Hechos maravillosamente para vivir, no para morir
¡SI SE pudiera retrasar la vejez! ¿Le gustaría que eso ocurriera? Claro que sí. ¿A quién no le gustaría evitar las arrugas, las canas, los huesos quebradizos, la falta de vigor, la mala memoria, la propensión a las enfermedades y finalmente la muerte?
El sistema comercial sabe que la gente no quiere envejecer; por eso, los anuncios publicitarios apelan al deseo de disimular o posponer sus efectos. Este tema es objeto de frecuente consideración en libros y artículos de revistas. Algunos de ellos hacen alegaciones sorprendentes. Por ejemplo: The Complete Book of Longevity comienza como sigue:
“Algunos de los que están leyendo estas palabras pudieran estar entre los primeros inmortales. Puesto que las enfermedades que vienen con la vejez y el proceso de la propia muerte están a punto de caer ante el arrollador avance de la ciencia, la pregunta ya no es si se llegará a conquistar la inmortalidad algún día, sino cómo mantenerse vivo hasta que llegue ese momento.”
Pero si nos basamos en lo que la ciencia ha logrado hasta ahora, ¿hay alguna base real para semejante optimismo?
¿Ha aumentado la ciencia la duración de la vida del hombre?
Durante este siglo, los países desarrollados del mundo han experimentado un sensible aumento en la esperanza de vida. Por ejemplo: en 1900 el promedio de esperanza de vida de un hombre en Estados Unidos era de 46 años. “Entre 1900 y 1980 la esperanza de vida de un varón al tiempo de nacer aumentó en un 51%, hasta llegar a 69,9 años”, dice la revista americana Journal of Gerontology. Actualmente está establecida en 71,8 años para los hombres y 78,8 años para las mujeres. Varios otros países tienen esperanzas de vida aún más altas; entre estos destaca Japón, donde la esperanza de vida es de 74,2 años para los hombres y 79,8 para las mujeres. ¿Suministra esto prueba de que se haya prolongado la duración de la vida del hombre?
Los espectaculares aumentos mencionados se deben mayormente a una tasa de mortalidad infantil mucho más baja. En la actualidad llegan a la edad adulta más bebés que en siglos pasados. “Los avances en la medicina —explica The Body Book— han incrementado el promedio de esperanza de vida, pero no han aumentado la duración máxima de la vida.” Es tal como lo expresó Brian Stableford, biólogo de la universidad de Reading (Gran Bretaña), en su libro Future Man: “La duración de nuestra vida se ha establecido desde tiempos bíblicos en unos setenta años, y aunque dos mil años de progreso científico han permitido que muchas más personas alcancen esa edad, hasta ahora los científicos no han logrado prolongarla”.
Stableford se estaba refiriendo a unas palabras escritas hace tres mil quinientos años por un israelita de la antigüedad, Moisés. Él dijo: “En sí mismos los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales”. (Salmo 90:10.) ‘¿Por qué —quizás uno se pregunte— no ha podido la medicina moderna modificar esta realidad de la vida?’
El envejecimiento... según la ciencia
El envejecimiento es una experiencia tan común que muy pocas personas se cuestionan por qué sucede. Sin embargo, durante mucho tiempo la vejez ha sido un enigma para los científicos. ¿Por qué? “Parece estar en conflicto con el impulso para sobrevivir que es la base de la mayoría de las funciones corporales”, explica el libro The Living Body, de Karl Sabbagh. ¿Cuán cerca están los científicos de entender la causa del envejecimiento?
“No existe teoría capaz de explicar por sí sola todo el fenómeno del envejecimiento.” (The New Encyclopædia Britannica.)
“El estudiante contemporáneo del proceso de envejecimiento se encara a más teorías que patas tiene un ciempiés.” (Doctor Gairdner Moment, profesor honorario de Ciencias Biológicas.)
“Muchos gerontólogos concordarán en que, para nosotros, estos son tiempos muy confusos. Ni entendemos cuál es el mecanismo subyacente del envejecimiento, ni podemos medir el ritmo de envejecimiento en términos bioquímicos exactos.” (Journal of Gerontology, septiembre de 1986.)
“La parábola del ciego que trata de describir un elefante también ilustra el problema que tienen los investigadores con la vejez.” (Doctor C. E. Finch, profesor de Biología y Gerontología.)
Una manera de explicar el envejecimiento, como lo presenta el libro The Living Body, es diciendo que las células tienen “un reloj incorporado” que solo les permite reproducirse hasta “que llega el tiempo de parar”. ¿Qué hay, sin embargo, de las células cerebrales, que no se reproducen después del nacimiento? En su mayor parte, las neuronas siguen vivas desde el nacimiento de la persona hasta su vejez. Por lo tanto, en el caso de un centenario, las mismas neuronas habrán estado funcionando durante cien años.
Sin embargo, millones de neuronas mueren durante la vida del hombre, y la proporción de neuronas que mueren aumenta con la edad. Otra teoría es que el funcionamiento de las células se hace progresivamente menos eficaz debido a que se desgastan y deterioran. “Pero puesto que los organismos vivos pueden repararse y regenerarse a sí mismos, ¿por qué no se usan estas facultades plenamente para restaurar lo que se desgasta y deteriora? —pregunta el doctor Richard Cutler en el libro The Biology of Aging—. Otra dificultad que presenta la hipótesis del desgaste y deterioro —añade— es cómo explicar la enorme variedad de duraciones de vida que caracterizan a las diferentes especies de mamíferos.”
La esperanza de vida de los chimpancés es de cuarenta años; en cambio, la del gorila, un animal de mayor tamaño, solo es de treinta años. ¿Por qué viven los humanos tanto tiempo más que ellos si el envejecimiento se debe al desgaste y al deterioro? ¿Por qué viven algunos reptiles, como la tortuga gigante, más que el hombre? ¿Y por qué parece que algunas formas de vida duran indefinidamente?
Una lección de los organismos más pequeños y de los más grandes
Considere por un momento al organismo llamado ameba. “Hablando en un sentido estrictamente físico —dice la revista Science Digest—, este protozoo unicelular no muere. Su única célula se divide en dos, y las dos mitades que se producen tienen aún más vitalidad que cuando eran una sola célula.” Entre los organismos unicelulares, la ameba no es una excepción. Como enfatiza Tracy Sonneborn en el libro The Biology of Aging: “Muchas formas inferiores de vida [...] no pasan por los procesos naturales de envejecimiento y muerte; continúan viviendo, creciendo y reproduciéndose indefinidamente con pleno vigor”.
¿Qué se puede decir de los organismos pluricelulares, las formas más elevadas de vida? Las secuoyas, un género de árboles, son los organismos vivos más grandes que existen sobre la Tierra. Los incendios pueden acabar con la vida de los ejemplares jóvenes; pero algunos sobreviven y llegan a convertirse en gigantes del bosque. A medida que su corteza rojiza se hace más gruesa, llegan a ser más resistentes al fuego. De hecho, esta corteza a prueba de fuego puede tener más de medio metro de espesor.
A veces, el fuego logra traspasar la corteza y daña el tronco de la secuoya. Los árboles así debilitados pueden caerse debido a su enorme peso. Otros peligros son el suelo blando o la erosión del suelo, que pueden hacer que una secuoya se incline hacia un lado. Sin embargo, para que el árbol se mantenga erguido, un sorprendente mecanismo hace que el tronco y las ramas se desarrollen más por el lado opuesto. Si esto falla, puede desplomarse repentinamente. Pero hasta ahora no se ha registrado ningún caso de muerte por vejez.
El libro Giant Sequoias dice: “Los árboles más grandes y que parecen más viejos continúan creciendo con evidente vitalidad, produciendo capas de madera anuales de aproximadamente el mismo volumen que en siglos pasados. Los ejemplares que continúen sin ser dañados por el fuego y permanezcan en pie posiblemente lleguen a vivir hasta las enormes edades que a veces se les auguran”.
Compare esto con las plantas que florecen y mueren en un año. “Las plantas anuales —comenta el doctor Carl Leopold, experto en investigación botánica— están programadas para morir después de un solo período vegetativo, mientras que otras especies pueden vivir durante períodos de tiempo extraordinariamente largos. Las más famosas por su longevidad son las secuoyas, cuya vida puede extenderse a tanto como tres mil años.”
Si las secuoyas están diseñadas para vivir por tanto tiempo, ¿por qué no es ese el caso del hombre? Si los organismos unicelulares pueden continuar reproduciéndose sin envejecer, ¿por qué no sucede eso con las células del cuerpo humano? Y si este puede tener algunas células que no se reproducen durante cien años, como ocurre con las neuronas, ¿por qué no para siempre?
Mientras los científicos se esfuerzan por encontrar la causa del envejecimiento, muchas personas han hallado una respuesta procedente de otra fuente. La Biblia es un libro que afirma haber sido inspirado por el Creador del hombre, Jehová Dios. (2 Timoteo 3:16.) Si ese fuera el caso, entonces la Biblia debería poder suministrar una respuesta satisfactoria a la pregunta que tiene perplejos a los científicos. ¿Lo hace?
El envejecimiento... según la Biblia
Según la Biblia, el hombre fue creado perfecto, con la perspectiva de vivir para siempre. Se le ofreció esta perspectiva como recompensa por pasar una sencilla prueba de obediencia. Nuestros primeros padres recibieron el mandato de no comer del fruto de cierto árbol llamado “el árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo”. El árbol les servía como un recordatorio amoroso de la presencia invisible de Dios y de su autoridad para determinar lo que es bueno y lo que es malo para sus criaturas. Jehová Dios les había advertido claramente: “En el día que comas de él, positivamente morirás”. (Génesis 2:16, 17; 3:3.)
Lamentablemente, la primera pareja humana se rebeló y comió del fruto prohibido. Puesto que es el Dios de la verdad, el Creador mantuvo su palabra y, por lo tanto, los sentenció a muerte. La Biblia no contiene los detalles biológicos acerca de cómo Dios hizo esto. Lo que sí sabemos, no obstante, es que Adán y Eva transmitieron su condición pecaminosa a su prole. Como explica la Biblia, “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado”. (Romanos 5:12.)
Este es un juicio que ningún científico humano puede revocar. Pero Jehová Dios, el Hacedor del cuerpo humano, sí sabe cómo hacerlo. Él amorosamente proveyó a su Hijo, Jesucristo, para rescatar a la prole de Adán y Eva. Todos los que muestren aprecio por esta provisión con el tiempo serán liberados del envejecimiento y la muerte. (Juan 3:16.)
Usted puede disfrutar de vivir para siempre en un paraíso
El hecho de que nuestros primeros padres fueran creados para vivir, no para morir, es algo maravilloso en lo que reflexionar. Nos ayuda a comprender esta emocionante promesa: “La creación [...] será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. (Romanos 8:21.)
Por lo tanto, lo que Adán y Eva perdieron, con el tiempo será restituido a muchos de sus descendientes. Considere lo que eso puede significar para usted. Nuestros primeros padres vivieron en los alrededores más hermosos que jamás hayan existido sobre la Tierra. Según la Biblia, “Jehová Dios plantó un jardín en Edén, hacia el este, y allí puso al hombre que había formado. Así Jehová Dios hizo crecer del suelo todo árbol deseable a la vista de uno y bueno para alimento”. (Génesis 2:8, 9.)
Imagínese todos aquellos majestuosos árboles para satisfacer su sentido de la vista y la variedad de atractivos árboles frutales para satisfacer su sentido del gusto. Añada a esto la diversidad fáunica, una inagotable fuente de fascinante investigación. Como lo expresa la Biblia: “Ahora bien, Jehová Dios estaba formando del suelo toda bestia salvaje del campo y toda criatura voladora de los cielos, y empezó a traerlas al hombre para ver lo que llamaría a cada una; y lo que el hombre la llamaba, a cada alma viviente, ese era su nombre”. (Génesis 2:19.)
Además de todo esto, a Adán y Eva se les dio un propósito satisfaciente en la vida. Habían de criar una gran familia. Entonces, a medida que su familia aumentase, tenían que cultivar el resto de la Tierra, transformándola en un paraíso global. Pero este enorme proyecto solo podía tener éxito si se sometían a las directrices de su Creador celestial. (Génesis 1:26.)
El que decidieran actuar independientemente de Dios dio como resultado miles de años de sufrimiento, enfermedad, vejez y muerte. Pero antes de expulsar a nuestros primeros padres de aquel jardín paradisiaco, Jehová Dios hizo la siguiente declaración, que se registró para nuestro beneficio: “‘Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo, y ahora, para que no alargue la mano y efectivamente tome fruto también del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido...’. Con eso Jehová Dios lo echó del jardín de Edén”. (Génesis 3:22, 23.)
Si nuestros primeros padres hubieran sido obedientes bajo prueba, se les habría permitido comer de aquel “árbol de la vida”, que simbolizaba la recompensa de vida eterna que recibirían de Dios. Esto es prueba adicional de que el hombre fue hecho para vivir, no para morir.
El propósito de Dios no ha cambiado. (Isaías 55:11.) Jesús confirmó esto al tiempo de su muerte. Prometió a un ladrón arrepentido que murió a su lado: “Estarás conmigo en el Paraíso”. (Lucas 23:42, 43.) Pronto, durante el reinado de Jesucristo desde el cielo, se asegurará de que la Tierra sea transformada en un paraíso. Será entonces cuando tanto aquel ladrón como miles de millones de otros humanos que han muerto serán resucitados. Si estos resucitados ‘hacen cosas buenas’, no volverán a morir nunca; su resurrección habrá resultado ser “una resurrección de vida”. (Juan 5:28, 29.)
Pero la Biblia también hace referencia a “una gran muchedumbre [...] de todas las naciones” que nunca necesitará una resurrección. Estas son personas que están vivas hoy y que ejercen fe en Jehová Dios y en su Hijo, Jesucristo. Sobrevivirán cuando Dios destruya toda la maldad de la Tierra durante la venidera “gran tribulación”. De ahí en adelante seguirán siendo guiadas “a fuentes de aguas de vida”, sí, a vida sin fin en una Tierra paradisiaca. (Revelación 7:9, 10, 14, 17.)
Esta “gran muchedumbre” internacional ya agrupa a millones de personas. A usted también se le puede incluir entre ellas. ¿Cómo? Confiando en Jehová Dios y en Su provisión para salvación. Entonces, si continúa practicando lo que se registra en Proverbios 3:5, 6 y en Juan 3:16, experimentará personalmente que el hombre fue hecho para vivir, no para morir. (Revelación 21:3-5.)
[Ilustración en la página 23]
¿Quién no desea evitar los efectos de la vejez?
[Ilustración en la página 25]
Millones de personas que están vivas hoy experimentarán personalmente que el hombre fue hecho para vivir, no para morir
[Ilustración en la página 26]
En el nuevo mundo de Dios se invertirá el devastador proceso del envejecimiento