Capítulo 22
Parte 2: Testigos hasta la parte más distante de la Tierra
Las páginas 423 a 443 comprenden la historia de la proclamación del Reino desde 1914 hasta 1935. Los testigos de Jehová anuncian que en 1914 Jesucristo fue entronizado como Rey celestial con autoridad sobre las naciones. Cuando estuvo en la Tierra, Jesús predijo que parte de la señal de su presencia en el poder del Reino sería la predicación mundial del mensaje del Reino pese a intensa persecución. ¿Qué ocurrió en realidad durante los años que siguieron a 1914?
LA I Guerra Mundial envolvió rápidamente a Europa en 1914. Luego fue avanzando de país en país hasta abarcar aproximadamente el 90% de la población mundial. ¿Qué repercusión tuvo la guerra en la predicación de los siervos de Jehová?
Los oscuros años de la I Guerra Mundial
Durante los primeros años de la guerra no hubo apenas problemas para efectuar la predicación en ningún país, excepto en Alemania y Francia. Se distribuyeron tratados con toda libertad en muchos lugares y se siguió exhibiendo el “Foto-Drama”, aunque no tan extensamente después de 1914. Al intensificarse la fiebre bélica, el clero de las Indias Occidentales Británicas esparció el rumor de que E. J. Coward, representante de la Sociedad Watch Tower, era un espía alemán, de modo que le ordenaron que se marchara. Cuando en 1917 se empezó a distribuir el libro The Finished Mystery (El misterio terminado), la oposición se hizo general.
Hubo tal demanda del libro entre el público, que en solo unos cuantos meses la Sociedad tuvo que multiplicar por diez el pedido original que había hecho a los impresores. Pero el clero de la cristiandad, enfurecido al ver que se desenmascaraban sus doctrinas falsas, se aprovechó de la histeria de la guerra para denunciar a los Estudiantes de la Biblia a las autoridades. En Estados Unidos, se formaron chusmas que atacaron y cubrieron con plumas a hombres y mujeres conocidos por distribuir las publicaciones de los Estudiantes de la Biblia. En Canadá se efectuaron registros en las casas y a aquellos en cuya posesión se encontraron ciertas publicaciones de la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia les impusieron multas elevadas o los encarcelaron. Con todo, Thomas J. Sullivan, que estaba entonces en Port Arthur (Ontario), informó que en una ocasión en que lo metieron en prisión por una noche, la policía se llevó algunas de las publicaciones prohibidas para sí y sus amigos, y de esa manera distribuyeron todas las existencias, que ascendían a unos quinientos o seiscientos ejemplares.
La oficina central de la Sociedad Watch Tower también fue atacada, y varios miembros del personal administrativo recibieron sentencias de prisión largas. A sus enemigos les pareció que se había dado un golpe de muerte a los Estudiantes de la Biblia. Prácticamente se dejó de predicar de forma abierta al público.
No obstante, hasta los Estudiantes de la Biblia que estaban recluidos en prisión encontraron maneras de hablar a otros presos del propósito de Dios. Cuando los directores principales de la Sociedad y sus colaboradores llegaron a la prisión de Atlanta (Georgia), les prohibieron predicar. Pero ellos hablaban de la Biblia entre sí, y su conducta y su forma de vida atrajo a otros. Unos cuantos meses después, el vicedirector de la cárcel les asignó la instrucción religiosa de otros presos. El número de asistentes a las clases fue aumentando hasta alcanzar unos noventa.
Otros cristianos leales también se las ingeniaron para hablar a otras personas durante los años de la guerra. A veces el resultado de esto fue que se llevó el mensaje del Reino a países donde todavía no se habían predicado las buenas nuevas. En 1915, por ejemplo, un Estudiante de la Biblia colombiano que vivía en Nueva York envió el libro El Plan Divino de las Edades a un hombre que vivía en Bogotá (Colombia). Unos seis meses después llegó una carta de Ramón Salgar. Este había estudiado el libro meticulosamente y le había gustado tanto que quería 200 ejemplares para repartirlos. El hermano J. L. Mayer, de Brooklyn (Nueva York), envió también muchos ejemplares del Mensuario de los Estudiantes de la Biblia en español. Una buena cantidad de estos fueron a España. Y cuando Alfred Joseph se trasladó de Barbados a Sierra Leona (África occidental) con un contrato de trabajo, aprovechó las ocasiones que se le presentaron para hablar de las verdades bíblicas que acababa de aprender.
A los repartidores por lo general les resultaba más difícil efectuar su ministerio, pues este incluía visitar hogares y negocios. Pero hubo varios que habían ido a El Salvador, Honduras y Guatemala, y en 1916 estaban transmitiendo verdades vivificantes a las gentes de aquellos lugares. Durante este período Fanny Mackenzie, repartidora de nacionalidad británica, hizo dos viajes en barco al Oriente, deteniéndose en China, Japón y Corea para distribuir información bíblica, y después siguió cultivando por correspondencia el interés que halló en algunas personas.
No obstante, según los registros existentes, en 1918 la cantidad de Estudiantes de la Biblia que predicaban las buenas nuevas había descendido en un 20% por todo el mundo en comparación con la de 1914. Después del maltrato que sufrieron durante los años de la guerra, ¿persistirían en su ministerio?
Se les infunde nueva vida
El 26 de marzo de 1919 el presidente de la Sociedad Watch Tower y sus colaboradores fueron liberados de su injusta condena de cárcel, y de inmediato se hicieron planes para continuar la proclamación mundial de las buenas nuevas del Reino de Dios.
En una asamblea general celebrada en Cedar Point (Ohio) en septiembre de aquel año, J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad, dio un discurso en el que subrayó que la obra de verdadera importancia para los siervos de Jehová era la de anunciar la gloriosa llegada del Reino Mesiánico de Dios.
De todas formas, eran muy pocas las personas que participaban entonces en la obra. Algunos que por temor habían dejado de predicar durante 1918 volvieron a estar activos, y unos cuantos más se unieron a ellos. No obstante, los registros existentes muestran que en 1919 había solo unos 5.700 proclamadores activos en 43 países. Sin embargo, Jesús había predicho: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones”. (Mat. 24:14.) ¿Cómo se efectuaría tal obra? Ellos no lo sabían, y desconocían también por cuánto tiempo se seguiría predicando. Pero los que servían a Dios lealmente anhelaban continuar la obra. Confiaban en que Jehová se encargaría de que se llevara a cabo su voluntad.
Con gran celo por lo que vieron claramente expuesto en la Palabra de Dios, se pusieron a predicar. Según los datos existentes, en tres años casi se triplicó el número de proclamadores del Reino de Dios, y durante 1922 predicaron en quince países más que en 1919.
Un tema intrigante
¡Qué mensaje tan emocionante proclamaron: “Millones que ahora viven no morirán jamás”! Este había sido el tema de un discurso que el hermano Rutherford había pronunciado en 1918 y el título de un folleto publicado en 1920. De 1920 a 1925 se presentó este mismo discurso en reuniones públicas una y otra vez en más de treinta idiomas en todos los lugares del mundo donde había discursantes. En lugar de decir, como la cristiandad, que todos los buenos van al cielo, este discurso enfocaba la atención en la esperanza bíblica de vida eterna en un paraíso terrestre para la humanidad obediente. (Isa. 45:18; Rev. 21:1-5.) Y expresaba la convicción de que el cumplimiento de esa esperanza estaba muy próximo.
Los hermanos anunciaron los discursos en los periódicos y mediante carteles. El tema era intrigante. Tan solo en Alemania, el 26 de febrero de 1922 más de 70.000 personas estuvieron presentes en 121 locales. Era bastante frecuente que a un solo discurso asistieran miles de personas. En Ciudad del Cabo (Sudáfrica), por ejemplo, 2.000 personas se reunieron en la Opera House para escuchar la conferencia. En el auditorio de la universidad de la capital de Noruega, se ocuparon todos los asientos y hubo además tantas personas que no consiguieron entrar, que hora y media después se repitió el programa, y de nuevo el local se llenó por completo.
Richard Heide, de Klagenfurt (Austria), le dijo a su padre: “Voy a escuchar ese discurso sin importar lo que diga la gente. Quiero saber si son patrañas o si es verdad”. El discurso le causó una honda impresión, y en breve tanto él como su hermana y sus padres empezaron a hablar a otros de lo que habían oído.
Pero el mensaje bíblico no era solamente para los que asistían a los discursos públicos. Otros también tenían que conocerlo. No tenía que escucharlo solo el público en general, sino también los dirigentes políticos y religiosos. ¿Cómo se alcanzaría ese objetivo?
Distribución de poderosas declaraciones
Por medio de la página impresa se llegó a millones de personas que solo conocían de oídas a los Estudiantes de la Biblia y su mensaje. De 1922 a 1928 se dio un testimonio eficaz mediante siete declaraciones poderosas, resoluciones adoptadas en las asambleas anuales de los Estudiantes de la Biblia. Después de estas asambleas, se distribuyó un total de 45 a 50 millones de ejemplares impresos de la mayoría de las distintas resoluciones, lo cual fue todo un logro para el grupo tan reducido de proclamadores del Reino que servía entonces.
La resolución de 1922, titulada “Un desafío a los líderes del mundo”, invitaba a estos a que justificaran su pretensión de lograr que la humanidad viviera en paz, prosperidad y felicidad, y si no eran capaces de ello, que reconocieran que solo el Reino de Dios mediante su Mesías puede cumplir estos objetivos. En Alemania, los hermanos enviaron aquella resolución por correo certificado al káiser alemán en el exilio, al presidente y a todos los miembros de la Dieta del Imperio; también distribuyeron unos 4.500.000 ejemplares entre el público. En Sudáfrica, Edwin Scott, con un saco de resoluciones impresas cargado a la espalda y una vara en la mano para defenderse de los perros salvajes, recorrió 64 ciudades y repartió 50.000 ejemplares. Cuando los sacerdotes de la Iglesia Reformada Holandesa llamaron después a las puertas de sus feligreses para recaudar fondos, muchos de ellos les dijeron, a la vez que agitaban la resolución ante sus narices: “Léase esto y no vuelva por aquí para sacarnos dinero”.
La resolución “Eclesiásticos denunciados”, adoptada en 1924, desenmascaraba las enseñanzas y prácticas no bíblicas del clero, denunciaba su papel durante la guerra mundial e instaba a la gente a estudiar la Biblia para descubrir por sí misma las maravillosas provisiones de Dios para bendecir a la humanidad. En aquel tiempo, los impresores de Italia tenían que hacer constar su nombre en todos sus trabajos, y se les consideraba responsables de su contenido. Los Estudiantes de la Biblia que supervisaban la obra en Italia enviaron una resolución impresa a las autoridades, quienes la examinaron y enseguida autorizaron su impresión y distribución. Los impresores también accedieron a publicarla. Los hermanos italianos distribuyeron 100.000 ejemplares y se esforzaron en particular por que el Papa y otros altos cargos del Vaticano recibieran su propio ejemplar.
En Francia, el clero reaccionó violentamente cuando se distribuyó esta resolución. En Pomerania (Alemania), un sacerdote desesperado entabló un pleito contra la Sociedad y su director, pero perdió el caso cuando el tribunal escuchó toda la resolución. Para que no obstaculizaran su obra quienes no deseaban que la gente conociera la verdad, los Estudiantes de la Biblia de la provincia canadiense de Quebec repartían resoluciones por las casas de madrugada, a partir de las tres. ¡Qué emocionante fue aquella época!
Agradecidos por las respuestas satisfacientes
Durante la I Guerra Mundial a muchos armenios se les arrancó despiadadamente de sus hogares y de su país. Tan solo dos décadas antes, cientos de miles habían sido asesinados y otros habían huido para salvar la vida. Algunos de estos ya habían leído las publicaciones de la Sociedad Watch Tower en su país. Sin embargo, se dio testimonio a una cantidad mucho mayor de ellos en los países a los que llegaron como refugiados.
Después de haber vivido experiencias tan duras, muchos se preguntaban seriamente por qué permitía Dios la maldad. ¿Por cuánto tiempo la iba a permitir? ¿Cuándo terminaría el mal? Algunos agradecieron que se les dieran las respuestas satisfacientes que se hallan en la Biblia. En varias ciudades del Oriente Medio se formaron rápidamente grupos de Estudiantes de la Biblia armenios cuyo celo por la verdad bíblica afectó la vida de otras personas. Algunos compatriotas suyos que vivían en Etiopía, Argentina y Estados Unidos abrazaron las buenas nuevas y aceptaron con gusto la responsabilidad de darlas a conocer. Una de tales personas fue Krikor Hatzakortzian, precursor que divulgó en solitario el mensaje del Reino por Etiopía a mediados de los años treinta. En cierta ocasión en que unos opositores le imputaron falsos cargos, tuvo incluso la oportunidad de dar testimonio al emperador Haile Selassie.
Llevan las preciosas verdades a sus países de origen
Impulsados por un deseo ardiente de impartir las verdades bíblicas vitales, muchos regresaron a su país de origen para evangelizar. Respondieron como las personas procedentes de muchos diferentes países que se hallaban en Jerusalén en 33 E.C. y se hicieron creyentes cuando el espíritu santo hizo que los apóstoles y sus compañeros hablaran en muchas lenguas “acerca de las cosas magníficas de Dios”. (Hech. 2:1-11.) Al igual que aquellos creyentes del siglo primero, estos discípulos del día moderno también llevaron la verdad a sus lugares de origen.
Algunos hombres y mujeres que habían aprendido la verdad en Estados Unidos, Bélgica y Francia regresaron a Italia y proclamaron celosamente el mensaje del Reino en los lugares donde se establecieron. Unos repartidores del cantón suizo de Tesino, donde se habla italiano, también se trasladaron a Italia para proseguir su obra. A pesar de que eran pocos, como trabajaban unidos, llegaron rápidamente a casi todas las ciudades principales y a muchos pueblos de Italia. No contaban las horas que dedicaban a esta obra. Convencidos de que estaban predicando las verdades que Dios quería que la gente supiera, solían trabajar desde la mañana hasta la noche para comunicarse con tantas personas como fuera posible.
También hubo algunos griegos que se habían hecho Estudiantes de la Biblia en la cercana Albania y en los distantes Estados Unidos, que dieron atención a su país. Les había impresionado mucho saber que la adoración de iconos no tiene base bíblica (Éxo. 20:4, 5; 1 Juan 5:21), que los pecadores no sufren tormentos en el infierno (Ecl. 9:5, 10; Eze. 18:4; Rev. 21:8) y que el Reino de Dios es la única y verdadera esperanza de la humanidad (Dan. 2:44; Mat. 6:9, 10). Ansiaban compartir estas verdades con la gente de su país, fuera personalmente o por correo. Como resultado, en Grecia y las islas griegas empezaron a surgir grupos de testigos de Jehová.
Después de la I Guerra Mundial, miles de polacos se trasladaron a Francia para trabajar en las minas de carbón. El hecho de que hablaran una lengua diferente no hizo que las congregaciones francesas los pasaran por alto. Por el contrario, encontraron la manera de comunicar las verdades bíblicas a estos mineros y sus familias, y pronto los polacos que respondieron al mensaje excedieron en número a los Testigos franceses. En 1935, fueron expulsados de Francia por orden gubernamental 280 de ellos y regresaron a Polonia, lo cual dio un impulso a la difusión del mensaje del Reino en su país. Así pues, en 1935 hubo 1.090 proclamadores del Reino en Polonia.
Otros hermanos respondieron a la invitación de dejar su país e ir a servir en campos extranjeros.
Celosos evangelizadores europeos ayudan en campos extranjeros
Gracias a la cooperación internacional, los países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) oyeron las alentadoras verdades del Reino de Dios. Durante los años veinte y treinta, celosos hermanos daneses, ingleses, finlandeses y alemanes predicaron ampliamente por esta zona. Dejaron una gran cantidad de publicaciones y dieron discursos bíblicos que escucharon miles de personas. Desde Estonia se radiaban con regularidad programas de contenido bíblico en varios idiomas que llegaban incluso a lo que entonces era la Unión Soviética.
Algunos hermanos alemanes muy dispuestos aceptaron asignaciones en lugares como Austria, Bélgica, Bulgaria, Checoslovaquia, España, Francia, Luxemburgo, los Países Bajos y Yugoslavia durante la década de los veinte y los treinta. Uno de estos hermanos fue Willy Unglaube, quien, después de servir durante un tiempo en el Betel de Alemania, ubicado en Magdeburgo, pasó a servir de evangelizador de tiempo completo en Francia, Argelia, España, Singapur, Malaysia y Tailandia.
Cuando se pidió ayuda desde Francia en los años treinta, los repartidores británicos mostraron que entendían que la comisión cristiana de predicar debía cumplirse no solo en su país, sino también en otras partes de la Tierra. (Mar. 13:10.) John Cooke fue uno de aquellos trabajadores celosos que respondieron a la llamada de Macedonia. (Compárese con Hechos 16:9, 10.) Durante las seis décadas siguientes tuvo diferentes asignaciones de servicio en Francia, España, Irlanda, Portugal, Angola, Mozambique y Sudáfrica. Su hermano Eric dejó su empleo en el Barclay’s Bank y se fue a Francia para servir de tiempo completo junto con John; posteriormente sirvió también en España e Irlanda y además fue misionero en Rhodesia del Sur (hoy Zimbabue) y Sudáfrica.
En mayo de 1926 los ingleses George Wright y Edwin Skinner aceptaron la invitación de ir a la India para ayudar en la expansión de la obra del Reino. Su asignación fue un territorio enorme que incluía todo Afganistán, Birmania (hoy Myanmar), Ceilán (hoy Sri Lanka), India y Persia (hoy Irán). Llegaron a Bombay en la temporada de las lluvias monzónicas. Sin preocuparse demasiado por su propia comodidad ni su conveniencia, se dirigieron de inmediato a rincones remotos del país para localizar y animar a Estudiantes de la Biblia que, según se sabía, vivían allí. También dejaron muchas publicaciones en manos de otras personas para estimular su interés. La obra se efectuó con intensidad. Así pues, durante 1928 los 54 proclamadores del Reino que servían en Travancore (Kerala, en el sur de la India) programaron 550 reuniones públicas a las que asistieron unas 40.000 personas. En 1929 otros cuatro precursores británicos se trasladaron a la India para ayudar en la obra. En 1931 llegaron otros tres a Bombay. Todos trabajaron arduamente para llegar a diferentes partes de este inmenso país y distribuyeron publicaciones no solo en inglés, sino también en varios idiomas nativos.
¿Qué estaba sucediendo entretanto en Europa oriental?
Una siega espiritual
Antes de la I Guerra Mundial ya se habían esparcido semillas de la verdad bíblica por Europa oriental, y algunas habían echado raíz. En 1908, Andrásné Benedek, una humilde húngara, había regresado a Austria-Hungría para enseñar a otros las cosas buenas que había aprendido. Dos años después, Károly Szabó y József Kiss habían vuelto también a ese país y estaban difundiendo la verdad bíblica especialmente en las zonas que después llegaron a conocerse como Rumania y Checoslovaquia. A pesar de la oposición violenta del clero, se formaron grupos de estudio y se predicó extensamente. Con el tiempo otros empezaron también a declarar públicamente su fe, y para 1935 ya había 348 proclamadores del Reino en Hungría.
Cuando los vencedores de la I Guerra Mundial rehicieron el mapa de Europa, Rumania quedó con casi el doble del territorio que tenía antes. Según informes de la época, en 1920 había en este país recién ampliado unos 150 grupos de Estudiantes de la Biblia con los que se asociaban 1.700 personas. En la celebración de la Cena del Señor del año siguiente, casi 2.000 personas participaron de los emblemas, indicando así que afirmaban ser hermanos de Cristo ungidos con espíritu. La cifra de participantes aumentó de forma espectacular durante los cuatro años siguientes. En 1925 hubo 4.185 presentes en la Conmemoración, y, como era costumbre entonces, la mayoría participó de los emblemas. No obstante, la fe de todos ellos sería sometida a prueba. ¿Demostrarían ser “trigo” genuino, o solo una imitación? (Mat. 13:24-30, 36-43.) ¿Efectuarían realmente la obra de predicar que Jesús había asignado a sus discípulos? ¿Perseverarían en ella a pesar de oposición intensa? ¿Se mantendrían fieles aunque otros tuvieran un espíritu similar al de Judas Iscariote?
El informe de 1935 muestra que no todos tenían la clase de fe necesaria para aguantar. En ese año solo participaron en la predicación 1.188 rumanos, aunque más del doble de esa cantidad había participado de los emblemas de la Conmemoración. Pero los fieles se mantenían ocupados en el servicio del Amo. Daban a conocer a otras personas humildes las verdades bíblicas que tanto gozo les habían proporcionado. Hicieron esto de manera notable distribuyendo publicaciones. Entre 1924 y 1935 ya habían dejado más de 800.000 libros y folletos, además de tratados, en manos de los que los deseaban.
¿Qué había sucedido mientras tanto en Checoslovaquia, que se había constituido en nación en 1918 tras la caída del Imperio austrohúngaro? Aquí prosperaba también la siega espiritual, gracias principalmente a que se predicaba de una forma más intensa aún. En un principio se había predicado en húngaro, ruso, rumano y alemán. Posteriormente, en 1922, varios Estudiantes de la Biblia regresaron de Estados Unidos para dar atención a la población de habla eslovaca, y al año siguiente un matrimonio alemán empezó a servir en el territorio checo. Regularmente se celebraban asambleas que, aunque de tamaño reducido, servían para animar y unir a los hermanos. Cuando las congregaciones se organizaron mejor para evangelizar de casa en casa en 1927, el aumento se hizo más patente. En 1932 se dio un gran impulso a la obra con la celebración en Praga de una asamblea internacional a la que asistieron unas mil quinientas personas de Checoslovaquia y países vecinos. Además, grandes multitudes vieron la versión de cuatro horas del “Foto-Drama de la Creación”, que se proyectó desde un extremo del país al otro. En el transcurso de una sola década se distribuyeron más de 2.700.000 publicaciones bíblicas entre los diversos grupos lingüísticos del país. Toda esta siembra, cultivo y riego espiritual produjo una cosecha en la que participaron 1.198 proclamadores del Reino en el año 1935.
Yugoslavia (conocida antes como el reino de los serbios, croatas y eslovenos) había surgido como consecuencia de la reorganización del territorio europeo después de la primera guerra mundial. Ya en 1923 se sabía que un grupo de Estudiantes de la Biblia predicaba en Belgrado. Algún tiempo después se presentó el “Foto-Drama de la Creación” ante concurrencias numerosas por todo el país. El número de publicadores aumentó con la llegada de algunos precursores alemanes que huían de la persecución intensa que estaban sufriendo los testigos de Jehová en Alemania. Sin preocuparse por su comodidad personal, estos precursores predicaron hasta en las regiones más remotas de este montañoso país. Hubo otros que se marcharon a Bulgaria, y se estaba haciendo lo posible para predicar las buenas nuevas también en Albania. En todos estos lugares se sembraron semillas de la verdad del Reino. Algunas de aquellas semillas dieron fruto. No obstante, tendrían que pasar años para que se produjera una cosecha mayor en estos lugares.
Más hacia el sur, en el continente africano, también estaban predicando las buenas nuevas personas que valoraban mucho el privilegio de ser testigos del Altísimo.
Brilla la luz espiritual en África occidental
Un Estudiante de la Biblia de Barbados que se había marchado a África occidental con un contrato de trabajo, escribió a la Sociedad Watch Tower de Nueva York a los siete años de su llegada para informar que había muchas personas interesadas en la Biblia en aquella zona. Unos cuantos meses más tarde, el 14 de abril de 1923, W. R. Brown y su familia llegaron a Freetown (Sierra Leona) procedentes de Trinidad en respuesta a una invitación del hermano Rutherford.
Enseguida se realizaron las gestiones necesarias para que el hermano Brown discursara en el Wilberforce Memorial Hall el 19 de abril. Asistieron a su conferencia unas quinientas personas, entre ellas la mayoría de los clérigos de Freetown. Al domingo siguiente volvió a discursar, esta vez con un tema que el hermano C. T. Russell había utilizado muchas veces: “Ida y vuelta al infierno. ¿Quiénes están allí?”. El hermano Brown empleaba diapositivas con textos bíblicos en sus discursos para que el público pudiera seguir la lectura de las citas bíblicas que intercalaba. Cuando hablaba, repetía una y otra vez: “No lo dice Brown, sino la Biblia”, por lo cual se le llegó a conocer como “Brown el de la Biblia”. Y como consecuencia de sus razonamientos bíblicos lógicos, algunos miembros destacados de las iglesias presentaron su renuncia y empezaron a servir a Jehová.
El hermano Brown viajó largas distancias para iniciar la obra del Reino en otras zonas. Con ese fin presentó muchos discursos bíblicos, distribuyó una gran cantidad de publicaciones y animó a otros a hacer lo mismo. Llevó las buenas nuevas a Costa de Oro (hoy Ghana), Liberia, Gambia y Nigeria. Desde Nigeria otros llevaron el mensaje del Reino a Benín (conocido entonces como Dahomey) y a Camerún. El hermano Brown sabía que en aquellos lugares se tenía en poca estima la llamada “religión del hombre blanco”, así que en el Glover Memorial Hall de Lagos habló sobre el fracaso de la religión de la cristiandad. Al término de la reunión los asistentes, entusiasmados, obtuvieron 3.900 libros para sí mismos y para otras personas.
Cuando el hermano Brown llegó a África occidental, solo unas pocas personas habían escuchado el mensaje del Reino. Cuando partió de allí, veintisiete años después, había más de once mil testigos de Jehová activos en la zona. Se estaban desenmascarando las falsedades religiosas; la adoración verdadera había arraigado y se estaba propagando rápidamente.
Se predica por la costa oriental africana
A principios del siglo XX algunas personas habían distribuido publicaciones de C. T. Russell por el sudeste africano, pero habían mezclado algunas de las ideas contenidas en estas con su propia filosofía. Como resultado, surgieron varios movimientos llamados Watchtower que no guardaban relación alguna con los testigos de Jehová. Algunos de estos fomentaban con sus ideas políticas revueltas entre los nativos. Durante muchos años la mala reputación de estos grupos obstaculizó la obra de los testigos de Jehová.
No obstante, algunos africanos supieron distinguir entre lo verdadero y lo falso. Los predicadores itinerantes llevaron las buenas nuevas del Reino de Dios a gente de países vecinos que hablaba idiomas africanos. La población de habla inglesa del sudeste africano recibió el mensaje principalmente por medio de contactos en Sudáfrica. Sin embargo, en algunos países a los Testigos europeos se les hizo difícil predicar a los grupos de habla africana debido a la firme oposición oficial instigada por el clero de la cristiandad. Pese a todo, la verdad se propagó, aunque muchos de los que se interesaron en el mensaje bíblico necesitaban más ayuda para aplicar correctamente lo que aprendían.
Hubo funcionarios imparciales que pusieron en duda las viles acusaciones que el clero de la cristiandad había lanzado contra los Testigos. Este fue el caso de un jefe de policía de Nyasalandia (hoy Malaui) que fue disfrazado a las reuniones de los Testigos nativos para averiguar por sí mismo qué clase de personas eran. Se llevó una buena impresión. A mediados de los años treinta el gobierno de Malaui dio permiso para que hubiera un representante europeo permanente en el país, así que se envió a Bert McLuckie y más tarde a su hermano Bill. Los dos hermanos se mantuvieron en contacto con la policía y los representantes del gobierno en los diferentes distritos, para que estos entendieran claramente en qué consistía la actividad de los testigos de Jehová y no los confundieran con los movimientos llamados falsamente Watchtower. Al mismo tiempo, con la colaboración de Gresham Kwazizirah, un Testigo local maduro, ayudaron pacientemente a los centenares que querían formar parte de las congregaciones a entender que la inmoralidad sexual, el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas y la superstición no eran propios de un testigo de Jehová. (1 Cor. 5:9-13; 2 Cor. 7:1; Rev. 22:15.)
En 1930 había solo unos cien testigos de Jehová en todo el sur del continente africano. No obstante, se les había asignado un territorio que cubría, a grandes rasgos, toda África desde el ecuador hacia abajo y algunas regiones situadas al norte de esa línea. Para abarcar un territorio tan extenso con el mensaje del Reino se necesitaban precursores genuinos. Frank y Gray Smith eran de esa clase.
Los hermanos Smith navegaron 4.800 kilómetros hacia el este y el norte desde Ciudad del Cabo y luego continuaron durante cuatro días en automóvil por terrenos accidentados hasta llegar a Nairobi (Kenia, entonces en el África Oriental Británica). En menos de un mes dejaron en manos de la gente el contenido de 40 cajas de publicaciones bíblicas. Pero en el viaje de regreso sucedió algo lamentable: Frank murió de malaria. Sin arredrarse por esto, Robert Nisbet y David Norman salieron poco después con 200 cajas de literatura hacia Kenia, Uganda, Tanganica y Zanzíbar (las dos últimas forman Tanzania hoy) con el objetivo de predicar a cuantas personas les fuera posible. Otras expediciones similares llevaron el mensaje del Reino a las islas de Mauricio y Madagascar, en el océano Índico, y a Santa Elena, en el Atlántico. Se estaban sembrando las semillas de la verdad, pero no en todas partes brotaron y crecieron enseguida.
Ya en 1925 la predicación de las buenas nuevas pasó también de Sudáfrica a Basutolandia (hoy Lesoto), Bechuanalandia (hoy Botsuana) y Suazilandia. Unos ocho años después, cuando fueron de nuevo precursores a predicar a Suazilandia, el rey Sobhuza II de Suazilandia los recibió en audiencia. El rey reunió a su guardia personal compuesta de 100 guerreros, escuchó el testimonio completo que le dieron los hermanos y a continuación obtuvo todas las publicaciones de la Sociedad que estos tenían.
La cantidad de testigos de Jehová en aquel sector del campo mundial fue aumentando paulatinamente. Otras personas se agregaron a los pocos que habían iniciado la obra en África a principios de este siglo y, para 1935, en el continente africano 1.407 personas informaron su actividad de predicar acerca del Reino de Dios. Un buen número de ellos se hallaba en Sudáfrica y Nigeria. En Nyasalandia (hoy Malaui), Rhodesia del Norte (hoy Zambia) y Rhodesia del Sur (hoy Zimbabue) había también grupos grandes que se daban a conocer como testigos de Jehová.
Por aquella época se estaba dando atención también a los países de habla española y portuguesa.
Se cultivan los campos de habla española y portuguesa
Aún no había terminado la I Guerra Mundial cuando se empezó a publicar The Watch Tower en español. En esta aparecía la dirección de una oficina que se había abierto en Los Ángeles (California) para atender al campo hispanohablante. Algunos hermanos de la mencionada oficina dispensaron una gran ayuda a personas de Estados Unidos y de países de América Central y del Sur que se interesaban en la verdad.
En 1920 el hermano Rutherford animó a Juan Muñiz, que había empezado a servir a Jehová en 1917, a dejar Estados Unidos y regresar a España, su tierra natal, para organizar la predicación del Reino en aquel país. No obtuvo muchos resultados, pero no por falta de celo por su parte, sino porque la policía le seguía constantemente; de modo que al cabo de unos cuantos años fue trasladado a Argentina.
En Brasil ya había unos cuantos adoradores de Jehová predicando. Ocho humildes marineros habían aprendido la verdad estando de permiso en Nueva York, y cuando regresaron a Brasil a principios de 1920, se dedicaron a divulgar el mensaje bíblico.
El canadiense George Young, que fue enviado a Brasil en 1923, dio un gran estímulo a la obra. Por medio de intérpretes pronunció muchos discursos públicos en los que enseñó lo que dice la Biblia sobre el estado de los muertos, mostró que el espiritismo es demonismo y explicó el propósito de Dios para bendecir a todas las familias de la Tierra. A veces proyectaba en una pantalla los textos bíblicos que estaba analizando para que el público los leyera en su idioma nativo, con lo cual sus discursos resultaban todavía más convincentes. Aprovechando que él estaba en Brasil, Bellona Ferguson, de São Paulo, se pudo bautizar por fin junto con cuatro de sus hijos. Hacía veinticinco años que esperaba aquella ocasión. Algunos de los que abrazaron la verdad se ofrecieron entonces para ayudar a traducir las publicaciones al portugués. En poco tiempo hubo un buen suministro de publicaciones disponibles en ese idioma.
El hermano Young pasó de Brasil a Argentina en 1924 y se encargó de que se distribuyeran gratuitamente 300.000 publicaciones en español en veinticinco de las principales poblaciones del país. Aquel mismo año viajó también a Chile, Perú y Bolivia para distribuir tratados.
Al poco tiempo George Young se encaminó hacia una nueva asignación. Esta vez se trataba de España y Portugal. Después de ser presentado a los funcionarios gubernamentales por el embajador británico, consiguió permiso para que el hermano Rutherford pronunciara conferencias en Barcelona y Madrid, así como en la capital de Portugal. Más de 2.350 personas dieron su nombre y dirección en estas ciudades al terminar los discursos, pues querían más información. El discurso se publicó posteriormente en uno de los periódicos de mayor tirada de España y, además se envió por correo en forma de tratado a gente de todo el país. También se publicó en la prensa portuguesa.
De esta manera el mensaje bíblico llegó mucho más lejos de las fronteras de España y Portugal. A finales de 1925 las buenas nuevas habían penetrado en las islas de Cabo Verde (hoy República de Cabo Verde), Madera, África Oriental Portuguesa (hoy Mozambique), África Occidental Portuguesa (hoy Angola) e islas del océano Índico.
Al año siguiente se dieron pasos para publicar en el diario español La Libertad la poderosa resolución “Un testimonio a los gobernantes del mundo”. Mediante programas de radio y la distribución de libros, folletos y tratados, así como proyecciones del “Foto-Drama de la Creación”, se intensificó la difusión del mensaje. En 1932 varios precursores ingleses que respondieron a la invitación de ayudar en este campo cubrieron sistemáticamente grandes sectores de España distribuyendo información bíblica hasta que se vieron obligados a abandonar el país debido al estallido de la guerra civil.
El hermano Muñiz, a todo esto, había empezado a predicar de inmediato a su llegada a Argentina, a la vez que se ganaba el sustento reparando relojes. Predicó no solo en Argentina, sino también en Chile, Paraguay y Uruguay. A petición suya vinieron varios hermanos de Europa para predicar a la población de habla alemana. Muchos años más tarde, Carlos Ott relató que comenzaban su servicio diario a las 4.00 de la madrugada dejando tratados por debajo de las puertas de todas las casas del territorio. A lo largo de ese mismo día volvían a las casas para dar un testimonio más amplio y ofrecer más publicaciones bíblicas a los amos de casa que mostraban interés. Los ministros de tiempo completo llegaban desde Buenos Aires hasta todos los rincones del país, primero siguiendo las líneas de ferrocarril de cientos de kilómetros de longitud que partían de la capital como si fueran los dedos extendidos de una mano, y luego empleando cualquier otro medio de transporte disponible. Tenían muy poco en sentido material y pasaban muchas penalidades, pero eran ricos en sentido espiritual.
Uno de aquellos hermanos que trabajó con celo en Argentina fue el griego Nicolás Argyrós. A principios de los años treinta obtuvo algunas publicaciones de la Sociedad Watch Tower y le impresionó especialmente el folleto titulado Infierno, con subtítulos que preguntaban: “¿Qué es? ¿Quién está en él? ¿Pueden salir de él?”. Le extrañó que el folleto no representara a los pecadores asándose. ¡Qué sorpresa descubrir que el infierno de fuego era una mentira religiosa concebida para tener atemorizada a la gente, tal como lo estaba él! Sin perder tiempo comenzó a enseñar la verdad: en primer lugar, a los griegos, y después, cuando aprendió español, a los que hablaban este idioma. Cada mes dedicaba de doscientas a trescientas horas a proclamar las buenas nuevas. Recorrió a pie y en cualquier medio de transporte posible catorce de las veintidós provincias argentinas difundiendo las verdades bíblicas. Cuando pasaba de un lugar a otro dormía en una cama si alguna persona hospitalaria se la ofrecía, aunque con frecuencia tenía que pasar la noche al aire libre, o incluso en un establo donde un burro le servía de despertador.
También Richard Traub, que había conocido la verdad en Buenos Aires, tenía el espíritu de un verdadero precursor. El hermano Traub deseaba predicar las buenas nuevas en Chile, al otro lado de los Andes. En 1930, cinco años después de bautizarse, llegó a Chile. Era el único Testigo en un país de 4.000.000 de habitantes. Aunque al principio contaba solo con la Biblia para predicar, empezó a ir de casa en casa. Como no había reuniones de congregación, los domingos, a la hora en que solían celebrarse estas, caminaba hasta el monte San Cristóbal, se sentaba a la sombra de un árbol y se entregaba al estudio y a la oración. Más adelante alquiló un apartamento y empezó a invitar a la gente a las reuniones que organizó allí. En la primera reunión solo se presentó una persona, Juan Flores, quien preguntó: “¿Y cuándo vendrán los demás?”. El hermano Traub se limitó a responder: “Ya vendrán”. Y así fue; en menos de un año, trece personas empezaron a servir a Jehová y se bautizaron.
Cuatro años después, dos Testigos que nunca se habían visto se pusieron de acuerdo para ir a predicar juntas a Colombia. Después de un año de actividad productiva, Hilma Sjoberg tuvo que regresar a Estados Unidos. Kathe Palm, por su parte, se embarcó rumbo a Chile y aprovechó los diecisiete días que duró la travesía para predicar tanto a la tripulación como a los pasajeros. Durante la siguiente década predicó desde el puerto marítimo más septentrional de Chile, Arica, hasta su territorio más meridional, Tierra del Fuego. Visitaba los negocios y predicaba a los funcionarios del gobierno. Cargada con una alforja sobre los hombros para llevar las publicaciones, y con otros artículos necesarios tales como una manta para dormir, alcanzó los poblados mineros y estancias de ovejas más remotos. Esa era la vida de un verdadero precursor. Y había otras personas que tenían el mismo espíritu, algunas solteras, otras casadas, jóvenes y mayores.
Durante el año 1932 se hizo todo lo posible por difundir el mensaje del Reino por países de Latinoamérica donde se había predicado poco. Fue notable la distribución que se dio al folleto El Reino, la esperanza del mundo. Este folleto contenía un discurso que ya se había escuchado en una emisión internacional de radio. Se repartieron unos 40.000 ejemplares del discurso impreso en Chile, 25.000 en Bolivia, 25.000 en Perú, 15.000 en Ecuador, 20.000 en Colombia, 10.000 en Santo Domingo (La República Dominicana) y otros 10.000 en Puerto Rico. El mensaje del Reino se estaba proclamando de veras, y con gran intensidad.
En 1935, solo 247 personas en América del Sur habían unido sus voces para proclamar que únicamente el Reino de Dios traerá verdadera felicidad a la humanidad. Pero ¡qué tremendo testimonio estaban dando!
Llegan a zonas aún más remotas
Los testigos de Jehová no creían en modo alguno que para cumplir con su responsabilidad ante Dios bastara solo con hablar a sus vecinos, de manera que procuraron llevar las buenas nuevas a todas partes.
La gente que vivía en lugares adonde los Testigos no podían viajar entonces, podían recibir el mensaje de otras maneras. Por ejemplo, a finales de la década de los veinte los Testigos de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) enviaron por correo 50.000 folletos a todos los granjeros, fareros, guardabosques y otros que vivían en lugares de difícil acceso. Se consiguió, además, un directorio postal actualizado de toda África del Sudoeste (hoy conocida como Namibia), y se envió un ejemplar del folleto The Peoples Friend (El Amigo de la Gente) a todo aquel cuyo nombre aparecía en el directorio.
En 1929 se puso a F. J. Franske al cargo de la goleta Morton, de la Sociedad Watch Tower, y se le asignó, junto con Jimmy James, el trabajo de predicar en la península del Labrador y en todos los puertos de Terranova. En invierno, el hermano Franske solía recorrer la costa en un trineo tirado por perros. Los esquimales y los habitantes de Terranova le daban artículos de piel y pescado, entre otras cosas, a cambio de publicaciones bíblicas. Unos cuantos años después hizo lo posible por llegar a los mineros, leñadores, tramperos, rancheros e indios de los agrestes montes Caribú de la Columbia Británica. Durante todo aquel tiempo se alimentó de animales que cazaba, bayas silvestres y pan que cocía en una sartén colocada sobre una hoguera al aire libre. Posteriormente, viajó con un compañero en una barca de pescar salmón a lo largo de la costa occidental canadiense, llevando el mensaje del Reino a todas las islas, ensenadas, centros madereros, faros y poblados. Él era tan solo uno de los muchos que hacían cuanto podían por llegar a la gente de zonas remotas de la Tierra.
A finales de los años veinte Frank Day empezó un recorrido en dirección norte por los pueblos de Alaska, predicando, dejando publicaciones en manos de la gente y vendiendo lentes para ganarse la vida. Cubrió el área que se extiende desde Ketchikan hasta Nome, situadas a unos 1.900 kilómetros de distancia entre sí, pese a que tenía una pierna artificial y andaba con dificultad. Ya en 1897 un trabajador de las minas de oro había obtenido ejemplares de Millennial Dawn y de la revista Watch Tower en un viaje a California y planeaba llevárselos a su regreso a Alaska. Y en 1910 el capitán Beams, patrón de un barco ballenero, había dejado publicaciones en los puertos de Alaska a los que arribaba. No obstante, la predicación empezó a cobrar auge con los viajes veraniegos del hermano Day a Alaska durante más de doce años.
Otros dos Testigos recorrieron la costa noruega en dirección norte adentrándose en tierras árticas en una barca de motor de doce metros de eslora llamada Esther. Predicaron en islas, faros, pueblos costeros y en lugares aislados tierra adentro en las montañas. En general tuvieron una buena acogida, y en un año distribuyeron de 10.000 a 15.000 libros y folletos que explicaban el propósito de Dios para la humanidad.
Las islas oyen las alabanzas a Jehová
No solo se dio testimonio en las islas cercanas a los continentes. A principios de la década de los treinta, Sydney Shepherd pasó dos años viajando en barco por el océano Pacífico para predicar en las islas Cook y en Tahití. Entretanto, George Winton llevaba el mensaje a las Nuevas Hébridas (hoy Vanuatu), situadas más al oeste.
Por aquel mismo tiempo Joseph Dos Santos, estadounidense de ascendencia portuguesa, partió también hacia territorios donde no habían llegado las buenas nuevas. Predicó primero en las islas exteriores del archipiélago de Hawai y después emprendió un viaje de predicación alrededor del mundo. Al llegar a las Filipinas, no obstante, recibió una carta del hermano Rutherford en la que le pedía que se quedara allí para iniciar y organizar la predicación del Reino, lo cual hizo durante los quince años siguientes.
Por aquellas fechas la sucursal de la Sociedad en Australia estaba dirigiendo la atención a la obra en el sur del Pacífico. Dos precursores que partieron de Australia dieron un buen testimonio en Fiji entre 1930 y 1931. En este último año se predicó también en Samoa y en 1932 en Nueva Caledonia. Un matrimonio de precursores australianos se fue incluso a servir a China en 1933 y predicó en trece de las principales ciudades del país en los años subsiguientes.
Los hermanos australianos se dieron cuenta de que con un barco a su disposición obtendrían mejores resultados. Con el tiempo equiparon una embarcación de 16 metros de eslora a la que llamaron Lightbearer (Lumbrera, o Portaluz) que desde principios de 1935 y durante varios años sirvió de centro de operaciones para un celoso grupo de hermanos que predicaron en las Indias Orientales Holandesas (ahora Indonesia), Singapur y Malaya. La llegada del barco a un puerto siempre atraía mucho la atención, lo cual con frecuencia daba a los hermanos la oportunidad de predicar y dejar muchas publicaciones.
En el otro extremo del mundo, entretanto, dos precursoras danesas habían decidido ir de vacaciones en 1935 a las islas Feroe, en el norte del océano Atlántico. Pero su intención no era solo hacer un viaje de placer. Se llevaron miles de publicaciones y les dieron buen uso. Haciendo frente al viento, la lluvia y la hostilidad del clero, abarcaron tanto territorio de las islas habitadas como pudieron durante su viaje.
Más hacia el oeste, Georg Lindal, canadiense de ascendencia islandesa, emprendió una asignación que duró mucho más tiempo. Siguiendo la sugerencia del hermano Rutherford, se trasladó a Islandia en 1929 para servir de precursor. ¡Cuánto aguante demostró tener! Durante la mayor parte de los dieciocho años siguientes sirvió completamente solo. Visitó las ciudades y pueblos islandeses una y otra vez. Distribuyó decenas de miles de publicaciones, pero ningún islandés empezó a servir a Jehová junto con él en aquel tiempo. Tampoco hubo durante aquel período, a excepción de un solo año, ningún Testigo con quien pudiera relacionarse, hasta que finalmente, en 1947, llegaron dos misioneros de la Escuela de Galaad.
Cuando los hombres prohíben lo que Dios ordena
Con bastante frecuencia, y sobre todo desde los años veinte hasta los cuarenta, los Testigos se enfrentaban a oposición en su ministerio público, oposición instigada generalmente por el clero local y a veces por funcionarios gubernamentales.
En una zona rural al norte de Viena (Austria), los Testigos se hallaron frente a una muchedumbre de aldeanos hostiles instigados por el sacerdote del lugar, a quien apoyaba la policía. Los sacerdotes estaban decididos a impedir que los testigos de Jehová predicaran en sus pueblos. Pero los Testigos, resueltos a llevar a cabo su asignación divina, cambiaron de táctica. Regresaron otro día a los pueblos y entraron en ellos por rutas indirectas.
Pese a las amenazas y las exigencias de los hombres, los testigos de Jehová entendían que se habían comprometido con Dios a proclamar su Reino. Preferían obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres. (Hech. 5:29.) Cuando las autoridades de un lugar trataban de negar la libertad religiosa a los testigos de Jehová, estos se limitaban a traer refuerzos.
Después de haber sido detenidos repetidas veces en un sector de Baviera (Alemania) en 1929, los hermanos alquilaron dos trenes especiales. Uno partió de Berlín y el otro de Dresde, y en Reichenbach se unieron, convirtiéndose en un solo tren. A las 2.00 de la madrugada el tren entró en la zona de Ratisbona con 1.200 pasajeros que estaban impacientes por predicar. Viajar era caro, y cada uno se había pagado su propio viaje. En cada estación del ferrocarril bajaban unos cuantos. Algunos se habían llevado bicicletas para llegar a zonas rurales más apartadas. Entre todos cubrieron todo el distrito en un solo día. Al ver los resultados de su esfuerzo colectivo, recordaron la promesa de Dios a sus siervos: “Sea cual sea el arma que se forme contra ti, no tendrá éxito”. (Isa. 54:17.)
Tan celosos eran los Testigos en Alemania que se calcula que entre 1919 y 1933 distribuyeron al menos 125.000.000 de libros, folletos y revistas, así como millones de tratados. En aquel tiempo, apenas había 15.000.000 de familias en el país, así que Alemania recibió uno de los testimonios más completos de la época. En aquella parte de la Tierra se hallaba una de las mayores concentraciones de personas que afirmaban ser seguidores de Cristo ungidos con espíritu. Sin embargo, durante los años siguientes iban a experimentar también algunas de las pruebas de integridad más duras. (Rev. 14:12.)
En el año 1933 se intensificó notablemente la oposición oficial a la obra de los testigos de Jehová en Alemania. La Gestapo registró vez tras vez sus casas y la sucursal de la Sociedad. En la mayoría de los estados alemanes se prohibieron sus actividades, y hubo algunos arrestos. Se quemaron públicamente muchas toneladas de Biblias y publicaciones bíblicas de los Testigos. El 1 de abril de 1935 se aprobó una ley nacional que declaraba ilegales a los Ernste Bibelforscher (Estudiantes Sinceros de la Biblia, o testigos de Jehová) y a partir de entonces se emprendió una campaña destinada a despojarlos de sus medios de subsistencia. Los Testigos, a su vez, cambiaron todas sus reuniones para reunirse solo en grupos pequeños, empezaron a reproducir la información que usaban para estudiar la Biblia de tal modo que la Gestapo no la identificara fácilmente y adoptaron métodos de predicación que no llamaran mucho la atención.
Antes de esto, los hermanos de Italia ya vivían bajo una dictadura fascista desde 1925, y en 1929 la Iglesia Católica y el estado fascista habían firmado un concordato. En ese país se perseguía sin compasión a los cristianos verdaderos. Algunos se reunían en establos y en heniles para que no los arrestaran. En aquel tiempo había muy pocos testigos de Jehová en Italia; no obstante, en 1932 vinieron de Suiza veinte hermanos para ayudarles a difundir el mensaje del Reino. Estos efectuaron una distribución relámpago de 300.000 ejemplares del folleto El Reino, la esperanza del mundo.
En el Lejano Oriente también estaba aumentando la oposición. En Japón fueron detenidos varios testigos de Jehová. Las autoridades de Seúl (en lo que hoy es la República de Corea) y Pyongyang (en lo que hoy es la República Democrática Popular de Corea) destruyeron grandes cantidades de publicaciones bíblicas.
En 1935, en medio de toda esta oposición creciente, los testigos de Jehová entendieron claramente, a la luz de la Biblia, la identidad de la “gran muchedumbre” de Revelación 7:9-17. Este entendimiento les hizo ver que tenían que realizar una obra urgente que no habían previsto. (Isa. 55:5.) Dejaron de creer que todos los que no fueran del “rebaño pequeño” de herederos del Reino celestial tendrían en el futuro la oportunidad de poner su vida en conformidad con los requisitos de Jehová. (Luc. 12:32.) Se dieron cuenta de que había llegado el momento de hacer de estas personas discípulos con el fin de que pasaran con vida al nuevo mundo de Dios. No sabían cuánto se tardaría en recoger a esta gran muchedumbre de todas las naciones, aunque creían que el fin del sistema inicuo debía de estar muy cercano. Tampoco sabían a ciencia cierta cómo se iba a efectuar la obra en vista de que la persecución se estaba extendiendo e intensificando. Pero si de algo estaban seguros era de que, puesto que ‘la mano de Jehová no es demasiado corta’, él les ayudaría a llevar a cabo su voluntad. (Isa. 59:1.)
En el año 1935 había relativamente pocos testigos de Jehová en todo el mundo: 56.153.
En ese año predicaron en 115 países; pero en casi la mitad de estos había menos de diez Testigos. Solo dos países tuvieron más de diez mil testigos de Jehová activos (Estados Unidos, con 23.808; Alemania, donde se calcula que, de los 19.268 que habían podido informar dos años antes, quedaban 10.000). En otros siete países (Australia, Canadá, Checoslovaquia, Francia, Gran Bretaña, Polonia y Rumania) informaron entre mil y seis mil Testigos. El registro de la actividad de otros veintiún países muestra que en cada uno de estos había de cien a mil Testigos. No obstante, en ese año, el conjunto mundial de celosos Testigos dedicó 8.161.424 horas a proclamar el Reino de Dios como la única esperanza de la humanidad.
Además de los países en los que predicaron durante 1935, ya habían llevado las buenas nuevas a otros lugares, de modo que hasta entonces se había difundido el mensaje del Reino en un total de 149 países y archipiélagos.
[Comentario en la página 424]
Aunque recluidos en prisión, encontraron maneras de predicar
[Comentario en la página 425]
Anhelaban continuar la obra
[Comentario en la página 441]
Hicieron frente al viento, la lluvia y la hostilidad del clero
[Comentario en la página 442]
Antes de que se proscribiera a los “Ernste Bibelforscher”, en Alemania se dio un testimonio de gran magnitud
[Mapa/Fotografías en la página 423]
Mientras el mundo estaba envuelto en guerra, R. R. Hollister y Fanny Mackenzie llevaban un mensaje de paz a la gente de China, Japón y Corea
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
COREA
JAPÓN
CHINA
OCÉANO PACÍFICO
[Mapa en la página 428]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Cuando emigrantes de los países cuyos nombres aparecen en este mapa conocieron el maravilloso propósito de Dios de bendecir a la humanidad, se sintieron impelidos a llevar esas nuevas a sus países de origen
LAS AMÉRICAS
↓ ↓
AUSTRIA
BULGARIA
CHIPRE
CHECOSLOVAQUIA
DINAMARCA
FINLANDIA
ALEMANIA
GRECIA
HUNGRÍA
ITALIA
PAÍSES BAJOS
NORUEGA
POLONIA
PORTUGAL
RUMANIA
ESPAÑA
SUECIA
SUIZA
TURQUÍA
YUGOSLAVIA
[Mapa en la página 432]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Durante los años veinte y treinta, algunos evangelizadores alemanes se trasladaron a muchos países para dar testimonio
ALEMANIA
↓ ↓
AMÉRICA DEL SUR
NORTE DE ÁFRICA
ASIA
[Mapa/Fotografías en la página 435]
Precursores celosos tales como Frank Smith y su hermano Gray (foto superior) recorrieron la costa oriental de África de sur a norte difundiendo las buenas nuevas
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
UGANDA
KENIA
TANZANIA
SUDÁFRICA
[Mapa/Fotografía en la página 439]
Por toda África del Sudoeste (hoy Namibia) la gente recibió este folleto por correo en 1928
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
NAMIBIA
[Mapa/Fotografías en la página 440]
Precursores celosos viajaron por el sudeste asiático a bordo del “Lightbearer” propagando el mensaje del Reino
[Mapa]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
MALAYA
BORNEO
CÉLEBES
SUMATRA
JAVA
TIMOR
NUEVA GUINEA
AUSTRALIA
OCÉANO PACÍFICO
[Fotografías en la página 426]
El discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás” congregó a multitudes en muchos países
[Fotografías en la página 427]
Edwin Scott distribuyó en Sudáfrica 50.000 ejemplares de “Un desafío a los líderes del mundo”
[Fotografía en la página 429]
Willy Unglaube sirvió en Europa, África y el Oriente en respuesta a la demanda de evangelizadores
[Fotografías en la página 430]
En 1992 Eric Cooke y su hermano John (sentado) llevaban cada uno más de sesenta años en el servicio de tiempo completo, tiempo durante el cual habían disfrutado de experiencias emocionantes en Europa y África
[Fotografía en la página 431]
Edwin Skinner llegó a la India en 1926 para encargarse de un territorio que comprendía cinco países; predicó fielmente en su asignación durante sesenta y cuatro años
[Fotografía en la página 433]
Alfred y Frieda Tuček, equipados con artículos de primera necesidad y publicaciones para predicar, fueron precursores en la antigua Yugoslavia
[Fotografía en la página 434]
“Brown el de la Biblia” denunció enérgicamente la adoración falsa por toda África occidental
[Fotografía en la página 436]
George Young proclamó extensamente el Reino de Dios por América del Sur, España y Portugal
[Fotografía en la página 437]
Juan Muñiz (izquierda), que llegó a América del Sur en 1924, recibió a N. H. Knorr en Argentina en la primera visita de este al país más de veinte años después
[Fotografía en la página 438]
Nicolás Argyrós predicó la verdad libertadora de la Biblia en catorce provincias argentinas
[Fotografías en la página 439]
F. J. Franske viajó por tierra y mar para llevar la verdad bíblica a poblaciones remotas