Impedidos, pero triunfantes
ESTÁ a punto de comenzar una carrera valedera para la copa del mundo de esquí alpino en la modalidad de slalom gigante. Por los altavoces se anuncia a la expectante multitud que el primero de los dos esquiadores que comprueban la pista ya ha comenzado su descenso. Varias cámaras de televisión le siguen mientras se desliza por la pronunciada pendiente, zigzagueando por entre las puertas señaladas con banderines y levantando nubes de nieve a su paso. Cuando finalmente cruza la línea de meta, se le ovaciona con entusiasmo.
Pero ¿por qué? ¿No se trata solo del que comprueba la pista y no de un competidor? Sí, es cierto, ¡pero solo tiene una pierna! Con su único esquí ha conseguido trazar correctamente el extremadamente difícil recorrido, donde más tarde caerán varios de los competidores bien entrenados que cuentan con ambas piernas.
No obstante, el que personas seriamente impedidas consigan tales logros no es inusual. Muchos hombres y mujeres, jóvenes y mayores, que se encuentran en circunstancias similares, practican levantamiento de pesas, equitación, vela, carreras de maratón en sillas de ruedas y participan en muchas otras actividades deportivas que requieren un gran esfuerzo.
Algunas personas impedidas también han conseguido grandes logros en otros campos. Ludwig van Beethoven compuso algunas de sus mejores obras cuando estaba totalmente sordo. Franklin D. Roosevelt fue presidente de Estados Unidos entre 1933 y 1945 pese a haber quedado seriamente incapacitado por la poliomelitis. Helen Keller, ciega, sorda y muda desde su niñez, llegó a ser una fecunda escritora y una educadora. El estadista griego Demóstenes está considerado como uno de los más grandes oradores de todos los tiempos. Sin embargo, de joven era tartamudo y físicamente muy débil.
Aunque logros de tal envergadura pueden alentar a muchas personas impedidas a intentar hacer algo especial ellas también, hay que recordar que todos los impedimentos son diferentes, y no se puede comparar a quienes los padecen. Tanto los intereses en la vida como las habilidades naturales difieren, y la actitud mental también desempeña un papel importante.
Lo más difícil: enfrentarse al hecho
El período inmediatamente posterior a quedar incapacitado debido a un accidente o a una enfermedad es, con toda probabilidad, el peor, tanto para el que ha tenido la desgracia como para quienes están a su lado. Al golpe inicial a menudo le siguen sentimientos de desesperación y abatimiento. “Hay momentos en que no estás para arengas, en que todo lo que quieres es esconderte en tu desgracia como un animal herido, momentos en que el estímulo te parece una agresión”, dice la madre de un niño impedido.
Una combinación de pesar, ira, autocompasión y desesperación puede dominar por completo a una persona impedida durante ese tiempo. Por lo tanto, cuanto más corto sea, mejor para todos. “Con el tiempo se pasa, porque no hay otro remedio”, añade la madre.
Jimmy, un atractivo joven sueco que fue atacado por una enfermedad que le paralizó de la cabeza a los pies, habló acerca de cómo reaccionó inicialmente y del período tan terrible que vivió después. “Pero —dice— tan pronto como acepté mi impedimento y dejé de compadecerme a mí mismo, empecé a olvidarme de ello. Fue entonces cuando comencé a vivir de nuevo. Ahora intento pensar, no en lo que me falta, sino en las facultades que tengo, y trato de aprovecharlas al máximo.”
Potencie al máximo sus posibilidades
A base de una enorme fuerza de voluntad para practicar y entrenarse, algunas personas inválidas han conseguido mucho más de lo que nunca podían haberse imaginado. Un ejemplo de esto es Maj, una mujer de Laponia, en el norte de Suecia. Con solo veintidós años de edad y cuando estaba recién casada, quedó inútil de las dos piernas.
“La primera vez que me pusieron en una silla de ruedas en el hospital, se me vino el mundo encima —dijo ella—. Me parecía tener por delante una vida de pasividad, inutilidad y completa dependencia de mi marido y de otras personas. Pero poco a poco empecé a darme cuenta de que mi impedimento todavía me dejaba algunas posibilidades. Así que decidí potenciarlas al máximo.
”Primero aprendí a arrastrarme por el suelo como un bebé. Me entusiasmaba poder moverme por mi cuenta. Entonces practiqué el quedarme de pie, erguida, apoyándome contra una pared. Me parecía que poder hacer eso era un gran progreso. Después aprendí a caminar con muletas. Poco tiempo después, podía hacer algunas de las labores de la casa.
”Decidí que todas las mañanas trataría de añadir algo más a mi repertorio. Conseguí servir el desayuno, hacer las camas, pasar la aspiradora, limpiar las ventanas, hacer la compra y desempeñar otras tareas. Mi esposo me ayudaba cuando se lo pedía, pero también cooperaba al no insistir en ayudar. En vez de eso, me dejaba intentarlo por mí misma. Poco a poco me fui haciendo más independiente, lo que me proporcionó dignidad y satisfacción personal.
”Mi esposo y yo somos testigos de Jehová, y él decidió ofrecerse para colaborar en la construcción de la nueva oficina sucursal e imprenta de los testigos de Jehová en Suecia. Nuestras solicitudes fueron aceptadas, y pasamos más de cuatro años allí. Pude trabajar casi toda la jornada en la lavandería, sirviendo a un personal de hasta doscientos trabajadores. Mis compañeros de trabajo, que no estaban imposibilitados, me consideraban una trabajadora más. Es verdad que en ocasiones se me hizo difícil, y muchas veces oré a Dios pidiéndole ayuda. Pero también fue un período feliz.”
“¡Claro que puedes!”
Para que una persona impedida tenga éxito, es importante que tanto los miembros de su familia como las demás personas cooperen de la manera correcta. Eso no siempre significa prestar ayuda. Podría significar no prestarla. El decirle cuando tiene que hacer cierta labor: “¡Claro que puedes!” y entonces dejar que lo intente, a menudo resulta en más ayuda y estímulo que decirle: “Me parece que no vas a poder, ya te lo hago yo”.
A los que están impedidos se les debe tratar con la misma naturalidad y seriedad que a cualquier otra persona. Ellos no quieren que los demás subestimen su capacidad para enfrentarse a las situaciones cotidianas mostrándose exageradamente serviciales. Esto puede revelarse en pequeños detalles que estorban en vez de ayudar, como por ejemplo, untar de mantequilla una rebanada de pan para alguien que solo ha pedido que le pasen la mantequilla.
“Lo que más me ofende —explica Jimmy— es que algunas personas sin impedimentos me tratan como si fuese un poco retrasado mental. Lamentablemente, hay gente que habla y actúa como si pensara que todas las personas que están en una silla de ruedas son subnormales.”
Las labores de rehabilitación deben proporcionarle al individuo la confianza en sí mismo y el ánimo necesario para aceptar su situación y aprender a vivir con su impedimento tan independientemente como le sea posible. A muchas personas imposibilitadas les va mejor cuando pueden decidir por sí mismas cuándo y cómo se les debe prestar cierta ayuda. El que se les trate de proteger demasiado puede dar lugar a apatía e irritación.
Ann-Mari, una mujer sueca gravemente imposibilitada que utiliza una silla de ruedas, dice: “Estoy incapacitada para moverme, pero no para pensar. Por eso, deseo utilizar esa capacidad para mejorar por mí misma mi situación tanto como pueda”.
Adaptación del entorno
Para ayudar a los disminuidos físicos a potenciar sus posibilidades, se pueden hacer algunos ajustes básicos en su hogar, en los alrededores de su casa y en su medio de transporte. Se calcula que por todo el mundo hay unos quinientos millones de personas que tienen algún impedimento serio que afecta su capacidad para moverse, ver u oír. Con el fin de hacerles la vida más fácil, los organismos para el bienestar social de muchos países presentan algunas pautas básicas para los arquitectos y diseñadores. Esto ha permitido hacer algunos ajustes útiles que han beneficiado a muchas personas impedidas.
Muchos disminuidos físicos han ideado por sí mismos maneras de hacerse la vida más fácil. Los que utilizan sillas de ruedas, por ejemplo, han acondicionado sus hogares para ellos, y han hecho que se quiten algunas puertas y escalones o se cambien las bisagras de las puertas al lado opuesto. Algunos han pedido que los armarios de pared se coloquen a una altura cómoda, han cambiado los interruptores eléctricos al modelo de placa oscilante y han subido los enchufes de la pared.
A veces, una persona imposibilitada es la que mejor puede inventar sus propias ayudas. Bo, un joven sueco cuyas piernas quedaron paralizadas en un accidente de tráfico, se puso a pensar en cómo lograr que su silla de ruedas fuera más cómoda y fácil de maniobrar. Construyó una silla de ruedas ¡que incluso le permitía subir escaleras! Actualmente trabaja como diseñador de sillas de ruedas en una empresa local.
Sin embargo, por lo general es recomendable no eliminar la necesidad de efectuar algún esfuerzo físico. De no ser así, la falta de ejercicio de la persona inválida puede conducir a problemas como rodillas atrofiadas, piernas hinchadas y músculos débiles. Por lo tanto, aunque una silla de ruedas con motor en ocasiones puede ser una excelente ayuda, el utilizar los brazos para impulsar la silla puede dar a los músculos, el corazón y los pulmones una buena dosis de ejercicio.
Una silla de ruedas debe acomodarse a la persona tanto como sea posible. Alguien hábil con las herramientas puede ayudar a ajustar el asiento, la altura, la estabilidad, el peso y su funcionamiento de la manera que mejor se adapte al usuario. “He visto que para que una silla de ruedas sea práctica, tiene que ser tan estrecha como sea posible”, dice un joven inválido después de haber viajado solo alrededor del mundo. Él viajó en avión, tren, autobús y barco sentado en una silla de ruedas sin motor.
Ponerse y quitarse la ropa a menudo es un problema para las personas impedidas. Por lo general, la ropa de confección no está pensada para ellas. Siw, una mujer inválida de mediana edad de Estocolmo (Suecia), dice que encuentra más cómodo llevar una capa que un abrigo normal. Además, pone goma elástica en las faldas para reemplazar los botones y las cremalleras. De hecho, la necesidad de usar ropa cómoda y fácil de manejar ha convertido a Siw en una hábil diseñadora y modista.
Algunos ajustes sencillos podrían ayudar a las personas a quienes les falta una mano o a las que tienen brazos o manos débiles a arreglarse mejor en la cocina. Por ejemplo: los abridores de latas y botellas pueden fijarse a la pared para que no se muevan y estén a la mano. También se pueden poner clavos de acero inoxidable en la tabla de cortar para mantener en su lugar las cosas —como por ejemplo, una barra de pan— mientras se cortan. Y una ventosa doble puede fijar los recipientes y platos a la mesa mientras la persona impedida bate o remueve ingredientes en ellos.
La esperanza contribuye al éxito
La esperanza es algo que todos necesitamos, y eso no es menos cierto en el caso de los disminuidos físicos. Por supuesto, una de las mejores esperanzas que pueden tener es la de recuperarse. No obstante, en el caso de muchos ciegos, sordos e inválidos, los médicos del mundo no pueden darles esa esperanza. Su situación, sin embargo, no es irremediable.
Mientras estuvo en la Tierra, Jesucristo sanó enfermedades que ningún médico podía curar. Bajo el gobierno del Reino de Dios, él ejercerá el poder que Dios le ha dado para sanar a todos los que padecen de cualquier enfermedad o impedimento físico. La Biblia describe la situación que existirá entonces con estas palabras: “En aquel tiempo los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos mismos de los sordos serán destapados. En aquel tiempo el cojo trepará justamente como lo hace el ciervo, y la lengua del mudo clamará con alegría”. (Isaías 35:5, 6.)
Impulsadas por esta esperanza, muchas personas impedidas han sido de gran consuelo y estímulo para otros. Con una actitud positiva y aprovechando sus aptitudes al máximo, les parece que su vida es sumamente útil aun en la actualidad.
[Ilustraciones en las páginas 24, 25]
Aparatos especialmente diseñados como estos son de gran ayuda para las personas impedidas