Los “pozos sagrados” de Irlanda
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Irlanda
EL ANCIANO temblaba un poco. Tenía la mano temblorosa al ahuecarla y sacar agua del pozo, la cual se frotó en el debilitado tobillo. Había acudido, como muchas otras personas, a invocar los poderes de este “pozo sagrado” para tratar de contrarrestar los estragos de la edad.
El pozo, ubicado entre unas turberas de Donegal, Irlanda, es uno de los 3.000 “pozos sagrados” de Irlanda. De acuerdo con la guía turística, los peregrinos vienen a este lugar “llenos de esperanza para sacar y usar el agua sagrada como medio de mejoramiento espiritual”. Pero vienen para conseguir algo más que mejoramiento espiritual. El folleto pasa a decir: “Por años se han narrado un sinnúmero de historias de cómo se han llevado a cabo toda clase de curaciones de males en este lugar, y cómo los peregrinos lisiados o inválidos pudieron deshacerse de bastones, muletas y vendajes”.
No dudábamos de que los peregrinos fueran devotos y estuvieran llenos de esperanza. Pero la escena hizo que surgieran dudas en nosotros. ¿Cuánto “mejoramiento espiritual” podía realmente resultar del peregrinar a un “pozo sagrado”? Si en realidad se realizaban algunas curaciones milagrosas, ¿provenían de Dios?
Mientras observábamos al anciano orar ante el pozo, nos preguntábamos también si él sabía que sus antepasados habían hecho por miles de años lo que él estaba haciendo. La creencia en los “pozos sagrados” es muy antigua en Irlanda, pues se remonta a la religión de los celtas de la era precristiana.
Los celtas de la era precristiana
Los celtas llegaron a Irlanda varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo. Eran muy religiosos, y un aspecto central de su adoración era la creencia en la santidad de los ríos, manantiales y pozos. Creían que podían invocar allí a sus dioses y diosas para que efectuaran curaciones.
Anne Ross, respetada autoridad en la materia, describe las creencias y prácticas de los celtas como sigue: “Se creía que los sacerdotes, los druidas, llevaban a cabo sus prácticas ceremoniales y hacían ofrendas a los dioses solo en lugares naturales, libres de estructuras... por ejemplo, en arboledas que se consideraban sagradas debido a que se las había asociado por mucho tiempo con los dioses, o junto a pozos sagrados cuyas aguas contenían virtudes distintivas y por medio de los cuales se podía tener acceso a la deidad patrona”. (Everyday Life of the Pagan Celts, página 136.)
Podíamos imaginarnos a aquellos celtas paganos reunidos en aquellos lugares, procurando el favor de sus dioses. Pero las personas a quienes estábamos viendo ahora se consideraban a sí mismas cristianas. ¿Qué estaban haciendo ellas aquí?
De los druidas a los “cristianos”
Originalmente, las autoridades de la Iglesia Católica primitiva de Irlanda se esforzaron mucho por extirpar aquellas antiguas creencias paganas. Pero, con el tiempo, cambiaron su manera de abordar el asunto. Anne Ross explica: “Más tarde, bajo los auspicios de la Iglesia Cristiana, estas divinidades de la localidad fueron reemplazadas por los santos de la localidad, los cuales a menudo llevaban el mismo nombre que las deidades paganas originales; y se siguió practicando el culto de los pozos”.
Otro afamado escritor sobre tradiciones irlandesas añade el siguiente comentario: “Muchas de estas supersticiones están tan arraigadas que los siglos de oposición de la Iglesia Cristiana no han podido suprimirlas, y aunque ésta ha obligado a que algunas prácticas se lleven a cabo en la clandestinidad, se ha visto forzada a acoger y proteger otras. Por ejemplo, esto aplica al culto de los pozos sagrados”. (Irish Heritage, por E. Estyn Evans, página 163.)
Por lo tanto, la Iglesia Católica terminó por absorber estas supersticiones antiguas. Anne Ross explica: “Las leyendas religiosas continuaron, y los antiguos dioses y diosas, a los que ahora se adora tal vez clandestinamente, o a los que solo se conmemora en los cuentos que se narran junto a la chimenea, fueron convertidos en héroes y heroínas, y en los diablos de los valles y del aire por una Iglesia Irlandesa [ahora] simpatizante, y con estas leves modificaciones, se perpetuaron las viejas leyendas religiosas”. (Pagan Celtic Britain, por Anne Ross, página 384.)
¿Qué pensarían ellos?
Nos preguntamos qué pensarían de todo esto los peregrinos del día moderno. ¿Quedarían asombrados al enterarse de las raíces paganas de lo que estaban haciendo? ¿Se sorprenderían estos peregrinos sinceros, que dejaban monedas y otras ofrendas en el pozo o cerca de él, si supieran que estaban copiando la práctica antigua de hacer ofrendas y votos a los dioses celtas?
¿Qué hay de las dos mujeres de mediana edad que habían viajado más de 95 kilómetros (60 millas) para visitar este lugar... viaje que han hecho muchas veces en el transcurso de los años? ¿Sabían ellas que al dar vueltas alrededor del pozo en el sentido de las agujas del reloj, siguiendo la dirección del Sol y ofreciendo sus oraciones a medida que caminaban, estaban imitando lo que sus antepasados celtas, que no eran cristianos, habían hecho por siglos, antes del nacimiento de Cristo? Y aquella madre de un niñito a la que vimos decir oraciones a poca distancia del pozo mientras caminaba alrededor de un viejo espino que estaba cubierto de prendas de vestir, vendajes y otros recordatorios de peticiones que los peregrinos habían hecho anteriormente... ¿sabía ella que el espino era sagrado para los celtas paganos?
El escritor Patrick Logan comentó que esos pozos “conservan a menudo pruebas de creencias y prácticas precristianas, y a veces la apariencia cristiana con que se las ha revestido es superficial” (The Holy Wells of Ireland, página 62). Pero surge la pregunta: ¿Importa esto? Pues uno de los peregrinos nos dijo en su atractivo acento irlandés: “Hace muchos años que vengo a este lugar, ¡y no me ha perjudicado de manera alguna!”.
Si eran inofensivas, ¿por qué trató originalmente la Iglesia de extirpar tales prácticas? Quizás los líderes eclesiásticos de aquellos días sabían las palabras que pronunció Jeremías al hablar sobre las prácticas de las naciones paganas que rodeaban a Israel: “No aprendan el camino de las naciones de manera alguna”. (Jeremías 10:2.)