¿Pueden los nuevos santos del Año Santo ayudarle?
MILES de partidarios dedicaron noventa y tres años de trabajo y oraciones a la causa. En conjunto donaron millones de dólares. Por fin, la meta... el papa Paulo VI, durante el Año Santo de 1975, canonizó a la primera persona nativa de los Estados Unidos que ha sido canonizada, Elizabeth Ann Bayley Seton. Puesto que “la Iglesia ha declarado oficialmente que ha alcanzado el cielo,” se le considera ahora como otra santa que puede ayudar a los miembros de la iglesia a acercarse a Dios.
Según la opinión de The Wall Street Journal, el proceso en que habían participado los celosos apoyadores de Elizabeth Seton fue “más arduo que cualquier campaña política y ciertamente tan costoso como la mayoría de ellas.” Se tuvo que pagar a veintenas de abogados y médicos para que sostuvieran el mérito de su causa y verificaran los “milagros”; se tuvo que traducir multitudes de documentos al italiano para que los pudieran usar las autoridades del Vaticano.
El dinero que se gastó fue aun más de lo que pudo soportar el presupuesto de 32.000 dólares anuales de la Hermandad de la Madre Seton, de modo que se tuvo que pedir con urgencia más dinero. Se dice que la rica pompa que acompañó la ceremonia de la canonización en Roma costó aun más de los 100.000 dólares designados para la celebración estadounidense. Uno puede conseguir alguna idea de los gastos implicados cuando considera que recientemente se pagó 10.000 dólares de alquiler, según se informa, tan solo por el uso de la basílica de San Pedro durante una ceremonia de beatificación (el último paso antes de la canonización).
Además de requerir grandes cantidades de dinero, los pasos necesarios para hacer un santo exigen investigaciones que a veces duran cientos de años. La Congregación de Ritos del Vaticano examina montones de evidencia escrita y testimonial en busca de prueba de las “virtudes heroicas” y los “milagros.” Por otra parte, en varias etapas del procedimiento, un “promovedor general de la fe,” o “abogado del diablo,” presenta muchos desafíos legalistas, que se llaman animadversiones, contra el que se ha propuesto para santo. Por ejemplo, en una fase de cierta investigación, cuando se presentaron 55 páginas de reparos en latín, éstos se contradijeron con una respuesta de 129 páginas... ¡el trabajo de un año entero!
Ni siquiera se deja descansar al cadáver. En todo caso posible, Roma quiere la identificación definitiva de los restos. Una vez que hubieron exhumado los huesos de Elizabeth Seton, se hicieron “reliquias de primera clase.” Un hueso le tocó al papa Paulo; fragmentos contenidos en cajas especiales recompensaron a los principales obreros que se habían dedicado a su causa.
¿Hace el resultado que valga la pena todo este esfuerzo? Los voceros de la Iglesia afirman que sí. La mera esperanza de canonizar a Elizabeth Seton y otros cinco individuos durante el Año Santo incitó al papa Paulo a decir que serían “nuevas estrellas . . . que resplandecerían en el firmamento de la Iglesia a fin de exhibir a la mirada del hombre moderno . . . que vale la pena vivir para Dios y los hermanos.”
¿Por qué tanto esfuerzo?
Pero posiblemente usted se pregunte por qué se invierte tanto tiempo, esfuerzo y dinero para investigar a los que se proponen para santos. Bueno, según la New Catholic Encyclopedia (edición de 1967), durante siglos se dio reconocimiento a santos sin hacer estas investigaciones cabales, pero surgieron problemas: “Entre los siglos 6.° y 10.°, el número de difuntos que recibieron el culto de santos aumentó señaladamente. . . . Se escribieron vidas que a menudo fueron legendarias. Como resultado, se cometieron abusos y éstos tuvieron que ser suprimidos. La apremiante necesidad de regular este importante asunto produjo paulatinamente cierta uniformidad en la práctica.”—Tomo 3, pág. 55.
Hubo otros “abusos” además de los relatos ficticios de las “vidas” de los santos, y entre éstos estaba el “tráfico comercial en reliquias y el fraude patente,” informa The Catholic Encyclopedia for School and Home (edición de 1965, tomo 9, pág. 219). Los detallados procesos de canonización que se adoptaron a fines del siglo dieciséis lograron reducir en aproximadamente 90 por ciento la cantidad media de santos designados cada año, pero este método no careció de sus propios problemas... por ejemplo, los tremendos gastos envueltos.
Los primeros santos
¿Sabía usted que los primeros cristianos absolutamente no tenían problemas de esta clase? Los métodos que se empleaban para identificar a los santos en aquel entonces fueron muy diferentes de los que se usan hoy. La New Catholic Encyclopedia concede lo siguiente: “En las Escrituras, sin embargo, a los fieles en general se les denomina ‘los santos.’” (Tomo 12, pág. 852) “San Pablo aplicó [santo] a todos sus compañeros cristianos.”—The Catholic Encyclopedia for School and Home, tomo 9, pág. 538.
Si usted lee en una Biblia católica, ya sea la Biblia de Jerusalén (BJ) o la traducción de Bover-Cantera (BC) o la de Franquesa y Solé (FS), verá que las palabras “santos” y “creyentes” son casi intercambiables, y que la palabra “santos” se aplicó a los cristianos vivos, y no solo a los que habían estado muertos por mucho tiempo. Muchas epístolas de Pablo se dirigen a “todos los santos” que estaban en cierta localidad. Él les dijo a los cristianos de Éfeso que eran “conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios.”—Efe. 2:19, BC.
Interesante es el hecho de que a veces aquellos santos mismos necesitaban ayuda espiritual. El esclavo cristiano Filemón recibió encomio porque “por ti, hermano, encuentra refrigerio el corazón de los santos.” Y en vez de orar a santos especiales en el cielo para que intercedieran por los cristianos aquí en la Tierra, se les instó a todos los cristianos de Éfeso a seguir “en vela continua y perseverante, orando [intercediendo, BJ] por todos los santos.”—File. 7; Efe. 6:18, FS.
Es evidente, pues, que allá en los tiempos bíblicos la palabra “santo” significaba algo enteramente diferente de lo que significa hoy para los que generan a santos y sus reliquias. “Hoy sin embargo,” concuerda The Catholic Encyclopedia for School and Home, “[santo] por lo general aplica a alguien acerca de quien la Iglesia ha declarado oficialmente que ha alcanzado el cielo.”—Tomo 9, pág. 538.
¿Pero qué pasó con el modo en que los cristianos primitivos veían el asunto de santos? ¿Por qué difiere tanto el entendimiento actual del que se halla en la Biblia? La New Catholic Encyclopedia hace esta explicación:
“En cuanto a la intercesión de los muertos por los vivos... acerca de lo cual no se hace mención en los libros más antiguos del A[ntiguo] T[estamento], en el cual se halla, como es bien conocido, un conocimiento muy imperfecto respecto a la suerte de los muertos . . . Si en los escritos del N[uevo] T[estamento] —los cuales, hay que recordar, no fueron dados como tratados formales sino más bien como trozos casuales— nada sobre el tema se menciona emplícitamente . . .” (Bastardillas agregadas)
¿Le parece razonable a usted que la Biblia no sea “explícita” sobre una enseñanza tan importante porque, según dicen de ella, solo contiene ‘conocimiento imperfecto’ y porque su modo de hablar de estas cosas es demasiado ‘casual’? ¿O será que la declaración mucho más vigorosa que esta misma Encyclopedia hace sobre la veneración de reliquias comunica con más exactitud el ‘conocimiento perfecto’?
“Por lo tanto es inútil buscar una justificación del culto de las reliquias en el Antiguo Testamento; tampoco se les presta mucha atención a las reliquias en el Nuevo Testamento. . . . Parece que [el ‘padre’ de la Iglesia] Orígenes consideró la práctica como una señal pagana de respeto a un objeto material.”—Tomo 12, págs. 973, 235, bastardillas agregadas.
El hecho reconocido de que no tenían apoyo bíblico las prácticas mencionadas hizo que los reformadores primitivos empezaran a “alzar la voz en contra del culto de las reliquias,” relata esta Encyclopedia. De modo que “el Concilio de Trento emprendió una averiguación de estos errores y en un decreto que emitió en su sesión 25.a no hizo referencia a Escritura sino que recurrió a la tradición apostólica y a la práctica constante de la Iglesia” para apoyar la veneración de las reliquias.—Tomo 12, pág. 238, bastardillas agregadas.
Pero ¿qué hay si sí ‘hacemos referencia a Escritura’ más bien que a las tradiciones posteriores y a las ‘prácticas de la Iglesia’? ¿Verdaderamente puede decirse, como indica la New Catholic Encyclopedia, que la Biblia ‘no es explícita’ en aclarar si los santos pueden ayudar a uno a orar a Dios?
Acercándose a Dios a Su manera
Casi todo cristiano conoce la oración que llamamos el “padrenuestro.” Jesús la formuló cuando le pidieron pautas sobre cómo orar, y él sugirió que se usara la expresión “Padre nuestro” para empezar. ¡Considere el cálido afecto y estrecha relación con Dios que esas palabras implican! ¿Pudiera uno disfrutar de esta relación calurosa y paternal si escogiera orarle más bien a un santo? Es cierto que los primeros santos cristianos frecuentemente oraban en pro de sus compañeros cristianos. Pero esto en ningún caso reemplazó la intimidad personal de que disfrutaba el cristiano al hablar con su Padre celestial.—Mat. 6:9; Luc. 11:1, 2.
¿Pero qué hay del papel que Jesucristo desempeña? ¿No es parecido al de un “santo”? Se puede leer en la Biblia por qué no lo es: “En Cristo Jesús, Señor nuestro, quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegamos confiadamente a Dios,” o para “hablarle francamente a Dios,” como dice la traducción católica New American Bible. Por eso los cristianos sinceros siempre le hablan o se llegan “a Dios” en oración, y no a ningún otro. Al mismo tiempo reconocen el sacrificio que Cristo hizo y el papel que desempeña como medianero, y esto les da valor para dirigirse confiadamente a Dios como “Padre nuestro.” Por eso la Biblia sostiene que “por medio de él decimos a Dios el Amén.”—Efe. 3:11, 12, BJ; 2 Cor. 1:20, FS; compare con Hebreos 7:24, 25.
Jesús mismo excluyó muy claramente la posibilidad de que otros en el cielo desempeñaran un papel intermediario cuando les dijo a sus discípulos que “nadie va al Padre sino por mí,” y algunos años más tarde, después que él y otros cristianos ya habían muerto como mártires, la Biblia todavía sostenía que “hay . . . un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también.”—Juan 14:6, 13; 1 Tim. 2:5, BJ.
Otra razón por la cual la Biblia no dice nada acerca de que santos en el cielo intercedieran con Dios es que eso fue absolutamente imposible. ¿Por qué? Note las palabras que el apóstol Pablo les escribió a los tesalonicenses perseguidos acerca de la segunda venida de Cristo:
“Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, . . . El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.”—1 Tes. 4:13-16; compare con 1 Corintios 15:22, 23, 51, 52, BJ.
Si esos santos que “murieron en Cristo” no habían de resucitar sino hasta la segunda venida de Cristo, ¿cómo podrían haber estado en situación de interceder en el cielo a favor de persona alguna? Por lo tanto, el hecho de que la Biblia no dice nada sobre este punto no se debe a que el registro contenga imperfecciones o trate los asuntos de modo casual, sino armoniza con sus propias enseñanzas sobre la resurrección.
Entonces, ¿qué se puede decir acerca de todo el tiempo, dinero y esfuerzo que se invierten en el proceso de la canonización? Joel Wells, director de la publicación católica The Critic que sale cada tres meses, comentó cándidamente que “hay mucho más que la iglesia pudiera hacer con el dinero que se gasta en ello.” ¿No sería mucho mejor encauzar tan minucioso esfuerzo para enseñar a personas sinceras a tener confianza en Dios como Aquel a quien acudir cuando necesitamos ayuda, en vez de a los santos?
“Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas,” dice la Biblia acerca de Cristo Jesús. Así es que nos exhorta: “Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia [de Dios], a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para ser socorridos en el tiempo oportuno.” (Heb. 4:14-16, BJ) En realidad, recibiremos ayuda de Dios, no por orarle a algún santo de hechura humana, sino mediante oración directa al ‘Padre nuestro en los cielos’ por medio de la única conducta que él ha designado, su Hijo, Cristo Jesús.