poco tiempo conducía varios estudios bíblicos, entre ellos uno con un matrimonio que acabó alabando a Dios junto con ella, lo que le hizo mucha ilusión. La esposa fue la primera persona de origen somalí que se hizo Testigo.
Desgraciadamente, la economía y la seguridad del país empeoraron tanto, que muchos extranjeros e incluso nativos abandonaron el país. A finales de 1990 no quedaba ningún publicador, lo que quizás fue providencial, pues la guerra civil que estalló en 1991 trastornó todo el país. Mogadiscio en particular vivió el terror de una ola indiscriminada de asesinatos.
Somalia no fue el único país sacudido por la revolución. Casi dos décadas antes la guerra civil había asolado Etiopía.
Revolución en Etiopía
El imperio histórico de Etiopía se desmoronó en 1974. Los militares, deseosos de promover una nueva ideología, arrebataron el poder al anciano emperador e iniciaron reformas radicales. Los jóvenes revolucionarios por primera vez en su vida tuvieron la sensación de poder que da portar armas que matan al instante. Se impuso el toque de queda y se gritaban consignas como “¡Etiopía Primero!”. No se transigía con los reaccionarios políticos.
Mientras todo esto ocurría en el país, la situación era prometedora para el pueblo de Jehová. En 1974 se llegó a un máximo de 1.844 publicadores. El libro La verdad ya se había traducido al amhárico. La asistencia a la Conmemoración alcanzó la cifra de 3.136 personas. Se testificó por primera vez en todas las provincias de Etiopía, con la ayuda de precursores especiales a quienes se acababa de nombrar. No obstante, había paradojas, como el que algunas congregaciones pudieran reunirse libremente y que a la vez hubiera precursores especiales encarcelados.
La actividad guerrillera continuaba en la provincia septentrional de Eritrea. La congregación de la ciudad de Keren quedó aislada del mundo exterior. Se interrumpió el suministro de agua, alimentos y electricidad. Se impuso el toque de queda del anochecer al amanecer. ¿Cómo, entonces, celebrarían la Conmemoración de la muerte de Cristo, que no se puede iniciar hasta la puesta del Sol? La solemne celebración fue un acontecimiento de lo más insólito, pues todos los Testigos llegaron antes de la puesta del Sol y se dispusieron a pasar toda la noche en el lugar de reunión hasta que se levantara el toque de queda al alba. ¡Qué noche de compañerismo tan hermosa!
A los Testigos les aguardaban más sucesos positivos. Durante 1975 se celebró la primera Escuela del Ministerio del Reino después de nueve años para beneficio de los ancianos de Etiopía. El programa de la asamblea de circuito se presentó ante un auditorio de más de dos mil personas. Tras la obtención de un permiso para importar literatura, llegó a Addis Abeba un envío de siete toneladas que incluía 40.000 libros. Al año siguiente, 1976, la ciudad de Asmara pasó por un período inusitado de calma en la actividad guerrillera, por lo que fue posible celebrar la Escuela del Ministerio del Reino. Los Testigos etíopes informaron que los tiroteos y las explosiones de proyectiles se reanudaron justo después de la conclusión de la escuela.
El terror rojo
La situación iba a tomar un cariz siniestro para los Testigos. A principios de 1976 el gobierno distribuyó una circular en contra de los testigos de Jehová. A mediados de año se emprendió la llamada campaña de terror rojo contra los enemigos de la revolución. Los adoradores de Jehová también se convirtieron en blanco del ataque. Se les acusó falsamente de ser enemigos, y se produjeron muchas detenciones como consecuencia.
¡Cuánto debió regodearse la Iglesia ortodoxa etíope! Se valieron de la situación para lanzar su propio ataque contra los Testigos. En Mojo, una ciudad pequeña que está al sur de la capital, un grupo de sacerdotes formó una chusma de más de seiscientas personas para atacar y matar a los Testigos, pero la policía impidió que causaran daños serios. En Bahir Dar, situada en el nacimiento del Nilo Azul, se produjeron situaciones similares.
Empezaron a efectuarse registros domiciliarios por todo el país con una minuciosidad sin precedentes. Levantaban la tierra de los jardines y los tablones de los suelos en búsqueda de publicaciones bíblicas, máquinas de escribir y material relacionado.
La policía de Asmara registró a un precursor especial que había llegado de la zona rural infestada de guerrilleros y le encontraron su informe del servicio del campo. En este figuraban varias abreviaturas escritas a mano que levantaron sospechas. Obligaron al precursor a conducirles hasta el paradero del superintendente de ciudad, Gebregziabher Woldetnsae. Esperando capturar a un jefe de la guerrilla, varios camiones de soldados armados se dirigieron rápidamente y con gran estrépito al lugar de trabajo del hermano Gebregziabher.f Rodearon la oficina e irrumpieron en ella fusiles en mano. Llamaron al hermano Gebregziabher por su nombre, lo apresaron y se lo llevaron. Sus compañeros de trabajo estaban seguros de que no volverían a verlo jamás.
En el cuartel general del ejército, unos soldados sometieron al hermano Gebregziabher a interrogatorio. Este contestó a todas sus preguntas con franqueza, dando un testimonio sobre nuestra predicación. También aclaró el significado de las misteriosas abreviaturas “r.s., rev., e.b.”, etc. No eran más que anotaciones que indicaban los resultados que el precursor especial había obtenido durante aquel mes en el ministerio del campo, en cuanto a, por ejemplo, cantidad de revistas colocadas, revisitas y estudios bíblicos. Lo bombardearon con preguntas como: “¿Dice en serio que esto no se refiere a armas y municiones? ¿Espera que nos lo creamos? ¿Qué pinta aquí este código?”.
Su sinceridad y cooperación les dejó impresionados, pero sus dudas persistían. Al final, el oficial superior le preguntó: “¿Cómo podemos estar seguros de que usted es de verdad testigo de Jehová?”. El hermano rebuscó entre todo lo que llevaba encima, pero no encontró nada que lo identificara claramente, hasta que de repente dio con una tarjeta escondida que contenía las palabras: “No acepto transfusiones de sangre”. El oficial la miró y dijo: “Esto es suficiente. Puede marcharse”. Cuando el hermano regresó a la oficina, sus compañeros pensaron que había resucitado.
Un giro inesperado
Cierto día se hallaban varios hermanos reunidos en una casa de Asmara. Unos jóvenes descubrieron el lugar e inmediatamente avisaron a la policía. Dijeron a los agentes que buscaran dos casas de campo que estaban una al lado de la otra y se fijaran en la que había una niña pequeña jugando delante. Ahí estaban reunidos los Testigos.
La policía salió a buscarlos. Mientras tanto, la niña se había desplazado y estaba jugando enfrente de la otra casa. Los agentes de la policía irrumpieron en la vivienda y tan solo encontraron a unas cuantas personas reunidas en familia. Regresaron avergonzados a la comisaría, pensando que los jóvenes los habían engañado.
El ambiente político y social no era favorable a los Testigos. Se animaba a la gente a repetir consignas políticas, participar en las elecciones y contribuir dinero, comida y material para la lucha armada. Con todo, gracias a la audacia de algunos hermanos, fue posible introducir en Etiopía cargas de preciosa literatura bíblica.
Pastores abnegados
En Eritrea, la guerra de guerrillas había dejado a varias congregaciones aisladas del mundo exterior. Sin embargo, no faltaron pastores amorosos para animar a los hermanos que se hallaban en tal situación. Un superintendente de circuito decidió viajar a Keren, situado a 92 kilómetros de distancia, en un convoy. Imagínese: viajar en una caravana de 100 camiones, con una escolta de 5 tanques y 30 vehículos blindados.
En el camino estalló una violenta lucha con un grupo de guerrilleros que rodeó el convoy. Los atacantes pretendían apoderarse de todos los suministros, como habían hecho en otras ocasiones. Tras media hora de feroz combate, el convoy consiguió atravesar las líneas enemigas y escapar. Así que el superintendente de circuito pudo visitar la congregación aislada de Keren y edificar a los hermanos.
No obstante, no encontró ningún convoy ni medio de transporte en el que regresar. No le quedaba más remedio que volver a pie, una aventura muy arriesgada. Tardó tres días y una buena parte de las noches en efectuar el recorrido.
Algunos publicadores, entre ellos hermanos prominentes, se desasociaron durante aquel período turbulento. Otros se volvieron inactivos y también hubo quien huyó del país. Por consiguiente, la cantidad de publicadores disminuyó.
En 1979 había 80 hermanos en prisión a causa de su postura de neutralidad. En abril de ese mismo año, Gebregziabher Woldetnsae, el superintendente de ciudad de Asmara, murió en un trágico accidente mientras se dirigía a visitar a los hermanos de la zona rural asediada. Pese a todas las noticias tristes, los que aguantaron lealmente vieron en todo momento la ayuda amorosa de Jehová.
Se sigue probando y refinando su fe
Una vez que terminó la primera fase de la revolución y el país empezó a volver a la normalidad, los ciudadanos sentían un vacío espiritual. Las Iglesias transigían y perdían el apoyo popular delante de sus propios ojos. También algunos Testigos se volvieron inestables en sentido espiritual. Por ello, durante 1981 fue necesario, aunque doloroso, privar de sus privilegios de servicio a 23 ancianos y siervos ministeriales por haberse hecho irregulares en el ministerio del campo, lo que provocó que hubiera grandes cambios en las congregaciones. Felizmente, la mayoría de esos hermanos ya han recuperado sus anteriores privilegios de congregación.
Todavía les sobrevendrían más pruebas, entre ellas períodos de severa escasez de alimento. A consecuencia de tantos años de pruebas, la fe de los hermanos etíopes se ha refinado y se ha hecho sólida. (1 Ped. 1:6, 7.)
Sudán: aumento pese a las dificultades
En Sudán se tardaron dos años, de agosto de 1974 a 1976, en alcanzar el máximo de 101 publicadores. Fue un período tenso. Se produjeron numerosos intentos de golpe de estado y existían muchos recelos en la clase política. La policía interrogaba de vez en cuando a los publicadores y los ancianos. El aumento de los precios y la escasez de mercancías, fruto de la crisis económica, constituían la principal preocupación de muchos. En estas condiciones, el aumento de la cifra de publicadores fue lento. En abril de 1981 hubo un máximo de solo 102 publicadores.
En el sur del país, los superintendentes de circuito tenían dos obstáculos para realizar visitas regulares a las congregaciones: la interrupción de los viajes por causa de la guerrilla o de la falta de combustible y el medio de transporte. En más de una ocasión tenían que meterse con dificultad en un camión atestado de gente en el que iban dando botes por carreteras accidentadas durante todo un día, o viajaban a 10 kilómetros por hora en trenes que llevaban dos pasajeros por asiento y viajeros clandestinos en el techo de los vagones. Viajar en avión tampoco era ningún placer. A veces estaban en lista de espera durante una semana entera, y cuando por fin llegaba un avión, les notificaban la salida con menos de una hora de antelación. No obstante, las congregaciones agradecían muchísimo las visitas de los superintendentes de circuito. Su gozo y sus muestras de hospitalidad en aquellas ocasiones eran indescriptibles.
En el año 1982 despertó el espíritu de precursor, lo que resultó en una abundancia de bendiciones. El número de precursores aumentó de 7 a 86 en cinco años. Durante uno de los meses más calurosos del año, con una temperatura media que superaba los 40 °C (100 °F) al mediodía, el 39% de los publicadores del país sirvió de tiempo completo. En 1987 hubo más de 300 publicadores activos, y la asistencia a la Conmemoración de la muerte de Cristo casi llegó a los mil. Los publicadores de congregación predicaron un promedio de 20 horas al mes.
Una buena cantidad de hombres jóvenes progresaron espiritualmente con rapidez, de modo que se les nombró siervos ministeriales y, más adelante, ancianos, lo que también contribuyó al fortalecimiento de las congregaciones. En 1987 por fin se fundó una congregación en la histórica ciudad de Omdurmán, a orillas del Nilo. La congregación tenía un territorio de un millón de personas. En la ciudad de Port Sudan también se formó un grupo de Testigos.
El aumento, no obstante, se ha debido en su mayor parte a los sudaneses del sur, gente de piel oscura, estatura elevada y constitución atlética que suele presentar abundantes incisiones y adornos en el rostro o el cuerpo. También han aceptado la verdad sudaneses del norte o de ascendencia egipcia, así como varios refugiados. Todos estos grupos han mostrado celo y aguante en el servicio a Jehová. Por lo general sigue siendo necesario hacer largas caminatas bajo un sol abrasador para ir a predicar. Los hermanos tienen que ingeniárselas para organizar las reuniones, ya que la obra aún no está reconocida legalmente.
Prueban el pan de vida procedente de Dios
Los fundamentalistas musulmanes impusieron la ley islámica, o Sharia, en Sudán en 1983. Los enemigos del pueblo de Jehová se aprovecharon del fervor religioso que se desató para centrar la atención en los Testigos, quienes a partir de entonces tuvieron que reunirse en grupos más reducidos.
Tal como han informado los medios de comunicación, una grave sequía ha azotado en los últimos años una gran parte de la región africana del Sahel, que comprende territorio sudanés. La sequía coincidió con un nuevo estallido de la guerra civil, todo lo cual ha causado mucha hambre y sufrimiento. No obstante, tuvo un interesante efecto secundario: muchos jóvenes abandonaron las zonas más remotas del país y fueron a la capital, donde probaron el pan de vida procedente de Dios, que difícilmente hubieran hallado en su anterior situación de aislamiento. (Juan 6:35.) Este hecho aceleró el crecimiento.
Hambre física y abundancia espiritual
En 1988 hubo precipitaciones de una intensidad sin precedentes en la región de Jartum, que causaron algunas muertes y dejaron a miles de personas sin hogar. Decenas de familias de Testigos se vieron seriamente afectadas. Un hermano tuvo que permanecer de pie en total oscuridad al aire libre sosteniendo a su hijo pequeño en alto, mientras llovía a cántaros y el nivel del agua iba subiendo hasta alcanzar sus caderas. Se derrumbaron muchos postes eléctricos y casas de adobe, así como retretes exteriores, lo que dio origen a un buen número de pozos ocultos y a aguas contaminadas. Las carreteras se inundaron, y dejaron aislados sectores enteros de la ciudad. Muchos coches se quedaron atascados en el barro con pocos visos de que se les pudiera sacar de allí. Los nuevos “lagos” que se habían formado tardaron muchos días en secarse.
Los ancianos hicieron frente a estos peligros y en seguida se pusieron en contacto con su afligido rebaño. Se tomaron medidas de socorro inmediatamente. El Cuerpo Gobernante se aseguró de que se siguieran atendiendo sus necesidades. Por sorprendente que parezca, se mantuvo un buen grado de participación en el ministerio del campo durante todo este tiempo.
Sudán se vio azotado también por una tormenta de índole diferente. Como consecuencia de un golpe de estado, cambió el gobierno y la comunidad islámica volvió a ganar relevancia. La prolongada guerra civil, la sequía y las restricciones en las importaciones causaron estragos en la economía del país. El hambre, que continúa hasta hoy, se extendió a las grandes ciudades.
Muchos huían de las zonas afectadas por el hambre y la guerra hacia otros lugares, como Juba, la principal ciudad del sur del país, que vio crecer su población a más de un cuarto de millón de habitantes. Pero entonces la guerrilla se concentró en Juba y la ciudad quedó completamente aislada del mundo exterior por espacios de tiempo prolongados. En muchas ocasiones, los hermanos han recibido suministros en el momento oportuno, justo antes de que se les agotaran las provisiones.
A pesar de todo, se continuó preparando a la creciente cantidad de precursores, y la asociación espiritual tampoco se interrumpió. El suministro de alimento espiritual no se agotó. La verdad se fue adentrando en el sur del país y aparecieron grupos y congregaciones nuevos en una ciudad tras otra.
En 1990, en medio de este ambiente tenso se produjeron hechos sorprendentes. En primer lugar, una provincia meridional dio reconocimiento legal a los testigos de Jehová.
Testimonio de alguien que no es Testigo
Luego, el 2 de noviembre, un conferenciante musulmán de fama mundial presentó un discurso a favor de los testigos de Jehová ante un grupo grande de funcionarios del gobierno reunidos en un seminario. Les habló largo y tendido de nuestras creencias, neutralidad en asuntos políticos, enseñanza pública y obra provechosa para la comunidad. Por si fuera poco, la televisión nacional transmitió el discurso íntegro al domingo siguiente, por lo que se dio testimonio a gente de toda clase social y a una escala que antes hubiera sido inimaginable. ¿Cuáles fueron los resultados? Se oyeron muchos comentarios favorables, se aclararon malentendidos y se generó más interés en la verdad. Es más, se había animado a los funcionarios a imitar el espíritu abnegado de los testigos de Jehová.
Los Testigos sudaneses en verdad siguen buscando primero el Reino de Dios, y con alegría dedican un promedio de casi 20 horas al mes por publicador en el servicio del campo. Por lo tanto, a pesar de muchas tribulaciones, entre ellas la plaga del hambre, la verdad sobre el Reino de Dios como la única solución duradera de los problemas del hombre se está predicando en Sudán a un grado sin precedentes.
Yemen: la ruta del olíbano
En años recientes, a una devota hermana sudanesa se le presentó la rara oportunidad de hacer brillar su luz en el aislado país de Yemen, situado en la esquina sudoccidental de la península de Arabia. En los días del sabio rey Salomón, este era el punto de partida de la ruta del olíbano, que pasaba por los que probablemente eran dominios de la reina de Seba. Además de la hermana sudanesa, también se hallaban en Yemen con contratos de trabajo unos cuantos Testigos de otros países. Con la ayuda de Jehová se conocieron. Empezaron a predicar sobre su fe con discreción, y encontraron a personas que querían estudiar la Biblia.
El islam todavía tiene mucho arraigo en este país montañoso, donde rigen tradiciones ancestrales. La mayoría de las mujeres lleva el rostro cubierto con un velo, y los hombres lucen con orgullo dagas en el cinturón. Fue triste saber que un hermano africano de mediana edad que gozaba de buena salud murió de repente una noche por causas desconocidas hasta el presente. No obstante, la predicación sigue adelante.
En 1986 hubo quince asistentes en la Conmemoración de la muerte de Cristo, algunos de los cuales ya no están en el país. Los informes del servicio del campo y de las reuniones son incompletos, pero se siguen celebrando reuniones. Una hermana de otro país conduce varios estudios bíblicos pese a estar separada del resto de los publicadores. Así pues, en cumplimiento de Mateo 24:14, hasta en este país se está dando testimonio.
Al otro lado del mar Rojo se encuentra un país en el que dar testimonio suponía un grave riesgo para la vida a finales de la década de los setenta.
Etíopes que mantienen integridad
La oposición del Estado se intensificó en Etiopía. Las autoridades anunciaron sentencias de muerte para dos hermanos, pero no los ejecutaron. Se ha presionado a los Testigos para que violen su conciencia; a algunos se les ha llegado a amenazar apuntándoles con una pistola en la sien.
Las dificultades económicas llevaron a un cumplimiento casi literal de la profecía de Revelación que dice que ‘nadie podría comprar o vender salvo la persona que tuviera la marca, el nombre de la bestia salvaje o el número de su nombre’. (Rev. 13:17.) Era muy difícil encontrar un ejemplar de la Biblia. El Estado controlaba cada vez más la vida de los ciudadanos. Se necesitaba un visado para viajar al interior del país. Hombres, mujeres y niños estaban distribuidos en organizaciones políticas.
En marzo de 1978 Wubie Ayele murió apaleado por su adhesión a los principios bíblicos. Unos meses más tarde también fueron asesinados Ayele Zelelew, anciano y precursor, y el publicador Hailu Yemiru, y sus cuerpos se expusieron en una calle de Addis Abeba durante un día entero para que todo el mundo los viera.
La presión se intensificó. La radio, la prensa y la policía lanzaron ataques contra los Testigos. En varias ocasiones hubo más de cien hermanos en prisión al mismo tiempo. Algunos fueron liberados, entre ellos hermanos que habían soportado dos años y medio de tortura. Sorprendentemente, unos cuantos hermanos habían servido de precursores auxiliares en la cárcel.
Entonces se maquinó un plan atroz: erradicar a los testigos de Jehová. Cuando llegó a oídos de los hermanos, algunos se sobrecogieron de miedo. Además, tenían que enfrentarse a dificultades económicas; la carne y los cereales escaseaban, así como los neumáticos de automóviles, la gasolina y otros artículos necesarios.
Más de cien hermanos se mantuvieron fieles incluso después de perder sus trabajos, una verdadera prueba de fe para hombres que tenían que mantener a familias numerosas. Pero era conmovedor ver a Testigos que tenían trabajo ayudar económicamente a los necesitados, una expresión de amor similar a la de los cristianos primitivos. (Hech. 4:32.) Los Testigos necesitaron mucho ánimo y guía espiritual para sobrellevar estas espantosas situaciones, y los recibieron bajo la dirección de Jehová.
Valor hasta el fin
Las detenciones y los juicios se sucedían interminablemente. Un precursor especial ha sido detenido quince veces desde 1972. Se ha encarcelado incluso a jóvenes de catorce años, algunos por períodos de más de cuatro años. A pesar de ello, no han transigido. Luego empezaron los reclutamientos para la guerra, que incluían a las mujeres jóvenes. Muchos Testigos utilizaron el tiempo de reclusión para servir de precursores auxiliares, ayudando a otros prisioneros a conocer la verdad bíblica. Una hermana recibió permiso para ausentarse momentáneamente de la prisión para dar a luz, después de lo cual tuvo que regresar.
Un hermano valeroso que viajaba en automóvil hacia una zona rural de repente se dio cuenta de que no había escondido su paquete de literatura bíblica. Lo llevaba bien visible debajo del tablero de instrumentos. Oró que pudiera encontrar un lugar conveniente donde esconder la voluminosa carga, pero parecía que no existía tal lugar. Tuvo que dejarla donde estaba, confiando en que Jehová le ayudaría. Pasó por nueve controles de carretera, en algunos de los cuales le registraron el vehículo exhaustivamente, y ¡ni un solo funcionario sospechó del paquete!
En diciembre de 1982 se detuvo a seis Testigos a causa de su postura cristiana de neutralidad. También eran hombres valerosos, que ayudaron a muchos compañeros de prisión a tener la esperanza del Reino. A los tres años se los llevaron de la prisión y nadie volvió a verlos. Todos fueron ejecutados.
En Desié, ciudad del centro norte del país, Demas Amde, maestro de escuela y padre de cinco hijos, padeció más de cinco años de torturas en la cárcel: primero, trabajos forzados; después pasó seis meses de incomunicación encadenado en posición encorvada, seguidos de una enfermedad que no recibió atención médica; luego permaneció desnudo por dos meses, con el cuerpo infectado de piojos, y finalmente fue trasladado a una celda en la que yacían otros prisioneros muriéndose de fiebre tifoidea. Cuando su estado de salud se volvió crítico, con su cuerpo debilitado por el cáncer, lo dejaron salir de la prisión para morir. Murió el 4 de febrero de 1991, fiel hasta el fin y con la firme esperanza de la resurrección. (Compárese con Hebreos 11:37-40.)
Otros Testigos se salvaron. A un hermano que viajaba hacia una zona rural lo detuvieron como sospechoso de pertenecer a la guerrilla. El hermano no pudo callarse y, con gran riesgo para su vida, declaró con intrepidez que era testigo de Jehová. Nadie lo creyó, y lo encerraron en una celda junto con otros prisioneros.
¿Cómo pasó la noche? En lugar de lamentarse por su desgracia, aprovechó la oportunidad para hablar de las buenas nuevas con los demás. Por la mañana, se sorprendió al ver que se llevaban a algunos prisioneros de la celda para interrogarlos. “¿Qué clase de hombre es el que les metimos anoche en la celda?”, preguntaron los oficiales.
“Ah, ¿se refieren al que estuvo predicando casi toda la noche y no nos dejó dormir?”, contestaron. Los oficiales en seguida se percataron de que era de verdad testigo de Jehová. Su declaración pública de fe le abrió las puertas de la cárcel; ¡estaba libre!
Un hombre interesado del sur del país aguantó fielmente más de cuatro años de reclusión. El primer año estuvo con las piernas encadenadas y permaneció seis meses incomunicado. Enviaron sus efectos personales a sus familiares, quienes pensaron que lo habían ejecutado. Subsistió con raciones exiguas de comida y finalmente, cuando su cuerpo se hallaba debilitado, lo sentenciaron a muerte. No obstante, altos cargos de la administración revocaron la sentencia.
A veces le metían prostitutas en la celda para tentarlo. Después de tres años recibió estímulo cuando ingresó en la prisión otro hombre interesado, con quien pudo compartir su fe. No parecía haber posibilidades de ser puesto en libertad. Pero un día, con gran asombro suyo, le dijeron que estaba libre. ¡Por fin podía simbolizar su dedicación a Jehová mediante el bautismo!
Sentenciado a muerte ocho veces
En Debre Zeit, una ciudad cercana al centro de Etiopía, detuvieron al precursor Worku Abebe a causa de su postura neutral y lo sentenciaron a morir aquella misma noche. Antes de ejecutar la sentencia, detuvieron a veinte hermanos y hermanas más de otra ciudad de los alrededores. Las autoridades pensaban que estos transigirían cuando vieran muerto al hermano Worku (creían que era su cabecilla). De modo que los funcionarios de esta otra ciudad querían que se les entregara al hermano Worku para ejecutarlo ellos mismos.
Mientras lo trasladaban de prisión, el hermano Worku explicó sus creencias ante 300 personas. Aprovechándose de la costumbre local de no interrumpir al que habla, se pasó cuatro horas contando su historia y la de los testigos de Jehová desde Abel hasta el presente. Cuando concluyó, un guardia dijo: “Deberíamos separarle del resto. ¡Casi me convence!”.
Una tarde los guardias los llevaron a él y a los demás prisioneros Testigos hasta la orilla de un río para ejecutarlos allí. Mientras los apuntaban con sus pistolas, les preguntaron: “¿Van a renunciar a su fe, o no?”. Los Testigos contestaron al unísono con voz resuelta que jamás negarían a Jehová. Al final no los ejecutaron, sino que los golpearon cruelmente durante horas. “El dolor era tan intenso, que les rogábamos que nos mataran en vez de golpearnos, pero no se detenían”, contaron los hermanos.
A continuación separaron al hermano Worku del grupo para ejecutarlo. Sonó un disparo. Él se quedó perplejo durante unos instantes, pues no estaba herido ni había caído al suelo. Entonces cayó en la cuenta: la bala no le había dado. Los perseguidores no perdieron el tiempo. Le golpearon con la culata de un arma. Cayó inconsciente y volvieron a llevarlo a su celda.
Cuando regresaron a la prisión, los guardias recibieron órdenes de hacer que todos los Testigos transigieran aquella noche. Al poco rato empezaron a resonar detonaciones de armas de fuego por las celdas. Dijeron a los Testigos: “¿Han oído esos disparos? Hemos matado a sus hermanos. Mañana verán sus cuerpos muertos en las calles. Y si no transigen, también los mataremos a ustedes”.
Ellos respondieron: “Estamos dispuestos a beber de la copa de la que han bebido nuestros hermanos”.
Durante la noche, los guardias empezaron a golpear con palos al hermano Worku y a los demás Testigos. Un guardia muy violento ató los brazos del hermano Worku con tanta fuerza, que se le reventó la piel de los dedos y le empezaron a sangrar. Al encontrarse con los demás hermanos, escondió sus dedos mutilados para no desanimarlos. Cuando se produjo un respiro, los Testigos oraron hasta quedarse dormidos; pero a la una de la madrugada los feroces perseguidores se abalanzaron sobre ellos y los golpearon una y otra vez hasta las cuatro. Después los Testigos volvieron a orar a Jehová para agradecerle el que les hubiera dado fuerzas y para pedirle que les siguiera ayudando.
Por la mañana se presentaron más matones en la celda, que se pusieron a darles patadas. Por la tarde volvieron a separar del grupo al hermano Worku, y entre veinte personas le dieron una paliza y lo pisotearon. A pesar de esto, no cedió. Luego decidieron de nuevo que lo mejor era matarle. A las diez de la noche llegaron veinte guardias más y estuvieron golpeándolo hasta las dos de la madrugada aproximadamente. Uno de los torturadores estaba tan furioso, que agarró a otro Testigo por detrás y lo mordió brutalmente, por lo que al hermano le han quedado cicatrices. Tuvieron a los Testigos encerrados en una habitación oscura sin comer ni beber y recibiendo palizas continuas durante cuatro días. Todos tenían fracturas en varios huesos, incluso en el cráneo. Su estado de salud era muy malo.
Un alto funcionario que visitó la cárcel y vio en qué condiciones físicas se encontraban se compadeció de ellos y ordenó que les dieran algo de comer. No obstante, el guardia violento antes mencionado se enfureció al ver que se suministraba alimento y agua a los Testigos, y urdió un plan: los acusó de intento de fuga. Su estratagema tuvo éxito, de modo que se programó una nueva ejecución. Los hermanos oraron fervientemente para ser liberados, sobre todo en vista de las acusaciones falsas y vergonzosas de que habían sido objeto. Un funcionario de rango superior suspendió la ejecución, pero no se libraron de ser apaleados durante toda la noche.
Al cabo de unos cuantos días llegó otro funcionario, y anunció que el hermano Worku iba a ser ejecutado y los demás serían puestos en libertad. Fue sorprendente que, además de liberar a estos hermanos, pocos días después dijeran al hermano Worku que también podía marcharse.
En seguida aprovechó la ocasión para reunirse con otros hermanos en un domicilio privado e infundirles ánimo. No obstante, le habían seguido sin que se diera cuenta, y lo denunciaron. Al día siguiente, pues, volvieron a detenerlo y a sentenciarlo a muerte.
Intentaron una vez más embaucarlo para que transigiera. Se dirigieron a él amistosamente y le animaron a gritar ciertos lemas. El hermano Worku se negó; solo pronunció sus propios lemas bíblicos en favor del Dios verdadero. La “amigabilidad” de aquellos hombres se convirtió entonces en una cruel tortura.
Algunos días más tarde, los carceleros quisieron volver a hablar con él. La conversación duró cuatro horas. Le ofrecieron un importante puesto político, que rechazó. Le dijeron lo siguiente: “Lo van a fusilar para que se lo coman los gusanos”.
Al final, funcionarios imparciales se interesaron en su caso y votaron a favor de su liberación. Él consideraba todo el sufrimiento un gozo; no había cedido. (Heb. 12:2.) Antes de que comenzaran sus pruebas, siempre se había tomado en serio el estudio regular de familia y la oración. Sin duda eso le ayudó a aguantar. Él explicó qué había dicho un “Nicodemo” actual, un pastor de la cristiandad, respecto a la diferencia entre los Testigos que habían sufrido persecución y la gente de su religión: “Nosotros nos atemorizamos y transigimos, le fallamos a Dios, pero ustedes se declararon de parte de él con firmeza, sin temer ni siquiera a la muerte. ¡Muy bien!”. Al hermano Worku lo sentenciaron a muerte un total de ocho veces, pero Jehová le protegió la vida.
Aprenden una buena lección
Durante aquellos años de duras pruebas, los Testigos etíopes descubrieron que en su caso se cumplían las palabras del apóstol Pablo: “De un estado débil fueron hechos poderosos”. (Heb. 11:34.) A una hermana humilde que trabajaba de sirvienta y estaba aprendiendo a leer la metieron en la cárcel junto con un grupo de Testigos cultos. Mientras que algunos de estos oraban por su liberación, ella centraba sus oraciones en pedir fuerzas para mantenerse fiel. Un día los perseguidores llevaron un cuenco de aceite hirviendo y amenazaron con sumergir en él los dedos de todos los prisioneros. Algunos Testigos se amedrentaron y cedieron, pero la humilde hermana se mantuvo firme. Y a sus dedos no les pasó nada. Poco después la pusieron en libertad.
Los que habían concedido una gran importancia a la posición social y a la educación seglar aprendieron una buena lección de la conducta de la hermana. Por fin se dieron cuenta de que la fidelidad era lo primordial.
‘No se les deja sin ayuda’
Era gratificante ver que los Testigos que habían aguantado tanto se volvían maduros, equilibrados y abnegados, y mostraban mayor confianza en Jehová. Como a todos los demás cristianos, no se les había dejado sin ayuda. La adoración verdadera había triunfado.
Durante este período algunas personas se pusieron de parte de Jehová de maneras poco usuales. Un anciano, por ejemplo, testificó en el trabajo a una mujer de Europa Oriental. En vista de su gran interés, le prestó una publicación bíblica que valoraba mucho. Para su consternación, la mujer dejó el país sin devolverle la publicación. Años más tarde el anciano recibió una carta de ella que le alegró mucho. La mujer le explicaba que la publicación había cambiado su vida y que ya era hermana espiritual suya.
Otro caso es el de una tímida sirvienta que escuchaba en secreto desde una habitación contigua el estudio bíblico que le conducían a su patrono, un maestro de escuela. Deseaba abrazar aquellas maravillosas verdades, pero se consideraba indigna. “Esas lecciones bíblicas deben costar mucho dinero”, pensaba. Por consiguiente, abandonó el empleo que tenía en casa del maestro y buscó uno en el que ganara más dinero para así poder costearse un estudio bíblico. Después que ahorró la cantidad que, según creía, bastaría para las lecciones bíblicas, fue directa a casa del Testigo que estudiaba con su anterior patrono, el maestro. ¡Qué sorpresa se llevó cuando se enteró de que las lecciones eran gratuitas! Hizo buenos progresos en el estudio y tiempo después se casó con el maestro; en la actualidad ambos son siervos dedicados de Jehová.
Los Testigos de Jehová jóvenes de este país se vieron sometidos a una presión especial. Se les negaron muchos derechos fundamentales, como el de recibir atención hospitalaria, presentarse a exámenes escolares y obtener empleo. ¿Se sintieron abandonados por ello? ¡De ningún modo! Con plena fe en que sus tribulaciones eran pasajeras, siguieron adelante con el poder que Jehová les impartía. (Fili. 4:13.)
La verdadera solución
Los problemas que plagan Etiopía son similares a los del resto del mundo. Los Testigos de este país creen haber encontrado el remedio, y les complace ver que muchas de las presiones a las que habían estado sometidos han disminuido desde 1990, de modo que les es posible compartir tal solución con otras personas.
Un ejemplo: las autoridades de Asmara, la capital de Eritrea, han ordenado que se deje de discriminar a los testigos de Jehová. Otro ejemplo: más de cincuenta hermanos etíopes recibieron los permisos de viaje necesarios para asistir a la asamblea de distrito de Nairobi (Kenia). Y dos ejemplos más: se ha vuelto a enviar a precursores especiales a varios territorios para predicar las buenas nuevas, y algunas congregaciones han reanudado la predicación de casa en casa, con resultados prometedores. Los problemas de Etiopía, no obstante, no han cesado.
La caída de la estratégica ciudad portuaria de Massawa causó el recrudecimiento de la guerra civil en 1990. La ciudad entera quedó en ruinas, pero afortunadamente ningún Testigo sufrió daños. El hambre azotó Asmara, así como amplias regiones rurales. El Cuerpo Gobernante aumentó el suministro de socorro a ese rincón castigado del mundo. Dos precursores especiales arriesgaron su vida atravesando furtivamente una zona de guerra para llegar a Mekele, la capital de la provincia de Tigré, y dar el estímulo necesario a los Testigos locales. Tropas guerrilleras derrocaron el gobierno revolucionario en mayo de 1991, y poco después firmaron un documento en el que prometían más libertad. A partir de entonces Eritrea ha contado con una administración independiente y ha quedado prácticamente aislada del mundo exterior. Los Testigos se han mantenido estrictamente neutrales en medio de toda esta confusión, pues saben que solo el Reino de Dios puede aportar la solución permanente a las dificultades del hombre. Durante el pasado año de servicio se celebraron libremente días especiales de asamblea en varias ciudades etíopes. Se estaban haciendo preparativos para celebrar asambleas de circuito y de distrito, enviar un cargamento grande de literatura y conseguir el registro legal. En Etiopía, como en muchos otros países, “la escena de este mundo está cambiando” con rapidez, y los hermanos tienen un punto de vista optimista respecto a una gran recogida final. (1 Cor. 7:31.)
Pero ¿qué más ha sucedido en el África oriental desde mediados de la década de los setenta? Veamos.
Pruebas de aguante en Tanzania
Varios Testigos tanzanos que estaban en prisión quedaron libres en 1976 como consecuencia de una amnistía. Por desgracia, algunos funcionarios del gobierno todavía consideraban peligrosos a los hermanos porque los confundían con los seguidores revolucionarios del Kitawala de la ciudad de Sumbawanga. Los hermanos estaban sometidos a vigilancia estrecha, y muchos precursores especiales soportaron ‘cadenas de prisión como malhechores’, tal como le ocurrió al apóstol en Roma. (2 Tim. 2:9.)
Estas no eran las únicas dificultades. La frontera entre Tanzania y Kenia se cerró en febrero de 1977, y así permaneció durante los siguientes seis años. El servicio postal quedó interrumpido temporalmente, y se perdió mucha correspondencia. La sequía afectó algunas zonas, y los brotes de cólera dificultaban los viajes de los superintendentes de circuito. La participación de Tanzania en la guerra que estalló en Uganda en 1979 originó otras presiones. La recesión económica causó inquietud respecto a las necesidades materiales. Esta situación agobiante presionó mucho a los ancianos, de manera que en algunas congregaciones no pudieron atender al rebaño debidamente.
Pero no fue malo todo lo que ocurrió. En 1979 se abrió por fin a la predicación el sudeste del país, así que la actividad de los Testigos ya abarcaba desde el Kilimanjaro, al norte, hasta la frontera con Mozambique, al sur.
Varios magistrados empezaron a dictar fallos favorables a los Testigos. Un guardia de una prisión de Tukuyu, impresionado por la buena conducta de los hermanos, se interesó en la verdad y se hizo Testigo. En julio de 1981 se superó al fin el máximo de 1.609 publicadores, registrado en 1975, pues informaron 1.621 publicadores.
Se remunera la perseverancia
Los hermanos intentaron conseguir el reconocimiento legal de la obra en 1979 y también en 1981, pero no tuvieron éxito en ninguna de las dos ocasiones. Las iniciativas legales vieron continuación con una carta del Cuerpo Gobernante fechada del 5 de mayo de 1983. Un nuevo intento de los hermanos Faustin Lugora y Elikana Green en agosto de 1984 recibió una cortés negativa.
Los Testigos perseveraron y presentaron apelaciones. En 1985 se les concedió una audiencia en el Ministerio del Interior, pero el resultado fue negativo una vez más. No parecía haber ninguna esperanza, aunque existían indicios de que se estaba efectuando una investigación de las congregaciones. Quizás había funcionarios imparciales que querían tener más información sobre los Testigos.
En 1986 los hermanos continuaron intentando obtener reconocimiento. Se les trató con equidad y cortesía. Su perseverancia finalmente se vio recompensada. Después de una investigación exhaustiva, se rectificaron viejos conceptos erróneos, y el 20 de febrero de 1987 el gobierno entregó a representantes de los Testigos una carta oficial en la que se informaba que se concedía reconocimiento legal a la Asociación de los Testigos de Jehová de Tanzania. Tras veintidós años de proscripción, este era un momento gozoso.
Un paraíso misional
La alegría fue general por toda Tanzania. Se organizaron asambleas de circuito. Algunos de los candidatos al bautismo de esas asambleas predicaban tanto como los precursores regulares y conducían por lo menos nueve estudios bíblicos. Hubo incluso un hermano nuevo que se bautizó junto con un estudiante suyo.
En 1987 se solicitó la entrada de misioneros en Tanzania, solicitud que fue concedida. Aquel mismo año llegaron graduados de Galaad a Dar es Salaam, una ciudad que entonces tenía más de millón y medio de habitantes. Era un vasto territorio para las dos únicas congregaciones de la ciudad, que entre ambas sumaban menos de doscientos publicadores.
El territorio era un paraíso misional. Los amos de casa los invitaban a pasar y aceptaban con gusto las publicaciones. Se abrió un hogar misional en Mbeya, donde se concentraba más de la mitad de los publicadores del país. Unos cuantos meses más tarde también se enviaron misioneros a Arusha y a Dodoma.
Los hermanos todavía tienen mucho que aprender en cuanto a organización para poder ayudar a más tanzanos sinceros a adorar al Dios verdadero. Hay un potencial excelente, y tampoco falta el celo, como muestra la siguiente comparación de cifras: en 1982 hubo 160 precursores, y en 1991, 866; en 1982 los Testigos predicaron 374.831 horas, en contraste con 1.300.085 de 1991; la asistencia a la Conmemoración en 1982 fue de 5.499 personas, y en 1991, de 10.441, y en 1982 hubo 41 bautizados, en comparación con los 458 de 1991.
En 1988 resurgieron cuestiones legales respecto a los Testigos que han impedido que se dé curso a varias solicitudes de entrada de misioneros. Pero, por otra parte, el gobierno por fin aceptó la solicitud de los Testigos para que los ancianos puedan formalizar matrimonios.
Las inundaciones y sequías que han afectado el extremo sur del país y los alrededores del lago Victoria, hicieron necesario adoptar medidas de socorro, que se han prolongado hasta el año 1991. No obstante, el pueblo de Jehová continúa la recogida de personas de condición de oveja con un espíritu de urgencia pese a tantas dificultades e incertidumbres.
Una limpieza en Kenia
En los años que siguieron a 1975 se produjo una limpieza de las congregaciones kenianas. Los que estaban en la verdad con la idea fija de que el fin de este sistema inicuo de cosas llegaría en 1975 se apartaron una vez que ese año pasó. Un estudio realizado durante aquel período reveló que por cada setenta y siete personas que entraban en la verdad, otras cuarenta y nueve se volvían inactivas. Los que no asistían a las reuniones ni tenían un estudio personal regular cayeron en los lazos satánicos de la inmoralidad, la borrachera y la avidez materialista. Lamentablemente, a lo largo de un período de varios años hubo que expulsar a más del 3% de los publicadores.
Muchas congregaciones pequeñas carecían de una buena guía. De hecho, de las noventa congregaciones que había en Kenia en 1978, cuarenta y nueve tenían menos de diez publicadores y solo doce contaban con más de cuarenta; así pues, la carga teocrática solía recaer en uno o dos hermanos. Las catástrofes naturales agravaban la carga de los ancianos. La región del este de Nairobi sufrió una sequía tan severa, que hubo que adoptar medidas de socorro.
Sin embargo, no todo fueron desgracias; también hubo sucesos buenos y positivos. A la Conmemoración de 1977 asistieron 5.584 personas. Había una gran demanda de literatura. La visita de Lloyd Barry, miembro del Cuerpo Gobernante, avivó el celo de todos por el Reino, y la formación de un Comité de Sucursal en 1976 dio ímpetu a la obra.
Ampliación del edificio de Betel
En febrero de 1979 se alcanzó un nuevo máximo de publicadores, 2.005. A consecuencia de este aumento, a la familia Betel se le quedó pequeño el edificio de la sucursal, de manera que el Comité de Sucursal solicitó permiso al Cuerpo Gobernante para construir un anexo de cuatro habitaciones. Se llevaron una sorpresa cuando recibieron la respuesta en un gran sobre que incluía los planos para la construcción de un nuevo edificio anexo con dieciséis dormitorios.
Las excavaciones empezaron en diciembre de 1978, y en junio de 1979 ya se utilizaba parte del atractivo nuevo edificio de la sucursal. En enero de 1980 vino para el programa de dedicación Don Adams, representante de la central, y habló ante 2.205 personas reunidas en el Nairobi City Stadium. Seguidamente, alrededor de mil personas visitaron las nuevas instalaciones bajo una llovizna. Muchos de ellos veían el trabajo que se realizaba en la sucursal por primera vez. A finales de ese año se celebraron diversas asambleas pequeñas, entre ellas una de habla inglesa en Nakuru, a la que asistieron hermanos del vecino país de Uganda, desgarrado por la guerra.
Al año siguiente se dio otro paso importante. La sucursal de Kenia recibió una moderna prensa con la que podían imprimirse formularios, programas, hojas con membrete, el Ministerio del Reino e incluso las revistas. Ya no habría que esperar durante largo tiempo a que todo esto llegara de fuera. En 1980 se imprimieron 120.000 publicaciones; dos años después, 935.000, y en 1990, más de dos millones.
En 1983 Nairobi sobrepasó los mil publicadores, y en toda Kenia se alcanzó la cifra de 3.005. El 28% de los publicadores participó en el servicio de tiempo completo en abril. Entretanto, habían llegado más misioneros para ayudar.
Las publicaciones contribuyen a que la palabra se mueva rápidamente
Las publicaciones de la Sociedad gozan de popularidad en Kenia. Algunas escuelas usan Mi libro de historias bíblicas en las clases de Religión. Las revistas adquirieron un aspecto más atractivo, lo que repercutió en un aumento de más de un 50% en la cantidad de revistas dejadas en manos de las personas durante los años 1984 y 1985; el promedio por publicador superó las diez revistas en varias ocasiones. Algunos números causaban un efecto inmediato en el público. Por ejemplo: un hombre que se acercó a un publicador que estaba testificando en la calle señaló a la revista con el tema “¿No desaparecerá nunca el fumar?” y declaró: “Yo ya no fumo”. ¿Qué le había hecho dejar el tabaco? Aquel artículo, que había leído pocos días antes.
En el año 1982 salió el folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra!, una publicación que resultó muy adecuada para el campo africano. Hasta personas muy cultas lo querían, y algunas lo sacaban literalmente de los bolsos de los publicadores. Eso fue lo que le ocurrió a cierto Testigo. Solo le quedaba un valioso folleto en la cartera, y lo reservaba para su nuevo estudiante de la Biblia. Sin embargo, un viajero lo vio y se lo pidió; no se conformaba con ninguna otra publicación. El Testigo le explicó que ese folleto solo se entregaba a personas que aceptaran un estudio regular de la Biblia. “Por mi parte no hay ningún inconveniente”, dijo el resuelto viajero. El incidente terminó con un nuevo estudio bíblico para el publicador.
Este folleto da un inequívoco testimonio sobre Jehová y sus propósitos, el Reino y las justas normas bíblicas. En vista de su potencial, se tradujo a 35 idiomas que se hablan en el territorio del África oriental: 14 de Kenia y 21 de los países vecinos. En algunas de estas lenguas es la única publicación disponible además de la Biblia. Un misionero de la cristiandad dijo respecto a la publicación del folleto en el idioma masai: “Es lo mejor que les ha ocurrido a los masai”.
Espíritu de precursor
Hubo otro factor que transformó el campo keniano: el creciente espíritu de precursor de los Testigos. Atrás quedaron los días en que se consideraba a los precursores unos excéntricos o unos fracasados. Se hizo patente que Jehová los bendecía en abundancia con experiencias gozosas y fruto del Reino. Algunos servían de precursores pese a ser ciegos o faltarles una pierna. Con cierta frecuencia se veía en las filas de los precursores a padres o madres de familia con por lo menos ocho hijos que atender.
En abril de 1985 participó en el servicio de tiempo completo el 37% de los publicadores. Con la ayuda de tantos precursores, aquel año de servicio se predicó más de un millón de horas.
Ruandeses celosos recuperan el tiempo perdido
En Ruanda también había una gran actividad. Aunque la verdad bíblica había alcanzado esta tierra en una fecha relativamente tardía, muchas personas anhelaban conocer el mensaje vivificante. La publicación en febrero de 1980 del libro La verdad que lleva a vida eterna en kinyaruanda estimuló mucho a los publicadores, que para aquel entonces habían alcanzado un máximo de 165. En Kigali se construyó un Salón del Reino amplio y sencillo en 1980, y en poco tiempo la asistencia superaba las doscientas personas, algunas de las cuales tenían que quedarse en el patio.
El interés de los ruandeses en la verdad disgustaba a los enemigos de las buenas nuevas. En octubre de 1979 se publicó una lista de religiones aceptadas en el país que no incluía a los testigos de Jehová. Se dieron pasos encaminados a obtener su registro legal. En marzo de 1980 el belga Ernest Heuse, que había servido en Zaire, fue a Kigali para entrevistarse con las autoridades. A pesar del gran número de documentos que presentó, no se concedió el reconocimiento legal.
La testificación del Reino, no obstante, prosiguió su marcha hacia adelante. Setecientas cincuenta personas asistieron a la asamblea de distrito de 1982 y 22 se bautizaron. En marzo de ese mismo año informaron su actividad en el ministerio del campo 302 publicadores. Se celebraron cuatro asambleas de circuito, con una asistencia total de más de mil doscientas personas y 40 bautizados. Se celebró un curso de la Escuela del Ministerio del Reino, que dio la preparación necesaria a los responsables de las congregaciones pequeñas. El celo no disminuyó; el promedio mensual de horas de predicación superaba las veinte horas por publicador. Dos precursoras especiales abrieron un nuevo territorio, y al cabo de tres meses conducían veinte estudios bíblicos, todos los cuales asistían a las reuniones. El mensaje estaba calando en Ruanda.
Cada vez más personas hacían preguntas sobre verdades bíblicas, en buena medida debido a la lectura radiada de secciones de la revista ¡Despertad! Las ondas transportaban la verdad bíblica que denunciaba las falsedades enseñadas por las diferentes religiones. No es de extrañar que los periódicos religiosos, que ejercen una considerable influencia en Ruanda, empezaran a atacar a los testigos de Jehová. Pero, como suele suceder en estos casos, el ataque solo sirvió para atraer a más personas a la verdad. Más o menos por aquel entonces también se empezó a parar a los Testigos en la calle para interrogarlos, y se les impusieron multas por formar parte de una sociedad ilegal.
“Penoso afán mediante decreto”
En noviembre de 1982 los tres precursores especiales que habían firmado la solicitud para obtener el registro legal recibieron una citación para presentarse en Kigali. A su llegada fueron detenidos y encarcelados sin proceso y sin posibilidad de recurrir. Se cerró el Salón del Reino y la predicación pasó a efectuarse de forma clandestina.
El ministro de Justicia envió una carta a todas las prefecturas (distritos) en la que comunicaba que se proscribía a los testigos de Jehová. Se produjeron más detenciones, y la mayoría de los precursores extranjeros tuvieron que abandonar el país. Fue un período de pruebas y refinamiento para los hermanos ruandeses. Justo en el momento oportuno empezó a proveerse más alimento espiritual con la impresión en kinyaruanda de La Atalaya.
Los tres precursores especiales —Gaspard Rwakabubu, Joseph Koroti y Ferdinand I’Mugarula— tenían mucho trabajo que hacer en la enorme prisión de Kigali. Conducían estudios bíblicos con otros prisioneros regularmente, y varios de ellos aprendieron la verdad de esa manera. Pasaron meses sin que se les llevara a juicio. Por fin, en octubre de 1983 un tribunal vio su caso. Los tres hermanos fueron acusados de malversar el dinero de la gente, de rebelarse contra el gobierno y de otros delitos, acusaciones todas ellas completamente infundadas. No se aportó ni una sola cifra ni documento acreditativo alguno como prueba durante todo el proceso, ni se presentó ningún testigo para respaldar las acusaciones.
Se les sentenció a dos años de prisión, y no se les concedió ni un solo día de gracia. (Por aquellas mismas fechas se indultó a ciertos asesinos.) Otros cinco Testigos aguantaron fielmente casi dos años de encarcelamiento en Gisenyi sin haber sido sometidos a juicio.
En 1985 los hermanos aprovecharon una breve tregua de las autoridades para asistir a la asamblea de distrito de Nairobi, donde se encontraron con hermanos del Cuerpo Gobernante. Pero en marzo de 1986 las detenciones estaban a la orden del día en todo el país. Se produjeron muchas detenciones en los domicilios de los hermanos. Ni siquiera las mujeres embarazadas y los niños pequeños se salvaron. En algunas zonas los Testigos figuraban en las listas de personas buscadas. Con el tiempo, más de ciento cuarenta Testigos fueron a parar a la cárcel, ¡casi un tercio de los Testigos activos del país!
¿Confianza en el hombre, o en el Todopoderoso?
El caso de los Testigos se llevó por fin a los tribunales el 24 de octubre de 1986. Para entonces algunos llevaban en prisión más de seis meses. Incluso había nacido un bebé en la cárcel, al que se puso el acertado nombre de Shikama Hodari (Mantenerse Firme). Se impusieron crueles sentencias, que oscilaban entre cinco y doce años. Una mujer interesada que todavía no era publicadora fue sentenciada a diez años de prisión.
Estos casos llegaron a conocerse a nivel internacional e incluso fueron tema de conversación de jefes de estado europeos y africanos. Altos funcionarios ruandeses recibieron muchas cartas de protesta del extranjero. Un anuncio radiado dijo que algunos días el gobierno recibió 500 cartas a favor de los testigos de Jehová.
Esta situación brindó muchas oportunidades de dar testimonio en la prisión. Los Testigos pusieron un sobresaliente ejemplo de unión orando y estudiando la Palabra de Dios todos juntos. Muchos compañeros de prisión sintieron curiosidad y empezaron a estudiar la Biblia, y ahora anteriores criminales y prostitutas progresan en el camino de la vida eterna.
Los Testigos mantuvieron un espíritu gozoso pese a las largas sentencias que se les habían impuesto. Decían: “A nosotros nos han caído doce años, pero a Satanás le van a caer mil”. También decían: “Nosotros tenemos más libertad que nuestros hermanos de fuera, porque aquí podemos cantar en las reuniones y ellos no pueden”.
Una sorpresa agradable
El 1 de julio de 1987 el presidente de Ruanda pronunció un discurso por radio con motivo del vigésimo quinto aniversario de la independencia del país, en el que se disculpó por la violación de los derechos humanos y anunció que se pondría en libertad a todos los que habían sido sentenciados el 24 de octubre de 1986. ¡Qué decisión tan intrépida y admirable! En cuestión de días, se puso en libertad a los 49 hermanos y hermanas sentenciados.
Sin embargo, quedaba pendiente el caso de aquellos sobre los que todavía no se había dictado sentencia. Pasaron varias semanas. Al final fueron llamándolos a todos ante el tribunal y les dijeron que realizarían un mejor servicio al país si se iban a casa y se dedicaban al cultivo y a otros menesteres provechosos.
Por supuesto, estos acontecimientos causaron una gran alegría. Más de treinta publicadores no bautizados y estudiantes de la Biblia que habían progresado mucho durante su reclusión se presentaron para el bautismo tras ser liberados. La “escuela” carcelaria les había ayudado a madurar con rapidez. La mayoría emprendió el servicio de precursor auxiliar inmediatamente después de su bautismo. Además, todos los Testigos que quedaron en libertad encontraron trabajo de nuevo. (Sal. 37:25, 28.)
Pascasie fue una de las personas que aguantaron pruebas con gozo. Su esposo la llevó a la comisaría para que la detuvieran acobardado por la proscripción decretada contra los Testigos. Aunque todavía no estaba bautizada, la metieron en la cárcel con las hermanas. Fue sentenciada a diez años. Si bien le dolía dejar a sus hijos en casa, reconocía que era necesario sufrir por la adoración verdadera. Mientras estuvo en la cárcel, progresó espiritualmente y fue una de las que se bautizó al salir libres. Además, cuando regresó a casa, recibió otra gran alegría al descubrir que su esposo estaba dispuesto a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Su constancia se ha visto recompensada, pues su esposo se convirtió en su hermano espiritual, uniendo así a la familia en la adoración verdadera.
A principios de 1990, en otra región del país resurgió una acusación pendiente desde 1985 y, como consecuencia, cuatro hermanos recibieron sentencias de diez años de prisión cada uno. Por fortuna, este episodio no repercutió en otras zonas del país, donde pudieron celebrarse asambleas de circuito y cursos de la Escuela de Precursor. Además, un superintendente de zona visitó Ruanda por primera vez, y se recibió más alimento espiritual en kinyaruanda, lo que contribuyó al crecimiento espiritual. Por otra parte, nuestros cuatro hermanos fueron liberados a los seis meses por un decreto presidencial.
Una invasión repentina producida a finales de 1990 hizo estallar la guerra civil también en Ruanda. La postura neutral de los hermanos, en armonía con el principio bíblico de Juan 17:14, a saber, “ellos no son parte del mundo”, hizo que los anteriores opositores se dieran cuenta de que el pueblo de Jehová no es enemigo de nadie. A principios de 1991 se extendió el hambre en Ruanda y fue necesario organizar un programa de ayuda, sobre todo en el sur del país. Hace poco se han celebrado asambleas de circuito en libertad. Los hermanos esperan que algún día se les conceda plena libertad religiosa y reconocimiento legal, pero mientras tanto continúan ayudando a la creciente cantidad de personas que buscan la verdad en Ruanda.
Reactivación teocrática en Uganda en circunstancias difíciles
En 1979, la “guerra de liberación” provocó cambios en el país. Las secuelas de la guerra —el pillaje, la violencia y el sufrimiento— hicieron necesario organizar medidas de socorro; el servicio postal y el telefónico quedaron interrumpidos. Pero entonces hubo un cambio de gobierno, y el periódico ugandés Times del 19 de noviembre de 1979 anunció, bajo el titular “Los misioneros pueden regresar”, que se levantaba la proscripción de los Testigos y se concedía libertad de culto.
En seguida se organizó una nueva serie de asambleas de circuito, con una asistencia total de 241 personas. Pero el país estaba arruinado, y la vida no tenía ningún valor. Muchas personas portaban armas, y anteriores soldados se convirtieron en criminales. Casi todas las noches se oían tiroteos. Era arriesgado viajar por las carreteras.
La sucursal de Nairobi se tomó mucho interés en edificar y animar a los hermanos buscando voluntarios audaces que llevaran literatura a Uganda. Recordemos que mucha gente iba armada; además, los soldados solían llevar una doble vida: por la noche se convertían en bandoleros. Los voluntarios tenían que atravesar un tramo de bosque entre Jinja y Kampala conocido por los numerosos asaltos que se habían producido. La gente por lo general lo cruzaba en su vehículo a toda velocidad hasta alcanzar una zona más habitada.
Un misionero que pasaba la noche en casa de un hermano de Mbale oyó a un grupo de gente forzar la cerradura de su automóvil. Como supuso que los ladrones seguramente irían armados, decidió que era mejor dejarles robar lo que quisieran. A la mañana siguiente descubrió que al automóvil le faltaban el parabrisas y dos ruedas, además de la de recambio. Así que emprendió el viaje de 240 kilómetros a Kampala con dos ruedas prestadas, cuyos neumáticos estaban muy desgastados, y sin parabrisas para protegerse de la lluvia. Tenía que cruzar el peligroso tramo de bosque, pero todo fue bien: no pinchó, solo que tuvo que soportar en la cara el viento y los aguaceros.
En diciembre de 1980 se alcanzó un nuevo máximo de 175 publicadores. A principios del año siguiente se celebró una asamblea de distrito en el Lugogo Stadium de Kampala, con una asistencia de 360 personas. La gente aprendía la verdad en medio de la violencia reinante. En julio de ese año ya había 206 publicadores en el país, que dejaban en manos de las personas un promedio de 12,5 revistas al mes.
Uganda necesitaba mucha ayuda, pues solo había un anciano para las ocho congregaciones del país. Así que se tomó la decisión de solicitar una vez más la entrada de misioneros. En septiembre de 1982 Ari Palviainen y Jeffrey Welch, dos misioneros solteros, llegaron a Kampala en medio de la confusión reinante. Todavía estaba vigente el toque de queda de las 6.30 de la tarde, y eran frecuentes los tiroteos y los conflictos armados durante la noche. Algunos publicadores desaparecieron, y se temía que estuviesen muertos, pero más adelante volvieron a aparecer. Sin embargo, de otros no se volvió a saber nada. En total, ocho publicadores ugandeses perdieron la vida durante los disturbios posteriores a la guerra de 1979.
En febrero de 1983 se concedieron los permisos para la entrada de misioneros, y en abril de ese año se abrió un hogar misional en una localidad bastante segura, y en él se instalaron cuatro valerosos graduados de Galaad, entre ellos Heinz y Marianne Wertholz. La educación y el respeto de los ugandeses a la Biblia ayudó a los misioneros a olvidar los problemas económicos, las carreteras en mal estado, la falta de seguridad y los disturbios nocturnos. Era frecuente que condujeran entre diez y quince estudios bíblicos cada uno. En un determinado mes colocaron entre los cuatro 4.084 revistas.
“¡Allí está!”
En un pueblo del interior de Uganda, un hombre de mediana edad consiguió un libro La verdad, y en seguida discernió el tesoro que poseía. Lo leyó una y otra vez, y luego se puso a predicar a todo el que encontraba. Es más, se daba a conocer como testigo de Jehová aunque nunca había hablado con los Testigos y sabía que no había ninguno en su región.
Se dio cuenta de que tenía que localizar a sus “hermanos”, así es que un día salió hacia Kampala en bicicleta para buscar a los testigos de Jehová. Sabía que no los iba a encontrar en las iglesias donde había cruces. Las personas a quienes preguntó habían oído hablar de los testigos de Jehová, pero no pudieron darle una dirección exacta. Entró desesperado en una librería y preguntó por los Testigos. El cajero le dijo que le llevaban revistas de vez en cuando, pero que no sabía dónde vivían. “Cuando vuelvan a venir —dijo el hombre interesado—, déles mi dirección, por favor. Tienen que visitarme.”
Entretanto, dos misioneros estaban visitando de nuevo a los que habían mostrado interés, pero no encontraban a nadie en casa. Repasaron otra vez sus notas y tropezaron con el nombre del cajero, así que pensaron: “Bueno, vamos a hacerle otra visita”.
Cuando llegaron a la librería, el cajero les dijo: “Ha estado aquí un hombre preguntando por ustedes”. Se asomó a la puerta y señalando carretera abajo, añadió: “¡Mírenlo, allí está!”.
Los misioneros europeos lo alcanzaron en seguida. El hombre los abrazó a los dos. Ni que decir tiene que estudió la Biblia con gran diligencia. Al poco tiempo se construyó un Salón del Reino en su pueblo, y desde su dedicación y bautismo ha sido un hermano en el sentido pleno de la palabra.
Vuelve a estallar la guerra
La vida era muy dura en Uganda para la mayoría de la gente. Había poca seguridad. El ejército se llevaba a algunas personas, y nunca más se las volvía a ver. Los precios se dispararon. El precio del pan, por ejemplo, subió un 1.000% de 1974 a 1984. Algunas personas desistían de contar el dinero cuando querían comprar algo, y simplemente medían el montón de billetes con una regla.
El descontento general cristalizó en el inicio de las actividades guerrilleras en las zonas rurales. Tras meses de lucha, el Ejército Nacional de Resistencia consiguió arrebatar el poder al gobierno. Mientras tanto, las tropas que huían saqueaban propiedades a su paso y disparaban contra la población indiscriminadamente.
En los alrededores del hogar misional estalló un combate. Al día siguiente se inició un tiroteo cuando los misioneros se dirigían a una reunión cristiana. Las balas les pasaron silbando por encima de la cabeza, pero nadie resultó herido. Un domingo por la tarde recibieron a unos visitantes inesperados: soldados que saqueaban cuanto podían mientras huían. Los soldados se enfurecieron al encontrarse la puerta de la casa cerrada con llave, pero cuando el cabecilla vio las tarjetas de identificación de los misioneros, se tornó amigable de inmediato y no tocó ni una sola posesión de los hermanos. Solo se llevaron, disculpándose por ello, alguna ropa de vestir y de cama, pero nada de mayor valor.
Antes de marcharse, recomendaron a los misioneros que pusieran toda la casa patas arriba, que tiraran las cortinas al suelo, vaciaran los cajones y esparcieran cosas por el suelo para dar la impresión de que ya les habían saqueado. La estratagema dio resultado; les robaron muy pocas cosas. A la espera de que volviera la calma, los misioneros pasaron un día y una noche enteros encerrados en la habitación más segura de la casa, una pequeña despensa, mientras fuera se libraba una encarnizada batalla. Durante todo este tiempo sintieron la protección de Jehová y los lazos amorosos de la hermandad.
Los hermanos ugandeses tienen mucho que contar acerca de cómo estuvo sobre ellos la mano protectora de Jehová. Algunos pueden mostrar agujeros de bala en las paredes de sus casas y en sus ropas. Un precursor especial permaneció cinco horas tumbado en el suelo boca abajo mientras los tiros de los soldados del gobierno y los rebeldes le pasaban silbando en uno y otro sentido por encima de la cabeza. Cuando la situación se calmó, descubrió que estaba rodeado de cadáveres.
Mayor seguridad y nuevas alegrías
En los meses siguientes, la seguridad mejoró y ocurrieron sucesos sorprendentes. Por ejemplo: para ir a su casa los misioneros tenían que pasar por delante de la mansión donde vivía un funcionario importante, siempre custodiada por soldados a los que la gente temía debido a su carácter impredecible. Los mismos misioneros daban un suspiro de alivio cada vez que dejaban atrás ese lugar, y pocas personas iban a visitar el hogar misional. Sin embargo, cuando el nuevo gobierno tomó el poder, inesperadamente se ofreció en alquiler esta casa al mismo tiempo que los misioneros tuvieron que dejar su vivienda. Poco después, la casa por delante de la cual temían pasar se convirtió en su domicilio, y ahí estaban los misioneros, cenando plácidamente en la amplia terraza acariciados por la brisa tropical vespertina. Si alguien hubiera insinuado esta posibilidad un año antes, nadie le hubiera creído.
La obra prosperó en Kampala. En muchos barrios de la ciudad no se había predicado desde hacía más de diez años, y todavía quedaba mucho por hacer. Los hermanos ugandeses aumentaron su actividad y alcanzaron en 1987 un promedio de 14,3 horas de predicación al mes por publicador.
Entre los Testigos se forjaron lazos muy entrañables. Estaban dispuestos a hacer sacrificios a pesar de contar con recursos sumamente limitados. (Juan 13:34, 35.) Algunos se gastaban los ingresos de varios meses en el viaje a la asamblea de distrito. Eran hospitalarios unos con otros, y ayudaban a los misioneros en lo que hiciera falta. No cabe duda de que Jehová los ayudó de distintas maneras. En más de una ocasión fue un “milagro” el que siquiera fuera posible celebrar las asambleas, pues a veces no había ni sistema de megafonía ni asientos.
El tercer hogar misional de Uganda se abrió en Kampala. (Ya existía uno en el otro extremo de la ciudad y otro en Jinja.) En el último año de servicio Uganda ha informado dieciocho congregaciones, un máximo de 820 publicadores, una asistencia a la Conmemoración de 3.204 personas y más de ciento cuarenta precursores regulares y especiales. Se han construido Salones del Reino en Jinja, Tororo, Mbale y Kampala. Con todo, las condiciones siguen siendo desfavorables para predicar y el futuro aún es incierto.
En 1989 resurgió la oposición, que empezó con comentarios del clero y ha continuado con críticas en los periódicos, la cancelación oral arbitraria de un permiso de construcción aprobado, la denegación de permisos para celebrar asambleas en determinados lugares y otras intromisiones de funcionarios con ideas equivocadas sobre los Testigos. Cuando las autoridades lo creyeron oportuno, pidieron a todas las asociaciones que volvieran a registrarse, y denegaron la nueva inscripción a la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. La mayoría de los misioneros tuvieron que abandonar el país. A pesar de todo, en diciembre de 1990 se pudieron celebrar asambleas de distrito sin ningún percance. Algunos funcionarios importantes se han mostrado muy serviciales e imparciales, lo que da esperanzas de que los misioneros puedan regresar pronto a Uganda para continuar su obra educativa. En este campo hay un gran potencial, y los hermanos ruegan al Amo de la mies que envíe más obreros. (Mat. 9:37, 38.)
Kenia se prepara para mayor expansión
En vista del ritmo de avance de la organización de Jehová por toda la Tierra y del perceptible aumento constante en toda el África oriental, se vio necesario utilizar tecnología más avanzada en Kenia. En 1984 la sucursal de este país recibió con gran alegría dos ordenadores personales IBM de la sucursal alemana.
Al principio todos estaban desconcertados con aquellas nuevas máquinas, pero con la ayuda de Jehová y algunos libros de instrucciones sencillos, en poco tiempo se pusieron a trabajar con los ordenadores. El texto que se introducía en los ordenadores se pasaba a disquetes, que podían enviarse a sucursales impresoras, lo que ofrecía un sinfín de nuevas posibilidades. Ya no había que enviar dos o tres pruebas de acá para allá entre Gran Bretaña y Kenia antes de imprimir La Atalaya en swahili. Ahora se imprime en swahili al mismo tiempo que en inglés, y todas las congregaciones kenianas pueden estudiar la misma información bíblica durante la misma semana.
A la vez que aumentaba la cantidad de publicadores, se fortalecía de manera notable la espiritualidad de los Testigos. Aumentaron la cantidad de tiempo que pasaban en el servicio del campo, manteniendo su ojo sencillo y enfocado en los intereses del Reino. Muchos pusieron más empeño en ayudar a su familia numerosa mediante un estudio bíblico. Se han nombrado más ancianos, y una cantidad creciente de jóvenes ha reunido los requisitos para ser siervos ministeriales. Un número considerable de kenianos se han mantenido íntegros ante pruebas de neutralidad cristiana, y más hermanos han estado dispuestos a sacrificarse en sentido material a fin de conseguir sus propios Salones del Reino.
La asamblea “Mantenedores de Integridad” de 1985
Kenia fue uno de los países elegidos para acoger una asamblea internacional especial con visitantes extranjeros a finales de 1985. Estuvieron presentes casi dos mil hermanos de otros países. Estos disfrutaron, claro está, del paisaje y la fauna del país, pero su opinión unánime fue que lo más destacado de la visita había sido la asamblea y el ministerio del campo, en el que disfrutaron de la compañía de los hermanos kenianos.
La presencia de tantos wazungu (blancos o europeos) acompañados de guías locales formó un poco de revuelo en Nairobi. A los visitantes les impresionó, a su vez, el interés que los kenianos mostraban en la Biblia y las multitudes de niños que les seguían a todas partes.
Los visitantes también quedaron encantados con los miles de niños que escuchaban con atención el programa de la asamblea. Más de ocho mil personas llenaron el Jamhuri Park de Nairobi durante la mayor asamblea celebrada hasta entonces. Para el auditorio fue un placer contar con la presencia de dos hermanos del Cuerpo Gobernante, Theodore Jaracz y Albert Schroeder.
Durante los años que siguieron, el personal de la sucursal aumentó y llegaron más misioneros al país. Estos fueron recompensados con muchos hijos espirituales. Un ejemplo es el de la congregación Eldoret, que con la ayuda de los misioneros pasó en cuatro años de 45 publicadores a 129. Los intereses del Reino continuaron avanzando impelidos por el creciente espíritu de precursor. En 1987 se invirtieron más de un millón y medio de horas en el servicio del campo, y hubo más de cuatro mil publicadores activos, con un promedio mensual de 16,4 horas de predicación.
La asistencia a la Conmemoración ascendió a 15.683 y se bautizaron 466 personas. El promedio mensual de precursores superó el millar, y más de quinientos de estos eran precursores regulares. Se construyeron más Salones del Reino, y se hicieron los planos para un nuevo local de asambleas en las afueras de Nairobi. El número de publicadores activos en todos los países que estaban bajo la supervisión de la sucursal keniana superó por primera vez la cifra de 10.000, entre los que se contaban 1.000 precursores regulares. Entonces sucedió algo sorprendente.
Otra proscripción
Poco después de concluir la serie de asambleas de circuito que trataban el tema de las pruebas de fe y cuando se estaban haciendo los preparativos para las asambleas de distrito “Confianza en Jehová”, se puso realmente a prueba tal confianza. El 19 de noviembre de 1987 apareció un anuncio oficial en el periódico keniano Gazette por el que se anulaba la inscripción de la Asociación de los Testigos de Jehová del África oriental, pese a sus veinticinco años de antigüedad. El decreto otorgaba veintiún días para resolver los asuntos y distribuir los bienes entre los miembros. Aquella misma tarde se recibió una carta del secretario general del registro civil que confirmaba la decisión. No se aducía ninguna razón.
A la mañana siguiente un periódico dedicaba al suceso un pequeño espacio en la página 5, a diferencia del año 1973, cuando la noticia de la proscripción ocupó la primera plana. No obstante, las agencias de prensa extranjeras telefonearon inmediatamente y publicaron la sorprendente noticia. Los hermanos intentaron ponerse en contacto con funcionarios del gobierno sin pérdida de tiempo, pero estos o estaban muy ocupados con una visita de estado o no querían hablar del asunto.
Se buscó asesoramiento legal, y después de mucho orar, se presentaron apelaciones. El 27 de noviembre un juez dictaminó que se podía ver el caso, lo que devolvió el estado de legalidad a la Asociación hasta anunciarse una decisión. Por consiguiente, los hermanos siguieron reuniéndose y predicando con libertad por toda Kenia, y hasta la fecha la situación sigue bastante calmada.
¿Qué ocurrió con las asambleas? Se requirió fe para llevar adelante los planes, pero ¡qué alegría hubo cuando se recibieron los permisos necesarios! Consiguieron, no sin algunas dificultades, los contratos para los lugares de asamblea, y se pudieron celebrar las tres asambleas de distrito “Confianza en Jehová” durante el mes de diciembre. El número total de asistentes y de bautizados en todo el país fue de 10.177 y 228, respectivamente.
La situación parecía normal después de las asambleas. Los Testigos eran plenamente conscientes de que el futuro de la sucursal y de la obra en Kenia estaba en manos de Jehová.
La cuestión de la legalidad sigue pendiente desde hace años, pues el tribunal ha pospuesto el caso repetidas veces. Este hecho ha causado muchos incidentes en algunas localidades, donde autoridades que no estaban al tanto de que los Testigos seguían siendo legales detenían a los hermanos, demoraban permisos o incluso se negaban a autorizar la celebración de asambleas. El clero de la cristiandad, entretanto, se ha mezclado en política como nunca antes, circunstancia que ha ayudado a muchos a ver lo distintos que son los testigos de Jehová, a quienes se conoce por su respeto a las leyes y su amor a la paz.
El resultado ha sido un mayor aumento de publicadores del Reino. Cuando se celebró la Conmemoración de 1991, a la que asistieron 19.644 personas, había casi seis mil publicadores en el país. Se han construido Salones de Asambleas en Nairobi y en Nanyuki, que está en el ecuador. El aumento de publicadores supuso más trabajo para la sucursal, por lo que ha sido necesario aumentar el tamaño de la familia Betel a 38 miembros y se está considerando con urgencia la necesidad de ampliar el edificio existente.
Miran al futuro con confianza en Jehová
Las limitaciones de espacio no nos permiten narrar muchos más acontecimientos y experiencias emocionantes que han ocurrido en el África oriental. Una infinidad de hermanos fieles se han dedicado de lleno a las buenas nuevas y han sufrido el mal como siervos del Dios verdadero. Muchos han cargado con pesadas responsabilidades y, como el apóstol Pablo, se han inquietado por las congregaciones durante años. (2 Cor. 11:28.) Los problemas económicos, legales y políticos no han cesado. La solución duradera a todos estos problemas vendrá únicamente por medio del Reino de Jehová; mientras tanto, queda por efectuar mucha labor de recolección.
La población de esta parte de la Tierra se ha duplicado en los pasados veinte años. El total de publicadores de los países que están bajo la sucursal de Kenia alcanzó un máximo de 15.970 en agosto de 1991. La sucursal dice: “Sabemos que Jehová conoce a sus ovejas y oramos que ‘Su palabra siga moviéndose rápidamente’ antes del fin ya cercano y del tiempo en que esta hermosa región de la Tierra, con todas sus maravillas de la creación, forme parte de un auténtico paraíso que abarque todo el planeta”. (2 Tes. 3:1.)
[Notas a pie de página]
a Al finalizar el período colonial en África, cambiaron los nombres de muchos países mencionados en este relato. Rhodesia del Norte pasó a ser Zambia; Rhodesia del Sur, Zimbabue; Tanganica, Tanzania; Urundi, Burundi; Nyasalandia, Malaui, y el Congo Belga, Zaire.
b La biografía de George Nisbet se publicó en el número del 1 de agosto de 1974 de The Watchtower.
c Su biografía se publicó en La Atalaya del 1 de mayo de 1985.
d Si se desea conocer más detalles, véase la historia de la obra en África del Sur en el Anuario de los testigos de Jehová para 1976.
e Bárbara Hardy falleció en febrero de 1988 después de una larga enfermedad.
f En Etiopía, el nombre principal de una persona suele ser el de pila.
[Fotografía en la página 69]
Jóvenes pastores kenianos
[Fotografías en la página 71]
La fascinante fauna de Kenia
[Fotografías en la página 74]
Olga Smith, acompañada de sus dos hijos, despide a su esposo, Gray, y al hermano de este, Frank, antes de que estos se embarcaran hacia el África oriental
Frank Smith cerca del centro de Nairobi en 1931
Gray Smith testificando en Kenia en 1931
[Fotografía en la página 76]
David Norman y Robert Nisbet en Durban (África del Sur) en 1931, justo antes de tomar el barco para Dar es Salaam
[Fotografías en la página 79]
George Nisbet, Gray y Olga Smith y Robert Nisbet cruzan el río Limpopo y hacen una pausa en la carretera en dirección al África oriental (1935)
[Fotografía en la página 88]
Grupo de “veteranos” reunidos toman café y té cerca de Nairobi en 1985. De izquierda a derecha: Muriel Nisbet, Margaret Stephenson, Vera Palliser, Mary Whittington y William Nisbet
[Fotografía en la página 93]
Ingilizi Caliopi con Mary Girgis en Jartum (Sudán)
[Fotografía en la página 96]
Los misioneros de Galaad Dean Haupt y Haywood Ward en Addis Abeba
[Fotografía en la página 99]
La pequeña sucursal de Etiopía en Addis Abeba (1953)
[Fotografía en la página 105]
Hosea Njabula y su esposa, Leya, fueron dos de los primeros predicadores de las buenas nuevas de Tanzania
[Fotografía en la página 107]
Nueve hermanos que conocieron la verdad en el sur de Tanzania durante la década de los treinta. De izquierda a derecha: Andrew Chungu, Obeth Mwaisabila, Timothy y Ana Kafuko, Leya Nsile, Joram Kajumba, Jimu Mwaikwaba y Stela y Semu Mwasakuna
[Fotografía en la página 108]
Thomson Kangale fue un maestro paciente para sus hermanos del África oriental
[Fotografía en la página 123]
George Kadu y Margaret Nyende recuerdan los días en que conocieron la verdad en Uganda, hace más de treinta y cinco años
[Fotografía en la página 131]
El primer hogar misional y sucursal de Nairobi se abrió el 1 de febrero de 1963
[Fotografías en la página 139]
En 1965 la sucursal se trasladó al apartamento del piso superior. Abajo, vista posterior del tercer edificio de la sucursal en 1970, antes de la ampliación
[Fotografía en la página 141]
Lamond Kandama, precursor especial que sirvió en Zambia, Tanzania y Kenia por más de cincuenta años, y Esinala y Stanley Makumba, que han participado durante más de cuarenta años en servicio especial en Uganda y Kenia, principalmente como ministros viajantes
[Fotografía en la página 142]
John y Kay Jason, que actualmente sirven en el Betel de Nairobi, llevan más de cincuenta años de tiempo completo cada uno
[Fotografía en la página 157]
Grupo de ruandeses felices después de bautizarse
[Fotografía en la página 158]
Anna Nabulya, infatigable predicadora ugandesa
[Fotografía en la página 169]
Gebregziabher Woldetnsae, superintendente que se dedicó de lleno a la obra hasta su muerte
[Fotografías en la página 177]
Rostros que esperamos ver en la resurrección. Todos fueron asesinados debido a su lealtad a las buenas nuevas. Desde la parte superior izquierda: Ayele Zelelew, Hailu Yemiru, Wubie Ayele, Kaba Ayana, Gebreyohanes Adhanom, Adera Teshome, Wondimu Demera, Kasa Gebremedhin y Eshetu Mindu
[Fotografía en la página 192]
Gaspard Rwakabubu, Joseph Koroti y Ferdinand I’Mugarula tuvieron la satisfacción de asistir a la asamblea internacional celebrada en Nairobi en 1985 tras salir de la prisión de Kigali
[Fotografía en la página 199]
Asamblea de circuito celebrada en Mbale (Uganda) en 1987
[Fotografía en la página 201]
Actual hogar Betel y sucursal de Kenia en Nairobi después de las obras de ampliación
[Fotografía en la página 202]
Bernard Musinga sirvió de ministro viajante por veinte años en el África oriental y fue miembro del Comité de Sucursal antes de regresar a su país natal, Zambia
[Mapa/Recuadro en la página 66]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Mar Rojo
Golfo de Adén
YEMEN
SUDÁN
Nilo
Omdurmán
Jartum
Eritrea
Asmara
YIBUTI
ETIOPÍA
Addis Abeba
SOMALIA
Mogadiscio
KENIA
Nairobi
Mombasa
ECUADOR
Lago Victoria
UGANDA
Kampala
ZAIRE
RUANDA
BURUNDI
TANZANIA
Zanzíbar
Dar es Salaam
Mbeya
MALAUI
ZAMBIA
Océano Índico
SEYCHELLES
MADAGASCAR
[Recuadro]
KENIA
Capital: Nairobi
Idiomas oficiales: swahili e inglés
Religión mayoritaria: diversas creencias
Población: 23.000.000
Sucursal: Nairobi
[Tablas en la página 206]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Kenia
8.000
1950 3
1960 108
1970 947
1980 2.266
1991 6.300
Máximo de publicadores
2.000
1950
1960 5
1970 132
1980 317
1991 1.256
Promedio de precursores
[Tablas de la página 207]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Nueve países bajo la sucursal de Kenia
17.000
1950 119
1960 865
1970 2.822
1980 5.263
1991 15.970
Máximo de publicadores
4.000
1950 1
1960 49
1970 296
1980 599
1991 3.127
Promedio de precursores