El “domicilio” perfecto
LOS datos del domicilio donde uno vive por lo regular incluyen la calle, la ciudad y el país. En el caso de la Tierra, su órbita es, por así decirlo, la calle; el sistema solar (el Sol y sus planetas) es la ciudad, y la galaxia Vía Láctea es el país en que radica. Gracias a los adelantos en física y astronomía, los científicos han logrado entender mejor las ventajas del minúsculo lugar que ocupamos en el universo.
Para empezar, nuestra “ciudad”, o sistema solar, se ubica en una franja anular de la Vía Láctea conocida como zona de habitabilidad galáctica, la cual está a 28.000 años luz del centro de la galaxia. En esta zona se reúnen las cantidades exactas de los elementos químicos necesarios para vivir. Fuera de ella, no existen posibilidades de vida: más lejos del centro, los elementos indispensables escasean, y más cerca del centro, una mayor abundancia de radiaciones letales y otros factores convierten a la región en un entorno sumamente peligroso. Por eso, como afirma la revista Scientific American, “vivimos en un barrio exclusivo” de la galaxia.
La calle ideal
No menos exclusiva es la “calle”, u órbita de la Tierra, dentro de la “ciudad”, es decir, el sistema solar. Su trazado está a una distancia media de 150 millones de kilómetros (93 millones de millas) del Sol y se ubica dentro de la zona de habitabilidad circunestelar, donde los seres vivos ni se congelan ni se queman. Aunque la órbita de nuestro planeta es elíptica, la distancia que lo separa del Sol es más o menos la misma durante todo el año.
El Sol, por su parte, es la central eléctrica por excelencia, pues además de ser estable, tiene el tamaño óptimo y emite la cantidad de energía que necesita la Tierra. Con razón se dice que es “una estrella muy singular”.
La excelente vecina de al lado
De todos los vecinos que la Tierra pudiera tener, no hay ninguno como nuestro satélite: la Luna. Su diámetro mide aproximadamente una cuarta parte del de la Tierra. De modo que, en comparación con otras lunas de nuestro sistema solar, la nuestra es muy grande para la Tierra. Pero lejos de ser un error, es una ventaja.
En primer lugar, la Luna es la causa principal de las mareas oceánicas, las cuales cumplen un papel esencial en la ecología del planeta. En segundo lugar, contribuye a la estabilidad del eje de la Tierra. Si nuestro satélite no fuera como es, el globo terráqueo bailaría como un trompo, quizás hasta se iría de lado al girar. Además, los cambios en el clima y en las mareas, así como otras alteraciones en la naturaleza, resultarían catastróficos.
Inclinación y rotación exactas
La inclinación de la Tierra (23,5 grados) hace posible el ciclo anual de las estaciones, regula la temperatura y da lugar a una amplia gama de zonas climáticas. “Parece que el eje de inclinación de nuestro planeta es el idóneo”, señala el libro Rare Earth—Why Complex Life Is Uncommon in the Universe (El singular planeta Tierra: por qué es difícil hallar formas de vida complejas en el universo).
Gracias al movimiento de rotación, la duración del día y la noche también es perfecta. Si el período de rotación fuera mucho mayor, el lado de la Tierra que diera hacia el Sol se quemaría y el lado contrario se congelaría. Por otra parte, si la rotación fuera más rápida y los días solo duraran unas cuantas horas, se desatarían implacables vientos huracanados y otros fenómenos desastrosos.
En definitiva, todo lo relacionado con nuestro planeta —su “domicilio”, la velocidad de su rotación y su extraordinaria “vecina”— demuestra que ha sido diseñado por un Creador inteligente.a Paul Davies, destacado astrofísico y evolucionista, declaró: “Hasta los científicos ateos se estremecerán ante la grandeza, la majestuosidad, la armonía, la elegancia, el verdadero ingenio del universo”.
¿Será esta maravilla un simple producto de la casualidad, o del diseño inteligente? Reflexione en esta pregunta al leer el siguiente artículo, que trata sobre dos sorprendentes escudos que protegen la Tierra de los peligros del espacio.
[Nota]
a Para que el universo exista como un todo, son esenciales las cuatro fuerzas que rigen la materia: gravedad, electromagnetismo, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil. Todas estas tienen la intensidad justa (véase el capítulo 2 del libro ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?, editado por los testigos de Jehová).
[Recuadro de la página 5]
¿MÁS RÁPIDO QUE UNA BALA?
Al terminar de leer este recuadro, usted habrá viajado miles de kilómetros sin siquiera darse cuenta. Veamos por qué decimos esto.
Nuestro planeta mide 40.000 kilómetros (25.000 millas) de circunferencia y su rotación dura casi veinticuatro horas. Por lo tanto, las zonas ecuatoriales giran a unos 1.600 kilómetros (1.000 millas) por hora. En los polos, no obstante, la superficie permanece inmóvil.
La Tierra gira alrededor del Sol a 30 kilómetros (18,5 millas) por segundo, mientras que el sistema solar en conjunto viaja alrededor del núcleo de la Vía Láctea a 249 kilómetros (155 millas) por segundo. En cambio, la velocidad de una bala ni siquiera alcanza los 2 kilómetros (una milla) por segundo.
[Reconocimiento de la página 4]
Vía Láctea: NASA/JPL/Caltech
[Reconocimiento de la página 5]
Globo terráqueo: basado en NASA/Visible Earth imagery