¿Una Torre de Babel moderna?
LA ANTIGUA Torre de Babel se ha convertido en un símbolo de confusión y desacuerdo. Fue allí, donde hace unos 4.000 años, Dios confundió las lenguas de la gente. ¿Por qué? Porque se rebelaron contra él. Rehusaron obedecer a Dios, centrando su vida en los planes de hombres imperfectos. De modo que Dios los esparció. (Génesis 11:1-9.)
¿Acaso fue tan diferente lo que sucedió en Asís? ¿Estaba justificada aquella reunión? ¿Realmente promovieron la paz mundial aquellos líderes religiosos de más de dos mil millones de personas?
¿Hubo unidad?
Solo unos días antes, el Papa había recalcado en un discurso: “Lo que va a ocurrir en Asís ciertamente no será sincretismo religioso [conciliación de doctrinas]”. Y añadió: “No podemos orar juntos, es decir, elevar una oración común, pero sí podemos estar presentes mientras otros oran”.
Así, el Papa indicó que el criterio que se seguía al orar por la paz era “juntarse para orar”, no “orar juntos”. Algunos comentaron que él quería evitar participar en una oración común. De esta manera, los católicos no podrían acusarlo de mezclar las diversas creencias religiosas.
Esta postura se desprende de las palabras de bienvenida que el Papa dirigió a los líderes religiosos aquella mañana. Puntualizó enfáticamente: “El hecho de que hayamos venido aquí no implica ninguna intención de buscar un consenso religioso entre nosotros o de negociar nuestras convicciones religiosas. Tampoco significa que las religiones pueden ser conciliadas sobre la base de un cometido común en un proyecto terrestre que las sobrepujaría a todas ellas”.
De modo que, ciertamente, no se iba a hacer ningún esfuerzo por conciliar las muchas diferentes enseñanzas religiosas representadas por los que se reunieron en Asís. Por consiguiente, la unidad religiosa sería imposible. La confusión de las ‘lenguas religiosas’ continuaría existiendo. Así pues, puede decirse que existe una impresionante similitud con la antigua Torre de Babel.
Esta desunión religiosa se evidencia al considerar algunas creencias representativas. Por ejemplo, el budismo no acepta la existencia de un Dios personal y enseña que la meta final del hombre es el Nirvana, una condición de absoluta bienaventuranza conseguida por la absorción del individuo en la esencia divina. Los hindúes creen en millones de dioses y en un ciclo continuo de reencarnaciones que pueden conducir al Nirvana. Las religiones católica, ortodoxa y protestante creen en una trinidad. Pero los musulmanes creen que hay un solo Dios, Alá, y que Mahoma es su profeta; sin embargo, no creen que Dios tenga un hijo. Los judíos adoran a un solo Dios, pero no aceptan a Jesús como el Mesías. Las religiones africanas creen que las plantas, los animales y los objetos inanimados tienen espíritu. Los indios norteamericanos adoran a las fuerzas de la naturaleza.
No obstante, la verdadera paz implica, por lo menos, una reunión de los diferentes pueblos. Pero las religiones que se reunieron en Asís estaban tan divididas que ¡ni siquiera podían ponerse de acuerdo para rezar una misma oración! Es seguro que Dios no puede aprobar todas esas ideas en conflicto porque, como escribió el apóstol Pablo: “Dios no es Dios de desorden, sino de paz”. (1 Corintios 14:33.)
¿Escucha Dios?
¿Cómo puede el único Dios verdadero, el Creador del cielo y de la Tierra, escuchar con favor las oraciones de líderes religiosos que no tienen ninguna intención de trabajar en pro de la verdadera unidad? La propia Palabra inspirada de Dios dice claramente que los que practican la adoración verdadera deben ‘hablar de acuerdo, y no tiene que haber divisiones entre ellos, sino que han de estar aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar’. (1 Corintios 1:10.)
Si Dios escuchase las oraciones de estas religiones divididas, no sería consecuente consigo mismo. Indicaría que aprueba aquello que condena: la división. Pero al Dios de la verdad no se le puede acusar de actuar inconsecuentemente. Él no contraviene su propia Palabra, pues “Dios [...] no puede mentir”. (Tito 1:2.) Por consiguiente, él no escucha con favor las oraciones procedentes de una adoración tan dividida.
La Biblia muestra claramente que Dios sólo aprueba aquella adoración que está en armonía con su voluntad. Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. También dijo que Dios “busca”, es decir, únicamente aprueba y escucha, a los que lo adoran “con espíritu y con verdad”. Eso se hace acatando su Palabra y obedeciendo sus mandamientos. De modo que Dios desaprueba a las religiones que no hacen su voluntad, tal como desaprobó a los que construyeron la Torre de Babel, quienes tampoco estaban haciendo su voluntad. Hasta rechaza a tales personas. Por ello, Jesús dijo a aquellos que hacían su propia voluntad en lugar de la de Dios: “Apártense de mí, obradores del desafuero”. (Mateo 7:21-23; Juan 4:23, 24.)
De modo que la condición espiritual de las religiones que se reunieron en Asís es lo opuesto a lo que Dios requiere de los adoradores verdaderos. En lugar de estar unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar, están fragmentadas por la desunión, tal como sucedió en la Torre de Babel.
Al examinar la evidencia histórica se hace más obvio que Dios no escucha con favor las oraciones de las religiones de este mundo que recuerdan a la antigua Babel. ¿Qué clase de cuadro presenta esa evidencia?
[Ilustración en la página 6]
Torre-templo de Babilonia