Cómo pueden ayudar otras personas a vencer la depresión
ERA la tercera vez en solo unos pocos días que, sin razón aparente, Ann ponía una conferencia. Kay, su madre, notó que su voz estaba como apagada. “Parecía una voz deprimida —explicó Kay—. Aunque ella no expresó ninguna queja, por el tono de su voz era como si estuviese clamando: ‘¡Necesito ayuda!’.” Kay se intranquilizó al presentir que había algún problema.
“Le dije a mi hija que al día siguiente me presentaría en su casa —recuerda Kay—. Ann rompió a llorar, y con voz entrecortada dijo: ‘Está bien’, y colgó.” A su llegada, la madre, sorprendida, supo que Ann les había manifestado a sus amigos que se sentía totalmente desesperada e inútil. ¡Hasta había hablado seriamente de suicidarse! Sin embargo, el apoyo de Kay durante los cinco días que duró su visita ayudó a su hija a recobrarse. Fue un punto de viraje. “Esta situación me enseñó una lección: aprendí a escuchar —reconoció la madre—. Ella pudo haberse suicidado, y qué mal nos habríamos sentido si no la hubiésemos ayudado cuando lo necesitaba.”
La ayuda de otras personas a menudo puede significar la diferencia entre la vida y la muerte para alguien que está profundamente deprimido. ¿Habría estado usted tan alerta como Kay? Ya que por todo el mundo unos cien millones de personas al año sufren de depresión profunda, lo más probable es que algún amigo o familiar suyo resulte afectado. Sin embargo, ayudar a una persona profundamente deprimida puede ser una experiencia exasperante.
El doctor Leonard Cammer, en su libro Up From Depression (La salida de la depresión), habla de una madre —cuyo hijo sufría de depresión— que estaba desesperada. Cuando ambos fueron a hablar con el médico, ella se quejó, diciendo de su hijo: “Se aparta de nosotros y actúa como si no existiésemos. Pero él sabe que lo queremos, ¿por qué nos tiene que herir de este modo? Usted no tiene idea de lo que estoy pasando, doctor”. El doctor Cammer comenta: “¡Si ella solo supiese el sufrimiento por el que él ha estado pasando! [...] La persona deprimida se da cuenta de que es una carga para la familia. Pero también es una carga para sí misma, porque se siente incapaz de rectificar su condición, y a la vez avergonzada y humillada por ella. Su único recurso, entonces, es el de alejarse aún más”. La falta de sensibilidad de la madre empeoró la situación. Por lo tanto, para poder ayudar, el primer requisito es...
Empatía
La empatía, o la participación afectiva en los sentimientos ajenos, supone un esfuerzo por identificarse emocionalmente con la situación de otra persona. (1 Pedro 3:8.) Reconozca que la persona deprimida realmente sufre. Su angustia es real, no simulada. El apóstol Pablo aconsejó: “Lloren con los que lloran”. (Romanos 12:15.) En otras palabras: trate de entender el dolor que la persona deprimida experimenta.
Aunque usted no sepa con exactitud lo que él siente, sí puede manifestar un interés genuino de querer saberlo. Anímele a hablar y, cuando él dé desahogo a sus sentimientos, trate de ver las cosas como él las ve poniéndose en su lugar. Evite hacer juicios de valor, como: “No tienes por qué sentirte así”, o “Esa es una actitud equivocada”. Las emociones de la persona deprimida son particularmente frágiles; comentarios críticos como esos solo pueden hacer que se disguste aún más consigo misma. Por lo general, su amor propio ya se habrá desvanecido.
Reconstruya su amor propio
Para reconstruir el amor propio del deprimido, usted debe apelar a su razón. Poco a poco y con delicadeza, ayúdele a ver que la pobre evaluación que hace de sí mismo no es justa. El simplemente darle un conmovedor discurso diciéndole que es “una gran persona” no resulta ser la solución. “El que quita una prenda de vestir en día de frío es como vinagre sobre álcali y como cantor con canciones a un corazón triste”, dice Proverbios 25:20. Esos esfuerzos vanos dejan a la persona deprimida, emocionalmente desanimada e irritada, pues rara vez se consideran las razones por las cuales ella se siente inútil.
Por ejemplo: una persona deprimida pudiera comentar: “Pienso que no valgo y nunca valdré nada”. Usted podría decirle en un tono conciliador: “¿Podrías explicarme por qué piensas así?”. Cuando la persona empiece a explicarse, escúchela atentamente. Esa atención indivisa le da la seguridad de que lo que él está diciendo es importante. Según se vaya abriendo la persona, usted podrá hacerle preguntas adicionales con el fin de ayudarla a identificar el tipo de razonamientos que pueden ocasionar la depresión y corregirlos.a
Emplee preguntas sencillas y directas, pero no en tono reprensivo, sino con el propósito de lograr que la persona razone. (Véase el cuadro de arriba.) Si usted observara que la persona hace cosas que contribuyen a agravar su problema, entonces podría preguntarle de una manera bondadosa, evitando un tono acusativo: “¿Crees que lo que has estado haciendo hasta ahora te ha ayudado? ¿No te parece que tendrías que hacer las cosas de manera diferente?”. El dejar que la persona dé sus propias sugerencias puede ayudarla a recuperar la confianza en sí misma.
La persona deprimida tiende a desestimar todas sus buenas cualidades; por consiguiente, enfoque su atención en sus habilidades y aptitudes personales. Puede que tenga buena mano para las plantas o sea una buena cocinera. O tal vez él les haya dado a sus hijos una formación buena y estable. Piense en aspectos en los que la persona deprimida ha tenido éxito y llame su atención a estas cosas. Quizás hasta podría hacer que pusiese por escrito algunas de ellas con el fin de repasarlas más tarde. También puede ser de ayuda el que esa persona haga uso de sus talentos para ayudarle a usted.
Por ejemplo: María, una excelente modista, llegó a estar gravemente deprimida. Una de sus amigas le preguntó: “¿Podrías ayudarme a escoger un corte de tela y un patrón? Quiero hacerme un traje”. María se ofreció a hacérselo. “¿Me lo harás tú?”, respondió su amiga. Más tarde, ella le agradeció afectuosamente a María el traje que le había hecho, y en una carta le explicó que había recibido muy buenos elogios por él. “Esto aumentó mi confianza e iluminó mis días —dijo María—. Luego supe que en el pasado ella había sufrido de depresión, y sabía que el que yo me ocupase en esa labor sería de gran ayuda para mí. Lo fue. Ella hizo más por mí que lo que yo hice por ella.”
Por consiguiente, ayude a la persona deprimida a que desarrolle algunos objetivos concretos a corto plazo que estén al alcance de sus aptitudes y circunstancias. Pueden ser responsabilidades domésticas sencillas, trabajos manuales o hasta el hacer comentarios constructivos. Como dijo una mujer que había estado gravemente deprimida: “Procuraba decir cada día algo que fuese edificante para mi familia o para alguna amistad”. El alcanzar estos objetivos menores ayuda a desarrollar el amor propio.
Cuando se trata de su cónyuge
La primera suposición a la que llegan muchas personas cuyos cónyuges se ven afectados por una depresión profunda es que, de alguna manera, ellos son responsables de su abatimiento. Esto produce un sentimiento de culpa y, a su vez, crea fricción. No obstante, la depresión no es necesariamente una señal de que el matrimonio no haya dado buen resultado.
Después de estudiar la vida de cuarenta mujeres deprimidas, Myrna Weissman y Eugene Paykel propusieron la siguiente conclusión en su libro The Depressed Woman (La mujer deprimida): “No todas las mujeres deprimidas han tenido un matrimonio desgraciado antes de su enfermedad. Hemos hallado que en un número considerable de matrimonios existía una comunicación libre y abierta, y mutua sensibilización a las necesidades tanto de uno como del otro [...] antes de que se produjera la depresión. Fue la enfermedad la que impuso una considerable tensión en sus relaciones”. (Cursivas nuestras.)
Sin embargo, aunque una relación tensa y despegada con el cónyuge no siempre ocasiona depresión, a veces puede crear un ambiente mucho más propicio para que se desarrolle. Algunos factores que inducen a la depresión vienen indicados en la tabla que aparece en la página 15. Un marido cuya deprimida esposa desarrolló sentimientos suicidas reconoció: “No tomé en serio mi responsabilidad de velar por sus necesidades emocionales y espirituales. Ella era para mí una compañera de habitación más que una esposa. Estaba demasiado ocupado ayudando a otras personas como para darle a mi esposa el aliento y el calor que ella quería y necesitaba. Tuve que esforzarme en el aspecto de la comunicación, así como en saber compartir de mí mismo con ella”. ¿Hay aspectos de su vida familiar que necesitan mejorarse? ¿Qué más puede ayudar a su cónyuge?
◻ ¡Paciencia, paciencia, paciencia! Debido a que una persona deprimida tiene un padecimiento emocional, puede llegar a criticar duramente a su cónyuge. Victoria, que padecía una depresión crónica, confesó: “Me odiaba a mí misma y me sentía miserable. Estoy segura de que mi esposo y mis hijos hubiesen deseado encerrarme en un armario y tirar la llave. Sin embargo, centenares de veces les oí decir: ‘Te queremos; sabemos que esa no ha sido tu intención’, o ‘Es que estás cansada’”. En efecto, hay que reconocer que la persona dirá muchas cosas que realmente no siente. Aun Job, un hombre de fe, a causa de su irritación reconoció: “Mis propias palabras han sido habla desatinada”. (Job 6:3.) Cuando uno es capaz de entender que no es el blanco de sus ataques, podrá contestar con un tono apacible y amable que, por lo general, suavizará la situación. (Proverbios 15:1; 19:11.) No espere que su cónyuge mejore de un día para otro.
◻ Proporcione apoyo espiritual y emocional. Muchas personas deprimidas han hallado que las reuniones de los testigos de Jehová les proporcionan el ánimo espiritual que necesitan para aguantar. (Hebreos 10:25.) Pero Irene, cuya depresión duró unos dieciocho meses, reconoció: “Una tarde, antes de ir a la reunión, comencé a llorar porque apenas podía resistir la idea de tener que enfrentarme a todos”. Añadió: “Pero mi esposo me animó, y, después de una oración, fuimos todos. Aunque tenía que reprimir las lágrimas durante la reunión, estaba muy agradecida a Jehová Dios porque me daba la fortaleza necesaria para estar allí”.
Además de la ayuda espiritual, un cónyuge deprimido necesita la seguridad de que tiene el apoyo emocional de su pareja. Irene explica lo que su esposo hizo: “Después que los niños se acostaban, mi esposo y yo hablábamos, y, a veces, yo lloraba casi por espacio de una hora. El respaldo de su comprensión fue de gran ayuda. Él oraba conmigo, me escuchaba o me apoyaba en su hombro para que yo llorara... hacía lo que en cada momento yo necesitaba que hiciese”. Como el cristiano ha de estar interesado en agradar a su cónyuge, permita que frecuentemente el cónyuge deprimido tenga la satisfacción de saber que cumple con esa responsabilidad. (1 Corintios 7:33, 34.)
◻ Provéale ayuda física. Las tareas domésticas y el cuidado de los hijos pueden convertirse repentinamente en una carga aplastante para una esposa deprimida. El esposo, así como los niños, puede ayudar a limpiar y a cocinar. Evite el preguntarle qué hacer, pues esto puede aumentar la presión. “Bob, mi esposo, no permitió que durante el tiempo de mi depresión nadie cargara sobre mí otras responsabilidades. Él llegó a ser algo así como un parachoques —dijo Elizabeth, una madre que estuvo gravemente deprimida—. Lo único en lo que en realidad tenía que concentrarme era en ponerme mejor. El doctor —añadió Elizabeth— no solo me prescribió unas medicinas, también me dijo que hiciese ejercicios diariamente. Bob me animó a seguir las instrucciones del doctor. Cada día caminábamos juntos.” Hacer una excursión bien planeada con la persona deprimida también sirve de ayuda. Todo esto requiere mucha iniciativa por parte del esposo.
Ayuda de otras personas
“Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”, dice Proverbios 17:17. La amistad auténtica se manifiesta durante un período de aflicción, como la depresión. ¿De qué manera puede ayudar un amigo?
“Cuando estuve deprimida, una amiga me escribió varias veces, y siempre incluía citas bíblicas animadoras —comentó María—. Yo leía sus cartas una y otra vez con lágrimas en los ojos. Aquellas cartas tenían el valor del oro para mí.” Cartas animadoras, postales y llamadas telefónicas son cosas que se agradecen profundamente. Las visitas estimuladoras también son un medio de ayudar. “Si nadie viene a vernos, la sensación de que estamos solos aumenta —agrega Elizabeth—. Ore con la persona, cuéntele experiencias edificantes, hasta prepárele una comida y llévela con su familia para comerla juntos. Un amigo me preparó una caja con algunas chucherías. Desempaquetarlas una a una resultó para mí en una sorpresa muy agradable.”
Naturalmente, cuando es asunto de hacerle recados y otras tareas domésticas a una persona deprimida, se ha de tener discernimiento. Respete su punto de vista. No insista en hacerle algo si ella no quiere. En ocasiones, el saber que otro está haciendo por uno lo que uno mismo debería hacer aumenta el sentimiento de culpa. Puede ser que la persona deprimida prefiera que se deje sin hacer.
Los ancianos, o pastores espirituales, en las congregaciones de los testigos de Jehová también han proporcionado una ayuda incalculable. Irene explicó: “Hablé con dos ancianos acerca de mi problema. (Mi esposo estuvo presente con el fin de apoyarme.) Este fue un paso significativo, y me ayudó en gran manera. Me di cuenta de que estos hombres se toman un verdadero interés”. Por medio de escuchar atentamente y por su buena preparación, estos hombres pueden ‘hablar confortadoramente a las almas abatidas’.b (1 Tesalonicenses 5:14; Proverbios 12:18.)
Es esencial saber cuándo se ha de buscar ayuda profesional; de hecho, hacerlo oportunamente puede salvar una vida. Hay veces que las condiciones llegan a ser tan graves que se han de disponer los medios para que la persona deprimida reciba el cuidado profesional que necesita. No espere que el que está deprimido lo decida. A menudo, eso significa que alguien tiene que hacer la cita por él. Usted puede tranquilizarlo, diciéndole: “Estoy seguro de que tu enfermedad no es grave, pero debes hacerte un chequeo para que todos salgamos de dudas. Yo te quiero mucho, pero no soy médico”. Sea amable, ¡pero firme!
Ayudar a un amigo o a su propio cónyuge a vencer la depresión no es una tarea fácil, pero la perseverancia puede salvar una vida. Con frecuencia, su interés amoroso puede ser la diferencia. Por ejemplo: cuando Margaret llegó a su estado depresivo más bajo, le dijo a su esposo que quería darse por vencida y morir. Él afectuosamente le respondió: “Yo te ayudaré a que no te des por vencida”. Impresionada al comprobar su interés, Margaret explicó: “Supe entonces que podría seguir adelante”. Lo hizo, y, con el tiempo, pudo vencer la depresión.
[Notas a pie de página]
a Véase el artículo “Cómo vencer la depresión”, en la revista ¡Despertad! del 22 de octubre de este año.
b Véase el artículo “Una lengua instruida... ‘para animar a los cansados’”, en el número del 1 de septiembre de 1982 de la revista La Atalaya.
[Fotografías en la página 16]
Una persona deprimida dijo que ‘las cartas de sus amigos valían tanto como el oro’
[Recuadro en la página 13]
Razone de modo que ayude a cultivar amor propio
Una mujer cuyo matrimonio estaba deshecho por la infidelidad de su marido llegó a deprimirse y a tener impulsos suicidas. Más tarde le confesó a un consejero experimentado: “Sin Raymond, no soy nada... no puedo ser feliz sin él”.
El consejero le preguntó: “¿Era usted feliz cuando estaba con Raymond?”. “No, nos pasábamos la vida peleando y yo me sentía peor”, contestó. Él prosiguió: “Usted dice que sin Raymond no es nada. Antes de conocer a Raymond, ¿pensaba usted que no valía nada?”.
“No, yo pensaba de mí misma que era alguien”, reconoció la mujer deprimida. El consejero entonces le dijo: “Si antes de conocer a Raymond, usted era alguien, ¿por qué ahora lo necesita para ser alguien?”. Al comentar este caso en su libro “Cognitive Therapy and the Emotional Disorders” (Terapia cognoscitiva y trastornos emocionales), el doctor Aaron Beck dijo: “En una entrevista posterior, ella mencionó que hubo un comentario que fue como una sacudida: ¿Cómo podía ser ‘nada’ sin Raymond, si antes de tan siquiera conocerlo había vivido una vida feliz y era una persona normal?”. Esta mujer superó su depresión.
[Recuadro en la página 15]
¿Puede causarle depresión el ambiente doméstico?
◻ ¿Se socava el amor propio por causa de comentarios irreflexivos como: “¿Por qué no eres una mejor esposa?”, “¿Por qué siempre eres tan irreflexiva?”, o “Te quiero a pesar de la clase de persona que eres”?
◻ ¿Se provoca continuamente el sentimiento de culpabilidad al hacer que el cónyuge siempre se sienta culpable, sin importar cuáles sean los hechos?
◻ ¿Impide el ambiente doméstico dar salida a las emociones, haciendo que el que las manifiesta dé la impresión de ser débil?
◻ ¿Se le hace a uno de los cónyuges sentir que debe ser casi perfecto para satisfacer lo que el otro espera de él?
◻ ¿Está bloqueada la comunicación que, de otro modo, debería ser libre y abierta?