El fin de una visión
LA LIGA o Sociedad de Naciones fue creada y celebró su segunda reunión en Ginebra, Suiza, en 1920. Parece que el éxito había coronado los esfuerzos de Woodrow Wilson, a pesar de su salud delicada y de las largas y agotadoras negociaciones en París.
Mediante la Sociedad de Naciones, Wilson iba a difundir su “verdad de la justicia, la libertad y la paz”. En uno de los discursos declaró: “Hemos aceptado esa verdad y vamos a dejarnos guiar por ella, y va a guiarnos [el pueblo estadounidense], y al mundo por medio de nosotros, a pastos de tranquilidad y paz como el mundo jamás ha soñado”. En eso consistía su visión.
Al Senado de los Estados Unidos él dijo: “El escenario está preparado; el destino, revelado. No ha provenido de ningún plan de nuestra concepción, sino de la mano de Dios, quien nos guió por este camino. [...] Solo podemos seguir adelante, con la mirada en alto y el espíritu refrescado, para seguir la visión”. (Las cursivas son nuestras.) El visionario había vuelto a hablar. Todavía creía que era el instrumento que Dios estaba usando para traer paz a la humanidad.
Lo rechazan en su patria
En Europa, a Wilson lo habían aclamado como un presidente salvador. Pero, aun antes de que hubiera ido a la Conferencia de Paz, se habían dado señales de advertencia en los Estados Unidos. El escritor Elmer Bendiner informa: “Theodore Roosevelt anunció el veredicto [del Congreso de los E.U.A.]: ‘Nuestros aliados, nuestros enemigos y el señor Wilson mismo deben entender que el señor Wilson no tiene autoridad alguna para hablar en nombre del pueblo estadounidense en este tiempo [...] El señor Wilson y sus catorce puntos [...] han cesado de tener el más leve derecho de que se les acepte como expresión de la voluntad del pueblo estadounidense’”.
Woodrow Wilson cometió el error de vender su visión en Europa y de pasar por alto a los de su propio país que dudaban. En marzo de 1920 el Congreso de los Estados Unidos votó a favor de no formar parte de la Sociedad.
Cegado por su causa, Wilson siguió adelante a pesar de todo. En el último discurso público que pronunció, su convicción resonó fuerte y claramente, pero en vano: “He visto a tontos resistir a la Providencia antes, y he visto la destrucción de ellos, como les sobrevendrá a estos otra vez, destrucción y desprecio absolutos. Que nosotros prevaleceremos es tan seguro como que Dios reina”.
Con su salud quebrantada debido a un reciente ataque de parálisis, el voto negativo de sus propios compatriotas solo contribuyó a empeorar los asuntos. Su visión respecto a la Sociedad de Naciones quedó empañada e incompleta. El 3 de febrero de 1924 Woodrow Wilson murió. Sus últimas palabras fueron: “Soy una pieza rota de una maquinaria. Cuando la maquinaria esté rota... me habrá llegado la hora”. Estaba deshecho físicamente como también lo estaba su visión de una Sociedad de Naciones que abarcara el mundo.
“¡El Tratado de Versalles ya no existe!”
Aunque por 15 años no se volvió a declarar oficialmente ninguna guerra en el mundo, la Sociedad de Naciones había estado en su agonía de muerte desde su mismísimo nacimiento. No pudo evitar que Bolivia y Paraguay fueran a la guerra en 1933. No pudo impedir que Mussolini asolara a Etiopía en 1935. Mediante destrucción y conquista, Italia sacó a Etiopía de la Sociedad de Naciones, después ella misma abandonó la Sociedad en diciembre de 1937. El año siguiente, siete naciones latinoamericanas se retiraron de la Sociedad. La visión se estaba derrumbando.
En 1936 estalló la guerra civil en España. Los miembros de la Sociedad de Naciones optaron por no intervenir oficialmente en aquella guerra. No obstante, Alemania, que había dejado de ser miembro de la Sociedad en 1933, e Italia prestaron ambas apoyo material a la rebelión del general Franco contra el gobierno republicano de Madrid. La Sociedad no pudo impedir la matanza en suelo español. La Guerra Civil Española fue el ensayo de lo que resultaría ser el golpe mortal a la Sociedad de Naciones... la II Guerra Mundial.
Mientras tanto, Hitler había subido al poder en Alemania y estaba desmantelando rápidamente las trabas del Tratado de Versalles, que se le impuso a Alemania después de la Gran Guerra. Quería Lebensraum (espacio vital) para la nación alemana. Ocupó la región del Sarre, la región al oeste del río Rin y Austria, por medio de lo cual extendió las fronteras de Alemania. En 1939 completó su ocupación de Checoslovaquia. La Sociedad no pudo hacer casi nada para impedir aquellas acciones.
Hacía tiempo que a Hitler le molestaba la concesión que se había hecho a Polonia de disponer de un corredor a través de Alemania hasta el puerto báltico de Danzig. En agosto de 1939 puso fin a eso. Su representante entregó un mensaje al Alto Comisario de la Sociedad de Naciones en Danzig que decía: “Usted representa el Tratado de Versalles; el Tratado de Versalles ya no existe. En dos horas se izará sobre esta casa la svástica [bandera nazi]”.
El 1 de septiembre de 1939 los ejércitos de Hitler invadieron a Polonia. Gran Bretaña y Francia tomaron represalias declarándole la guerra a Alemania. Había empezado la II Guerra Mundial.
La visión se desvanece y muere
En 1919 Woodrow Wilson había hecho una predicción a los habitantes de Omaha (E.U.A.) que probaría que la Sociedad que había concebido era un fracaso. Según el biógrafo Ishbel Ross, Wilson había dicho: “‘Puedo predecir con absoluta certeza que dentro de otra generación habrá otra guerra mundial si las naciones no conciertan el método [la Sociedad] por medio del cual evitarla.’ Y en San Diego, E.U.A., hizo otro comentario profético al decir: ‘Lo que los alemanes usaron eran juguetes en comparación con lo que se usará en la siguiente guerra’”. A pesar de la existencia de la Sociedad de Naciones, la II Guerra Mundial llegó a ser una realidad, y las armas que se emplearon no fueron juguetes.
¿Por qué fracasó la Sociedad de Naciones? En su libro A Time for Angels, el escritor Elmer Bendiner comenta: “La Sociedad se originó de una serie de fantasías políticas: que el cese de fuego de 1919 significaba paz y no meramente una tregua; que los intereses nacionales se podían subordinar a los intereses mundiales; que un gobierno puede adherirse a una causa que no sea la suya propia”. Y la Biblia pone de relieve otra fantasía más —el que los hombres puedan establecer por medio de agencias políticas lo que solo la prometida gobernación del Reino de Dios puede traer— verdadera paz y felicidad para toda la humanidad. (Revelación 21:1-4.)
Con el estallido de la II Guerra Mundial en 1939, la Sociedad yacía como un cadáver en espera del entierro. En 1946 “sus propiedades y su herencia de esperanza y locura”, como lo describe el escritor Bendiner, fueron entregadas a su sucesora, las Naciones Unidas. ¿Tendrá más éxito esta organización que la Sociedad de Naciones? ¿Convertirá en realidad las visiones? ¿Y qué predijo la Biblia con relación a ello? En nuestro próximo número de ¡Despertad! se considerarán estas preguntas y otras relacionadas.
[Fotografías en la página 10]
El estallido de la II Guerra Mundial en 1939 resultó ser el golpe mortal a la Sociedad
[Reconocimiento]
Fotos del Ejército de E.U.A.