HIPÓCRITA
Persona que finge ser lo que no es; aquella cuyas acciones no armonizan con sus palabras.
Aunque algunas palabras hebreas derivadas de la raíz ja·néf se suelen traducir “hipócrita” o “hipocresía” en algunas versiones (BR; DK; Scío; TA; Val, 1909), en otras se utilizan términos como “impío”, “malvado”, “perverso” (NBE) y “apóstata” (NM). Según la obra A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (de Brown, Driver y Briggs, 1980, págs. 337, 338), el término ja·néf usado como adjetivo puede definirse como “profano, irreligioso [...], descreído”. En las Escrituras ja·néf aparece en paralelo con los que se olvidan de Dios (Job 8:13), los inicuos (Job 20:5) y los malhechores (Isa 9:17), y se contrasta con los rectos y los inocentes. (Job 17:8; véase APOSTASÍA.)
La palabra griega que se traduce “hipócrita” (hy·po·kri·tḗs) se refiere literalmente al “que responde”, y también a un comediante. Los actores griegos y romanos llevaban grandes máscaras con unos dispositivos mecánicos para amplificar la voz. Por eso, el término griego hy·po·kri·tḗs llegó a emplearse en sentido metafórico y se aplicaba a alguien traidor o fingidor. La misma palabra aparece en la Septuaginta griega en Job 34:30; 36:13. Los hipócritas son “infieles” (compárese Lu 12:46 con Mt 24:51), y el término “hipocresía” (hy·pó·kri·sis), según se usa en las Escrituras, también puede querer decir “iniquidad” y “astucia”. (Compárese con Mt 22:18; Mr 12:15; Lu 20:23; véase también Gál 2:13, donde hy·pó·kri·sis se traduce “simulación”.)
Jesucristo llamó hipócritas a aquellos que hacían una exhibición ostentosa cuando daban dones de misericordia, a aquellos que oraban y ayunaban para ser vistos por los hombres y también a los que encontraban defectos del tamaño de una paja en su hermano, pero luego no hacían nada para corregir su propio defecto, que era tan grande como una viga. Llamó hipócritas a los que afirmaban que eran siervos de Dios pero no discernieron el significado de los tiempos en que vivían ni de los acontecimientos que estaban ocurriendo, aunque no les costaba interpretar la apariencia de la tierra y del cielo a fin de determinar las condiciones meteorológicas. (Mt 6:2, 5, 16; 7:1-5; Lu 6:42; 12:54-56.)
Cuando el Hijo de Dios estuvo en la Tierra, no solo acusó a los líderes religiosos de Israel de ser hipócritas, sino que también declaró las razones que tenía para hacerlo. Ellos simplemente rendían un servicio de labios al Creador e invalidaban la Palabra de Dios por causa de sus tradiciones. (Mt 15:1, 6-9; Mr 7:6, 7.) Sus acciones no estaban de acuerdo con sus palabras. (Mt 23:1-3.) Los escribas y fariseos no solo se negaron a aprovecharse de la oportunidad de entrar en el Reino de los cielos, sino que dificultaron la entrada a otras personas, y así aumentaron su pecado. Hacían todo lo posible para convertir a alguien, solo para hacerlo merecedor del Gehena dos veces más que ellos. Eran escrupulosos con las cosas pequeñas de la Ley, pero desatendían los asuntos de más peso: la justicia, la misericordia y la fidelidad. Como hipócritas que eran, tan solo tenían una apariencia exterior de limpieza, pero por dentro estaban llenos de inmundicia. Igual que los sepulcros blanqueados, que son hermosos por fuera, parecían justos a los hombres, pero por dentro estaban “llenos de hipocresía y de desafuero”. Edificaban las tumbas de los profetas y adornaban las tumbas conmemorativas de los justos, alegando que ellos no hubieran derramado la sangre de esos hombres. Sin embargo, su proceder demostraba que eran tan asesinos como sus antepasados. (Mt 23:13-36.) La enseñanza de los fariseos y saduceos era en realidad hipocresía. (Mt 16:6, 12; Lu 12:1; véase también Lu 13:11-17.)
Un ejemplo sobresaliente de hipocresía fue el de los discípulos de los fariseos y los partidarios de Herodes cuando se acercaron a Jesús con una pregunta sobre los impuestos. Primero recurrieron a la adulación, diciendo: “Maestro, sabemos que eres veraz y enseñas el camino de Dios en verdad”. Luego le formularon la pregunta capciosa: “¿Es lícito pagar la capitación a César, o no?”. Jesús los llamó con razón hipócritas, pues en realidad no buscaban una respuesta a su pregunta, sino que la plantearon con la única intención de atraparlo en su habla. (Mt 22:15-22; Lu 20:19-26; GRABADO, vol. 2, pág. 544.)
Un derrotero hipócrita no puede ocultarse indefinidamente. (Lu 12:1-3.) Los hipócritas están condenados por Dios como indignos de vida eterna. (Mt 24:48-51.) Por lo tanto, el amor y la fe de un cristiano deben ser sin hipocresía. (Ro 12:9; 2Co 6:4, 6; 1Ti 1:5.) La sabiduría de arriba no es hipócrita. (Snt 3:17.)