Los animales son maravillosos... en su lugar
A TRAVÉS de las edades, el hombre se ha beneficiado de la creación animal. Además de proveer alimentos lácteos y lana para ropa, algunos animales, como el camello, el burro, el caballo, el elefante y el búfalo común o carabao, desde hace mucho han suministrado su fuerza para la transportación o el trabajo pesado. Sin embargo, el interés del hombre en los animales no se ha limitado al valor útil de éstos.
Allá en el segundo milenio antes de nuestra era común, el patriarca Jacob usó una variedad de animales —desde el cachorro de león y el asno de huesos fuertes hasta la culebra cornuda y la cierva delicada— para describir las características de algunos de sus doce hijos. (Gén. 49:9, 14, 17, 21, 27) Y en su sabiduría de gran alcance el rey Salomón no solo habló de los árboles, desde el cedro hasta el hisopo, sino también habló “acerca de las bestias y acerca de las criaturas volátiles y acerca de las cosas movientes y acerca de los peces.” (1 Rey. 4:32, 33) Así es que, desde hace mucho el hombre ha apreciado a la creación animal por otras razones además de por el beneficio material que ésta aporta. Ha hallado que es un intrigante asunto de investigación y una fuente de goce.
Sí, cuánto más interesante es la vida en este planeta debido a la creación animal. Un paseo a través de la refrescante sombra de un bosque, es en sí mismo agradable. Pero cuando de vez en cuando uno ve a una ardilla o ardilla listada u oye su parloteo, escucha el canto del zorzal, u observa a un pájaro carpintero taladrar la corteza de un árbol para conseguir su cena, ¿no le añade esto a su placer?
Pero lo mejor de todo es que estas criaturas nos revelan algo acerca de nuestro Creador. La enorme variedad de criaturas que habitan sobre la faz de la Tierra y en las aguas simplemente sobrepasa cuanto se puede imaginar. Y sus diferentes formas, colores, hábitos de vida y habilidades suministran razones para maravillarse ante la sabiduría de su Creador, y el increíble alcance de su arte e inventiva.
Los hombres también han encontrado cierto grado de compañerismo entre los animales. Hay veces en que un niño y su perro, particularmente en las granjas, parecen ser inseparables. Por las noches, el solitario pastor encuentra goce en la presencia de su perro pastor. Relaciones semejantes se desarrollan entre el vaquero y su caballo, o entre el beduino árabe y su camello. Pero en estos casos el animal por lo general sirve algún otro propósito básico además del de solo compañerismo. Esto trae a colación otra categoría: la de los animales domésticos.
No solo perros y gatos, sino cachorros de cocodrilos, boas, panteras, nutrias, monos y casi cualquier otra criatura que uno pueda encontrar en un parque zoológico también puede encontrarla en algún hogar alrededor de la Tierra. Las palabras del discípulo Santiago siguen siendo tan verdaderas hoy día como lo fueron hace mil novecientos años: “Porque todo género de bestias salvajes así como de aves y de cosas que se arrastran y de criaturas marinas, ha de ser domado y ha sido domado por el género humano.”—Sant. 3:7.
Sin embargo, como señaló un artículo de la revista Life (9 de abril de 1971): “Los expertos concuerdan [en que] los animales salvajes no son muy buenos como animales domésticos... y la mayoría de los hogares no son muy buenos como parques zoológicos.” Un comerciante de animales “exóticos” declara que “el 75% de todos los animales importados mueren dentro del primer año.” El ruido, los frecuentes daños al hogar, así como el hedor, a menudo deja desencantados a los dueños de los animales salvajes “domesticados.” Con frecuencia el animal salvaje “domesticado” termina en una jaula en el patio trasero de la casa, en un jardín zoológico a la orilla de algún camino, o es destruido. Por lo general los parques zoológicos grandes no quieren a estos animales, debido a que han sido malcriados en lo que concierne a vivir pacíficamente con otros animales del parque.
Un problema grande es que la libertad del dueño a menudo se ve muy limitada por tener un llamado animal doméstico “exótico.” Los dueños de grandes gatos, como los leopardos y los leones, no solo no pueden permitirse el lujo de tener buenos muebles o alfombras, sino que con frecuencia temen irse de vacaciones, debido a que es extremadamente difícil encontrar a alguien que cuide del animal salvaje durante su ausencia. Una señora, dueña de un gato montés sudamericano, dijo según la citó Life: “Cuando uno toma en cuenta la falta de libertad que uno sufre por ser dueño de ellos, y la falta de libertad que ellos sufren por pertenecerle a uno, más valdría convertirlos en abrigos de piel.”
Parece evidente que, al menos en muchos casos, ciertos animales sencillamente están “fuera de lugar” en los hogares. Algunos son de tal tamaño y naturaleza que es obvio que fueron hechos para vagar por los vastos campos rasos o para escurrirse furtivamente a través de la densa selva o las regiones boscosas. Otros, como los caimanes y las nutrias, fueron diseñados para estar cerca de extensiones de agua. Otros necesitan árboles, (no arañas de luces o cortinas de la sala de estar) para encaramarse en ellos. Aún otros necesitan alimento que sencillamente no se encuentra en el lugar en que reside el dueño. Cuando se les trae dentro de la casa de los humanos, algo, por decirlo así, ‘tiene que ceder.’ Esto es cierto a un grado menor cuando se mantiene al animal en el jardín de la familia. El ‘ceder’ en gran medida es de parte del dueño y puede significar remodelar el modo de vivir de uno para acomodar al animal.
A veces es increíble a los extremos que llegan los dueños para acomodar a un animal. Una familia que poseía una nutria domesticada tenía dos baños en su hogar. Toda la familia compartía uno y entregaron el otro para el uso privado de la nutria. Como comenta el artículo de Life: “Poco a poco, muchos dueños llegan a darse cuenta de que el animal doméstico ha llegado a ser el amo.”