COLGAR
(heb. ta·láh, “colgar; suspender”; compárese con su uso en Salmos 137:2; Isaías 22:24; Ezequiel 15:3).
Bajo la ley que Jehová dio a Israel, ciertos criminales eran colgados en un madero después de haber sido ejecutados, como “cosa maldita de Dios”, y así exhibidos públicamente como ejemplo y advertencia. Sin embargo, tenían que enterrar el cadáver antes del anochecer, ya que el dejarlo en el madero toda la noche habría contaminado el terreno que Dios les había dado a los israelitas. (Deu. 21:22, 23.) Israel obedeció esta regla incluso cuando los que habían sido ejecutados no eran israelitas. (Jos. 8:29; 10:26, 27.)
Los dos hijos y los cinco nietos de Saúl que David entregó a los gabaonitas para que los ejecutasen no fueron enterrados antes del anochecer. Fueron dejados a la intemperie desde el comienzo de la cosecha de la cebada (aproximadamente a finales del mes de abril) hasta que empezó a llover, probablemente después de haber terminado la temporada de la cosecha. Al parecer, la razón por la que se permitió que los gabaonitas siguieran un procedimiento diferente en esta ocasión fue porque se había cometido un pecado nacional al ejecutar Saúl a algunos de los gabaonitas, violando así el pacto que Josué había hecho con ellos años atrás. (Jos. 9:15.) Como evidencia de su cólera, Dios había hecho que sobreviniera sobre la tierra un hambre durante tres años. Por ello los cuerpos colgados se dejaron expuestos hasta que Jehová indicó, por medio de un aguacero que acabó con la sequía, que su ira había sido apaciguada. Entonces David hizo enterrar los huesos de los hombres, después de lo cual “Dios se dejó rogar a favor de la tierra”. (2 Sam. 21:1-14; véase FIJAR EN UN MADERO.)