El punto de vista bíblico
¿Conducen a Dios todas las religiones?
“ME RESULTA inverosímil que el Dios universal haya elegido revelarse mediante una sola tradición religiosa”, afirmó el escritor Marcus Borg. Por su parte, el premio Nobel de la Paz Desmond Tutu dijo: “Ningún credo puede afirmar que está en posesión de la verdad absoluta sobre el misterio” de la fe. Y un adagio hindú muy popular —“Jotto moth, totto poth”— viene a significar que las confesiones existentes no son más que sendas diversas que llevan al mismo destino, opinión que comparte el budismo. En efecto, millones de seres creen que todas las religiones conducen a Dios.
El historiador Geoffrey Parrinder aseveró: “A veces se dice que todas las religiones tienen la misma meta, o que son caminos iguales hacia la verdad, o hasta que todas enseñan las mismas doctrinas”. Es obvio que la mayoría de ellas tienen enseñanzas, ceremonias y divinidades parecidas; predican el amor, condenan el asesinato, el robo y la mentira, y cuentan con algunos fieles que tratan en serio de ayudar al prójimo. Así pues, si somos sinceros y procuramos obrar bien, ¿importa nuestra filiación religiosa? ¿No conducen todas las confesiones a Dios?
¿Basta con la sinceridad?
Examinemos el ejemplo de Saulo, del siglo I, quien al convertirse al cristianismo llegó a conocerse como el apóstol Pablo. Movido por su fervorosa adhesión al judaísmo, había tratado de exterminar la fe cristiana, pues la consideraba equivocada (Hechos 8:1-3; 9:1, 2). Pero gracias a la misericordia divina, terminó viendo que, como en su caso, una persona podía ser muy devota y, sin embargo, vivir en el error si no disponía de toda la información precisa (Romanos 10:2). Al aprender mejor la voluntad y el modo de actuar de Dios, cambió de proceder y comenzó a adorar al Creador junto con los fieles a quienes había perseguido: los discípulos de Jesucristo (1 Timoteo 1:12-16).
¿Indica la Biblia que tengamos la opción de elegir entre centenares de confesiones, todas ellas gratas a los ojos de Dios? Las instrucciones que recibió Pablo muestran todo lo contrario: el resucitado Jesucristo lo envió a predicar a los gentiles “para abrirles los ojos, para volverlos de la oscuridad a la luz y de la autoridad de Satanás a Dios” (Hechos 26:17, 18). Se ve la importancia de seleccionar bien en materia de fe. Las órdenes eran que el apóstol hablara con personas que en muchos casos ya tenían su propia religión, pero vivían en “la oscuridad”. De hecho, si todas las fes condujeran a la aprobación divina y la vida eterna, no habría sido preciso que Jesús capacitara a sus seguidores para la labor que les encomendó: hacer discípulos (Mateo 28:19, 20).
En su famoso Sermón del Monte, Cristo dijo: “Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14). La Biblia dice de modo explícito que solo hay “una fe” (Efesios 4:5). Claro, muchos que se encuentran en el camino “ancho” tienen su religión, pero no esta fe. Dado que la adoración verdadera es única, se requiere empeño para encontrarla.
La búsqueda del Dios verdadero
Desde los albores de la historia, Dios ha indicado al hombre cómo desea que actúe (Génesis 1:28; 2:15-17; 4:3-5). Hoy, sus requisitos aparecen expuestos con toda claridad en la Biblia, lo que nos permite determinar si una religión goza de la aceptación divina o no (Mateo 15:3-9). Hay quienes han heredado las creencias de sus padres, y otros se conforman al sentir mayoritario. Para muchos, la religión viene determinada por el momento y el lugar en que nacieron. Pero ¿convendría dejar esta selección en manos del azar o de la gente?
Esta decisión debería tomarse con conocimiento de causa, tras un examen minucioso de las Escrituras. En el siglo I hubo un grupo de ciudadanos muy instruidos que, en vez de aceptar sin más las explicaciones del apóstol Pablo, “examinaban con cuidado las Escrituras diariamente en cuanto a si estas cosas eran así” (Hechos 17:11; 1 Juan 4:1). Ciertamente son dignos de imitar.
La Biblia señala que el Dios universal busca personas que lo adoren con verdad. Así lo indicó Jesús, como refiere Juan 4:23, 24: “No obstante, la hora viene, y ahora es, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre con espíritu y con verdad, porque, en realidad, el Padre busca a los de esa clase para que lo adoren. Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad”. Tan solo se aceptará la “adoración que es limpia e incontaminada desde el punto de vista de nuestro Dios y Padre” (Santiago 1:27). Él ha bendecido los esfuerzos que han hecho millones de seres a fin de encontrar el camino estrecho que lleva a la vida. No dará la vida futura a los indiferentes, sino a quienes trabajen con empeño para hallar el camino estrecho que ha trazado y luego lo sigan (Malaquías 3:18).