Se puede obtener verdadero gozo de la vida
TODO el mundo quiere disfrutar de la vida. Con frecuencia la gente trata de satisfacer este deseo por medio de diferentes formas de recreación durante las horas de ocio. No se puede negar que la recreación puede traer beneficios, tanto mentales como físicos.
Sin embargo, el que durante los últimos años se hayan recibido mejores salarios y haya habido más tiempo de ocio disponible ha conducido a muchas personas a una interesante conclusión. Han aprendido por experiencia que el ‘darse la buena vida’ ni resuelve los problemas ni trae felicidad duradera.
Entonces, ¿cómo puede la gente obtener verdadero gozo de la vida? Será provechoso considerar un experimento que hizo el rey Salomón, quien investigó cuidadosamente las razones por las cuales la mayoría de la gente no ha logrado conseguir verdadera felicidad. Bajo inspiración de Dios, Salomón escribió en el libro de Eclesiastés las experiencias que tuvo y las conclusiones a que llegó. En cuanto a tratar de obtener felicidad por medio de la búsqueda de placeres, escribió:
“Exploré con mi corazón por medio de alegrar mi carne aun con vino, mientras conducía mi corazón con sabiduría, aun para echar mano de la tontería hasta que viese yo qué bien había para los hijos de la humanidad en lo que hacían bajo los cielos por el número de los días de su vida. Me ocupé en mayores obras. Me edifiqué casas; me planté viñas. Me hice jardines y parques, y en ellos planté árboles frutales de toda suerte. Me hice estanques de agua, para regar con ellos el bosque, en que brotaban árboles. Adquirí siervos y siervas, y llegué a tener hijos de la casa. También, ganado, vacadas y rebaños en gran cantidad llegué a tener yo, más que todos los que se hallaron antes de mí en Jerusalén. Acumulé también para mí plata y oro, y propiedad propia de reyes y de los distritos jurisdiccionales. Me hice cantores y cantoras y los deleites exquisitos de los hijos de la humanidad, una dama, sí, damas. Y llegué a ser mayor y aumenté más que cualquiera que se hallara antes de mí en Jerusalén. Además, mi propia sabiduría permaneció mía. Y nada de lo que mis ojos pidieran mantuve yo alejado de ellos. No detuve mi corazón de ninguna clase de regocijo, pues estaba gozoso mi corazón a causa de todo mi duro trabajo, y ésta vino a ser mi porción de todo mi duro trabajo.”—Ecl. 2:3-10.
El escritor bíblico investigó cuidadosamente los sentimientos eufóricos que provienen de tomar bebidas alcohólicas, sentimientos que también se buscan hoy día por medio del abuso de las drogas. Acumuló una gran riqueza y se rodeó de belleza paradisíaca. Investigó todo tipo de disfrute que se pudiera obtener en ratos de ocio, incluso lo mejor del entretenimiento musical y el deleite de “una dama, sí, damas.”
Indicando lo completo de su investigación, Salomón escribe: “Y yo, yo mismo, me volví para ver la sabiduría y la locura y la tontería; pues ¿qué puede hacer el hombre terrestre que venga detrás del rey? La cosa que la gente ya ha hecho.” (Ecl. 2:12) El punto es éste: La investigación de Salomón fue completa, pues como rey tenía disponible suficiente tiempo y recursos. Con mucho menos recursos que el rey, ¿“qué puede hacer el hombre terrestre que venga detrás” de él? Una persona común solo podría abarcar parte de esas actividades, y hacer lo que la gente ya ha hecho. Al individuo que creyera firmemente que podría hallar felicidad genuina por medio de ir en pos del placer, el rey podría contestarle: ‘Ya he hecho eso. No da resultados.’
Es importante notar que Salomón no dijo que toda búsqueda de placer es una perdida de tiempo. Por el contrario, reconoció que obtuvo cierta medida de deleite de lo que hizo (“estaba gozoso mi corazón a causa de todo mi duro trabajo, y ésta vino a ser mi porción de todo mi duro trabajo”). Pero, ¿cuál fue su veredicto en cuanto a hallar felicidad duradera en los placeres que producen el vino, las riquezas, el entretenimiento y cosas similares? Él da una contestación clara: “Y yo, yo mismo, me volví hacia todas las obras mías que habían hecho mis manos y hacia el duro trabajo que había trabajado duro para lograr, y, ¡mira! todo era vanidad y un esforzarse tras viento, y no había nada que sirviese de ventaja bajo el sol.”—Ecl. 2:11.
Esta declaración no se debe tomar como una expresión negativa, pesimista. Más bien, es realista y puede impedir que el individuo desperdicie muchos años de su vida buscando la felicidad de modos que no lo llevan a ella. Por otro lado, el mismo escritor bíblico da excelente admonición positiva en cuanto a cómo obtener verdadero gozo de la vida. Entre las cosas que recomienda está el situar el trabajo y el ocio en la perspectiva correcta.
Trabaje duro, pero “vea el bien”
Después de expresar claramente que el poner énfasis exagerado en los placeres es “vanidad y un esforzarse tras viento,” el sabio escritor bíblico pasa a decir: “En cuanto al hombre no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo. Esto también lo he visto, yo mismo, que esto proviene de la mano del Dios verdadero. Pues ¿quién come y quién bebe mejor que yo?” (Ecl. 2:11, 24, 25) La Biblia ciertamente ensalza el trabajar duro. “El estúpido está cruzando sus manos [pues se niega a trabajar] y está comiendo su propia carne.” (Ecl. 4:5) Pero es necesario equilibrar el trabajo duro con el ‘ver el bien,’ por medio de disfrutar de los frutos del trabajo de uno. “Mejor es un puñado de descanso,” dice el inspirado escritor, “que un puñado doble de duro trabajo y esforzarse tras el viento.”—Ecl. 4:6.
Probablemente usted conozca a personas que trabajan muchas horas extraordinarias cada semana o que tengan dos empleos. Aunque puede que esto tenga que ser así en casos de necesidad especial, o para hacer frente a gastos de emergencia, muchas personas que dedican a trabajar casi todas las horas en las cuales están despiertas no necesitan hacer tal cosa. La Biblia estimula a incorporar “un puñado de descanso” en la rutina diaria, siempre que eso sea posible. Aparte tiempo regularmente para disfrutar de comer, beber y participar en conversación placentera con las personas a quienes ama. Esto se expresa hermosamente en las siguientes palabras:
“Ve, come tu alimento con regocijo y bebe tu vino con buen corazón, porque ya el Dios verdadero se ha complacido en tus obras. En toda ocasión resulten blancas tus prendas de vestir, y no falte el aceite sobre tu cabeza. Ve la vida con la esposa que amas todos los días de tu vida vana que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque ésa es tu porción en la vida y en tu duro trabajo con que estás trabajando duro bajo el sol.”—Ecl. 9:7-9.
En el libro de Eclesiastés hay otra importante lección que está estrechamente relacionada con esto.
No pierda de vista el presente
El poder meditar en el pasado y contemplar el futuro es un don que Dios ha dado a la humanidad. La seguridad que dan las Escrituras de que habrá un nuevo orden con ‘nuevos cielos y una nueva tierra donde la justicia habrá de morar’ hace que el futuro sea muy deseable. (2 Ped. 3:13; Rev. 21:1-5) Es excelente que estemos a la expectativa de esas bendiciones.
Sin embargo, usted probablemente ha notado que con frecuencia la gente se espacía en el pasado y en el futuro, y no hace caso del presente. El habitualmente sumirse en los recuerdos de ‘los viejos tiempos’ solo intensifica el descontento que el individuo siente por el modo en que las cosas son en la actualidad. La Biblia advierte contra eso al decir: “No digas: ‘¿Por qué ha sucedido que los días anteriores resultaron ser mejores que éstos?’ porque no se debe a sabiduría el que hayas preguntado acerca de esto.” (Ecl. 7:10) De la misma manera, no es sabio el concentrar todas las esperanzas de uno en obtener felicidad en el futuro.
El obtener verdadero gozo de la vida requiere que evaluemos el presente con apego a la realidad. Salomón lo dice de esta forma: “Mejor es el ver de los ojos que el andar de un lugar a otro del alma. Esto también es vanidad y un esforzarse tras el viento.” (Ecl. 6:9) Hasta personas ricas que tienen todas las cosas materiales que desean reconocen en su interior que tienen deseos de índole emocional o espiritual que no pueden ser satisfechos por las riquezas. Por decirlo así, los deseos insatisfechos ‘andan de un lugar a otro’ al impulsar a la gente a procurar continuamente un cambio en las circunstancias. El que una persona cambie de vez en cuando su rutina regular puede ser provechoso, pero algunos van a extremos cuando cambian constantemente de lugar de residencia y empleo, y continuamente pasan de una cosa a otra en una inútil búsqueda de felicidad. Según las Escrituras es mucho mejor “el ver de los ojos.” El proceder que es verdaderamente sabio es que el individuo esté contento con lo que puede ver ahora mismo y disfrute de eso, es decir, de lo que tiene en la actualidad. A este respecto será provechoso considerar las observaciones de dos personas que reflexionaron en cuanto a cómo obtener gozo de la vida.
“Es el presente lo que nos pertenece ahora”
La revista McCall’s (mayo de 1978) publicó la experiencia de una señora que, después que sus hijos habían crecido y se habían independizado, dejó de vivir en un suburbio para marcharse a vivir en una lejana aldea de pescadores. Ella escribe:
“En nuestra sociedad no hay nada que nos enseñe a vivir ahora; en nuestra sociedad todas las cosas evitan eso. Cuando llegamos a la escuela, nuestros padres y nuestros maestros ya han comenzado a decir: ¿Cuál será el siguiente paso? ¡Prepárate! Entramos en la universidad y la presión aumenta: ¿Cuál será el siguiente paso? Temprano en la vida se nos condiciona a pensar en el porvenir, y aplicamos esto a todas las cosas; ha llegado a ser un hábito en la manera de pensar. Ponemos la mira en llegar a alguna parte... adonde sea; el lugar casi no tiene importancia. Esperamos el magnífico día en que hayamos de conocer a la maravillosa ‘otra persona’ con la cual la vida será mucho más significativa, y entonces a las vacaciones del año siguiente, o a lo que haremos cuando los hijos crezcan, o a cuando nos retiremos. Siempre estamos en suspenso, y cuando llega el futuro que ha de curarnos y cambiarnos mágicamente, resulta que no es diferente del día actual.
“Es posible —tiene que ser posible— que podamos cultivar una clase de vida diferente, que podamos vivir con más gozo y mayor percepción de nuestra existencia, y que estemos mucho más conscientes, de modo que intensifiquemos cada momento y lo llenemos de contentamiento. Damos consideración somera a las ocasiones, nuestros ojos están en el mañana, pero es el presente lo que nos pertenece ahora y está vibrando con posibilidades, no el futuro, que no ha llegado todavía. Es solo cuando sentimos un momento y lo vivimos con atención que llegamos a estar verdaderamente vivos.”
“El éxito es un viaje”
Cuarenta y cinco minutos de meditación condujeron al Dr. Wayne W. Dyer a una conclusión semejante. En su libro Pulling Your Own Strings (Mueva sus propios hilos) Dyer escribe:
“Uno de los puntos de viraje más grandes de mi vida tuvo lugar hace muchos años cuando sucedió que dediqué cuarenta y cinco minutos a supervisar una sala de estudios como maestro sustituto. En la tabla de anuncios que había en la parte de atrás de aquel salón estaban escritas las palabras: ‘El éxito es un viaje, no un destino.’
“Estudié aquellas palabras por cuarenta y cinco minutos completos, y permití que penetraran hasta lo profundo de mi ser. De hecho, hasta aquel día yo había visto la vida como una serie de destinos o puntos adonde me dirigía y acontecimientos. Las graduaciones, diplomas, títulos, matrimonios, nacimientos de hijos, promociones y otros acontecimientos semejantes eran todos destinos, y yo iba de parada en parada.
“Me prometí allí mismo, en aquel salón, que dejaría de evaluar la felicidad sobre la base de llegar a destinos o puntos, y que más bien consideraría toda la vida como un viaje continuo, con cada momento disponible para que yo disfrutara de él. Aquella asignación clave en el salón de estudios dio a este maestro una de las lecciones más importantes de la vida: La de no evaluar la vida en términos de los logros, triviales o monumentales, que se alcancen durante el viaje. Si uno hace eso, está destinado a sufrir la frustración de estar siempre en busca de otro destino, y nunca se permitirá el realmente sentir que ha logrado algo. Sin importar lo que uno logre, inmediatamente tendrá que planear el próximo logro para tener una nueva regla para medir cuánto éxito ha logrado y cuán feliz es.
“Más bien, despierte y aprecie todo lo que encuentre en su camino. Disfrute de las flores que están allí para el deleite suyo. Establezca sintonía con la salida del Sol, con los niñitos, con el que se ríe, con la lluvia y con las aves. Absórbalo todo, y no espere hasta llegar a algún punto siempre futuro donde estará bien que usted adopte una actitud más tranquila. De hecho, el éxito —aun la vida misma— no es otra cosa que momentos de los cuales disfrutar, uno a la vez. Cuando uno entiende este principio, deja de evaluar la felicidad sobre la base de logros, y en cambio mira al entero viaje de la vida como algo de lo cual sentirse feliz. O sea, para resumir el asunto: no hay un camino a la felicidad, porque la felicidad es el camino.”
La importancia de la “devoción piadosa”
El determinarse a no perder de vista las bendiciones presentes de seguro le hará la vida más feliz. Pero para obtener lo mejor de la vida se requiere algo más. ¿Qué es?
El apóstol Pablo lo describe, al decir: “Ciertamente es un medio de gran ganancia, esta devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene.” (1 Tim. 6:6) La cualidad que se requiere es “devoción piadosa,” lo cual significa un modo de vivir que manifieste reverencia al Creador. Esto se manifiesta por medio de actuar de modo piadoso para con nuestro semejante. El individuo que desee vivir con devoción piadosa tiene que apartar tiempo para estudiar la Santa Biblia de manera cuidadosa, y eso le permite aprender la clase de conducta que Dios aprueba.
El aprender acerca de la voluntad de Dios y amoldar nuestra vida a ésta es verdaderamente un medio de gran ganancia. Un curso de vida de esa índole conduce a vida futura en un nuevo orden donde “la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”—Rev. 21:4.
En cuanto al presente, el vivir según los principios bíblicos resulta en obtener el favor de Dios y en las mejores relaciones con nuestro semejante. Cuando un individuo despliega la compasión, bondad, humildad, paciencia y generosidad que caracterizan la “nueva personalidad” del cristiano, las personas responden de igual manera, y la vida de todo el que llega a estar envuelto en esa relación se hace más feliz.—Luc. 6:38; Col. 3:10-14.
La verdadera felicidad no se obtiene simplemente por medio de la búsqueda de placeres. La Biblia estimula a enlazar el trabajo duro con “un puñado de descanso” cada día para disfrutar de los frutos de nuestras ocupaciones. Además, las Escrituras recalcan la importancia de adquirir conocimiento exacto de Dios y vivir según los principios bíblicos.
“La conclusión del asunto,” comenta Salomón, “habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque esto es el deber todo del hombre.” (Ecl. 12:13) ¿Cumplirá usted con esa obligación por medio de ajustar su vida a las pautas bíblicas? Si hace eso, tendrá paz mental con contentamiento. Ese es el único modo de obtener verdadero y duradero gozo de la vida.